miércoles, 30 de noviembre de 2016

Beato Juan de Vercelli, religioso presbítero - Beato Federico, religioso (30 de noviembre)

Beato Juan de Vercelli, religioso presbítero

fecha: 30 de noviembre
fecha en el calendario anterior: 1 de diciembre
n.: c. 1205 - †: 1283 - país: Francia
otras formas del nombre: Juan Garbella
canonización: 
Conf. Culto: Pío X 1903
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: En Montpellier, de la Provenza, en Francia, beato Juan de Vercelli, presbítero, maestro general de la Orden de Predicadores, que predicó incansablemente la reverencia al nombre de Jesús.

Juan nació en Vercelli alrededor del año 1205. Cuando la historia habla de él por primera vez, tenía ya cuarenta años y era prior de los dominicos de Vercelli. Tras haber dado pruebas de su fuerza de carácter y habilidades en varios cargos y misiones, fue elegido como sexto maestro general de la Orden de Predicadores, en 1264. Durante diecinueve años, desempeñó ese oficio en forma muy distinguida. Juan era de estatura más bien baja (en su primera carta a sus hermanos se llama a sí mismo «pobre hombrecillo») y de rostro tan alegre que, según se dice, exigía que su ayudante fuese siempre un fraile de aspecto severo e imponente. Pero su energía suplía con creces su baja estatura. En efecto, visitó y reformó incansablemente los conventos de su Orden en toda Europa, sin dispensarse jamás durante sus viajes de los ayunos eclesiásticos y de los de su Orden. Gregorio X, poco después de su elección al pontificado, confió a Juan de Vercelli y a los dominicos la tarea de hacer la paz entre los estados italianos. Tres años más tarde, el Papa pidió al beato que redactase un «esquema» para el segundo Concilio Ecuménico de Lyon. En el Concilio conoció el beato Juan a Jerónimo de Ascoli (más tarde papa con el nombre de Nicolás IV), quien había sucedido a san Buenaventura en el cargo de general de los franciscanos. Ambos escribieron juntos una carta a sus súbditos. Más tarde, la Santa Sede los envió como mediadores entre Felipe III de Francia y Alfonso X de Castilla. Ello no fue más que una continuación del oficio de pacificación en el que tanto se distinguió Juan de Vercelli.
El beato fue uno de los primeros propagadores de la devoción al nombre de Jesús, que el Concilio de Lyon recomendó como acto de reparación por las blasfemias de los albigenses. El beato Gregorio X eligió particularmente a Juan de Vercelli, como general de la Orden de Predicadores, para difundir esa devoción. El beato escribió inmediatamente a todos los provinciales. Filialmente se decidió que en todas las iglesias de los dominicos hubiese un altar dedicado al Santo Nombre de Jesús y que se formasen cofradías contra la blasfemia. En 1278, el maestro general envió un visitador a Inglaterra, donde algunos frailes habían atacado la doctrina de santo Tomás de Aquino, muerto recientemente. El beato había nombrado al Doctor Angélico para ocupar la cátedra de teología en París, ya que san Alberto Magno no quiso aceptarla. Dos años más tarde, Juan de Vercelli asistió a un capítulo general en Oxford. Como su predecesor, Humberto de Romanos, el beato se negó a aceptar la dignidad episcopal y un cargo en la curia romana. También renunció al cargo de general de la orden, pero su renuncia no fue aceptada, de suerte que ejerció ese oficio hasta su muerte, ocurrida el 30 de noviembre de 1283. Su culto fue aprobado en 1903.
P. Mothon escribió en francés una biografía muy completa, que fue traducida al ita liano con el título de Vita del B. Giovanni da Vercelli (1903). Naturalmente el P. Morliel consagra a este importante generalato un largo artículo en su Histoire des Maítres généraux O. P., vol. II, pp. 1-170. Más breve, aunque no menos cuidadoso, es el estudio de M. de Waresquiel, Le bx. Jean de Verceil (1903). V éase también Taurisano, Catalogus Hagiographicus.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4362




Beato Federico, religioso

fecha: 30 de noviembre
fecha en el calendario anterior: 29 de noviembre
†: 1329 - país: Alemania
canonización: 
Conf. Culto: Pío X 1909

hagiografía: Parroquia Ntra. Sra. de Gracia - PP. Agustinos
Elogio: En Ratisbona, en el territorio de Baviera, en Alemania, beato Federico, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, siendo hábil carpintero, sobresalió por el fervor en la oración, por la obediencia y por la caridad.

Nació en Ratisbona (Alemania). Sus padres pertenecían a la clase media. Entró en calidad de hermano no clérigo en el convento de los agustinos, y sirvió a la comunidad como carpintero, con el encargo de proveer a la casa la leña necesaria para el uso cotidiano. Un modesto trabajo llevado a cabo durante años, unido a una profunda vida de oración. Fue apreciado por su religiosidad, su generosa obediencia, su delicadeza con los hermanos, su caridad con los pobres, su humildad y, en particular, por su ardiente devoción a la eucaristía.
Es una lástima que sea poco lo que se sabe de su vida. Conocemos, eso sí, algunas relaciones legendarias, como las aparecidas en la biblioteca del capítulo metropolitano de Praga, publicadas por el canónigo Dr. Podlaha. El autor, P. Hieronymus Streitel, prior de Ratisbona y cronista de la Orden a principios del siglo XVI, recoge tradiciones orales, preferentemente las ya propuestas en el «retrato historiado» que uno de sus inmediatos predecesores al frente de la comunidad ratisbonense, el P. Honrad Schleier, había seleccionado para decorar la tumba de Federico. Entre ellas, la más conocida, narra cómo un día en que no pudo asistir a la misa, en el mismo lugar donde se encontraba trabajando, recibió la comunión de manos de un ángel, y que se reproduce en su iconografía.
La carga de colorido con la que se presentan los hechos históricos, en conformidad a los gustos del tiempo, hoy hace que tales relatos sean vistos con fuertes reservas, o incluso con rechazo. Pero hay que tener en cuenta que el narrador medieval, más que la misma vida de los santos le interesaba mostrar su testimonio, y la confirmación y reconocimiento divino de su santidad mediante el milagro. Su intención era la de representar ejemplos de virtud e ideales religiosos que animaran a seguirlos. Episodios como el expuesto atestiguan la devoción eucarística de nuestro beato y prueban el profundo efecto producido entre sus contemporáneos y la continuidad de la piadosa memoria de que fue objeto a lo largo de los siglos.
Murió el 29 de noviembre de 1329. A menudo se lo inscribe -y el Martirologio actual así lo hace- el 30 de noviembre, porque en su tumba una inscripción dice «obiit die S. Andreae» (muerto el día de san Andrés), pero eso se debe a que litúrgicamente el día de san Adrés había ya comenzado. A principios del siglo XX, el siervo de Dios padre Pío Keller se empeñó en trabajar por la confirmación de culto del beato, lo que resultó coronado con la declaración de san Pío X, el 12 de mayo de 1909. Desde 1913, sus restos mortales, al igual que el mencionado «retrato historiado» -que de hecho resulta la más antigua «Vita» del beato-, se hallan expuestos a la veneración de los fieles en la iglesia agustiniana y parroquial de santa Cecilia en Ratisbona.
El siervo de Dios, Clemente Fulh, Prior General, OSA, en una carta a los hermanos no clérigos, decía: El beato Federico llegó en vuestro estado a la cumbre de la perfección, observando fielmente las normas establecidas por nuestro padre san Agustín en su obra «De opere monachorum», es decir, juntando en admirable consorcio la vida perfectamente contemplativa con la vida perfectamente activa. El beato Federico, en los diversos oficios que le encomendara la obediencia, sirvió sin descanso y con singular solicitud a la comunidad, anteponiendo siempre el bien común al propio, que es el carácter distintivo de la caridad cristiana, según nos enseña san Pablo y nos recuerda nuestro padre san Agustín en la Regla. El beato Federico es dechado y ejemplar admirable, pues íntimamente unido a los sacerdotes por la obediencia y la caridad, aspiró ardientemente a que Jesucristo reinara con imperio absoluto en las almas, y sobre todo en su corazón. Seguid sus huellas, imitad sus ejemplos e invocad su protección, para que también vosotros logréis llegar al mismo fin: a la perfección en vuestro estado y a la bienaventuranza eterna.
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