viernes, 1 de abril de 2016

Celebremos la Resurrección, demos testimonio de Cristo (Mons. Carlos Osoro) 30032016

Celebremos la Resurrección, demos testimonio de Cristo


Celebremos la Resurrección, demos testimonio de Cristo
La Iglesia comunica hoy a toda la humanidad lo mismo que hicieran hace XXI siglos los primeros discípulos del Señor: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?» (cfr. Lc 24, 1-11), y la experiencia vivida por María Magdalena cuando fue al sepulcro y vio la losa quitada y echó a correr, a donde estaba Pedro y el otro discípulo a quien tanto quería Jesús, para decirles: «Se han llevado del sepulcro al Señor». Ellos salieron camino del sepulcro y, entrando Pedro, vio las vendas en el suelo y el sudario con el que le habían cubierto la cabeza enrollado en un sitio aparte; y después entró Juan y «vio y creyó». Desde entonces, la Iglesia canta y anuncia con todas sus fuerzas, en todos los lugares de la tierra, con obras y palabras, así: «¡Cristo ha resucitado, aleluya!». Que este clima festivo, esta realidad y estos sentimientos abarquen el arco de nuestra existencia.
La vida cristiana tiene su origen en la Pascua. La Resurrección de Cristo funda la fe cristiana, está en la base del anuncio del Evangelio y hace nacer a la Iglesia. ¡Qué fuerza tienen las palabras de Pedro! «Nosotros somos testigos de todo lo que hizo [...] lo mataron [...] Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver [...] Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio» (cfr. Hch 10, 34a. 37-43). ¡Qué hondura adquiere, para esta humanidad, el saber que la vida verdadera tiene su origen en la Pascua, en la Resurrección de Cristo, que nos incorpora a su Muerte y Resurrección!
La Resurrección de Cristo, nos hace ver los siete días de la creación de una manera absolutamente nueva:
  • I) Dios creó todo lo que existe y creó al hombre a su imagen y semejanza y le puso en el centro de toda la creación, todo a su servicio para que sirviese a todos los hombres sin excepción (Gn 1, 1-2,2).
  • II) No podemos reservarnos nada para nosotros, todo es de Dios y para Dios, por eso hemos de decir como Abraham: «Aquí me tienes», o como nuestra madre María: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra»; quiero vivir y hacer lo que tú quieres y cómo tú quieres (cfr. Gn 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18).
  • III) La seguridad del ser humano está en que Dios siempre está con y al lado del hombres, está para liberarlos y darles la salvación mostrada en plenitud en Jesucristo (cfr. Ex 14, 15-15,1).
  • IV) No profanar lo creado: cuando la conducta del ser humano profana lo creado, Dios muestra su santidad recogiéndonos de todas las naciones, reuniéndonos de todos los países, y nos lleva al lugar donde hemos de estar, arrancando nuestro corazón de piedra y dándonos un corazón de carne (cfr. Ez 36, 16-28).
  • V) La absolutamente nuevo: nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, ha destruido nuestra personalidad de pecadores, estamos libre de la esclavitud del pecado, considerémonos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo (Rm 6, 3-11).
  • VI) Hemos resucitado con Cristo y hay que buscar los bienes de arriba, que no es desentendernos de la vida y de los hombres y sus situaciones, sino vivir conforme a lo que nos ha acontecido: habéis muerto y nuestra vida está con Cristo (cfr. Col 3, 1-4).
  • VII) Celebremos la Resurrección de Cristo, la gran fiesta del triunfo del hombre que está en el triunfo de Dios; como los primeros discípulos: vemos y creemos. Ved toda la historia desde quienes fueron los primeros testigos hasta hoy: ofrecemos una Vida, la de Cristo; damos testimonio de ella hoy y siempre. Los santos y los mártires nos lo muestran, por las obras os conocerán: ¡Cuántos lugares! ¡Cuántas personas sin distinción, sobre todo los más pobres, reciben en todas las partes de la tierra el testimonio con obras de cristianos que gastan la vida por acercar con su vida, que se convierte en canto, lo que hoy decimos en la secuencia «ofrezcan los cristianos/ ofrendas de alabanza/ a gloria de la Víctima/ propicia de la Pascua/...muerto es que es la Vida/ triunfante se levanta».
Ser cristianos significa vivir de modo pascual. Significa que tenemos que entrar con todas las consecuencias, implicándonos en el dinamismo originado por el Bautismo, que lleva a morir al pecado para vivir con Dios. ¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón! Toda nuestra fe se basa en la transmisión constante y fiel de estabuena nueva, que requiere la labor de testigos entusiastas y valientes, con vidas vivas y activas. Cristo es quien nos vivifica y nos hace hacer lo mismo que a los primeros: «Salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con señales que la acompañaban» (cfr. Mc 16,20).
Os invito a asumir el vivir este modo pascual, que tiene como centro a Cristo en tres manifestaciones:
1. Salir de nosotros mismos: Ser cristiano significa seguir a Jesús, recorrer los caminos de nuestra vida permaneciendo con Él, compartiendo su camino y su misión. Hablando a todos los que nos encontremos por el camino sin distinción, a los pequeños y a los grandes, a los ricos y a los pobres, a los poderosos y a los débiles, pero siempre curando, consolando, dando esperanza. En Cristo descubrimos que Dios no esperó que fuéramos a Él, fue Él quien vino a nosotros sin cálculos, ni medidas. Todos los hombres pueden decir «me amó y se entregó por mí». Sí, «por mí», pero para que fuésemos como Él, saliendo a todas las periferias existenciales, hacia los más olvidados y necesitados. Hay que llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico en amor. Entremos en la lógica de la Resurrección. Por el Bautismo hemos entrado en esta lógica.
2. Caminar y evangelizar: Formamos parte de un pueblo en camino; camina por la historia y lo hace junto al Señor y con la vida del Señor. No somos islas, no caminamos solos, vamos con todos los que han acogido a Cristo y mueven su vida con su Vida. No puede haber cerrazón de unos a otros, sino la apertura a Dios que nos abre a todos. Caminamos juntos, colaboramos unos con otros, nos ayudamos mutuamente, sabemos pedir disculpas, reconocemos nuestros errores y las divisiones que provocamos y hacemos que el pueblo se rompa, pero sabemos pedir perdón. Somos un pueblo que caminamos unidos, sin evasiones hacia delante o hacia atrás, sin nostalgias del pasado. Y mientras caminamos nos conocemos, nos conocen, nos contamos, compartimos, crecemos como una gran familia. ¿Cómo caminamos? ¿Qué hago para caminar juntos? En el camino no estéis tristes, ni desanimados. Tomad conciencia de la presencia del Señor, va con nosotros. Nos pide que miremos a todos y que veamos las heridas, que llevemos su vida en nosotros para curar a todos. Él y su Vida en nosotros, nos hace abrazar con amor a todos.
3. Con la fe, la alegría y la intercesión de María: La fe de María desató el nudo del pecado: «Hágase en mi según tu Palabra». Lo que ató a Eva por su falta de fe, lo desata María con su fe. La fe de María trae a la Alegría, trae a Jesucristo verdadera Alegría, le da rostro humano. Conocemos y nos hemos encontrado con Jesucristo, verdadera Alegría, por la fe de María. La fe siempre lleva a la alegría, por eso María es la Madre de la Alegría, nos hace ver dónde está el triunfo del hombre. Nos acogemos a la intercesión de María, deseamos caminar con quien convierte aquella cueva de Belén en hacer ver a los hombres el inicio de la ternura y de la misericordia que culmina en la Resurrección de Cristo. Tengamos el estilo mariano de salir de nosotros, de caminar y de vivir la fe y la alegría.
Quien dijo: «Yo hago todas las cosas nuevas», se hace realmente presente ahora en el Misterio de la Eucaristía. El Resucitado entre nosotros. Acogedlo hermanos. Amén.
+ Carlos, arzobispo de Madrid

Homilía de monseñor Osoro en el Domingo de Resurrección (27-03-2016)

Homilía de monseñor Osoro en el Domingo de Resurrección (27-03-2016)



Querido don Juan Antonio, obispo. Excelentísimo Cabildo catedral. Vicarios episcopales. Queridos seminaristas. Hermanos y hermanas todos en Nuestro Señor Jesucristo.
La Iglesia hoy comunica a la humanidad algo excepcional: un tiempo nuevo. Comenzó con la resurrección de Jesucristo, con el triunfo de Cristo, con rostros vivos, con la vida del Señor. Como la que tenéis vosotros, queridos hermanos y hermanas. Con rostros vivos y llenos de misericordia en el amor mismo de Dios. Esta es la gran revolución y la gran manifestación que Dios nos hace a todos nosotros.
Qué fuerza tienen las palabras del Evangelio que acabamos de escuchar. Primero, María Magdalena, que ve la losa quitada del sepulcro. Después, Simón Pedro y el discípulo a quien tanto quería Jesús, Juan, van al sepulcro y vieron ciertamente lo que les dijo María Magdalena. Pero habéis visto lo que sucede... Entran, y nos dice el Evangelio: «vieron y creyeron». Allí estaban las vendas tiradas por el suelo, y el sudario con el que habían cubierto la cabeza del Señor enrollado en un sitio aparte. Este sudario, hermanos, me recuerda a mí siete años vividos como arzobispo de Oviedo y que se conserva en la Cámara Santa, según la tradición y según los estudios que se han hecho. Este sudario que cubrió el rostro del Señor, en el que durante siete años pude bendecir a quienes se acercaban, en los momentos en los que se podía realizar esta bendición.
Hermanos: qué maravilla. «Este es el día en que actuó el Señor», hemos cantado hace un momento, «esta es nuestra alegría». Este es nuestro gozo. El gozo del triunfo de Cristo, el gozo de la resurrección, el gozo de algo nuevo que ha venido a este mundo y a esta historia, el gozo de la misericordia, el gozo incondicional del amor que Dios nos tiene a todos los hombres, el gozo de que la fuerza y el poder son de Jesucristo. El Señor tiende su mano excelsa y no morimos, vivimos, porque deseamos contar las hazañas del Señor.
Esto es, queridos hermanos, lo que hemos cantado. Y mirad esta experiencia que tienen los discípulos del Señor. Nos decía hace un momento el libro de los Hechos de los Apóstoles, el texto que hemos proclamado, cómo los apóstoles salieron diciendo a todos los hombres, y a nosotros también, y por ellos estamos nosotros aquí: nosotros somos testigos de todo lo que hizo Jesús en Judea y en Jerusalén, somos testigos de su muerte, y somos testigos de su triunfo, de su resurrección; y nos ha encargado predicar al pueblo dando testimonio de que Dios ha nombrado a Jesús juez de vivos y muertos. Y de ese grupo, hermanos, somos todos nosotros.
Como nos decía hace un instante, también, el apóstol Pablo en la Carta a los Colosenses: «habéis resucitado con Cristo». Tenemos la vida de Cristo, queridos hermanos. Hemos muerto, pero nuestra vida es la de Cristo. Hemos resucitado. Aspiremos, como nos dice el Señor, a entregar los bienes de arriba: la bondad, la misericordia, la paz, la entrega, la libertad verdadera que comienza con la libertad religiosa de poder vivir esa experiencia que tiene todo ser humano en lo más profundo de su corazón, esa dimensión trascendente que no se puede ocultar, que busca permanentemente, y que nadie puede impedir que se viva esta experiencia, hermanos, porque es el signo mayor de la libertad del ser humano.
La vida cristiana tiene su origen en la Pascua, en el triunfo de Cristo. La resurrección de Cristo funda la fe cristiana; en ella está la base del anuncio del Evangelio, hace nacer a la Iglesia. Queridos hermanos: la Iglesia hoy sigue comunicando a la humanidad lo que anoche, en la Vigilia Pascual, también escuchábamos en el Evangelio cuando nos decía: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?». ¿Por qué buscáis la felicidad, por qué buscáis el estar a gusto en la vida de una manera que nunca, nunca, va a llegar? Buscadla en Cristo. Hermanos: anunciemos esto a todos los hombres, no con palabras, sino con nuestra vida, buscando y viviendo, como nos decía el apóstol hace un instante, los bienes de arriba.
Os invito a asumir un modo pascual de vivir.
En primer lugar, salgamos de nosotros mismos. Ser cristiano, hermanos, significa recorrer los caminos de nuestra vida permaneciendo con el Señor, compartiendo su camino y su misión, hablando a todos los que nos encontremos por el camino sin distinción: a los pequeños y a los grandes, a los ricos y a los pobres, a los poderosos y a los débiles, a los pequeños y a los grandes; pero siempre, hermanos, curando, sanando, consolando, entregando la vida de nuestro Señor Jesucristo.
Hay que llevar la presencia viva de Jesús; hay que llevar su misericordia, como nos invita el papa Francisco durante este regalo que nos ha hecho a la iglesia en este Año de la Misericordia. Misericordia que no es un absurdo, que no está reñida con la verdad; al contrario, hace verdad cuando la recibe el ser humano. Cuando recibimos la misericordia de Dios nos situamos en la verdad, porque el abrazo de Dios nos sitúa en la verdad de nuestra vida, y cambia nuestra vida. Salgamos de nosotros. Esta es una primera manera de vivir a modo pascual, como nos regala el Señor.
En segundo lugar, vamos a caminar. Salgamos a donde están los hombres, evangelicemos queridos hermanos. No seamos una iglesia que está encerrada en sí misma, que se guarda para sí misma. La Iglesia del Señor camina por la historia. Lo hace junto al Señor, sabe que la acompaña nuestro Señor, no tiene miedo a nada porque el Señor siempre está con nosotros.
Hermanos: no somos islas, no caminamos solos. Nos ha acogido Cristo, y Él mueve nuestra vida. Su vida está en nuestra vida. Se nos ha regalado el día de nuestro Bautismo. Caminemos juntos, colaboremos unos con otros, ayudémonos todos mutuamente, sepamos pedir disculpas, reconocer también nuestros errores; no provoquemos divisiones, no hagamos un pueblo que se rompa; sepamos pedir perdón, utilicemos y vivamos esta palabra que hemos olvidado, queridos hermanos. Esta cultura ha olvidado la palabra perdón. Y por eso nos cuesta unirnos. Hay incapacidad por nuestras propias fuerzas.
Y mientras caminamos por el camino de los hombres, conoceremos y nos conocerán, podemos contar que Cristo ha resucitado, podremos compartir la vida de Cristo, crearemos esa gran familia de los hijos de Dios de la que tiene necesidad este mundo. ¿Qué hago yo para caminar juntos?. En esta Pascua es importante que nos lo preguntemos: ¿qué hago yo para caminar juntos como familia? ¿Qué hago yo para caminar juntos en mi ciudad, en mi barrio en mi pueblo, entre mis amigos? ¿Qué hago yo? ¿Qué hago yo para caminar juntos con otros que no son igual que yo? ¿Lo retiro de mi vida? ¿Es que eso es lo que hace Dios? ¿Es que eso es lo que ha hecho Jesucristo?, ¿Es que eso es lo que nos ha enseñado Jesucristo?. No, hermanos. Él nos pide que miremos a todos, que veamos las heridas de todos los hombres, que llevemos su vida en nosotros, para curar, para sanar. Caminemos en los caminos donde están los hombres, pero evangelizando, entregando la noticia de la Resurrección.
Y, en tercer lugar, hermanos, caminemos con la fe y con la alegría de nuestra Madre Santísima la Virgen María, la que vivió esta Pascua con fuerza, la que acompañó a los apóstoles hasta que el Señor resucitó, la que les acompañó también hasta que vino el Espíritu Santo y les hizo salir del solar de Palestina para anunciar el Evangelio a todos los pueblos. La fe de María desató el nudo. El pecado hace nudos, queridos hermanos, y esos nudos los hizo Eva con su falta de fe, pero María desató el nudo con su fe cuando dijo a Dios: «aquí me tienes, Señor. Hágase en mí según tu Palabra». Tengamos esta fe de María.
Conocemos y nos hemos encontrado con Cristo, que es la verdadera alegría, por la fe de María. La fe, hermanos, siempre, siempre, lleva alegría, en todos los momentos, aún en más duros y difíciles. La fe nos dice que no está nada perdido, que al ser humano lo salva Jesucristo.
Nos acogemos a la intercesión de María, y a la alegría de María, queridos hermanos. Nos acogemos a aquellas palabras del Señor: yo hago todas las cosas nuevas. Acojamos al Señor. Se hace realmente presente ahora en el misterio de la Eucaristía. El Resucitado está con nosotros. Acojámoslo como lo acogió nuestra Madre: con fe, con alegría, y sabiendo que Él pone todo lo necesario en nuestra vida para que, como los primeros, salgamos diciendo lo que en este día hemos de decir: Cristo ha resucitado. Aleluya. El triunfo del hombre está en Cristo, y el triunfo nuestro está en Cristo. Y lo que reúne hoy nuestras vidas, y lo que nos reúne en comunidad es Cristo nuestro Señor. No es una idea. Es una persona que realmente se hace presente entre nosotros ahora. Amén.

“Todo lo ha hecho bien” (Mc 7,37) (Mater Dei) 01042016

“Todo lo ha hecho bien” (Mc 7,37)

La gente sencilla que escuchaba al Señor se asombraba de las cosas que hacía. Es verdad que tenían como referente sus curaciones y milagros, pero también en sus palabras había un halo de autoridad que nunca habían visto en ninguna otra persona. Jesús inflamaba sus almas con esa seguridad y esa paz de quien reconoce en cada uno de ellos eso que les inquieta y hace sufrir. Se trata de descubrir que todas esas circunstancias negativas no son un absoluto sino que hay que saber “descansarlas” en un corazón más grande, el del Señor.
También tú y yo nos preocupamos por hacer bien las cosas. Sin embargo, en ocasiones, ponemos más un empeño y un esfuerzo personal que un saber abandonarnos en la Providencia divina. ¿Qué significa esto? Lo nuestro es ser instrumentos. Por eso, hacer las cosas bien es vivir en la confianza filial de que todo está en Sus manos, no en las nuestras. Descubrir esa perfección sólo se alcanza cuando sabemos corresponder en el amor. Te equivocas, metes la pata, te derrumbas, te desanimas… ¡Sí!, también hay elementos objetivos, una enfermedad, un problema familiar, una acusación injusta… Pero, también todos esos momentos están depositados en el corazón de Jesús, que los asume y abraza para que sigas hacia la meta del Cielo. Nunca pienses que aquí, en la tierra, encontrarás la perfección (ni la tuya, ni la de los demás), porque sólo Cristo lo hizo todo bien.
En esto consiste la perfección, en que Él te amó primero, para que tú y yo descansemos en ese seno misericordioso de la ternura de Dios… ¡He ahí la manera de hacer las cosas bien!

Corazón nuevo para decisiones buenas (Los cinco minutos del Espíritu Santo) 01042016

Corazón nuevo para decisiones buenas

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1 abril 2016
Corazón nuevo para decisiones buenas
Espíritu Divino, testigo de la Resurrección de Cristo
 El Espíritu Santo es mi santificador, que se acerca a mí, a lo más íntimo, para derramar su santidad.

Pero lo más íntimo es el corazón. En realidad la palabra corazón está muy desgastada, confundida con un romanticismo barato. Cuando decimos esta palabra pensamos en los sentimientos, pero el corazón es mucho más que las emociones y los afectos superficiales, es cosa seria.

¿A qué se refiere la Palabra de Dios cuando habla del corazón? No olvidemos que es el mismo Dios el que nos prometió: "les daré un corazón nuevo" (Ezequiel 36,26).

El corazón son esas intenciones más escondidas, las decisiones ocultas que no compartimos con nadie, los verdaderos proyectos que nos movilizan, lo que en realidad andamos buscando cuando decimos cosas, cuando tomamos decisiones.

Allí quiere entrar el Espíritu Santo para transformarnos. Allí quiere derramarse para que todas nuestras decisiones profundas sean buenas y sanas.

Pero sólo puede entrar poco a poco, en la medida en que se lo permitimos realmente. Porque a veces lo invocamos de la boca para afuera, pero hay una parte nuestra donde en el fondo no queremos que toque algunas cosas; creemos que allí estamos mejor solos. Es falso.

Allí también lo necesitamos a él para poder ser realmente felices.

Santa Teodora de Xalapa, mártir.(1 de abril)

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Santa Teodora de Xalapa, mártir.

Teodora, hasta tres veces mártir.

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1 abril 2016
Santa Teodora de Xalapa, mártir.
Detalle de Santa Teodora de Xalapa.
Santa Teodora de Xalapa, mártir. 1 de abril.

En la Catedral de Xalapa, México, se venera desde finales del siglo XVIII, a "Santa Teodora, virgen y mártir". Fue una santa con mucha devoción en su momento, desde su llegada. Pero...

¿Quién es, o no es, Teodora?
Los archivos catedralicios fueron destruidos durante la persecusión religiosa, la llamada Cristera, de los años 20 y 30 del pasado siglo XX en México, así que poco se puede sacar de ahí. Ante la duda de quien sería esta mártir se recurrió a lo que conocemos ya por otros casos: identificarla con alguna mártir del santoral, específicamente con Santa Teodora de Roma(1 de abril). La identificación con la Teodora romana tampoco es que la hiciesen por mero deseo, sino que se basaron en lo que les pareció una evidencia: El martirologio romano dice de Santa Teodora la romana a 1 de abril:

"Rome passio sanctae Theodorae, sororis illustrissimi Martyris Hermetis, quae, sub Hadriano Imperatore, ab Aureliano Judice affecta martyrio, sepulta est juxta fratrem suum, via Salaria, non longe ab Urbe".
 
O sea, que Teodora, hermana de San Hermes (28 de agosto), pareció en Roma y fue sepultada junto a su hermano en las catacumbas de la Vía Salaria. Los enterramientos están muy determinados en el martirologio romano, que pocas veces da datos sobre los martirios, pero casi siempre lo hace sobre la deposición o enterramiento del mártir, y es que es esto lo que inicia su culto: el enterramiento, dedicación del altar sobre el sepulcro y veneración a su memora, siempre ligada a las reliquias.

Los de Xalapa, tienen una copia de la "authenticae", que es es el documento que asegura el origen de las reliquias, su expedición oficial por la Iglesia y la autorización del culto. Y Nada más. No certifica que las reliquias sean del santo en cuestión, ni la veracidad de su nombre su nombre. Perdida la original, tenían esa copia que podéis ver en esta imagen, leyeron que claramente dice:

"sacrum corpus Sanctae Christi Martyris Theodora cum vase sanguinis (…) ex coementerio Priscilla extractum"
 
Y, sabiendo que las catacumbas de Priscila están en la Vía Salaria, pensaron descubrir el misterio: Es la misma Teodora de Roma, sin detenerse a pensar en dos cuestiones:

1. Los nombres se repiten con frecuencia, tanto ahora como en la antigüedad.
2. Las catatumbas de Vía Salaria son lo suficientemente grandes como para que haya, como hubo y hay, miles de cuerpos de mártires y no mártires.

Así que la identificación es peregrina y aventurada. Sí es una mártir, pues la "authenticae" dice que le compaña el "vas sanguinis", lo que indica una veneración a esa sangre, necesariamente derramada en el martirio. Si no, no estaría presente. Hay que aclarar que no siempre es sangre tal cual, a veces son trozos de tela empapados en la sangre, o tierra mezclada con sangre. Tampoco hay que pensar con certeza que el nombre sea el auténtico, pues cuando se inventaban (levantaban) las reliquias si no aparecía en la lápida, se le ponía uno simbólico. Así abundan los Benedicto/a, Victor/ia, y también los Teodoro/a. Todos son nombres cargados de simbolismo cristiano: "benditos", "victoriosos", y "regalo de Dios", que es lo que significa Teodoro/a. Además, también era frecuente ponerles el nombre del papa de turno, por ello abundan los "Pío" y los "Clemente" entre los cuerpos de santos extraídos de Roma. Para saber más sobre este tema, leed estas entradas:Corposantos I y Corposantos II.

Otro detalle que utilizaron los xalapeños para identificarla, más peregrino aún es que las actas de San Hermes dicen que este fue degollado, y la imagen de Santa Teodora de Xalapa luce una herida en el cuello. Pero es que casi todas las imágenes de corposantos presentan ese corte, más iconográfico que histórico, que representa martirio. Para más inri, Teodora y Hermes no padecieron el mismo día, ni tienen por qué haber sufrido el mismotipo de martirio. Y un tercer dato que desmontaría el traslado de la Teodora del 1 de abril hasta México es que, según la obra "Grandezas y maravillas de la Ciudad de Roma", escrita por Dn. Gabriel Díaz y Vara, las reliquias de Santa Teodora la romana están en la iglesia dedicada a los Santos Bonifacio Alejo.

La asimilación de ambas santas como la misma fue pronta, pues en 1809 se publica el opúsculo "Dia primero de cada mes dedicado a Santa Teodora, cuyo sagrado cuerpo se venera en la Parroquial de Xalapa", lo que indica una devoción consolidada y que a 1 de abril celebraban su memoria, con extensión votiva a cada día 1 de todos los meses. Y así permaneció y permanece, a 1 de abril.

Culto y devoción.
El culto a Santa Teodora en Xalapa sufrió reveses, primero a finales del siglo XIX, luego en la mencionada persecusión cristera, cuando la imagen que guardaba las reliquias fue profanada, destrozada en público y las reliquias escarnecidas. Curiosamente, parece que en esta época circulaba la creencia que lo que se veía era un cuerpo incorrupto porque el escarnio incluyó hacer pasar a todos delante de las reliquias esparcidas y la armazón de alambre y demás materiales, para que se cerciorasen de la falsedad de la incorrupción y desmentir "el engaño a los que la Iglesia sometía a los fieles".

Rescatadas las reliquias y puestas en una nueva imagen yacente (muy digna, todo sea dicho), el culto volvió a sufrir un varapalo cuando se le sacó de su capilla para dedicársela aSan Rafael Guízar y Valencia (6 de junio), obispo que fue de la zona. El cuerpo incorrupto del santo obispo pasó a la veneración pública y la santa mártir sacada de su capilla y puesta en un lateral de la catedral y luego en otros sitios de la misma. Finalmente fue colocada en la capilla de la Orden Franciscana Seglar, que la acogió con cariño y se propuso renovar su devoción (loable tarea). Si ellos la llaman la "dos veces mártir", por el martirio en vida y la profanación, yo la llamo la "tres veces mártir", por el ninguneo que han tenido las santas reliquias en aras de la devoción a otro santo, una situación que comparte con no pocos corposantos.

No importa que esta Santa Teodora de Xalapa no sea la romana y que sea una desconocida, lo que importa es la evidencia de su martirio, por la presencia del "Vas Sanguini". Es única y eso es mil veces mejor que identificarla con otra y repetir el culto o mantener un error, que ya conocido, pasaría a ser engaño. Aunque nada pueda saberse de ella (un examen de ADN daría datos físicos e históricos muy interesantes, quien lo duda), no es obstáculo para encomendarse a ella, pedir su intercesión y seguir su ejemplo de fidelidad a Cristo.
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