Santos Justo y Pastor, mártires
En Compluto (hoy Alcalá de Henares), en la Hispania Cartaginense, santos mártires Justo y Pastor, los cuales, todavía niños, abandonando en la escuela sus tablillas de escritura, corrieron voluntariamente al encuentro del martirio, y detenidos y azotados de inmediato, por orden del juez fueron degollados por su amor a Cristo, mientras se confortaban mutuamente con recíprocas exhortaciones.
Estos dos hermanos, que eran todavía niños de escuela, vencieron con su heroico valor el poder de Daciano, gobernador de España, en tiempos de Diocleciano y Maximiano. Daciano, que había recorrido España en persecución de los cristianos, llegó a Alcalá de Henares, donde empezó a torturar a cuantos acusados comparecían ante él. Justo tenía entonces trece años y Pastor nueve. Ambos hacían sus primeros estudios en la escuela pública de Alcalá. Al oír hablar de los tormentos que el gobernador infligía a los cristianos, los dos niños decidieron compartir la corona de los mártires. Así pues, haciendo a un lado los libros, acudieron al sitio en el que Daciano juzgaba a los confesores de Cristo y, con su conducía, manifestaron la fe que profesaban. Pronto fueron conducidos ante el juez, el cual, en vez de sentirse conmovido, se enfureció al ver que aun los niños se atrevían a hacerle frente. Persuadido de que una buena corrección bastaría para templar el entusiasmo de Justo y Pastor, los mandó azotar cruelmente. Los verdugos ejecutaron la sentencia en la forma más bárbara; pero Aquél que pone en labios de los niños sus alabanzas, dio a Justo y a Pastor la fuerza necesaria para desafiar a los perseguidores. Los espectadores quedaron asombrados ante el valor con que los dos niños se exhortaban mutuamente a permanecer fieles a la fe. Para disimular su vergüenza por verse derrotado, Daciano mandó que los mártires fuesen decapitados inmediatamente. Sus reliquias se conservan en Alcalá. Justo y Pastor son patronos de su ciudad natal y de Madrid.
Cualquiera que sea el valor histórico de las actas (Acta Sanctorum, 6 de agosto), la antigüedad y autenticidad del culto de estos dos mártires está fuera de duda. San Paulino de Nola sepultó a su hijito en Alcalá, junto a San Justo y San Pastor. Prudencio cita sus nombres entre los de los más gloriosos mártires de España. El Hieronymianum les menciona también el 25 de agosto. Véase Acta Sanctorum, agosto, vol. II.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Hormisda de Roma
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San Hormisda, papa
En Roma, en la basílica de San Pedro, sepultura de san Hormisda, papa, que, abanderado de la paz, consiguió acabar con el cisma de Acacio en Oriente, y en Occidente hizo respetar por las nuevas poblaciones los derechos de la Iglesia.
Hormisdas, originario de la Campania, era un diácono de Roma, viudo, cuyo hijo san Silverio había de ceñir también la tiara pontificia. Su conducta le ganó la estima de san Enodio, obispo de Pavía, quien profetizó que un día sería papa. La profecía se cumplió dos años después de la muerte de san Símaco, el año 514. Prácticamente, el nuevo papa tuvo que consagrar toda su actividad al problema delicado y complejo de la situación que había producido en el Oriente el cisma provocado por Acacio de Constantinopla, con el fin de aplacar a los monofisitas. A san Hormisdas pertenece el honor de haber acabado con el cisma mediante la confesión de fe que lleva su nombre: la «Fórmula de Hormisdas». Este documento, citado todavía por el Concilio Vaticano I, es una de las pruebas más fehacientes de la autoridad que se atribuía al papa en los seis primeros siglos.
Nada sabemos acerca de la vida privada de san Hormisdas, pero ciertamente fue un hombre inteligente y hábil, muy amante de la paz. Por ejemplo, reprendió severamente a unos monjes africanos revoltosos. En sus últimos años tuvo el consuelo de ver cesar en África la persecución de los vándalos.
Fuera del sucinto artículo del Líber Pontificalis, no hay ninguna biografía de san Hormisdas. En Acta Sanctorum, agosto, vol. II, se discute muy a fondo el aspecto de sus actividades públicas. Ver también las notas de Duchesne al Líber Pontificalis, vol. I, pp. 272-274; y H. Grisar, Geschichte Roms und der Papste, vol. I, pp. 478-481, y passim.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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