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En la meditación
se trata únicamente de la mente y las sensaciones. No es algo que usted tenga
que perseguir o algo con lo que tenga que luchar. La respiración continúa
mientras trabaja. La naturaleza cuida de los procesos naturales. Todo lo que
tenemos que hacer es estar atentos, volviéndonos hacia nuestro interior para
observar claramente. Así es la meditación.
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No practicar
adecuadamente es estar desatento. Estar desatento es como estar muerto.
Pregúntese a sí mismo si tendrá tiempo para practicar cuando muera. Pregúntese
continuamente: "¿cuándo moriré?" Si lo contemplamos así, nuestra
mente estará alerta en cada segundo, la cautela siempre estará presente y la
atención plena y concentrada seguirá automáticamente. Surgirá la sabiduría al
observar cómo son las cosas en realidad. La atención plena y concentrada
protege a la mente de tal modo que ella sabe cuándo surgen las sensaciones a
cada momento, noche y día. Tener atención plena y concentrada significa estar
tranquilo. Estar tranquilo significa ser cuidadoso. Si uno es cuidadoso,
entonces uno practica como se debe.
Los fundamentos
de nuestra práctica deben ser: primero, ser honesto y honrado; segundo, estar
prevenido frente a las acciones incorrectas; y tercero, ser humilde dentro del
propio corazón, ser discreto y estar satisfecho con poco. Si estamos
satisfechos con poco en lo que atañe a nuestras palabras y a todas las otras
cosas, nos veremos a nosotros mismos, no estaremos distraídos. La mente estará
cimentada en la virtud, la concentración y la sabiduría.
Al principio
usted se apura para avanzar, se apura para regresar y se apura para detenerse.
Usted continúa así con la práctica hasta que llega a un punto donde parece que
no se trata de avanzar, ni de regresar, ¡ni tampoco de detenerse! Se terminó.
No hay un detenerse, ni
un ir hacia delante, ni un volver atrás. Se terminó. En ese momento usted se
dará cuenta de que allí, en realidad, no hay nada de nada.
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