domingo, 4 de enero de 2015

39. ¡ Eso es un hombre ¡ (Razones desde la otra orilla) José Luis Martín Descalzo

39. ¡ Eso es un hombre ¡
Acabo de cerrar las páginas de La puerta de la esperanza, ese «librito- testimonios que Juan Antonio Vallejo-Nágera escribió en sus últimos días en diálogo con José Luis Olaizola, y me parece que es una lectura que debo recomendar a los lectores de este cuadernillo mío. Para no engañar a nadie, empezaré diciendo que decepciona un poco, como es inevitable en una obra de conversaciones en la que se rozan los temas más que profundizarlos y, tal vez, también con la pega de que, mientras uno esperaba unas largas conversaciones sobre los grandes temas de la vida, al fin te cuente sólo la vida de¡ autor con pequeños retazos de sus grandes convicciones. A uno le habría interesado que ahí se hablase más de la vida y la muerte, del dolor y la injusticia, en lugar de contarnos cómo aprendió el protagonista a encuadernar o cuáles fueron sus amistades.
Pero aun con este fallo --que señalo porque me parece de juego limpio con mis lectores, ya que se lo recomiendo-, hay en esta Puerta de la esperanza muchos ramalazos de luz que necesita muchísimo un mundo como el nuestro. Juan Antonio, que ha conmovido a toda España con la lección de dignidad y de fe con que vivió su muerte, prolonga en estas páginas ese mensaje de fe y dignidad. Dice con sencillez conmovida muchas de esas cosas que muchos piensan y no se atreven a decir. Y explica, sobre todo, esa gran lección de cómo un hombre puede ser feliz amando apasionadamente todo lo que hace. No irradian estas páginas olor a muerte, sino a vida, a plenitud, esa que uno quisiera para sí mismo.
Y me complace reproducir aquí una página que me ha llamado poderosamente la atención. Es aquella en la que valora sus recuerdos de colegial. Hoy está de moda cargar todas las acusaciones de los problemas del mundo a la generación que nos precedió. Como si nuestros padres fueran los responsables de todos nuestros fracasos y como si escuelas, colegios, educadores tuvieran que pedirnos hoy perdón de no habernos enseñado a vivir e incluso de habernos corrompido o reprimido. Creo que no hay año en que no aparezca una nueva película contándonos el infierno de los cincuenta años pasados, las cámaras de horror que eran los colegios en que nos mantuvieron encerrados, lo idiotas, cuando no depravados, que fueron quienes debieron educarnos.
Pues bien: cuando en este libro el entrevistador pregunta a Vallejo- Nágera por sus años de estudiante, recuerda, sí, que en aquellos internados se comía medianamente, que hacía frío, que siempre había algún profesor que se pasaba de riguroso. Pero cuando Olaizola insiste e inquiere si no fue aquélla una educación reprimida y que los primeros reprimidos eran los frailes, Vallejo-Nágera estalla con este párrafo:
«¡Tonterías! Eso son gilipolleces de los 'progres'. Lo mismo que lo de los curas homosexuales; yo no me he encontrado ni uno en los muchos años que he estudiado con ellos. Es más, te diré como psiquiatra, con más de cuarenta años de profesión, que por mi consulta han pasado toda clase de enfermos, entre ellos curas, frailes y monjas, porque la santidad no está reñida con las enfermedades del espíritu, y es excepcional que encuentres alguna malformación sexual que pueda tener su origen y causa en ese tipo de educación. Por el contrario, la educación en la castidad es sanísima y nos ayudó mucho a superar los problemas de la edad. En cambio, la presunta libertad sexual que se predica ahora, ésa sí que Nena de pacientes la consulta del psiquiatra. Y no digamos nada de la moda de decir que la homosexualidad es una alternativa tan válida como cualquier otra. Mentira. El ser homosexual es complicadísimo. Deben merecer toda nuestra comprensión y cariño, pero para intentar curarlos, no para animarles a serio. Lo que ocurre con esos mal llamado progresistas es que primero han perdido la fe, y entonces deciden echar la culpa a los malos tratos recibidos del clero. 0 a que conocieron a un cura marica. No saben perder la fe con dignidad. Aviados estábamos si la existencia o inexistencia de Dios fuera a depender del comportamiento de sus criaturas. Es una postura ridícula e incoherentes
El lector me perdonará si he citado un párrafo tan largo. Pero es que no hay en él ni una gota de desperdicio. Puede que sea una pizca radical, porque siempre pueden darse casos de quienes tuvieron mala suerte y se cruzaron con algún educador torpe o pervertido, pero, generalizadas las cosas, lo que Vallejo-Nágera dice es exactísimo.
Es cierto: perder la fe es una tremenda desgracia, pero querer tapar esa pérdida con hipocresía es, además, una enorme estupidez. Y embarcarse y predicar ciertos tópicos sobre la sexualidad sólo porque están más de moda, porque con ellos se parece más moderno, engatusar a los jóvenes porque es más cómodo darles gusto que exigirles, son delitos de lesa educación. Que luego se pagan en los consultorios del psiquiatra. Porque no hay represión más peligrosa que la de quienes, por miedo a parecer reprimidos, no se atreven a llamar cobardía a la cobardía.
Al fin la gente entiende, y ante corajes como el del doctor Vallejo-Nágera siente como un estremecimiento interior que grita: eso es un hombre.

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