DESEO, NO
PREFERENCIA
No supriman el
deseo, porque entonces no tendrían vida. Perderían energía, y eso sería
terrible. En el sentido saludable de la palabra, el deseo es energía, y cuanta
más energía tengamos, mejor. Pero no supriman el deseo, compréndanlo; véanlo en
su verdadera luz. Véanlos como lo que realmente son. Porque si ustedes
simplemente suprimen su deseo, e intentan renunciar al objeto de su deseo,
probablemente se verán atados a él. En cambio, si lo miran y lo ven en su
verdadero valor, si comprenden que están preparando el camino para la desdicha,
la decepción y la depresión, su deseo se transformará en lo que yo llamo una
preferencia.
Cuando uno se
va por la vida con preferencias pero no permite que la felicidad dependa de
ninguna de ellas, entonces está despierto. Va avanzando hacia el despertar.
Estar despierto, felicidad - llámenlo como quieran - es el estado en el que no
hay engaño, en que uno ve las cosas no como uno es, sino como ellas son, hasta
donde esto le es posible a un ser humano. Dejar las ilusiones, ver las cosas,
ver la realidad. Es eso lo que lo hace desdichado. Repito: usted agrega algo...
una reacción negativa en usted. La realidad proporciona el estímulo, usted proporciona
la reacción. Usted agrega algo con su reacción. Y si examina lo que agrega,
siempre hay allí una ilusión, hay una exigencia, una expectativa, un anhelo.
Siempre. Los ejemplos de las ilusiones abundan: pero a medida que usted
comience a avanzar en este camino, las irá descubriendo usted mismo.
Por ejemplo, la
ilusión, el error de creer que cambiando el mundo exterior usted cambiará.
Usted no cambia si sencillamente cambia su mundo exterior. Si usted consigue un
nuevo empleo o un nuevo cónyuge o un nuevo hogar o un nuevo gurú o una nueva
espiritualidad, eso no lo cambia a usted. Es como creer que cambia la letra
cambiando de estilográfica. O que cambia la capacidad de pensar cambiando de
sombrero. eso no lo cambia realmente, pero la mayoría de los seres humanos
gastan toda su energía tratando de reorganizar su mundo exterior de acuerdo con
sus gustos. A veces tienen éxito - durante unos cinco minutos - y obtienen algo
de alivio, pero incluso durante ese momento de alivio están tensos, porque la
vida siempre fluye, la vida siempre cambia.
De manera que
si ustedes quieren vivir, no deben tener una morada permanente. No deben tener
dónde reclinar la cabeza. Tienen que fluir con la vida. Como dijo el gran
Confucio: "Quien quiera ser constante en la felicidad debe cambiar con
frecuencia". Fluya. Pero siempre miramos hacia atrás ¿No es verdad? Nos
aferramos a las cosas del pasado y nos aferramos a las cosas del presente.
"Cuando uno pone la mano en el arado, no puede mirar hacia atrás".
¿Quieren disfrutar la melodía? ¿Quieren disfrutar de una sinfonía? No se
aferren a unos pocos compases de música. No se aferren a un par de notas.
Déjenlas pasar, déjenlas fluir. Todo el goce de una sinfonía depende de su
disposición para dejar que las notas pasen. En cambio, si a ustedes les gustara
determinado compás y le gritaran a la orquesta, "Tóquenlo varias
veces", eso ya no sería una sinfonía. ¿Conocen ustedes los cuentos de
Nasr-ed-Din, el viejo Mullah? Él es una figura legendaria que los griegos, los
turcos y los persas reclaman como propia. Enseñaba su doctrina mística en forma
de cuentos, generalmente chistosos. Y el desenlace del cuento siempre era
Nasr-ed-Din
Un día
Nasr-ed-Din estaba tocando en una guitarra solamente una nota. Al cabo de un
rato, una multitud se reunió alrededor (era en el mercado) y uno de los hombres
que estaba sentado en el suelo dijo:
-Mullah, esa
nota que está tocando es bonita, pero ¿por qué no la varía un poco como hacen
los otros músicos?
-Esos son unos
tontos -dijo Nasr-ed-Din-. Ellos están buscando la nota correcta. Yo ya la
encontré.
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