Beato Francisco Marto, niño
fecha: 4 de abril
n.: 1908 - †: 1919 - país: Portugal
canonización: B: Juan Pablo II 13 may 2000
hagiografía: Vaticano
n.: 1908 - †: 1919 - país: Portugal
canonización: B: Juan Pablo II 13 may 2000
hagiografía: Vaticano
En el lugar de Aljustrel, cerca de
Fátima, en Portugal, beato Francisco Marto, que, consumido por una enfermedad,
siendo todavía niño, brilló por la suavidad de costumbres, la perseverancia en
los sufrimientos y en la fe, y también por la asiduidad en la oración.
refieren a este santo: Bienaventurada
Virgen María de Fátima

Nació en Aljustrel, Fátima (Portugal), el
11 de junio de 1908; fue bautizado a los pocos días, y cayó víctima de una
neumonía en diciembre de 1918, falleciendo en el mismo pueblo a las 22 horas
del 4 de abril de 1919. Fue enterrado en el cementerio de Fátima y luego
trasladado a la Basílica, el 13 de marzo de 1952.
Su gran preocupación era la de «consolar a
Nuestro Señor». El espíritu de amor y reparación para con Dios ofendido, fue
notable en su tan corta vida; pasaba horas dedicadas a «pensar en Dios». Fue un
contemplativo.
De la homilía de SS
Juan Pablo II en Fátima, en la misa de beatificación de
Francisco y su hermana Jacinta,
el 13 de mayo del 2000:
1. «Yo te bendigo, Padre, (...) porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11, 25).
Con estas palabras, amados hermanos y hermanas, Jesús alaba los designios del Padre celestial; sabe que nadie puede ir a él si el Padre no lo atrae (cf. Jn 6, 44), por eso alaba este designio y lo acepta filialmente: «Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito» (Mt 11, 26). Has querido abrir el Reino a los pequeños.
Por designio divino, «una mujer vestida del sol» (Ap 12, 1) vino del cielo a esta tierra en búsqueda de los pequeños privilegiados del Padre. Les habla con voz y corazón de madre: los invita a ofrecerse como víctimas de reparación, mostrándose dispuesta a guiarlos con seguridad hasta Dios. Entonces, de sus manos maternas salió una luz que los penetró íntimamente, y se sintieron sumergidos en Dios, como cuando una persona -explican ellos- se contempla en un espejo.
Más tarde, Francisco, uno de los tres privilegiados, explicaba: «Estábamos ardiendo en esa luz que es Dios y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? No se puede decir. Esto sí que la gente no puede decirlo». Dios: una luz que arde, pero no quema. Moisés tuvo esa misma sensación cuando vio a Dios en la zarza ardiente; allí oyó a Dios hablar, preocupado por la esclavitud de su pueblo y decidido a liberarlo por medio de él: «Yo estaré contigo» (cf. Ex 3, 2-12). Cuantos acogen esta presencia se convierten en morada y, por consiguiente, en «zarza ardiente» del Altísimo.
2. Lo que más impresionaba y absorbía al beato Francisco era Dios en esa luz inmensa que había penetrado en lo más íntimo de los tres. Además sólo a él Dios se dio a conocer «muy triste», como decía. Una noche, su padre lo oyó sollozar y le preguntó por qué lloraba; el hijo le respondió: «Pensaba en Jesús, que está muy triste a causa de los pecados que se cometen contra él». Vive movido por el único deseo -que expresa muy bien el modo de pensar de los niños- de «consolar y dar alegría a Jesús».
En su vida se produce una transformación que podríamos llamar radical; una transformación ciertamente no común en los niños de su edad. Se entrega a una vida espiritual intensa, que se traduce en una oración asidua y ferviente y llega a una verdadera forma de unión mística con el Señor. Esto mismo lo lleva a una progresiva purificación del espíritu, a través de la renuncia a los propios gustos e incluso a los juegos inocentes de los niños.
Soportó los grandes sufrimientos de la enfermedad que lo llevó a la muerte, sin quejarse nunca. Todo le parecía poco para consolar a Jesús; murió con una sonrisa en los labios. En el pequeño Francisco era grande el deseo de reparar las ofensas de los pecadores, esforzándose por ser bueno y ofreciendo sacrificios y oraciones. Y Jacinta, su hermana, casi dos años menor que él, vivía animada por los mismos sentimientos.
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1109
San Cayetano Catanoso, presbítero y fundador
fecha: 4 de abril
n.: 1879 - †: 1963 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 4 may 1997 - C: Benedicto XVI 23 oct 2005
hagiografía: Vaticano
n.: 1879 - †: 1963 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 4 may 1997 - C: Benedicto XVI 23 oct 2005
hagiografía: Vaticano
En Reggio Calabria, en Italia, san
Cayetano Catanoso, presbítero, que instituyó la Congregación de Hermanas
Verónicas de la Santa Faz, para alivio de los pobres y abandonados.

Nació en Chorio di San Lorenzo,
archidiócesis de Reggio Calabria, en una familia de agricultores profundamente
cristianos, el 14 de febrero de 1879. Ese mismo día fue bautizado, y en 1882
recibió el sacramento de la Confirmación.
A los diez años sintió la vocación al
sacerdocio y entró en el seminario arzobispal de Reggio. Fue ordenado sacerdote
el 20 de septiembre de 1902. Durante dos años fue prefecto de disciplina en el
seminario. Luego, en 1904, fue nombrado párroco en una aldea, donde reinaba la
pobreza, el analfabetismo, la ignorancia religiosa. Allí compartió las
privaciones y sufrimientos de la gente. Fue celoso en el anuncio de la palabra
de Dios y en la enseñanza de la doctrina cristiana, edificante en la
celebración de los misterios divinos, asiduo en el ministerio de la Confesión,
generoso con las familias necesitadas, y solícito con los enfermos. Para los
jóvenes que no podían frecuentar las escuelas públicas abrió una escuela
vespertina gratuita, en la que él era el maestro.
Colaboraba con los párrocos de las aldeas
vecinas en la predicación y en la administración del sacramento de la
Penitencia. Era muy devoto de la santa faz de Cristo y difundió con celo esa
devoción entre el pueblo, implicando a sacerdotes y laicos en el apostolado de
la reparación por los pecados, especialmente de la blasfemia y la profanación
de las fiestas religiosas. Con feliz intuición, unió esta devoción a la piedad
eucarística: el rostro real de Cristo lo encontramos en la Eucaristía, donde se
oculta bajo el blanco velo de la Hostia. En 1918 fundó la Pía unión de la Santa
Faz.
Para ayudar a los jóvenes que querían ser
sacerdotes pero no tenían recursos, instituyó la «Obra de los clérigos pobres».
Desde 1921 hasta 1940 fue párroco, en la ciudad de Reggio, de la iglesia de
Santa María de la Purificación. Allí desempeñó una actividad aún más intensa y
más amplia. Se dedicaba en especial a la catequesis, las misiones populares, el
ministerio de la Confesión, la asistencia a los pobres, a los enfermos y a los
perseguidos por asociaciones criminales. Fomentaba con empeño el culto a la
Eucaristía y promovía las vocaciones sacerdotales. Además, fue director
espiritual en el seminario arzobispal, capellán de hospitales, confesor en
casas religiosas y en cárceles, y canónigo penitenciario de la catedral.
En 1934 fundó las religiosas Verónicas de
la Santa Faz, para propagar la devoción que constituía el fulcro de su
espiritualidad y para ayudar a los sacerdotes más necesitados en las parroquias
más perdidas y abandonadas. En 1953 la congregación recibió la aprobación
canónica. La misa, celebrada diariamente, y la adoración frecuente del santísimo
Sacramento, fueron el alma de su sacerdocio y el apoyo de su apostolado.
Cultivó una devoción filial a la Virgen María, que irradió a sus religiosas y
al pueblo fiel. Desde niño aprendió a rezar el rosario todos los días y lo
siguió haciendo hasta su muerte. Practicó el sacrificio, la mortificación y la
penitencia. Aceptó con paciencia las enfermedades y la ceguera que lo afligió
en la última etapa de su vida. En 1929 se había ofrecido como víctima al
Corazón de Cristo, anhelando completar en su carne lo que faltaba a los
padecimientos de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia. Se preparó
con gran serenidad al encuentro definitivo con el Señor, que tuvo lugar el 4 de
abril de 1963, en Reggio, en la casa madre de la congregación que había fundado.
Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 1987 y canonizado por
SS Benedicto XVI el 23 de octubre de 2005 en Plaza de San Pedro.
fuente: Vaticano
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