domingo, 24 de abril de 2016

San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir - Santas María de Cleofás y Salomé, santas del NT (24 de abril)

San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir

fecha: 24 de abril
n.: 1578 - †: 1622 - país: Suiza
canonización: 
B: Benedicto XIII 24 mar 1729 - C: Benedicto XIV 29 jun 1746
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir, que, siendo abogado, decidió entrar en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, donde llevó una vida observante de vigilias y oraciones. Asiduo en la predicación de la Palabra de Dios, fue enviado a la región de Recia para consolidar la verdadera doctrina, y por su fe católica, en Sevis, en Suiza, sufrió el martirio por obra de algunos herejes.
patronazgo: patrono de los abogados, y de la propagación de la fe.
oración:
Señor Dios, que te has dignado conceder la palma del martirio a San Fidel de Sigmaringa cuando, abrasado en tu amor, se entregaba a la propagación de la fe, concédenos, te rogamos, que arraigados como él en el amor, lleguemos a conocer el poder de la resurrección de Jesucristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
La congregacion de «Propaganda Fide», venera a san Fidel como su primer mártir. Era éste un sacerdote capuchino, conocido también con el nombre de Marcos Rey. Había nacido en Sigmaringen de Hohenzollern. Como era un joven muy inteligente, fuc enviado a la Universidad de Friburgo, en Brisgovia, donde enseñó filosofía, al mismo tiempo que preparaba su doctorado en leyes. Ya desde entonces empezó a llevar una vida de penitencia, pues vestía una camisa de pelo y se abstenía del vino. En 1604, fue nombrado tutor de un reducido grupo de muchachos suabos que querían completar su educación en las principales ciudades universitarias de Europa occidental. Durante el viaje, que duró seis años, Fidel se ganó la estima de sus pupilos, edificándolos con el ejemplo de su devoción y de su liberalidad con los pobres, a quienes algunas veces regalaba los vestidos que llevaba puestos. A su vuelta a Alemania, obtuvo el título de doctor en leyes y empezó a trabajar como abogado en Ensisheim, de la Alsacia superior. Pronto se dio a conocer por su integridad y por el cuidado con que evitaba las invectivas que se empleaban entonces en la defensa de los casos. Como defendía con frecuencia a los más necesitados, el pueblo empezó a llamarle «abogado de los pobres». Pero, hastiado de los bajos e inicuos expedientes a los que recurrían los otros abogados, decidió finalmente ingresar en la rama capuchina de la orden franciscana, de la que su hermano Jorge era miembro. Después de recibir las sagradas órdenes, Marcos tomó el hábito y escogió el nombre de Fidel, como una alusión a la corona de vida prometida a quienes perseveran (Ap 2,10).
El P. Fidel pedía constantemente a Dios que le preservase de la ociosidad y la tibieza. Con frecuencia exclamaba: «¡Ay de mí que soy el mediocre soldado de un Capitán coronado de espinas!» Dividió su herencia en dos partes: una la repartió entre los pobres, y la otra la regaló al arzobispo para que formase un fondo de ayuda a los seminaristas pobres. En cuanto terminó sus estudios de teología, el joven capuchino empezó a predicar y a oír confesiones. Fue sucesivamente guardián en Rheinfelden, Friburgo y Feldkirch. Mientras desempeñaba este último puesto, consiguió la reforma de las costumbres de la ciudad y las regiones circundantes y convirtió a numerosos protestantes. Su cariño por los enfermos se manifestó principalmente en los cuidados que les prodigó durante una violenta epidemia; ello no hizo más que aumentar su reputación y, a instancias del obispo de Chur, sus superiores le enviaron con otros ocho capuchinos a predicar a los swinglianos de Grisons. Como era la primera vez que, después de la Reforma, la Iglesia trataba de conquistar esa región, los protestantes amenazaron seriamente a los misioneros. San Fidel no prestó oídos a tales amenazas, aunque sabía bien el riesgo que con ello corría.
Dios bendijo abundamentemente la misión desde el primer momento y la Congregación de Propaganda Fide, que se acababa de fundar, nombró al P. Fidel jefe del movimiento de Grisons. A diario conseguía el santo nuevas conversiones. Sus éxitos se debían, sin duda, tanto a las largas horas de la noche que dedicaba a la oración, como a sus sermones e instrucciones cotidianos. Los maravillosos efectos de su celo acabaron por encolerizar a sus adversarios, quienes excitaron a los campesinos contra el misionero, diciendo que se oponía a sus aspiraciones de independencia nacional y aconsejaba la sumisión al emperador de Austria, por quien estaba pagado. Enterado de esos rumores, San Fidel pasó varias noches en oración ante el Santísimo Sacramento o delante de su crucifijo. El 24 de abril de 1622, fue a predicar a Grüsch. Al terminar su sermón, que había sido aún más ardiente que de costumbre, fue arrebatado en éxtasis durante varios minutos, con los ojos fijos en el cielo. En un sermón que predicó en Feldkirch se refirió a su muerte próxima y poco antes había firmado así su última carta: «Hermano Fidel, que pronto será pasto de los gusanos». De Grüsch se dirigió a Sewis; estaba predicando allí un sermón sobre el texto: «Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo», cuando alguien disparó contra él, pero erró el tiro y la bala fue a incrustarse en la pared.
En el tumulto que se produjo intervinieron los soldados austriacos estacionados en la ciudad. Un protestante ofreció albergue en su casa al P. Fidel, quien le dio las gracias, pero se negó a aceptar, diciendo que su vida estaba en las manos de Dios. Cuando se dirigía a Grüsch, fue atacado por un puñado de hombres armados, quienes le exigieron que abjurase de la fe católica. El santo respondió: «He venido para dar testimonio de la verdad y no para abrazar vuestros errores». Sus atacantes le derribaron por tierra y le acabaron a puñaladas. San Fidel tenía cuarenta y cinco años. Uno de los primeros frutos de su martirio fue la conversión de un ministro swingliano que lo había presenciado. Fidel de Singmaringa fue canonizado por el papa Benedicto XIV.
La biografía más fidedigna de san Fidel es probablemente la de F. della Scala, Der hl. Fidelis von Sigmaringen (1896). El P. E. de la Motte-Servolex aprovechó mucho dicha biografía para su St. Fidele de Sigmaringen (1901), que es una obra de tipo más popular. Ver también Nel terzo centenario di San Fedele da Sigmaringa (1922) . Existen algunas otras biografías, particularmente en alemán, como la de B. Gossens (1933) ; cf. Léon, Auréole Séraphique, vol. II, y J. G. Mayer, Geschichte des Bistums Chur (1914) , pp. 399-405.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?ids=1349




Santas María de Cleofás y Salomé, santas del NT

fecha: 24 de abril
fecha en el calendario anterior: 9 de abril
†: s. I - país: Israel
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa

En Jerusalén, conmemoración de las santas mujeres María de Cleofás y Salomé, que junto con María Magdalena, al amanecer del día de Pascua, se dirigieron al sepulcro del Señor para ungir su cuerpo y allí recibieron el primer anuncio de la Resurrección.
refieren a este santo: San Simeón
El Martirologio no es un tratado de crítica historica de la Biblia. Si bien es loable los muchos esfuerzos que se han hecho por adecuar las noticias sobre los santos (sobre todo los más antiguos) al estado actual de nuestro conocimiento histórico, hay que reconocer que, en cuanto a los personajes bíblicos, las leyendas románticas, y los deseos de armonizar todo con todo son a veces mucho más fuertes que lo que puede decirse con sencillez sobre estos personajes.
A María de Cleofás la conocemos por una única aparición en Juan 19,25: «Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.», así que podemos saber de seguro que era tía de Jesús. Pero cuando a partir del siglo II los evangelios dejaron de ser leídos cada uno en el contexto de la comunidad a la que originalmente se dirigía, y pasaron a una circulación más amplia, no sólo fueron leídos fuera de sus ambientes originales (lo que permitía dar por sobreentendidos muchos aspectos) sino que fueron comparados uno con el otro... y comenzaron a hacerse visibles sus diferencias, sus imprecisiones, incluso el escasísimo cuidado qu habían puesto las primeras comunidades en conservar con exactitud los detalles mínimos de la vida de Jesús. Sintiéndose que esas discordancias debilitaban la defensa de la realidad de Jesús frente a los que la impugnaban, sobre todo frente a los gnósticos, comenzó a desarrollarse una armonización a gran escala de los datos discordantes. Y por cierto espíritu de síntesis, los personajes que los evangelios nombraban comenzaron a fundirse uno con el otro.
Mateo 27,55-56 nos dice: «Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.» Naturalmente esto llevó a que la única mención de María de Cleofás de Juan pasara a identificarse con la madre de Santiago y José, por lo que en una primera armonización, Santiago y José son primos de Jesús, lo que de paso resolvía la incómoda mención de los «hermanos de Jesús» y permitía sintetizar en dos santiagos lo que posiblemente había sido tres o más. Pero además ese mismo pasaje nos hablaba de la "Madre de los hijos de Zebedeo", pero Mc 15,40 decía: «había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé», por lo que «resultó evidente» que la madre de los hijos de Zebedeo tenía que ser Salomé.
Todas estas identificaciones son gratuitas, no tenemos verdaderamente elementos para sostenerlas, como no sea el deseo de que todo armonice con todo. Está claro que para el primer siglo, no sólo ejemplar sino verdaderamente normativo para la fe cristiana, no supuso ningún riesgo desconocer esos detalles, saber quiénes eran los parientes, cuántas Marías rodearon a Jesús, y qué papel cumplió cada una; fue verdaderamente el miedo del siglo II el que llevó a leer los evangelios con un historicismo exacerbado, completamente ajeno a la sutil perspectiva histórica de los evangelios. A los evangelios les bastó la simple constatación de que la fe de Jesús, contrariamente a las prácticas de la sinagoga, no era una fe sólo para varones, sino que vivió rodeado y en diálogo con multitud de mujeres, la mayoría de ellas tan anónimas como los varones que lo seguían, de los cuales también sabemos realmente poco.
En la memoria de hoy, entonces, más que celebrar a personajes del todo conocidos, resumimos en dos nombres una cantidad imprecisa pero grande de discípulas y seguidoras de Jesús que han formado la matriz de la fe inicial, el lugar desde donde el encuentro concreto con Jesús se propagó por todo el mundo. «Había allí muchas mujeres», nos decía Mateo, y ése es el contenido último de esta memoria, sean cuales sean las que se llamaban María (posiblemente varias), y sean cuales fueres los vínculos parentales entre ellas y con Jesús.
Bibliografía: cualquier introducción a los Evangelios por separado muestra los problemas críticos que las menciones de estos nombres tienen. Puede consultarse como ejemplo el «Comentario Bíblico San Jerónimo»; hay un interesante trabajo de Raymon Brown, «Las mujeres que seguían a Jesús», incluido en la edición de «La comunidad del Discípulo Amado», Sígueme, 1990; se consigue en la red un trabajo de Suzanne Tunc, «También las mujeres seguían a Jesús», Sal Terrae, 1998, del que pueden tomarse algunas perspectivas sobre las mujeres y el seguimiento, aunque el libro adolece, en general, de cierto ideologismo. El cuadro es de Quentin Massys, panel central del Altar de San Juan, 1507-08, que se encuentra en en el Koninklijk Museum voor Schone Kunsten, Bélgica.
Abel Della Costa
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