San Hegesipo de Roma | |
Actualmente se considera a San Hegesipo como el padre de la Historia de la Iglesia. Era judío de nacimiento y pertenecía a la Iglesia de Jerusalén. En Roma paso casi 20 años, desde el pontificado de San Aniceto hasta el de San Eleuterio.
El año 177 volvió al oriente, donde murió ya muy anciano, probablemente en Jerusalén. La tradición indica que en el curso de sus viajes visitó los principales centros cristianos del occidente y del oriente e hizo notar con gran satisfacción que todas las herejías provenían de individuos, pero que ninguna de las Iglesias ni sedes episcopales habían caído en el error; en todas partes había encontrado la unidad de la fe tal como lo había querido Cristo.
Desgraciadamente, solo se conservan unos cuantos capítulos de los cinco libros de la Historia de la Iglesia que escribió y que comprendían desde la Pasión del Señor hasta la época del autor. San Afraates, anacoreta († c. 350) El "Sabio persa", como se le llama, nació en el paganismo, se bautizó, fue sacerdote y también consagrado obispo. Vivió intensamente la vida de santidad, y se dedicó sin reservas a evangelizar su país. Enseñó la fe y polemizó para defenderla.
Su obra literaria contiene escritos de contenido teológico, ascético, apologético y disciplinar. Tiene la importancia y el atractivo de ser el escritor más antiguo de la iglesia siria.
Oremos
Dios y Señor nuestro, que con tu amor hacia los hombres quisiste que San Hegesipo anunciara a los pueblos la riqueza insondable que es Cristo, concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre según las enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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San Samuel Profeta | |
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Profeta. (año 1100 a.C.); significa "Dios me ha escuchado" (Samu: me ha escuchado El: Dios) Era hijo de Elcana y Ana, dos israelitas muy creyentes. Ana tenía la enfermedad de la esterilidad que le impedía tener hijos y por eso la otra esposa de su marido la humillaba continuamente. Ana lloraba de continuo y ya no quería ni comer. Y sucedió que un año cuando subieron a rezar en la Casa de oración de Israel en Silo, Ana se quedó mucho tiempo junto al altar rezando con mucha fe y gran fervor.
El sacerdote le dijo: "Vete en paz, que el Señor ha escuchado tu oración". Y al año le dio Dios a Ana su primer hijo, al cual le puso por nombre Samuel. Los libros que en la Vulgata, como en la versión griega de los Setenta, llevan el nombre de Libro I y II de los Reyes, se denominan en el texto Hebreo de Samuel, y formaban un solo libro, pero luego ha sido dividido en dos; relatando la historia de Israel desde el nacimiento de Samuel hasta la muerte de David.
El libro I empieza narrando la historia de Helí y de Samuel, que fue el último de los Jueces, y el establecimiento de la monarquía en Israel (cap. 1 a 15); en la segunda parte refiere el fin de Saúl, el primer rey y el advenimiento de David (cap. 16 a 31). El libro II está dedicado por entero al reinado de Rey – Profeta. Nos es desconocido el autor de éstos libros. El texto hebreo pone el nombre de profeta Samuel al frente de ambos libros. Es realmente muy probable que gran parte del primero provenga de Samuel; pero que hay que fijar su redacción definitiva en el tiempo después de la muerte de Salomón. El objeto que se propone el autor es mostrar principalmente la fidelidad de Dios en sus promesas y la divina providencia en la vocación de David al trono.
San Jerónimo encarece la lectura de estos libros, porque es fácil comprender su contenido y sacar las enseñanzas que Dios mediante ellos pone ante nuestros ojos y nuestro corazón. Ésta divina historia es como un bosquejo de todo cuanto ha sucedido en el mundo desde aquel tiempo hasta hoy. Mudados los nombres, las sustancias es la misma. « se descubre por todas partes aquella providencia paternal, aquél poder y sabiduría eterna, que todo los dispensa, ordena y endereza al fin y cumplimiento de sus altísimos designios. En cada página se nos muestra Él Señor como un Dios santo, benéfico, misericordioso, y siempre pronto a perdonar las faltas de los que arrepentidos recurren a su clemencia e invocan su nombre» ( Scio). El personaje que se destaca en toda esta historia es David, el gran amigo de Dios y figura de Cristo, que descendió de Él según la carne.
Himno
¡ Columnas de la Iglesia, piedras vivas! ¡
Apóstoles de Dios, grito del Verbo!
Benditos vuestros pies, porque han llegado
Para anunciar la paz al mundo entero.
De pié en la encrucijada de la vida,
Del hombre peregrino y de los pueblos,
Lleváis agua de Dios a los cansados,
Hambre de Dios lleváis a los hambrientos.
De puerta en puerta va vuestro mensaje,
Que es verdad y es amor y es Evangelio.
No temáis, pecadores, que sus manos
Son caricias de paz y consuelo. Gracias,
Señor, que el pan de tu palabra
Nos llega por tu amor pan verdadero;
Gracias Señor, que el pan de vida nueva
Nos llega por tu amor, partido y tierno. Amén
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