miércoles, 6 de julio de 2016

Maestro Eckhart (místico medieval) Sermón L


SERMÓN L(419)
Eratis enim aliquando tenebrae.

Dice San Pablo: «Anteriormente erais tinieblas, pero ahora [sois] una luz en Dios»
(Efesios 5, 8).
Los profetas, que ambulaban en la luz, conocieron y hallaron la verdad secreta bajo
el influjo del Espíritu Santo. A veces fueron movidos a dirigirse hacia fuera y a hablar
de las cosas conocidas por ellos para salvación nuestra, a fin de que nos enseñaran a conocer
a Dios. Otra vez les sucedió que enmudecieron, de modo que no podían hablar y
esto se debía a tres razones.
Primero: el bien que conocían y veían en Dios era tan grande y tan oculto que no podía
configurarse en su conocimiento; porque todo cuanto podía configurarse era tan desigual
a lo que veían en Dios y era tan falso frente a la verdad que se callaban y no querían
mentir… La segunda razón: todo cuanto veían en Dios era tan grande y noble que
no eran capaces de tomar de ello ni [una] imagen ni [una] forma para hablar [de lo
visto]… La tercera razón porque enmudecieron, consistía en que miraban dentro de la
verdad oculta y encontraban el arcano en Dios, que no sabían expresar con palabras.
Pero algunas veces sucedió que se dirigieron hacia fuera y hablaron; mas, por la disimilitud
[en comparación con] la verdad, echaban mano de la materia burda y pretendían
enseñarnos a conocer a Dios por medio de las cosas inferiores de la criatura.
Ahora bien, Pablo dice: «Anteriormente erais tinieblas, pero ahora [sois] una luz en
Dios». «Aliquando» [anteriormente]. Para quien sabe interpretar plenamente esta palabra,
ella significa lo mismo que «en algún momento» y se refiere a[l] tiempo que nos
impide [llegar a] la luz, porque a Dios nada le repugna tanto como el tiempo; [y] no sólo
el tiempo, se refiere también al apego al tiempo; tampoco se refiere sólo al apego al
tiempo, sino también al [hecho de] rozar el tiempo. [Y] no sólo al [hecho de] rozar el
tiempo, sino también a un aroma y un gusto del tiempo… así como en el lugar donde se
hallaba una manzana, persiste un olor, así debes entender el roce del tiempo. Los más
destacados de nuestros maestros dicen(420) que el firmamento corpóreo y el sol y también
los astros tienen que ver tan poco con el tiempo que lo rozan meramente. Yo, en este
contexto, me refiero finalmente al hecho de que el alma está creada muy por encima del
419 El texto bíblico fue tomado de la Epístola del tercer domingo de cuaresma.
420 Otro pasaje en latín del propio Eckhart (In Gen. I n. 73) remite a Augustinus, Confess. 1. XII (c. 9n. 9.).

cielo y que ella, en su punto más alto y puro, nada tiene que ver con el tiempo. Ya me he
referido varias veces a la obra en Dios y al nacimiento en el cual el Padre engendra a su
Hijo unigénito, y de esta emanación florece el Espíritu Santo, de modo que el Espíritu
[va emanando] de ambos, y en esta emanación se origina el alma emanando [a su vez]; y
la imagen de la divinidad se halla estampada en el alma, y en la emanación y en el reflujo
de las tres personas, el alma refluye también y es otra vez in-formada en su primera
imagen sin imagen.
En esto piensa Pablo cuando dice: «Pero ahora una luz en Dios». No dice «sois una
luz», sino «pero ahora una luz en Dios». Él quiere decir lo que yo también he dicho varias
veces: Quien ha de conocer las cosas, debe conocerlas en su causa(421). Los maestros
dicen que las cosas penden de su nacimiento de modo que allí miran lo más acendradamente
en [el interior del] ser. Pues, allí donde el Padre engendra al Hijo, allí hay un
«ahora» presente. Desde el nacimiento eterno, donde el Padre engendra a su Hijo, el
alma ha emanado en su ser, y la imagen de la divinidad está estampada en el [alma].
En el colegio discutían, y algunos maestros dijeron que Dios había estampado la
imagen en el alma como quien pinta un cuadro en una pared y éste se esfuma. Contra
esta [opinión] hubo protestas. Otros maestros se expresaron mejor y dijeron que Dios
había estampado la imagen en el alma como perdurable, como una idea perdurable en el
[alma]… como, por ejemplo, yo tengo hoy [determinada] voluntad y mañana tengo la
misma idea y preservo la imagen [= representación volitiva] por medio de mi influencia
representante(422). Y conforme a ello dijeron que las obras divinas son perfectas. Pues, si
el carpintero fuera perfecto en su obra, no necesitaría de la materia; porque, tan pronto
como pensara en la casa, ella estaría hecha. Así son las obras en Dios: tan pronto como
las piensa, las obras están hechas en un «ahora» presente. Entonces intervino el quinto
maestro(423) y él se expresó mejor que todos, diciendo: Allí no hay [devenir], sino que se
trata de un «ahora», un devenir sin devenir, un ser nuevo sin renovación, y el devenir es
su ser [de Dios]. En Dios hay una sutileza tal que ninguna renovación puede entrar.
Igualmente, hay en el alma una sutileza tan acendrada y tan tierna que ahí tampoco puede
entrar ninguna renovación; porque todo cuanto hay en Dios, es un «ahora» presente
sin renovación.
421 Quint explica (t. II p. 457 s. n. 1) que falta «sois» ya que contiene un elemento de cambio mientras
en la «luz en Dios» no hay devenir ni contacto con el tiempo. «Sólo en el nunc, el eterno “ahora” de su
nacimiento eterno, se puede conocer a las cosas como [son] en su causa».
422 Quint (t. II p. 459 n. 1): «quiere decir que yo, mediante la influencia, continuamente representante,
o sea, conscientización, convierto la idea en constante, nunca “perecedera”».
423 Véase Sermón XLVII: Avicenna.
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Querría haber hablado de cuatro cosas: de la sutileza de Dios y de la sutileza del
alma y de la obra en Dios y de la obra del alma. Ahora, no lo haré.
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