miércoles, 20 de julio de 2016

San Apolinar de Rávena, obispo y confesor - San Elías, santo del AT (20 de julio)

San Apolinar de Rávena, obispo y confesor

fecha: 20 de julio
fecha en el calendario anterior: 23 de julio
†: c. s. II - país: Italia
otras formas del nombre: Apollinaris
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

San Apolinar, obispo, que, al mismo tiempo que propagaba entre los gentiles las insondables riquezas de Cristo, iba delante de sus ovejas como buen pastor, y es tradición que honró con su ilustre martirio a la iglesia de Classe, cerca de Rávena, en la vía Flaminia, donde pasó al banquete eterno el día veintitrés de julio.
patronazgo: patrono de Rávena y de otras ciudades europeas, de los fabricantes de agujas; protector contra los cálculos biliares y renales, gota, enfermedades venéreas y epilepsia.
refieren a este santo: San Eleucadio de Ravena

oración:
Conduce, Señor, a tus fieles por el camino de la eterna salvación, que tu obispo san Apolinar enseñó con su doctrina y martirio, y haz que, perseverando en tus mandamientos, merezcamos ser coronados con él. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
San Apolinar fue el primer obispo de Rávena (o Ravena) y el único mártir de dicha ciudad cuyo nombre se conoce. Según las actas de su martirio, Apolinar nació en Antioquía, dondé fue discípulo de san Pedro, y el Príncipe de los Apóstoles le nombró obispo de Rávena. Pero se trata de una fábula del siglo VII, inventada para dar prestigio a la sede episcopal de dicha ciudad. San Apolinar fue uno de los mártires más famosos en la Iglesia primitiva, y la gran veneración que se le profesaba es el mejor testimonio de su santidad y espíritu apostólico, pero ello no nos autoriza a prestar crédito a la leyenda.
Según ésta, Apolinar curó milagrosamente a la esposa de un oficial, y tanto el marido como la mujer se convirtieron al cristianismo. También sanó a un sordo llamado Bonifacio y obtuvo tal cantidad de conversiones, que las autoridades le desterraron de la ciudad. Entonces, Apolinar fue a predicar el Evangelio a Bolonia, donde convirtió a todos los miembros de la familia del patricio Rufino. Partió al exilio nuevamente y durante la travesía, naufragó en las costas de Dalmacia, donde fue maltratado por predicar el Evangelio. Apolinar volvió tres veces a su sede, y otras tantas fue capturado, torturado y desterrado nuevamente. En su cuarta visita el emperador Vespasiano publicó un decreto por el que ordenaba el destiero a todos los cristianos. San Apolinar consiguió esconderse algún tiempo con la ayuda de un centurión cristiano, pero finalmente fue descubierto por el populacho, que le condujo al barrio de Classis, donde le golpeó hasta dejarle por muerto.
San Pedro Crisólogo, el más ilustre de los sucesores de san Apolinar, le calificó de mártir en uno de sus sermones, pero añadió que Dios preservó la vida de Apolinar durante largo tiempo para bien de su Iglesia y no permitió que los perseguidores le quitasen la vida. En tal caso, sólo puede decirse que fue mártir a causa de los tormentos que sufrió por Cristo, lo que habitualmente llamaríamos un «confesor».
En sus sermones, san Pedro Crisólogo afirma que san Apolinar fue obispo de Rávena y mártir; prácticamente a eso se reduce todo lo que sabemos sobre él. La biografía de Acta Sanctorum, julio, vol. V, no es ciertamente anterior al siglo VII, y no parece que se apoye en una tradición auténtica. Mons. Lanzoni, Le fonti della leggenda di Sant'Apollinare di Ravenna (1915) y Le diocesi d'Italia (1923), pp. 455 as., discute a fondo el problema. En el canon de la misa del rito de Milán se menciona a san Apolinar.
En la imagen: el bellísimo mosaico bizantino del siglo VI que muestra la figura de san Apolinar, obispo, en uno de los ábsides de la basílica a él dedicada: San Apollinar in Classe, en Rávena.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

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San Elías, santo del AT

fecha: 20 de julio
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa

Conmemoración de san Elías Tesbita, profeta del Señor en tiempo de Ajab y Ococías, reyes de Israel, que defendió los derechos del único Dios ante el pueblo infiel a su Señor, con tal valor que prefiguró no sólo a Juan Bautista, sino al mismo Cristo. No dejó oráculos escritos, pero se le ha recordado siempre fielmente, sobre todo en el monte Carmelo.
patronazgo: patrono de los vuelos, de los conductores, y protector contra la tempestad y el fuego.
Ver más información en:
Los Profetas

Como lo señala el elogio del Martirologio Romano, Elías vivió «en tiempo de Ajab y Ococías, reyes de Israel», esto es, entre 875 y 850. Pero la figura de Elías trasciende por completo las circunstancias históricas que lo rodearon; no en vano Elías pasa al reservorio de imágenes religiosas de Israel como un auténtico fundador, casi de la talla de Moisés. Es un profeta, pero un profeta que funda, a su vez, un nuevo profetismo: el específico profetismo de Israel, que terminará volcándose en oráculos escritos, y dando figuras como un Isaías, un Jeremías, un Oseas, etc.
Debe tenerse presente que el profetismo no es, en principio, algo exclusivo de Israel ni del mundo bíblico; es más: la palabra «profeta», que proviene para nosotros de la traducción griega del Antiguo Testamento (siglos IV-III), era una palabra en uso en el mundo preclásico griego, mucho antes de que la Biblia se tradujera a ese idioma. En todos los pueblos del mundo antiguo hay alguna institución, venerabilísima, que cumple la específica función de decir de viva voz las palabras, oráculos y vaticinios de parte de los seres divinos. En los distintos pueblos, con sus características específicas, esa institución desplegó también ciertos rasgos comunes: al vate antiguo, al profeta en un sentido genérico, se lo reconocía por cierto éxtasis, por cierto trance; el profetismo, en todos los pueblos antiguos, es limítrofe con la enfermedad y la locura.
No escapa de eso la realidad del Israel antiguo. La palabra hebrea «nabí» (y su plural «nebi'im») con la que se designa a los profetas, en ocasiones hasta puede significar «loco», así, en Jeremías 29,26 se le dirá al sacerdote Sofonias (no confundir con el profeta homónimo), que él «ha sido puesto al frente de la casa de Yahvé para limpiarla de locos y profetizantes...» (aunque a veces se traduce «pseudoprofetas», en un intento de racionalizar el párrafo). Es que los profetas solían actuar en grupos, y ejecutaban danzas y música frenética, que los llevaba al éxtasis religioso. La Biblia se recrea en la locura de los «profetas de Baal» en 1Re 18,26ss:
«...Danzaban cojeando junto al altar que habían hecho. Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: "¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará!" Gritaron más alto, cortándose, según su costumbre, con cuchillos y lancetas hasta chorrear la sangre sobre ellos. Cuando pasó el mediodía, se pusieron en trance hasta la hora de hacer la ofrenda, pero no hubo voz, ni quien escuchara ni quien respondiera....»
Sin embargo, aunque Elías se burla de ellos, y con él la Biblia enseña la locura que es confiar la relación con Dios al frenesí incontrolado, no hacía mucho que los propios profetas de Yahvé, no los de Baal sino los del Dios de Israel, hacían esas mismas cosas que se le reprochan a los de Baal, como puede verse en la curiosa y simpática escena de 1Samuel 19,18-24, donde a medida que van tomando contacto con los profetas, los mensajeros y el propio rey se van contagiando del éxtasis.
Y posiblemente el profetismo en Israel hubiera seguido siendo esa institución religiosa primitiva, y hubiera muerto en su primitivismo, sin acompañar el crecimiento religioso de Israel, si no hubiera mediado la figura de Elías, que no sólo practica una nueva forma de relación con Dios -una relación de diálogo y confianza recíproca entre dos personas, no entre dos entidades fantasmagóricas-, sino que enseña a los demás que ésa es la relación a la que el Dios de Israel está dispuesto. Mientras los 400 profetas de Baal invocan a su dios «a lo loco», y no obtienen respuesta, Elías invoca a Yahvé, pero en el contexto de una catequesis al pueblo, exactamente como Jesús nos enseña a dirigirnos al Padre por medio de una oración, el Padrenuestro, que es a la vez una verdadera catequesis: se dirige a Dios, pero se dirige también a nosotros:
«A la hora en que se presenta la ofrenda, se acercó el profeta Elías y dijo: "Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas cosas. Respóndeme, Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Yahveh, eres Dios que conviertes sus corazones."» (1Re 18,36).
Con Elías el profeta, y el profetismo, encuentran un nuevo camino: no es la persona del profeta alguien que debe ser aniquilado para que Dios se pueda expresar, sino que por el contrario, su investidura como profeta lo hace «más humano», si cabe la expresión. El profeta será no tanto quien prevé el futuro, cuanto quien enseña a leer la voluntad de Yahvé, y por lo tanto aprender a preparar ese futuro. El «modelo bíblico» del profeta, que se inaugura con la actividad puramente oral de Elías y se desarrolla luego en el profetismo escrito, es el peldaño anterior a la encarnación: en el profeta habla Dios, pero no aniquilando la humanidad del profeta, sino promoviendo esa humanidad a su plenitud.
Por eso también el profeta es más sensible que nadie al cansancio y al dolor de la existencia, a nadie duele tanto como al profeta la tosudez de los hombres, la dificultad que tenemos para dejarnos conducir por Dios. El profeta, más humano que cualquiera por estar en intimidad con Dios, es también más que ninguno una antena que capta todo el dolor de la existencia humana, y así se lo hacen saber al propio Dios varios profetas, y quizás como nadie, Elías, que en el conmovedor capítulo 19 de 1Reyes, precisamente después de la escena con los profetas de Baal, cuando lo lógico es que el pueblo se hubiera convertido, ve como ese baño de sangre en que terminó la confrontación entre Yahvé y el falso dios no sirvió para nada, al contrario: ahora buscan su vida, para matarlo. Y así, cansado de una existencia que parece tener menos sentido cuanto más conscientes somos de la verdad de Dios, dirá a Dios «¡Basta ya, Yahveh! ¡Toma mi vida (qaj nafeshí), porque no soy mejor que mis padres!» (1Re 19,4). Yahvé no «toma» su vida, por ahora, más bien le da de comer y beber, le enseña a reconstruir los retazos de su vida con pequeños y simples gestos, y lo lleva a la montaña, a la soledad, a un encuentro total con Dios, en lo que es posible en las condiciones aun de este mundo.
Al profeta le falta aun un trecho de vida, debe llevar a término la obra que Dios le tiene encomendada, incluyendo la transmisión de su carisma profético a su discípulo Eliseo; pero tras completarlo todo, Dios lo llevará con él. El P. Alonso Schökel hace notar que la misteriosa escena del arrebatamiento de Elías a los cielos en un «carro de fuego» (2Re 2) está centrada en el mismo verbo «lqj» que antes había usado Elías para pedir que Dios «tome» su vida, ahora el Señor la arrebata con él a los cielos, aunque Eliseo pretenda interponerse: «Dios toma y se lleva lo que es suyo, la vida de su profeta, cuando quiere y donde quiere; y no permite interferencias humanas» (Biblia del peregrino, comentario a 2Re 2). Podemos fantasear infinitamente sobre el modo concreto de esa asensión del profeta: nubes dirigibles, carros de fuego, alfombras mágicas... son escasísimos los recursos -y muy toscos todos- con los que cuenta el lenguaje poético y religioso para contar un cambio trascendental de «esfera»: de la del hombre a la de Dios, de la superficie y la apariencia de las cosas, a la dimensión profunda de realidad y vida. En eso consiste el final de la vida de Elías, un final que es, como todo él, anticipo y figura de Cristo.
Y como anticipo y figura, fue también él el personaje que la poética de Israel supuso que volvería literalmente antes de la plenitud de los tiempos: «unos piensan que eres Elías, o alguno de los profetas». Sin embargo Jesús sabe que es necesario romper la apariencia de las imágenes para poder decir la verdad: «Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron.» (Mt 17,12); esto lo decía Jesús, como bien comprendieron los discípulos, refiriéndose a Juan el Bautista.
Valen la pena las introducciones y notas al «Ciclo de Elías» en Biblia del Peregrino, siempre llena de sugerencias; también conserva todo su valor la introducción al profetismo, en Grollenberg, «Visión nueva de la Biblia», Herder, 1972, cap. V (se encuentra en la Biblioteca de ETF); también puede ser útil, sobre todo para el contexto del profetismo en los pueblos antiguos, el Cuaderno Bíblico 43, Louis Monloubou, «Los profetas del Antiguo Testamento», Verbo Divino, 1987. La obra clásica de Rebbe Abraham Heschel «Los profetas» (1962, hay edición castellana de Paidós en 3 tomos, y también se consigue en nuestra Biblioteca) sigue siendo una de las más profundas aportaciones de nuestro tiempo a la comprensión de lo humano y lo divino en el profeta, o de la «promoción de lo humano» cuando Dios se presenta dentro del hombre. La obra «El dios "sádico"», de François Varone, editado en español por Sal Terrae, analiza la figura de Elías, y se detiende en especial en la escena de su confrontación con los profetas de Baal, sin embargo, aunque obra valiosa en muchos aspectos, no me da la impresión de que termine de comprender el pathos interior del profeta.
Cuadros:
-Peter Paul Rubens: Elías recibe de un ángel pan y agua, 1625-28, Musée Bonnat, Bayonne, Francia.
-Miniaturista inglés anónimo: Winchester Bible, letra P con escenas de la vida de Elías, 1160-75, Cathedral Library, Winchester.
-Juan de Valdés Leal: Ascensión de Elías, c. 1658, Carmen Calzado, Córdoba, España.
Abel Della Costa
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2469

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