San Apolinar de Rávena, obispo y confesor
fecha: 20 de julio
fecha en el calendario anterior: 23 de julio
†: c. s. II - país: Italia
otras formas del nombre: Apollinaris
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 23 de julio
†: c. s. II - país: Italia
otras formas del nombre: Apollinaris
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Apolinar, obispo, que, al mismo
tiempo que propagaba entre los gentiles las insondables riquezas de Cristo, iba
delante de sus ovejas como buen pastor, y es tradición que honró con su ilustre
martirio a la iglesia de Classe, cerca de Rávena, en la vía Flaminia, donde
pasó al banquete eterno el día veintitrés de julio.
patronazgo: patrono de Rávena y de otras
ciudades europeas, de los fabricantes de agujas; protector contra los cálculos
biliares y renales, gota, enfermedades venéreas y epilepsia.
refieren a este santo: San Eleucadio de
Ravena
oración:
Conduce, Señor, a tus fieles por el
camino de la eterna salvación, que tu obispo san Apolinar enseñó con su
doctrina y martirio, y haz que, perseverando en tus mandamientos, merezcamos
ser coronados con él. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén (oración litúrgica).
San Apolinar fue el primer obispo de
Rávena (o Ravena) y el único mártir de dicha ciudad cuyo nombre se conoce.
Según las actas de su martirio, Apolinar nació en Antioquía, dondé fue
discípulo de san Pedro, y el Príncipe de los Apóstoles le nombró obispo de
Rávena. Pero se trata de una fábula del siglo VII, inventada para dar prestigio
a la sede episcopal de dicha ciudad. San Apolinar fue uno de los mártires más
famosos en la Iglesia primitiva, y la gran veneración que se le profesaba es el
mejor testimonio de su santidad y espíritu apostólico, pero ello no nos
autoriza a prestar crédito a la leyenda.
Según ésta, Apolinar curó milagrosamente a
la esposa de un oficial, y tanto el marido como la mujer se convirtieron al
cristianismo. También sanó a un sordo llamado Bonifacio y obtuvo tal cantidad
de conversiones, que las autoridades le desterraron de la ciudad. Entonces,
Apolinar fue a predicar el Evangelio a Bolonia, donde convirtió a todos los
miembros de la familia del patricio Rufino. Partió al exilio nuevamente y
durante la travesía, naufragó en las costas de Dalmacia, donde fue maltratado
por predicar el Evangelio. Apolinar volvió tres veces a su sede, y otras tantas
fue capturado, torturado y desterrado nuevamente. En su cuarta visita el
emperador Vespasiano publicó un decreto por el que ordenaba el destiero a todos
los cristianos. San Apolinar consiguió esconderse algún tiempo con la ayuda de
un centurión cristiano, pero finalmente fue descubierto por el populacho, que
le condujo al barrio de Classis, donde le golpeó hasta dejarle por muerto.
San Pedro
Crisólogo, el más ilustre de los sucesores de san Apolinar, le
calificó de mártir en uno de sus sermones, pero añadió que Dios preservó la
vida de Apolinar durante largo tiempo para bien de su Iglesia y no permitió que
los perseguidores le quitasen la vida. En tal caso, sólo puede decirse que fue
mártir a causa de los tormentos que sufrió por Cristo, lo que habitualmente
llamaríamos un «confesor».
En sus sermones, san Pedro Crisólogo
afirma que san Apolinar fue obispo de Rávena y mártir; prácticamente a eso se
reduce todo lo que sabemos sobre él. La biografía de Acta Sanctorum, julio,
vol. V, no es ciertamente anterior al siglo VII, y no parece que se apoye en
una tradición auténtica. Mons. Lanzoni, Le fonti della leggenda di
Sant'Apollinare di Ravenna (1915) y Le diocesi d'Italia (1923), pp. 455 as.,
discute a fondo el problema. En el canon de la misa del rito de Milán se
menciona a san Apolinar.
En la imagen: el bellísimo mosaico bizantino del siglo VI que muestra la figura de san Apolinar, obispo, en uno de los ábsides de la basílica a él dedicada: San Apollinar in Classe, en Rávena.
En la imagen: el bellísimo mosaico bizantino del siglo VI que muestra la figura de san Apolinar, obispo, en uno de los ábsides de la basílica a él dedicada: San Apollinar in Classe, en Rávena.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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San Elías, santo del AT
fecha: 20 de julio
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Conmemoración de san Elías Tesbita,
profeta del Señor en tiempo de Ajab y Ococías, reyes de Israel, que defendió
los derechos del único Dios ante el pueblo infiel a su Señor, con tal valor que
prefiguró no sólo a Juan Bautista, sino al mismo Cristo. No dejó oráculos
escritos, pero se le ha recordado siempre fielmente, sobre todo en el monte
Carmelo.
patronazgo: patrono de los vuelos, de los
conductores, y protector contra la tempestad y el fuego.
Ver más información en:
Los Profetas
Los Profetas

Como lo señala el elogio del Martirologio
Romano, Elías vivió «en tiempo de Ajab y Ococías, reyes de Israel», esto es,
entre 875 y 850. Pero la figura de Elías trasciende por completo las
circunstancias históricas que lo rodearon; no en vano Elías pasa al reservorio
de imágenes religiosas de Israel como un auténtico fundador, casi de la talla
de Moisés. Es un profeta, pero un profeta que funda, a su vez, un nuevo
profetismo: el específico profetismo de Israel, que terminará volcándose en
oráculos escritos, y dando figuras como un Isaías, un Jeremías, un Oseas, etc.
Debe tenerse presente que el profetismo no
es, en principio, algo exclusivo de Israel ni del mundo bíblico; es más: la
palabra «profeta», que proviene para nosotros de la traducción griega del Antiguo
Testamento (siglos IV-III), era una palabra en uso en el mundo preclásico
griego, mucho antes de que la Biblia se tradujera a ese idioma. En todos los
pueblos del mundo antiguo hay alguna institución, venerabilísima, que cumple la
específica función de decir de viva voz las palabras, oráculos y vaticinios de
parte de los seres divinos. En los distintos pueblos, con sus características
específicas, esa institución desplegó también ciertos rasgos comunes: al vate
antiguo, al profeta en un sentido genérico, se lo reconocía por cierto éxtasis,
por cierto trance; el profetismo, en todos los pueblos antiguos, es limítrofe
con la enfermedad y la locura.

No escapa de eso la realidad del Israel
antiguo. La palabra hebrea «nabí» (y su plural «nebi'im») con la que se designa
a los profetas, en ocasiones hasta puede significar «loco», así, en Jeremías
29,26 se le dirá al sacerdote Sofonias (no confundir con el profeta homónimo),
que él «ha sido puesto al frente de la casa de Yahvé para limpiarla de locos y
profetizantes...» (aunque a veces se traduce «pseudoprofetas», en un intento de
racionalizar el párrafo). Es que los profetas solían actuar en grupos, y
ejecutaban danzas y música frenética, que los llevaba al éxtasis religioso. La
Biblia se recrea en la locura de los «profetas de Baal» en 1Re 18,26ss:
«...Danzaban cojeando junto al altar que habían hecho. Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: "¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará!" Gritaron más alto, cortándose, según su costumbre, con cuchillos y lancetas hasta chorrear la sangre sobre ellos. Cuando pasó el mediodía, se pusieron en trance hasta la hora de hacer la ofrenda, pero no hubo voz, ni quien escuchara ni quien respondiera....»
Sin embargo, aunque Elías se burla de ellos, y con él la Biblia enseña la locura que es confiar la relación con Dios al frenesí incontrolado, no hacía mucho que los propios profetas de Yahvé, no los de Baal sino los del Dios de Israel, hacían esas mismas cosas que se le reprochan a los de Baal, como puede verse en la curiosa y simpática escena de 1Samuel 19,18-24, donde a medida que van tomando contacto con los profetas, los mensajeros y el propio rey se van contagiando del éxtasis.
«...Danzaban cojeando junto al altar que habían hecho. Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: "¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará!" Gritaron más alto, cortándose, según su costumbre, con cuchillos y lancetas hasta chorrear la sangre sobre ellos. Cuando pasó el mediodía, se pusieron en trance hasta la hora de hacer la ofrenda, pero no hubo voz, ni quien escuchara ni quien respondiera....»
Sin embargo, aunque Elías se burla de ellos, y con él la Biblia enseña la locura que es confiar la relación con Dios al frenesí incontrolado, no hacía mucho que los propios profetas de Yahvé, no los de Baal sino los del Dios de Israel, hacían esas mismas cosas que se le reprochan a los de Baal, como puede verse en la curiosa y simpática escena de 1Samuel 19,18-24, donde a medida que van tomando contacto con los profetas, los mensajeros y el propio rey se van contagiando del éxtasis.
Y posiblemente el profetismo en Israel
hubiera seguido siendo esa institución religiosa primitiva, y hubiera muerto en
su primitivismo, sin acompañar el crecimiento religioso de Israel, si no
hubiera mediado la figura de Elías, que no sólo practica una nueva forma de
relación con Dios -una relación de diálogo y confianza recíproca entre dos
personas, no entre dos entidades fantasmagóricas-, sino que enseña a los demás
que ésa es la relación a la que el Dios de Israel está dispuesto. Mientras los
400 profetas de Baal invocan a su dios «a lo loco», y no obtienen respuesta,
Elías invoca a Yahvé, pero en el contexto de una catequesis al pueblo,
exactamente como Jesús nos enseña a dirigirnos al Padre por medio de una oración,
el Padrenuestro, que es a la vez una verdadera catequesis: se dirige a Dios,
pero se dirige también a nosotros:
«A la hora en que se presenta la ofrenda, se acercó el profeta Elías y dijo: "Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas cosas. Respóndeme, Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Yahveh, eres Dios que conviertes sus corazones."» (1Re 18,36).
«A la hora en que se presenta la ofrenda, se acercó el profeta Elías y dijo: "Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas cosas. Respóndeme, Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Yahveh, eres Dios que conviertes sus corazones."» (1Re 18,36).
Con Elías el profeta, y el profetismo,
encuentran un nuevo camino: no es la persona del profeta alguien que debe ser
aniquilado para que Dios se pueda expresar, sino que por el contrario, su
investidura como profeta lo hace «más humano», si cabe la expresión. El profeta
será no tanto quien prevé el futuro, cuanto quien enseña a leer la voluntad de
Yahvé, y por lo tanto aprender a preparar ese futuro. El «modelo bíblico» del
profeta, que se inaugura con la actividad puramente oral de Elías y se
desarrolla luego en el profetismo escrito, es el peldaño anterior a la
encarnación: en el profeta habla Dios, pero no aniquilando la humanidad del
profeta, sino promoviendo esa humanidad a su plenitud.

Por eso también el profeta es más sensible
que nadie al cansancio y al dolor de la existencia, a nadie duele tanto como al
profeta la tosudez de los hombres, la dificultad que tenemos para dejarnos
conducir por Dios. El profeta, más humano que cualquiera por estar en intimidad
con Dios, es también más que ninguno una antena que capta todo el dolor de la
existencia humana, y así se lo hacen saber al propio Dios varios profetas, y
quizás como nadie, Elías, que en el conmovedor capítulo 19 de 1Reyes,
precisamente después de la escena con los profetas de Baal, cuando lo lógico es
que el pueblo se hubiera convertido, ve como ese baño de sangre en que terminó
la confrontación entre Yahvé y el falso dios no sirvió para nada, al contrario:
ahora buscan su vida, para matarlo. Y así, cansado de una existencia que parece
tener menos sentido cuanto más conscientes somos de la verdad de Dios, dirá a
Dios «¡Basta ya, Yahveh! ¡Toma mi vida (qaj nafeshí), porque no soy mejor que
mis padres!» (1Re 19,4). Yahvé no «toma» su vida, por ahora, más bien le da de
comer y beber, le enseña a reconstruir los retazos de su vida con pequeños y
simples gestos, y lo lleva a la montaña, a la soledad, a un encuentro total con
Dios, en lo que es posible en las condiciones aun de este mundo.
Al profeta le falta aun un trecho de vida,
debe llevar a término la obra que Dios le tiene encomendada, incluyendo la
transmisión de su carisma profético a su discípulo Eliseo; pero tras
completarlo todo, Dios lo llevará con él. El P. Alonso Schökel hace notar que
la misteriosa escena del arrebatamiento de Elías a los cielos en un «carro de
fuego» (2Re 2) está centrada en el mismo verbo «lqj» que antes había usado
Elías para pedir que Dios «tome» su vida, ahora el Señor la arrebata con él a
los cielos, aunque Eliseo pretenda interponerse: «Dios toma y se lleva lo que
es suyo, la vida de su profeta, cuando quiere y donde quiere; y no permite
interferencias humanas» (Biblia del peregrino, comentario a 2Re 2). Podemos
fantasear infinitamente sobre el modo concreto de esa asensión del profeta:
nubes dirigibles, carros de fuego, alfombras mágicas... son escasísimos los
recursos -y muy toscos todos- con los que cuenta el lenguaje poético y
religioso para contar un cambio trascendental de «esfera»: de la del hombre a
la de Dios, de la superficie y la apariencia de las cosas, a la dimensión
profunda de realidad y vida. En eso consiste el final de la vida de Elías, un
final que es, como todo él, anticipo y figura de Cristo.
Y como anticipo y figura, fue también él
el personaje que la poética de Israel supuso que volvería literalmente antes de
la plenitud de los tiempos: «unos piensan que eres Elías, o alguno de los
profetas». Sin embargo Jesús sabe que es necesario romper la apariencia de las
imágenes para poder decir la verdad: «Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero
no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron.» (Mt 17,12); esto
lo decía Jesús, como bien comprendieron los discípulos, refiriéndose a Juan el
Bautista.
Valen la pena las introducciones y notas
al «Ciclo de Elías» en Biblia del Peregrino, siempre llena de sugerencias;
también conserva todo su valor la introducción al profetismo, en Grollenberg,
«Visión nueva de la Biblia», Herder, 1972, cap. V (se encuentra en la Biblioteca de
ETF); también puede ser útil, sobre todo para el contexto del
profetismo en los pueblos antiguos, el Cuaderno Bíblico 43, Louis Monloubou,
«Los profetas del Antiguo Testamento», Verbo Divino, 1987. La obra clásica de
Rebbe Abraham Heschel «Los profetas» (1962, hay edición castellana de Paidós en
3 tomos, y también se consigue en nuestra
Biblioteca) sigue siendo una de las más profundas aportaciones
de nuestro tiempo a la comprensión de lo humano y lo divino en el profeta, o de
la «promoción de lo humano» cuando Dios se presenta dentro del hombre. La obra
«El dios "sádico"», de François Varone, editado en español por Sal
Terrae, analiza la figura de Elías, y se detiende en especial en la escena de
su confrontación con los profetas de Baal, sin embargo, aunque obra valiosa en
muchos aspectos, no me da la impresión de que termine de comprender el pathos
interior del profeta.
Cuadros:
-Peter Paul Rubens: Elías recibe de un ángel pan y agua, 1625-28, Musée Bonnat, Bayonne, Francia.
-Miniaturista inglés anónimo: Winchester Bible, letra P con escenas de la vida de Elías, 1160-75, Cathedral Library, Winchester.
-Juan de Valdés Leal: Ascensión de Elías, c. 1658, Carmen Calzado, Córdoba, España.
Cuadros:
-Peter Paul Rubens: Elías recibe de un ángel pan y agua, 1625-28, Musée Bonnat, Bayonne, Francia.
-Miniaturista inglés anónimo: Winchester Bible, letra P con escenas de la vida de Elías, 1160-75, Cathedral Library, Winchester.
-Juan de Valdés Leal: Ascensión de Elías, c. 1658, Carmen Calzado, Córdoba, España.
Abel Della Costa
accedida 1494 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2469
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