San Balduíno, abad
fecha: 24 de julio
†: 1140 - país: Italia
otras formas del nombre: Baldwin
canonización: culto local
hagiografía: Santi e Beati
†: 1140 - país: Italia
otras formas del nombre: Baldwin
canonización: culto local
hagiografía: Santi e Beati
En Rieti, ciudad de la Sabina, san
Balduino, abad, discípulo de san Bernardo en el monasterio de Claraval, que fue
enviado por el mismo san Bernardo a esta ciudad para fundar y regir el cenobio
de San Mateo de Montecchio.

Hijo de Berardo X, conde de Marsi, y
hermano de Reinaldo, abad de Montecassino, hecho cardenal por Inocencio II en
1138, Balduino se hizo monje en Clairvaux bajo la guía y el magisterio de san Bernardo.
En 1130, éste le invitó a presidir el antiguo monasterio de San Mateo, situado
cerca del lago de Montecchio, a una hora de distancia de Rieti. Aquí Balduino
encontró muchas dificultades que, sin embargo, maduraron sus méritos. San
Bernardo lo consoló y corrigió con la Epístola CCI, escrita posiblemente al año
siguiente. Murió en 1140, y fue sepultado en al catedral de Rieti, quizás por
su cohermano Dodón, que era obispo de la ciudad. Su memoria se rodeó de
veneración, y el culto surgió desde el principio como testimonio de su vida
santa, y de la riqueza de gracia y milagros con los que Dios lo glorificó.
Sus reliquias se conservan bajo la mesa
del altar de mármol de la capilla llamada «De las Gracias»; pero la cabeza se
guarda en un busto de plata que representa al beato, y en las grandes
solemnidades se expone en el altar mayor de la misma catedral, junto a otros
relicarios. En 1701, la Sagrada Congregación de Ritos, aprobó el oficio del
beato con lecciones históricas, colecta propia, y misa del común de abades. En
Rieti y en la diócesis su fiesta se celebra el 21 de agosto, y el mismo día lo
recuerdan los Bolandistas, en Acta Sanctorum. Los Cistercienses celebran su
oficio el 24 de julio, y en el Menologio Cisterciense se lo conmemoral el 15
del mismo mes; otros inscriben su "dies natalis" (el día de su
muerte) el 2, el 10, o el 11 de agosto.
Balduino es habitualmente llamado Abad de
San Pastor, porque la abadía de San Mateo, expuesta a las enfermedades
provocadas por la contaminación de las aguas subterráneas, fue trasladada junto
a la iglesia de San Pastor, próxima al Contigliano, en el territorio de
Greccio. En 1255 -más de cien años después de la muerte del beato- se inauguró
la nueva abadía de San Pastor, cuya fama oscureció la de la originalmente llamada
de San Mateo, de la cual era sucedánea.
Traducido para ETF, con escasos cambios,
de un artículo de Balduino Bedini, en Enciclopedia dei santi. La concesión en
1701 de misa y oficio en su honor puede tomarse como una aprobación de culto,
aunque no hay propiamente hablando una bula específica de confirmación. Al
igual que en otros casos, aunque tradicionalmente se lo llame santo, su culto
es local, y por tanto equivalente al de beato.
fuente: Santi e Beati
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2527
Beata Cristina «la Admirable», virgen
fecha: 24 de julio
n.: c. 1150 - †: c. 1224 - país: Bélgica
otras formas del nombre: la Asombrosa
canonización: culto local
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 1150 - †: c. 1224 - país: Bélgica
otras formas del nombre: la Asombrosa
canonización: culto local
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En el convento de Saint-Trond, en
Brabante, beata Cristina, llamada la «Admirable», porque en ella, la
mortificación del cuerpo y el éxtasis místico en el Señor obró admirables
maravillas.
patronazgo: protectora de los pecadores;
contra las enfermedades infecciosas y de los animales; para invocar en
situaciones desesperadas; para pedir una santa muerte.
refieren a este santo: Santa Lutgarda

Cristina nació en Brusthem, población de
la diócesis de Lieja, en 1150. Al cumplir los quince años, ella y sus dos
hermanas mayores quedaron huérfanas. La familia pertenecía a la clase
campesina. A los veintidós años, Cristina tuvo un ataque, probablemente de
catalepsia y los vecinos la creyeron muerta y trasladaron el cuerpo de la joven
en un féretro a la iglesia para una misa de réquiem. Súbitamente, después del
«Agnus Dei», Cristina se irguió, saltó fuera del féretro «como un pájaro»,
según cuenta su biógrafo y quedó colgada en una de las vigas del techo. Todos
huyeron al punto de la iglesia, excepto la hermana mayor de la beata, que dio
ejemplo de recogimiento y permaneció inmóvil hasta que la misa terminó.
Entonces, el sacerdote que la celebró, ordenó a Cristina que descendiese del
techo (donde se había refugiado, según se dice, porque no podía soportar el
hedor de los cuerpos humanos). La beata reveló que había estado realmente
muerta, que había descendido al infierno, donde reconoció a muchos amigos, y
también al purgatorio, donde encontró a otros conocidos. Finalmente, había ascendido
al cielo, donde se le había puesto en la alternativa de permanecer ahí o
retornar a la tierra a sacar del purgatorio, con sus oraciones y sufrimientos,
a quienes había visto ahí. Eligió volver a la tierra y su alma había reanimado
el cadáver en el preciso instante del «Agnus Dei».
Esto fue sólo el comienzo de una increíble
serie de sucesos. Cristina se retiró a sitios muy remotos. Se encaramaba en los
árboles, en las torres o en los acantilados y se escondía en los hornos para
huir del hedor de los humanos. Podía manejar el fuego sin quemarse, entraba a
las aguas heladas del río en lo más crudo del invierno sin sentir el frío y
podía pasar, sin sufrir heridas, bajo una rueda de molino. Solía orar
balanceándose en lo alto de una jaula o acurrucada por tierra en forma de
pelota. No sin razón, las gentes la tenían por loca o «endemoniada» y varias
veces la encerraron, pero Cristina se las arregló siempre para escapar. Cierta
vez, un hombre logró echarle mano al darle un golpe en una pierna con tanta fuerza,
que parecía haberle roto los huesos. Las gentes llevaron a la herida a casa de
un cirujano de Lieja, quien vendó fuertemente la pierna y encadenó a la joven a
una columna. Cristina escapó durante la noche. En otra ocasión, un sacerdote
que no la conocía, asustado al ver su aspecto, se negó a darle la comunión;
entonces la joven salió corriendo por las calles, se arrojó en el río Meuse y
se echó a nadar hacia la otra orilla. Se vestía de andrajos, vivía de limosna y
su conducta era verdaderamente sorprendente. Su biógrafo escribe, como si
experimentase cierto sentido de tranquilidad, que después de que Cristina se
encaramó a la pila baustismal de la iglesia de Wellen, «su conducta empezó a
asemejarse más a la del resto de los hombres: se volvió menos inquieta y pudo
soportar un poco mejor el hedor de los mortales».
Cristina pasó los últimos años de su vida
en el convento de Santa Catalina de Saint-Trond, donde murió a los setenta y
cuatro de edad. Aun en el convento no faltaban quienes la consideraban con el
mayor respeto. Luis, el conde de Looz, la trataba como a una amiga, la recibía
en su castillo, aceptaba sus reprensiones y en su lecho de muerte insistió en
abrirle su conciencia. La beata María de
Oignies le profesaba cierta admiración; la superiora del
convento alabó la obediencia de Cristina ysanta Lutgarda solía
pedirle consejo.
Los extraños sucesos que hemos narrado no
provienen de documentos posteriores. El cardenal Jacobo de Vitry, que los
presenció, dio testimonio de ellos. El biógrafo de Cristina, Tomás de
Cantimpré, O. P., era su contemporáneo y, si bien no la conoció personalmente,
recogió el testimonio de quienes la habían conocido. Indudablemente que la
biografía de Cristina contiene exageraciones, falsas interpretaciones y cierta
manía de edificación, muy comunes entre los escritores de la época. En todo
caso, la conclusión que se saca de dicha biografía es que Cristina de Brusthem
constituía, simplemente, un caso patológico.
De todos los testimonios sobre Cristina el
más autorizado es el que nos dejó el cardenal Jacobo de Vitry en su biografía
de María de Oignies. Puede verse, junto con la biografía de Tomás de Cantimpré,
en Acta Sanctorum, julio, vol. V.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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