domingo, 24 de julio de 2016

San Sarbelio Makhluf, presbítero y eremita - Santa Cristina, virgen y mártir (24 de julio)

San Sarbelio Makhluf, presbítero y eremita

fecha: 24 de julio
n.: 1828 - †: 1898 - país: Líbano
otras formas del nombre: José, Charbel, Yusuf Makhluf
canonización: 
B: Pablo VI 5 dic 1965 - C: Pablo VI 9 oct 1977
hagiografía: Diócesis de Málaga

San Sarbelio Makhluf, presbítero de la Orden Libanesa Maronita, que, por amor a la soledad y para alcanzar la más alta perfección, dejó el cenobio de Annaya, en el Líbano, y se retiró al desierto, en el que sirvió a Dios día y noche, y donde vivió con gran austeridad, ayunando y orando. Murió el 24 de diciembre.
refieren a este santo: San Nimattullah al-Hardini

oración:
Oh Dios, que llamaste a san Charbel, presbítero, al singular combate del desierto, y le enriqueciste de todo género de piedad, te rogamos que, habiendo imitado la pasión del Señor, merezcamos participar de su reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Sarbelio Makhluf fue un monje maronita libanés que, después de años de vida comunitaria como monje, inició una vida de oración y penitencia hasta su muerte, acontecida el año 1898.
En el Líbano moderno, donde los católicos de rito sirio -llamados maronitas- eran perseguidos por los drusos, el humilde hijo de un mulero, Joseph Zarun Makhluf, ingresó en el monasterio de San Marón, en Annaya, donde fue ordenado sacerdote en 1859.
Youssef (José) nació el 8 de mayo de 1828 en un pequeño poblado del Líbano llamado Biqa-Kafra. Era el quinto hijo de Antonio Makhlouf y Brígida Choudiac, sencillos campesinos llenos de fe. Dos de sus tíos maternos eran monjes en el monasterio de Quzhaya, que distaba una hora de camino desde Biqa-Kafra. José los visitaba con frecuencia y se quedaba con ellos ayudando en los oficios divinos, participando en sus oraciones y cantos y escuchando sus sabios consejos.
Tenía veintitrés años cuando dejó casa y familia para entrar al monasterio de Nuestra Señora de Mayfouk de la orden maronita libanesa. Al recibir el hábito de novicio cambió su nombre por el de Sarbelio, nombre de un mártir de la iglesia de Antioquía que murió en el año 107 bajo el imperio de Trajano. Cuando su madre y su tío se enteraron de su decisión, se dirigieron inmediatamente a buscarlo al monasterio tratando de convencerlo de que regresara. Finalmente, Brígida, también convencida de la vocación de su hijo, le dijo: Si no fueras a ser buen religioso te diría: ¡Regresa a casa! Pero ahora sé que el Señor te quiere a su servicio. Y en mi dolor al estar separada de tí, le digo resignada: ¡Que Dios te bendiga, hijo mío, y que haga de ti un santo...!
Desde joven había desarrollado una intensa vida interior y de oración que durante sus años de monje había madurado. Pronto se despertó en él la vocación por la vida eremítica. Se retiró a la ermita de San Pedro y San Pablo en Gebel an Nour (Montaña de la Luz) que tenía sólo dos habitaciones pequeñísimas y un oratorio también estrechísimo. Comenzó esta vida más austera en el año 1875 y la llevó durante veintitrés años. Se ejercitaba en diversas mortificaciones y en la oración continua; dormía sobre el suelo y comía una sola vez al día. Ordinariamente oficiaba la misa hacia el mediodía de tal forma que pasaba la mañana preparándose para el Santo Sacrificio y la tarde dando gracias a Dios. Vivía en el más absoluto retiro, del que sólo salía para atender alguna necesidad pastoral.
No le había bastado ser un monje modelo de piedad, trabajo y obediencia, sino que, como los padres del desierto, vivió en una desnuda celda llevando una vida sencilla y tremendamente austera. Dormía sólo tres horas reposando sobre una tabla cubierta de hojas secas con un trozo de madera para apoyar su cabeza y envuelto en sus desgastados hábitos y una delgada cobija. A esta celda llegaban muchos visitantes para pedir sus consejos, sus oraciones y su bendición.
San Sarbelio se ofreció todos los días de su vida, y el Señor se lo llevó consigo al terminar la consagración de su Misa de Nochebuena: el 16 de diciembre de 1898 estaba celebrando la misa hacia las once de la mañana, cuando le sobrevino un ataque de parálisis en el momento de la consagración. Murió el 24 de diciembre y sus restos reposan en el monasterio de San Marón, actual meta de peregrinaciones y milagros incesantes. Fue canonizado el 9 de octubre de 1977 por el papa Pablo VI.
Al abrir la fosa donde estaba enterrado san Sarbelio y otros cincuenta y dos monjes por motivo de una inundación, encontraron su cuerpo incorrupto, y un líquido rojizo saliendo de su cuerpo. Por cincuenta y cuatro años consecutivos fue desenterrado el cuerpo de san Sarbelio y siempre se veía el cadáver tan fresco como si estuviera dormido. Aunque un médico retiró finalmente todos los órganos del cuerpo, el flujo de sangre no paraba. Con la unción de este líquido, se dieron muchísimas curaciones milagrosas, y no sólo del cuerpo sino del alma: pecado, indiferencia, odio e incredulidad.
Para su beatificación se necesitaba un milagro reconocido por médicos y teólogos: se contaron hasta 1.200 milagros.
fuente: Diócesis de Málaga
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2519





Santa Cristina, virgen y mártir

fecha: 24 de julio
†: s. inc. - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

En Bolsena, ciudad de la Toscana, santa Cristina, virgen y mártir.
patronazgo: patrona de Bolsena, Palermo y Torcello, cerca de Venecia, de los molineros, los arqueros y los marineros.

La leyenda de esta mártir de Occidente puede resumirse así: Cristina pertenecía a la familia romana de los Anejos. Desde muy joven, se convirtió al cristianismo y destrozó las imágenes de oro y plata de los dioses lares que había en la casa de sus padres y vendió los fragmentos para repartir el producto entre los pobres. Lleno de cólera, el padre golpeó a su hija, le ató al cuello una piedra y la arrojó al lago de Bolsera, que estaba junto a su casa. Pero Cristina se salvó milagrosamente de perecer ahogada y su padre la denunció como cristiana, de suerte que debió comparecer ante los magistrados. El juez, cuando la joven rehusó renegar de su fe, la condenó a morir. Cristina quedó ilesa en un pozo lleno de serpientes venenosas y, luego de permanecer cinco días en un horno encendido, salió sana y salva. Entonces el juez le mandó cortar la lengua y la hizo morir atravesada por las flechas. El martirio tuvo lugar en la época de Diocleciano.
Santa Cristina fue antiguamente muy popular en el Occidente, pero más tarde se confundió su leyenda con la de santa Cristina de Tiro, tan popular como ella en el Oriente. Para identificar a ambas santas, se inventó la historia de la translación de las reliquias de Cristina de Tiro a Bolsena (aunque las reliquias de santa Cristina de Roma se hallan, según se dice, en Palermo). Según otra versión, citada por Alban Butler, el martirio de la santa occidental tuvo lugar «en Tiro, que era una ciudad que antiguamente estaba en una isla en el lago de Bolsena que fue más tarde cubierta por las aguas» (sic!).
La leyenda de la Cristina de Oriente, que es una colección de milagros absurdos, dice que la santa fue encarcelada por haberse negado a ofrecer sacrificios a los dioses. Cuando su madre fue a la prisión con el propósito de persuadirla a que abjurase de la fe, Cristina la rechazó y, como hija de Dios, se negó a reconocerla por madre. El juez la condenó a ser desgarrada con garfios; la joven cogió uno de los garfios y lo arrojó a la cara del juez. Los verdugos encendieron una hoguera para quemarla; pero el viento dispersó las llamas de la pira y produjo otros incendios en los que perecieron muchos hombres, dejando intacta a la mártir. Cristina fue entonces arrojada al mar; Cristo descendió personalmente del cielo a bautizarla «en el nombre de Dios, mi Padre y de su Hijo, que soy yo, y del Espíritu Santo», y san Miguel Arcángel la llevó ilesa a la costa. Esa misma noche, murió el juez que había condenado a Cristina. El substituto la condenó a morir en un caldero de aceite y pez hirvientes, en el que se encargaron de sumergirla cuatro hombres; pero la santa encontró muy agradable la tortura de la que, por supuesto, salió indemne. Entonces, los verdugos le rasuraron la cabeza y la condujeron desnuda por las calles de la ciudad hasta el templo de Apolo. Tan pronto como entró Cristina, la estatua del dios cayó al suelo y se hizo pedazos. Entonces murió el segundo juez. El tercero la condenó a ser arrojada a un foso de serpientes; pero de nuevo, los reptiles se abstuvieron de tocar a Cristina y atacaron en cambio al encantador, a quien la mártir se encargó de resucitar. Cuando el juez mandó que le fueran cortados los pechos, manó de las heridas leche en vez de sangre. Aunque se le había cortado ya la lengua, Cristina podía hablar sin dificultad. Cuando se la arrancaron la arrojó a la cara del juez, quien quedó tuerto. Finalmente la santa alcanzó la palma del martirio gracias a que una flecha le atravesó el corazón.
La identidad de la leyenda de las dos santas es cosa probada. En realidad no sabemos nada sobre Cristina de Bolsena. El hecho de que su fiesta se celebre en la fecha de hoy, procede sin duda de una confusión con Cristina de Tiro, de la que heredó también la absurda leyenda. Es muy dudosa la existencia de una mártir llamada Cristina relacionada en alguna forma con la ciudad de Tiro. Pero no carece de fundamento la tradición que sostiene que en Bolsena fue martirizada una doncella llamada Cristina, a la que se profesaba gran devoción. Las excavaciones llevadas a cabo en Bolsena han probado la existencia de una especie de catacumba en la que había un santuario dedicado a la santa. Como se comprenderá, esto es lo único verdaderamente cierto que podemos decir sobre la santa.
En el Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. II, artículo Bolsena, hay una reseña sobre las pruebas arqueológicas. Pennazi, Vita e martirio... della gloriosa S. Cristina (1725), resume las diferentes versiones de la leyenda. Cf. también Delehaye, Origines du culte des martyrs, pp. 181, 320; y Lexikon für Theologie und Kirche, vol. II, cc. 923-924.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2520

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