Espíritu. Pentecostés.
Libertad. Aire
Acabo de escribir cuatro
palabras. Estoy seguro de que cada Leyente sabe muy bien qué contenidos se
atesoran en los adentros de cada una de ellas. Si se tienen cinco minutos de
serena actividad interior puede dedicarse un minuto a cada una de las cuatro palabras
y el quinto se le puede dedicar a escuchar el eco, nada más, de todas ellas.
Seguro que se trata de un curioso ejercicio de discernimiento y
acompañamiento. Quien lo experimentó, lo sabe.
Personalmente hice este
ejercicio varias veces en estos días y siempre acabé por quedarme con el aire.
El aire lo es todo de cada una de las otras tres. La primera bocanada de aire
de nuestra nariz inicia el desatamiento de todas las ataduras que nos llegaron
antes y nos irán llegando después. Respirar nos libera. Dejar de respirar nos
ata y mata.
Nada tuve que pagar por
esa primera respiración. Ni por la primera ni por ninguna. Respirar es vivir.
Vivir es gratis, me lo dice el aire.
No tiene
sentido preguntarse qué es el aire.
Nadie lo ve.
Está, sencillamente.
¿Quién lo genera?
Más de uno cree que puede
atraparlo, domeñarlo, someterlo, atesorarlo... El aire es libre,
siempre y totalmente. Él es la libertad. Tal vez no haya otra libertad igual y
tan plena.
Confieso ahora que
esta meditación sobre el aire me recordó, entre otras muchas, la persona
de un obispo francés al que escuchaba, una tarde en compañía de un amigo,
comentar por qué escribió un libro que acabó titulándose "Me tomo la
libertad". Por eso, a la página del comentario del texto bíblico del
Evangelio de Juan adjunto, como buena y singular interpretación, el mensaje de
este lúcido obispo que no se dejó esclavizar nunca. Se trataba de un obispo que
aprendió y se atrevió a 'cantar fuera del coro de unos eclesiásticos' que
pretendían imponer su poder. Desde aquella tarde ya lejana de experiencias
compartidas, Jacques Gaillot siempre se me hace presente como icono vivo de un
siempre PENTECOSTÉS nuevo y liberador.
A continuación se
encuentran los comentarios del próximo domingo día 5 de junio.
Carmelo Bueno Heras
Domingo de Pentecostés
Ciclo C (05.06.2022): Juan 20,19-23. La fiesta permanente del aire que es
la vida. Así lo creo y lo
escribo CONTIGO,
Acabo de teclear en el buscador de Google ‘fiesta judía
de pentecostés’. Y esto me cuenta textualmente: “Los judíos celebran el
Pentecostés cincuenta días después de la Pascua del Cordero para conmemorar el
encuentro entre Dios y Moisés en el monte Sinaí, y la entrega de la Ley al
pueblo de Israel, que simboliza el nacimiento del judaísmo”. Escueto, nítido y
preciso.
También
la tradición de la iglesia católica celebra esta fiesta. La celebramos, como
los propios judíos, a los cincuenta días de la Pascua de Jesús de Nazaret, el
viviente resucitado. Así pues, la única coincidencia entre ambas festividades
es el hecho de los cincuenta días.
Y para
esta celebración, la sagaz inteligencia de la autoridad litúrgica de la
eucaristía nos propone un relato evangélico breve: Juan 20,19-23.
Sublime curiosidad la mía que transcribe ahora y aquí el comienzo de tal
texto: “Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando
cerradas por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los
discípulos…” Y transcribo también esto otro: “Sopló [Jesús] sobre
ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” Juan 20,22.
Se
constata, con este sencillo ejercicio, que el Evangelista Juan sitúa en el
mismo día de la resurrección de Jesús de Nazaret el dato de la entrega del
Espíritu Santo, por medio de este Jesús Resucitado, a los discípulos. Y, a
través de ellos, a todos cuantos llegan a ser seguidores de Jesús, como tú y
como yo y como todos. ¿Dónde quedan esos cincuenta días?
Quizá
convenga añadir ahora que este dato de la presencia del Espíritu Santo en los
seguidores sucede, sólo según el Evangelista Lucas, a los cincuenta días de la
Resurrección (cfr. Hechos 2). Tal presencia de la tercera persona de la
Santísima Trinidad, ¿sucede cómo se puede leer en Hechos 2 o como se puede leer
en Juan 20,22? ¿Da lo mismo lo uno que lo otro? ¿Tan arbitrario es todo? ¿Dogma
o Evangelio? No será posible poner concordia entre lo uno y lo otro.
Además de
esta elemental cuestión del nombre y del tiempo de ‘Pentecostés’ existe otro
dato que me parece más digno de atención, meditación y asimilación. Y este
asunto es la propia realidad del llamado ‘el espíritu santo’. Es esta realidad
la verdadera motivación de la solemnidad de Pentecostés. ¿De qué se habla al
celebrar la presencia del Espíritu Santo?
Convendría
recordarnos unos a otros que ese asunto del Espíritu está presente en las
primeras líneas del primer libro de la Biblia: “La tierra era caos y
confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por
encima de las aguas” (Génesis 1,2). Poquito más adelante puedo leer
también: “Entonces Yavé Dios formó al hombre con polvo del suelo e
insufló en sus narices aliento de vida…” (Génesis 2,7). Y yo me
pregunto que quién sabe nada de todo esto si nadie existía aún como persona
viviente cuando el tal Dios creador creaba. Para entonces, ¿este tal Dios
Creador era uno?, ¿eran dos, por la presencia de ese aliento o Espíritu de Vida
y Santo?, ¿o eran ya tal vez tres, aunque nada se esté diciendo explícitamente
sobre un hijo único tan igual al Padre Yavé Dios y al hálito, soplo,
viento o Espíritu del mismo Dios?
Según
estos relatos originales, este aliento de vida en el barro que es Adán modelado
por Yavé Dios no puede ser otra cosa que el Espíritu. El aliento de
vida -según Génesis 2,7- debe de ser el mismo viento de Dios -según Génesis
1,2-. Y ya con toda esta primera información bíblica, ¿no puede uno confesar
que el Espíritu Santo de Dios es el aire que respiramos? Así lo creo y escribo.
Carmelo
Bueno Heras.
CINCO MINUTOS con la
otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos
Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos
también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y
nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado
haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a
compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros.
Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda
persona, ¡todo está relacionado!
Ahora, Semana 28ª: 05.06.2022: Cita de Jacques Gaillot,
‘Me tomo la libertad…’. Conversaciones con: Jean-Claude Raspiengeas, Nueva
Utopía, Madrid, 1996, 207 páginas.
CAPÍTULO
1. EL CULATAZO
“Mañana
le será retirado su cargo de obispo de Évreux. A las doce. Una octava por
encima de lo habitual, la voz dulce y melodiosa pero firme del cardenal
Bernardin Gantin, acaba de resonar bajo el artesonado y los dorados de su
despacho-salón, en el tercer piso del palacio de la Sagrada Congregación de los
Obispos, plaza de san Pedro. Su mirada se clavó en los ojos azules de Mons.
Jacques Gaillot, que no comprende de inmediato lo que acaba de oír “.
Apenas
vuelve en sí, reacciona.’ ¡Objeción, Señoría! “¿Ha pensado usted en las
reacciones en Francia?” Protesta el prelado ya revocado.
La
respuesta cae:
-¡No se
trata de Francia, sino de la Iglesia!
-Pero, se
defiende el futuro ex obispo de Évreux, también en Francia hay una Iglesia.
-Ya lo sé
-replica Su Eminencia-. Incluso siento mucho respeto por ella. Sé lo que le
debo.
Miércoles
11 de enero de 1995, las diez y media, Stazione Termini, Roma. Pequeña silueta
vestida con su perenne impermeable azul, su chaqueta-polo y su cartera marrón;
el obispo de Évreux baja del coche de literas del Palatino (segunda clase) tras
una noche de viaje, como en los tiempos en que, flamante joven seminarista de
los años sesenta emergía para ocupar sus habitaciones en la Gregoriana, la gran
universidad jesuita de Roma […]
Jueves 12
de enero de 1995, a las 9. Mons. Jacques Gaillot sale del seminario francés y,
otra vez a pie en el aire fresco de la mañana, sube hacia el Vaticano donde le
esperan sus jueces […]
Se inicia
el juicio. Con solemnidad, el cardenal Gantin, que reina en la butaca, de
espaldas a la plaza de San Pedro hace la retrospectiva del ‘caso Gaillot’. Nos
hemos visto en 1987 […] El cardenal Decourtray le hizo firmar un protocolo de
ocho puntos el 15 de febrero de 1989 […] La audiencia se presenta mal. El
obispo de Évreux está impresionado por la mecánica intelectual y la memoria de
Su Eminencia […] En enero de 1992, el Papa le advirtió pidiéndole no cantare
extra chorum (cantar fuera del coro)” […] No tiene ni idea de las
quejas que recibimos de usted, aquí en Roma. Cuando Mons. Tauran, seguro de sí,
entra en escena para confirmar lo que acaba de asestarle el cardenal Gantin,
Jacques Gaillot ya comprende. “Mi suerte está echada” -piensa para sus adentros
[…]
El
cardenal Gantin toma de nuevo la palabra: ‘Si firma su dimisión, tendrá el
título de obispo emérito de Évreux’.
-¿Y si no
la firmo?
-Sera
obispo trasladado. Le doy hasta esta noche para pensárselo.
‘Emérito’,
‘trasladado’… Después del golpe que acaba de recibir, Jacques Gaillot no
consigue desenmarañar estas sutilezas canónicas. Roma acaba de derribarlo. ¿Qué
podría añadir? Gesto último del obispo de Évreux en el Vaticano. Se levanta.
‘Creo -dice- que no tenemos nada más que decirnos’. El cardenal Gantin tiene la
última palabra: ‘Lleve todo esto a la oración’ […]
Viernes
13 de enero de 1995, las 10 h 30 m, estación de Lyon, Paris. La hermana de
Jacques Gaillot y Daniel Duigou, un amigo periodista, esperan a Jacques Gaillot
en el andén.
-¿Qué tal
Jacques, todo bien? ‘No, todo mal. Ya no soy obispo de Évreux’ […] ¡Pero,
bueno, no estoy muerto! Texto completo, en páginas 9-19.
No hay comentarios:
Publicar un comentario