lunes, 18 de agosto de 2014

SAL DE LA TIERRA Y LUZ DEL MUNDO (san Juan Crisóstomo)

Reflexión Espiritual

De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Mateo:
SAL DE LA TIERRA Y LUZ DEL MUNDO

Vosotros sois la sal de la tierra. Es como si les dijera: "El mensaje que se os comunica no va destinado a vosotros solos, sino que habéis de transmitirlo a todo el mundo”... En efecto, la mansedumbre, la moderación, la misericordia, la justicia son unas virtudes que no quedan limitadas al provecho propio del que las posee, sino que son como unas fuentes insignes que manan también en provecho de los demás. [...]

De nada sirve echar sal a lo que ya está podrido... liberar de la fetidez del pecado fue obra del poder de Cristo; pero el no recaer en aquella fetidez era obra de la diligencia y esfuerzo de sus discípulos. [...]

Si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Para que no teman lanzarse al combate, al oír aquellas palabras: Cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo, les dice de modo equivalente:

"Si no estáis dispuestos a tales cosas, en vano habéis sido elegidos. Lo
que hay que temer no es el mal que digan contra vosotros, sino la simulación de vuestra parte; entonces sí que perderíais vuestro sabor y seríais pisoteados. Pero, si no cejáis en presentar el mensaje con toda su austeridad, si después oís hablar mal de vosotros, alegraos. Porque lo propio de la sal es morder y escocer a los que llevan una vida de molicie. Por tanto, estas maledicencias son inevitables y en nada os perjudicarán, antes serán prueba de vuestra firmeza. Mas si, por temor a ellas, cedéis en la vehemencia conveniente, peor será vuestro sufrimiento, ya que entonces todos hablarán mal de vosotros y todos os despreciarán; en esto consiste el ser pisoteado por la gente."

A continuación, propone una comparación más elevada: Vosotros sois la luz del mundo. De nuevo se refiere al mundo, no a una sola nación ni a veinte ciudades, sino al orbe entero; luz que, como la sal de que ha hablado antes, hay que entenderla en sentido espiritual, luz más excelente que los rayos de este sol que nos ilumina.

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