viernes, 18 de marzo de 2016

Beata Marta Le Bouteiller, virgen - Beata Celestina de la Madre de Dios, virgen y fundadora (18 de marzo)

Beata Marta Le Bouteiller, virgen

fecha: 18 de marzo
n.: 1816 - †: 1883 - 
país: Francia
otras formas del nombre: Aimée-Adèle
canonización: 
B: Juan Pablo II 4 nov 1990
hagiografía: Abel Della Costa

En el cenobio de Saint-Sauveur-le-Vicomte, en la región de Normandía, en Francia, beata Marta (Amada) Le Bouteiller, virgen de las Hermanas de las Escuelas Cristianas de la Misericordia, que, apoyándose sólo en Dios, cumplió los más humildes oficios, siempre con toda paciencia.
Amada Adela Le Bouteiller nació el 2 de diciembre de 1816 en Percy (Francia), tercera de cuatro hijos del matrimonio de Andrés Le Bouteiller y María Francisca Morel, pequeños propietarios de tierras, granjeros y tejedores. En la escuela tuvo como educadora a la terciaria carmelita sor María Farcy, que enseñó durante 48 años, y es una figura determinante en la formación de la juventud de aquella parroquia, y ciertamente inspiradora de la vocación religiosa de Amada Adela.
Con cerca de 11 años de Amada, murió su padre, y el hogar quedó sólo sostenido por su madre y los hijos mayores. Cuando Amada tenía ya 20 años, casados sus hermanos mayores, fue a trabajar como doméstica. Mientras tanto realizaba cada año, siguiendo a sor Farcy, una peregrinación a Chapelle-sur-Vire, a unos 15 Km de Percy.
Allí tomó contacto con las Hermanas de las Escuelas Cristianas de la Misericordia, fundadas por santa María Magdalena Postel, para la educación de la juventud. Atraída por su espiritualidad, ingresa en 1841 a la abadía de Saint Sauveur-le-Vicomte, donde aun vivía la propia fundadora, octogenaria ya, pero de gran vitalidad y dones carismáticos.
Tiene como maestra de novicias a la beata Plácida Viel, que sucederá a la fundadora con la muerte de esta, en 1846. La comunidad estaba abocada en ese momento a la reconstrucción del edificio en ruinas y la construcción de la comunidad, en medio de austeridades. Amada recibió en 1842 el hábito religioso, con el nombre de sor Marta. Al invierno siguiente, siendo aun novicia, fue enviada a la casa de La Chapelle-sur-Vire -que son Marta conocía bien- para ayudar en las tareas materiales de la comunidad (lavado de ropa, limpieza).
Allí tuvo un accidente decisivo para ella: lavando la ropa en el río, tuvo un resbalón, y quedó paralizada de una pierna; la Madre Postel le aseguró que eso no sería impedimento para que continuara con su vocación religiosa y oró por ella. Al poco tiempo la parálisis desapareció, y sor Marta atribuyó la curación a la santa fundadora.
Desde su primera profesión el 7 de septiembre de 1843 hasta su muerte, la beata Marta realizó las tareas más humildes del convento: cocina, trabajos del campo, etc. Hizo todo con espíritu de obediencia, de modo que puede decirse de ella que hizo grande esas tareas pequeñas. Dedicada a la oración y la meditación, alimentaba su espiritualidad con la lectura de autores de la llamada "escuela francesa de espiritualidad" (San Francisco de Sales, por ejemplo).
Se cuenta que durante a guerra franco-prusiana, cuando las provisiones de la abadía disminuían apresuradamente, la beata Marta colgó en la pared una imagen de la fundadora (muerta hacía tiempo), a la que rogaba insistentemente que no faltara nada.
En el invierno del '75/'76 la beata sufrió un accidente en una pierna, que la obligó a una larga convalecencia, y al posterior uso de bastón; esto, junto con la muerte de la beata Plácida, fueron para ella grandes pruebas que tuvo que soportar en la humildad y entrega a Dios.
A la edad de 67 años, el 18 de marzo de 1867 -que en ese año fue domingo de Ramos-, tras la merienda, mientras intentaba colocar unas botellas en la cocina, cae al suelo; y nuevamente más tarde. Muere esa misma noche de una congestión cerebral, tras haber recibido los sacramentos.
Fue sepultada en el cementerio de la abadía, y en 1933 comenzó el proceso de beatificación, que llegó a su término en 1990, bajo Juan Pablo II.
Sintetizado y traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli en Santi e Beati.


Abel Della Costa
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ingreso o última modificación relevante: 18-3-2013

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=923




Beata Celestina de la Madre de Dios, virgen y fundadora

fecha: 18 de marzo
n.: 1848 - †: 1925 - 
país: Italia
otras formas del nombre: Celestina Donati
canonización: 
B: Benedicto XVI 30 mar 2008
hagiografía: Vaticano

En Florencia, Italia, beata Celestina de la Madre de Dios (Maria Anna) Donati, virgen, fundadora de la Congregación de Hijas Pobres de San José de Calasanz («Calasancianas»), para la educación de los niños pobres, y los hijos e hijas de los encarcelados.
Nació en Marradi (Florencia, Italia) el 26 de octubre de 1848 y poco después fue bautizada, con el nombre de Maria Anna, en la parroquia de San Lorenzo. Creció en un ambiente digno y austero, donde resplandecían la rígida honradez del padre, Francesco Donati, entonces en sus primeros pasos de la carrera jurídica, y sobre todo las notables virtudes de su madre, Costanza Civinini, mujer de profundo espíritu cristiano. A los trece años se acercó por primera vez a recibir el Pan de vida, y le pareció oír en su interior una voz que le decía: «Ven y sígueme fuera del mundo en la paz tranquila de un claustro». Dócil a esa voz, ya en la adolescencia, habló de su inquietud con su madre y su padre, pero este se opuso radicalmente: no podía resignarse a vivir lejos de su querida hija, y la idea de que se separase para siempre de su lado le angustiaba. Maria Anna sufría mucho por ello. Reveló su angustia a un hombre de Dios, llamado a ser el ángel de su vida, el padre Celestino Zini, de las Escuelas Pías, que en toda Florencia tenía fama de religioso y sacerdote santo. Desde entonces, fue él su director espiritual y, más tarde, la apoyó en la fundación a la que Dios la había destinado.
Un hecho luctuoso pareció frustrar su esperanza: la muerte de su madre. Sin embargo, a pesar de las circunstancias adversas, con la certeza de que era Dios quien la llamaba, el 6 de enero de 1888 comunicó a su padre su decisión irrevocable de consagrarse a Dios. Su primer pensamiento fue reunir en torno a sí a algunas mujeres que colaboraran con ella en la educación de niñas pobres y abandonadas. A los 41 años, en 1889, por consejo e impulso del padre Celestino Zini, fundó la congregación de las Hijas Pobres de San José de Calasanz, llamadas calasancianas, con el fin de educar cristianamente a las niñas pobres y, algún tiempo más tarde, también a las hijas e hijos de los detenidos en las cárceles. Tomó entonces el nombre de madre Celestina de la Madre de Dios.
En 1892 murió el padre Zini, su guía espiritual, que mientras tanto había llegado a ser arzobispo de Siena, y toda la responsabilidad del nuevo instituto quedó en sus manos. Lo gobernó con sabiduría y prudencia, extendiéndolo por todas las regiones de Italia. Supo infundir en sus hijas el espíritu de pobreza que ella misma vivió durante toda su vida, a pesar de las innumerables dificultades que le supuso para la gestión de la congregación. Con profunda humildad exponía todos sus problemas a sus superiores eclesiásticos, ateniéndose dócilmente a sus directrices. Cuando logró establecer una casa de su instituto en Roma, tuvo que afrontar grandes apuros económicos, pues no encontraba personas generosas que la ayudaran. El 26 de octubre de 1923 la madre Celestina, acompañada de otras tres hermanas, fue recibida por el Papa Pío XI, al que habló con voz conmovida de su deseo de fundar una casa en Roma. El Santo Padre la escuchó con atención y, levantando la mano para bendecirla, le dijo: «Bien. Habéis comenzado con poco. Tened fe. La Providencia os ayudará». Y así fue. Aun contrayendo notables deudas, logró el establecimiento definitivo de su casa en Roma. La primera ayuda económica notable se la dio el mismo Papa, a través de su limosnero, como regalo de Navidad: cinco mil liras.
Las dos primeras niñas que acogió en la casa de Roma fueron dos hermanitas cuyo padre estaba preso en la cárcel de «Regina caeli». También la tercera tenía su padre en prisión. Al encomendarlas a sus religiosas, la madre Celestina les dijo: «Estas pobres niñas no tienen nada. Vosotras debéis ver en ellas la imagen de Jesús». En una de sus cartas exhortaba así a sus religiosas: «Orad mucho. Educad a las niñas a ser amables. Haced que se fundamenten bien en la doctrina cristiana, en el horror al pecado, a la mentira, a la desobediencia. Recordadles siempre la presencia de Dios. Alegradlas con la música sacra. Haced que amen el estudio y el trabajo».
Se preocupaba mucho de la salud tanto de sus religiosas como de las niñas. Una de las cosas que más la atribulaba era ver la incomodidad en que vivían, por la escasez de recursos. Le dolía que sufrieran el frío y la humedad. Todos los que la conocían se asombraban de su actividad incansable, a pesar de estar aquejada por numerosos achaques. Tenía el cuerpo consumido por las fatigas, más que por la edad. En su última enfermedad, presintiendo que estaba para morir, inflamada de amor a Dios, pidió los últimos sacramentos. Con voz muy débil pidió perdón a todas las religiosas reunidas en torno a ella. Las miró una a una, las bendijo y luego inclinó lentamente la cabeza con un suspiro más prolongado. Murió en Florencia el 18 de marzo de 1925, y fue beatificada el 30 de marzo de 2008 en la Catedral de Florencia.
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=4756

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