lunes, 18 de abril de 2016

Beato Andrés Hibernón, religioso - Beata María de la Encarnación Avrillot, viuda y fundadora (18 de abril)

Beato Andrés Hibernón, religioso

fecha: 18 de abril
n.: 1534 - †: 1602 - país: España
canonización: 
B: Pío VI 22 may 1791
hagiografía: «Franciscanos para cada día» Fr. G. Ferrini O.F.M.

En la ciudad de Gandía, en la región de Valencia, en España, beato Andrés Hibernón, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que de joven fue expoliado por unos ladrones y después cultivó admirablemente la pobreza.
Andrés Hibernón, nació en Alcantarilla, cerca de Murcia, España, de familia oriunda de Cartagena, de mala situación económica. Pasó la niñez en Alcantarilla y Valencia, en casa de sus tíos. Fueron características suyas en la adolescencia una viva piedad, el espíritu de trabajo, animado por la esperanza de mejorar la situación de pobreza de sus padres y proveer a la dote de su hermana. Habiendo ahorrado una suma determinada se fue para su casa, pero en el camino le robaron todo. Él, que ya venía madurando el propósito de dedicarse a Dios, vio en este acontecimiento una llamada divina, y entró como hermano religioso entre los Hermanos Menores en Cartagena, en 1556. Después de siete años pidió licencia para pasar a la reforma de san Pedro de Alcántara, donde la disciplina era más austera.
Una pobreza llevada al extremo, los trabajos más duros, la petición de limosnas, las continuas penitencias dieron a su vida un aura de santidad que suscitó la admiración de su cohermano san Pascual Bailón, de san Juan de Rivera, Arzobispo de Valencia, de muchos ilustres contemporáneos y sobre todo del pueblo que lo observaba, lo admiraba y lo seguía. Fue de gran ayuda para sus cohermanos sacerdotes en la asistencia a los moribundos y en la conversión de los mahometanos.
En el convento encontró la soledad, la pobreza, la penitencia, todo lo que puede conducir a un alma a la más alta perfección. Los trabajos más humildes y difíciles eran los suyos. La recolección de limosna de casa en casa era para él el más grande apostolado. Para todos tenía una buena palabra, una sonrisa, un consejo.
Los pobres encontraron en él un hermano y un amigo siempre listo a consolarlos, a ayudarles, a orientarlos hacia personas que pudieran darles un trabajo. Con su ardiente palabra y con la fuerza de sus virtudes condujo hacia Dios a pecadores, condujo a la fe a mahometanos. Recitaba oraciones, ganaba indulgencias, participaba en misas en sufragio de las almas del purgatorio. Cuando hablaba del Pesebre de Jesús, de la Pasión, muerte y resurrección de Cristo y de la dulcísima Madre celestial María, su rostro se iluminaba y cuantos lo oían sentían gran gozo espiritual. Alimentaba una filial devoción a Nuestra Señora, cada día recitaba la Corona de las siete alegrías y el oficio parvo de la Virgen, y visitaba sus santuarios. Dios glorificó la santidad de Andrés con el don de los milagros, bilocación, profecía, multiplicación de los víveres, curación de los enfermos.
Con cuatro años de anticipación, predijo el día y hora de su muerte. Recibió con devoción los últimos sacramentos. Después de haber recitado con voz apagada la corona de la Virgen, se durmió dulcemente en el Señor, en el convento de Gandía, el 18 de abril de 1602, a los 68 años de edad. Por su intercesión se realizaron numerosos milagros. Fue beatificado por SS. Pío VI el 22 de mayo de 1791.
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1286




Beata María de la Encarnación Avrillot, viuda y fundadora

fecha: 18 de abril
n.: 1566 - †: 1618 - país: Francia
otras formas del nombre: Bárbara Avrillot
canonización: 
B: Pío VI 5 jun 1791
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

En Pontoise, cerca de París, en Francia, beata María de la Encarnación (Bárbara) Avrillot, madre ejemplar de familia y mujer sumamente devota, que introdujo el Carmelo en Francia, fundó cinco monasterios y, muerto su esposo, abrazó la vida religiosa.
Bárbara Acarie -«la bella Acarie»-, conocida más tarde con el nombre de María de la Encarnación, introdujo en Francia la reforma carmelitana que había iniciado Santa Teresa en España. También contribuyó a establecer en París a las Ursulinas y a las Oratorianas. Bárbara era hija de Nicolás Avrillot, alto funcionario del gobierno. Su extraordinaria piedad llamó la atención de las monjas del convento de Longchamps, dirigido por una tía suya, donde se educó. Para prepararse a la primera comunión, a los doce años, se mortificó severamente. Bárbara hubiese querido abrazar la vida religiosa en el convento de las franciscanas de Longchamps o como enfermera del hospital de París; pero sus padres tenían otros planes sobre la única hija que se les había dado. Bárbara no tuvo mas remedio que resignarse, diciendo humildemente: «Puesto que mis pecados me hacen indigna de ser esposa de Cristo, trataré por lo menos de ser su esclava.» A los diecisiete años, contrajo matrimonio con Pedro Acarie, un joven abogado de la aristocracia que ocupaba un alto puesto en la tesorería real. Pedro era piadoso y caritativo, como lo demostró ayudando a los católicos ingleses a quienes las leyes isabelinas habían desterrado y privado de todo su haber; pero tenía un temperamento un poco extravagante e hizo sufrir bastante a su esposa. Sin embargo, el matrimonio fue en lo esencial feliz, y Bárbara fue una excelente esposa y madre. Se preocupó tanto por la formación espiritual de sus seis hijos, que alguien le preguntó si los estaba preparando para la vida religiosa. Bárbara respondió: «Los estoy preparando simplemente para que cumplan la voluntad de Dios, pues Él es el único que puede dar la vocación religiosa». Sus tres hijas entraron más tarde en la Orden del Carmelo, uno de sus hijos fue sacerdote y los otros dos practicaron en el mundo los principios cristianos en que habían sido educados. Parece que Bárbara comunicó su piedad a toda su servidumbre, cuyo bienestar procuraba constantemente. Cuando caían enfermos, atendía a sus criados con verdadera ternura. Andrea Levoix, su doncella, la acompañaba en todas sus devociones y obras de caridad.
Grandes pruebas materiales aguardaban a la familia Acarie. Pedro había prestado su apoyo a la Liga Católica y, para ayudarla, había contraído grandes deudas. Al subir al trono, Enrique IV le desterró de París, y los acreedores se apoderaron de todas sus propiedades. La familia llegó a tal grado de pobreza, que en ciertas ocasiones la beata no tenia nada que dar de comer a sus hijos. Ella misma se encargo de llevar a la corte el proceso de su marido, demostró que era inocente de la acusación de conspiración contra el rey y consiguió que los acreedores concediesen nuevos plazos. Así obtuvo que su marido volviese a París. Aunque naturalmente su fortuna había disminuido, el buen nombre de la familia quedó a salvo. La generosa e inteligente caridad de la Sra. Acarie empezó a ser tan conocida, que muchas gentes le confiaban la distribución de sus limosnas. María de Medicis y Enrique IV la tenían en alta estima, de suerte que la beata pudo obtener de ellos el permiso y la ayuda necesarios para introducir a las carmelitas en París. La bondad de su corazón alcanzaba a todos: alimentaba a los hambrientos, tendía la mano a los caídos, ayudaba a los que habían venido a menos, asistía a los agonizantes, instruía a los herejes y favorecía a todas las ordenes religiosas.
Dos apariciones de santa Teresa le movieron a interesarse por la introducción de las Carmelitas Teresianas en Francia. Tres años después de la segunda visión, en noviembre de 1604, dichas religiosas inauguraban su primer convento en París. En los cinco años siguientes, se fundaron cuatro conventos más. La Sra. Acarie no sólo era el alma de todo el movimiento, sino que se ocupaba también de preparar a las jóvenes para la vida religiosa. Era, por decirlo así, una especie de maestra de novicias casada. Sus principales consejeros de aquella época eran san Francisco de Sales y Pedro de Berulle, el fundador de los oratorianos franceses.
Nada tiene, pues, de sorprendente que, poco después de la muerte de su esposo, ocurrida en 1613, haya solicitado la admisión en la Orden del Carmelo como hermana lega. Pero solo fue religiosa durante cuatro años. Esencialmente fue una mujer que se santificó en el estado matrimonial, pues era ya santa mucho antes de tomar el hábito. Con el nombre de María de la Encarnación, ingresó en el convento de Amiens, del que su hija mayor fue poco después nombrada subpriora. La beata fue la primera en prometerle obediencia. Aunque caminaba con mucha dificultad, pues había sido operada tres veces de la pierna, veinte años antes, practicaba gozosamente los mas humildes oficios, como el de limpiar las ollas de la cocina. Más tarde fue trasladada a Pontoise, a raíz de ciertas dificultades con el P. de Berulle.
La vida exterior de la beata María de la Encarnación estaba sostenida por una profunda vida mística. Durante la contemplación, que en su caso rayaba en éxtasis, Dios le reveló grandes verdades espirituales. Los efectos de estas gracias se habían manifestado ya desde los primeros años de su vida matrimonial y le habían producido ciertas dificultades en la familia y otras graves pruebas. Uno de los directores espirituales que más la ayudaron fue el P. Benito Fitch, capuchino de Canfield, en Essex. En 1618 la beata tuvo un ataque de apoplejía que la dejó paralítica e hizo prever el desenlace próximo. La priora mandó que todas las religiosas se reuniesen alrededor del lecho de la beata para recibir su bendición. La hermana María de la Encarnación empezó por decir: «Señor, perdóname el mal ejemplo que he dado»; después bendijo a las religiosas y añadió: «Si Dios se digna admitirme en la felicidad eterna, le pediré que la voluntad de su Hijo se cumpla en cada una de vosotras.» A las tres de la mañana del día de Pascua, recibió el viático y murió durante la extremaunción. Tenia entonces cincuenta y dos años. Fue beatificada en 1791.
Hay muchas biografías de la beata. La primera de ellas fue la de Andre du Val (1621) . Mencionaremos entre las principales las de Boucher, Cadoudal, Griselle, y el resumen de E. de Broglie en la coleccion Les Saints. Pero la mejor biografía es sin duda la del P. Bruno, La belle Acarie (1942) y contiene una extensa bibliografía. La influencia que la beata ejerció en su época fue suficiente como para que la mencionasen Pastor (Geschichte der Papste, vols. XI y XII) y H. Bremond (Histoire litteraire du sentiment religieux en France, vol. II, pp. 193-262). Es muy buena la biografía inglesa de L. C. Sheppard, Barbe Acarie (1953).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1287

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