domingo, 24 de abril de 2016

Beato Dehón . San Sabas Roma - San Eusebio Nicodemia (24 de abril)

Beato Dehón

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 León Dehon nace el 14 de marzo 1843 en La Capella, en Francia, diócesis de Soissons.  Se alegrará de ser bautizado el 24 de marzo, en la vigilia de la Anunciación,  “uniendo –escribe- mi bautismo al Ecce venio de Nuestro Señor”. Y así dirá a sus  hijos los Sacerdotes del Corazón de Jesús: “En el Ecce venio y en Ecce Ancilla  se encuentran toda nuestra vocación y misión”. Una tierna y filial devoción a la  Virgen lo llevará a la contemplación apasionada del Corazón del Salvador  atravesado en la cruz. El Corazón de Jesús y el Corazón de María, serán luz y  fuerza para toda su larga vida.
De su familia, distinguida y apreciada, el joven Dehon recibe las  características de nobleza de ánimo y distinción que lo hicieron rico en  humanidad y abierto a relaciones de amistad con personalidades civiles y  eclesiásticas durante su larga existencia. Particularmente daba gracias Dios  “por el regalo de una madre que lo había iniciado en el amor al Corazón de Jesús”.
Durante sus estudios humanísticos, favorecido por la guía espiritual de  sacerdotes eminentes en ciencia y virtud, siente la primera llamada al  sacerdocio en la Navidad de 1856. Su padre, que tenía  proyectos de una  brillante posición social, intenta impedírselo enviándolo a estudiar a la  Sorbona, en París, en la que, a sus 21 años, consigue el doctorado en derecho  civil. Sus contactos con S. Sulpicio “donde reinaba un espíritu sacerdotal,  refuerza su atractivo por el sacerdocio”. El padre, como queriendo quitarle la  idea del sacerdocio, le ofrece un largo viaje por Oriente. El joven Dehon se  alegra de recorrer sobre todo la tierra de Jesús y, a su vuelta, sin ceder a las  presiones familiares, se para en Roma. Al Papa Beato Pío IX le confía su propia  vocación. Y el Papa, en quien admira “la bondad unida a la santidad”, le invita  a entrar en el seminario francés de Santa Clara”. Lo hará en octubre de 1865:  “por fin me encuentro en mi verdadero ambiente: ¡era feliz!”.
Ordenado sacerdote el 19 de diciembre 1868, en S. Juan de Letrán, encuentra,  junto a la alegría de su ordenación sacerdotal, la de la vuelta de su padre a la  práctica religiosa. Después de la fuerte experiencia eclesial, como estenógrafo  del Concilio Vaticano I, vuelve a su diócesis de origen, Soissons, obedeciendo a  su Obispo, que lo nombra el último de los vicarios de S. Quintín. Con cuatro  doctorados (derecho civil y canónico, teología y filosofía) y sobre todo con una  sólida formación espiritual y eclesial, manifestará todo su fervor y  sensibilidad en múltiples iniciativas pastorales y sociales: participará a los  primeros congresos de asociaciones obreras, fundará un periódico católico, dará  vida al Patronato de S. José para acoger y formar a jóvenes obreros y después  fundará el Colegio de San Juan.
Nombrado por el Obispo confesor y director espiritual de las Siervas del Sagrado  Corazón, podrá escribir: “Esta circunstancia providencial preparó la orientación  de toda mi vida”. Si, porque a pesar de una actividad pastoral frenética, el  canónigo Dehon se sentía atraído por la vida religiosa. El proyecto de amor y  reparación al Corazón de Jesús que animaba el instituto de las Siervas, esperaba  ser compartido por una congregación sacerdotal. Acompañando a su Obispo, en un  viaje a Roma, pasando por Loreto, parada y etapa fundamental, fuente de  inspiración originaria para su fundación, escribirá: “Aquí nació la Congregación  en 1877”. En aquella casa, que siempre le recordará el hecho de la encarnación,  en el Ecce Venio y el Ecce Ancilla, en los que intuye cuál debe ser el núcleo  espiritual y dinámico de la Congregación.
El 28 de junio de 1878, fiesta del Corazón de Jesús, en el Colegio de S. Juan,  emite sus primeros votos religiosos, como primer Oblato del Corazón de Jesús,  uniendo el de víctima de amor y reparación. Por eso quiso llamarse Juan del  Sagrado Corazón, nombre con el que se inició la Causa de Beatificación.  Comienzan años de actividad ferviente, de florecer vocaciones, pero también de  dificultades, incomprensiones y pruebas dolorosas, que llegarán hasta la  supresión de la joven Congregación con el Consummatum est de 1883. El P. Dehon  se siente “aplastado y machacado”, pero el gran sufrimiento es ocasión de una  espléndida declaración de sumisión a la voluntad de Dios y de la Iglesia. La  prueba será el amanecer del Instituto, con el nombre de “Sacerdotes del Corazón  de Jesús”. Y el volver a nacer, el proyectarse hacia compromisos misioneros,  apostolado social, misiones populares y evangelización. Recibido el Decretum  laudis el 25 febrero 1888, va a Roma a agradecer al Papa León XIII, que lo anima  a predicar sus encíclicas, a colaborar con los sacerdotes, a crear casas de  adoración, ir a misiones lejanas: “Es la misión que nos confía el Papa”, anotará  con alegría.
Otros Vía crucis se abren para él: calumnias sobre su comportamiento,  dificultades con la diócesis, oposición dentro del Instituto. Parecía todo  perdido e infamado. En el retiro ignaciano hallará la serenidad y renovará su  pacto de amor: “Me ofrezco completamente a N. Señor para servirlo en todo y  hacer su voluntad. Estoy pronto para sufrir lo que Él quiera con la ayuda de su  gracia”.
Más tarde, meditando sobre las pruebas tan dolorosas de su vida, escribirá: “N.  Señor ha aceptado mi oblación. Quería hacer una obra importante. Por eso hizo  zanjas tan profundas”. La fecundidad de la cruz que el P. Dehon aceptó con fe,  en espíritu de amor y de reparación, llevó a una consolidación y fuerte  expansión de la congregación. Sostenido por la benevolencia de León XIII, Pío X,  Benedicto XV, Pío XI, a los que profesó una devoción fiel y empeñada, el P.  Dehon siguió incansable su misión, con escritos, la revista El Reino del Corazón  de Jesús en las almas y en las sociedades, las conferencias (famosas en Roma y  en Milán) la participación a congresos, y sobre todo las numerosas fundaciones  de la Congregación: “El ideal de mi vida -dejó escrito en las últimas páginas de  su diario-, el voto que formulaba con lágrimas en mi juventud era ser misionero  y mártir. Me parece que este voto se ha cumplido. Misionero lo soy, por los más  de cien misioneros por todo el mundo; mártir por que N. Señor dio cumplimiento a  mi voto de víctima”.
Hombre incansable a pesar de su fragilidad física,  sostenido por una fe profunda  y genuina, hecha “de certeza en la confidencia”: la roca sobre la que el  P. Dehon había  construido el edificio de su vida y de su misión. De ella provenía el  optimismo  cristiano y constante, que superando toda prueba lo llevaba a mirar  hacia  delante con esperanza: “tenía una fe radiante que la manifestaba en la  predicación y con el ejemplo, con un amor ardiente al Corazón de  Cristo”. Amor y  reparación eran sus grandes preocupaciones: reparación eucarística  mediante la  adoración confiada a sus religiosos como misión en la Iglesia;  reparación social  mediante la justicia y caridad como caminos hacia una “civilización del  amor”. En la contemplación del Corazón de Cristo llega a  aquello que fue considerado como una constante de su personalidad: la  bondad  luminosa que lo rodeaba de un atractivo y afecto grandes, especialmente  entre  los jóvenes, llegando a ser conocido como el “Trés Bon Père”.
Había en él un admirable equilibrio de virtudes humanas, en la simplicidad y en  contexto de la vida ordinaria, que él con el celo apostólico y ascesis mística,  con la gracia del Señor, hizo sobrenaturales en el esfuerzo constante hacia la  perfección sacerdotal y religiosa, un ejemplo de sacerdote y religioso para los  tiempos modernos.
El Padre Dehon muere en Bruselas el 12 de agosto de 1925. Volviendo su mano  hacia la imagen del Corazón de Jesús, con voz clara, exclamó: “Por Él vivo, por  Él muero”. A sus hijos espirituales, los Sacerdotes del Corazón de Jesús (llamados  también dehonianos y reparadores), y a todos los que ven en él un padre y un  guía para vivir en el Evangelio en la espiritualidad del Corazón de Cristo, la  Familia Dehoniana actual, ha dejado  en su estamento espiritual escrito: “Os  dejo el más maravilloso de los tesoros. El Corazón de Jesús”.
“El reino del Corazón de Jesús en las almas y en las sociedades”, así  compendiaba sus más altas aspiraciones y la misión de la Familia Dehoniana en la  Iglesia: El reino de la civilización del amor. 








Oremos

Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión del Beato León Gustave Dehon venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.







San Sabas Roma

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San Sabas, soldado mártir, Roma, 272.



San Eusebio Nicodemia

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Santos Eusebio, Neón, Leoncio, Longinos y compañeros mártires, Nicomedia, 303.

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