San Melito de Canterbury, abad y obispo
fecha: 24 de abril
†: 624 - país: Reino Unido (UK)
otras formas del nombre: Mellitus, Melitón de Londres
canonización: pre-congregación
hagiografía: Catholic Encyclopedia
†: 624 - país: Reino Unido (UK)
otras formas del nombre: Mellitus, Melitón de Londres
canonización: pre-congregación
hagiografía: Catholic Encyclopedia
En Canterbury, en Inglaterra, san
Melito, obispo, que enviado a Inglaterra por el papa san Gregorio Magno como
abad, fue ordenado allí obispo de los sajones orientales por san Agustín, y
finalmente, tras sufrir muchas tribulaciones, accedió a la sede de Canterbury.
refieren a este santo: San Agustín de
Canterbury, San Justo de
Canterbury

Obispo de Londres y tercer arzobispo de
Canterbury. Fue el líder de la segunda tanda de misioneros que san Gregorio
Magno envió desde Roma para unirse a san Agustín de
Canterbury, en el año 601. Beda el Venerable lo describe como de
noble cuna. Instituido abad por el papa, se cree que podría haberlo sido del
monasterio de San Andrés en la colina de Celio, al que tanto san Gregorio como
san Agustín pertenecían. Se han conservado varias epístolas del papa
encomendando a Melito y sus compañeros a varios obispos de las Galias. Con el
contingente envió también «todas las cosas necesarias para el culto divino y el
servicio de la Iglesia, a saber: vasos sagrados y manteles de altar, vestiduras
de los sacerdotes y clérigos, y también reliquias de los santos apóstoles y
mártires, con muchos libros» (Beda).
La consagración de Melito como obispo por
san Agustín de Canterbury se llevó a cabo poco después de su llegada a
Inglaterra, y sus esfuerzos misioneros se dirigieron primero a los sajones del
este. Su rey era Saberto, sobrino de Etelberto, rey de Kent, y con su apoyo,
Melito pudo establecer su sede en Londres, la capital oriental de Sajonia, y
construir allí la iglesia de San Pablo. A la muerte de Saberto, sus hijos, que
renegaron del cristianismo, dieron permiso a su pueblo para adorar de nuevo a
los ídolos. Por otra parte, al ver un día los jóvenes príncipes a Melito
celebrar la misa, exigieron que les diera también a ellos el pan blanco que
había sido costumbre darle a su padre. Cuando el santo les respondió que esto
era imposible hasta que no recibiesen el bautismo cristiano, fue desterrado del
reino. Melito fue a Kent, donde dificultades similares sobrevinieron después de
la muerte de Etelberto, y de allí se retiró a la Galia, alrededor del año 616.
Tras una ausencia de casi un año, Melito
fue llamado de nuevo a Kent por Lorenzo,
sucesor de san Agustín en la sede de Canterbury. Las cosas mejoraron en el
reino con la conversión del nuevo rey Eabaldo, pero Melito no pudo volver a
tomar posesión de la sede de Londres. En el 619 murio Lorenzo, y Melito fue
elegido arzobispo allí. No parece haber recibido nunca el palio, lo que podría
explicar que no consagró obispos, aunque conservó la sede por cinco años.
Durante este tiempo sufrió constantemente de problemas de salud. Consagró la
Iglesia de la Bienaventurada Madre de Dios en el monasterio de San Pedro y San
Pablo en Canterbury, y la leyenda le atribuye la fundación de la abadía de San
Pedro en Westminster, pero este dato es casi seguramente incorrecto. Entre los
muchos milagros que se recuerdan de él, está el sofocamiento de un gran incendio
en Canterbury, que amenazaba con destruir la ciudad entera. El santo, aunque
demasiado enfermo para moverse, se hizo llevar al lugar donde el fuego estaba
en su apogeo y, en respuesta a su oración, se levantó un fuerte viento que
desplazó las llamas hacia el sur, lejos de la ciudad. Melito falleció el 24 de
abril del 624, y fue enterrado en el monasterio de San Pedro y San Pablo, tras
san Agustín. Algunas reliquias del santo fueron trasladadas a Londres en 1298.
El más confiable relato de su vida se contiene en la Historia Eclesiástica de
Beda el Venerable (I, 29-30; II, 3-7).
Traducido para ETF, con escasos cambios,
del artículo de Gilbert Huddleston, «St. Mellitus» (1911).
Allí mismo pueden cotejarse las referencias bibliográficas que he omitido en
bien de la claridad de lectura. Imagen: vidirera de san Melito, en Essex.
fuente: Catholic Encyclopedia
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1355
San Wilfrido de York, abad y obispo
fecha: 24 de abril
fecha en el calendario anterior: 12 de octubre
n.: 634 - †: 709 - país: Reino Unido (UK)
otras formas del nombre: Wilfrith, Walfrido, a veces «de Ripon» en lugar de «de York»
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 12 de octubre
n.: 634 - †: 709 - país: Reino Unido (UK)
otras formas del nombre: Wilfrith, Walfrido, a veces «de Ripon» en lugar de «de York»
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En York, en Northumbría, san Wilfrido,
obispo, que durante cuarenta y cinco años ejerció con gran empeño su
ministerio, y obligado a ceder su sede, terminó en paz sus días entre los
monjes de Ripon, de quienes fue abad durante un tiempo.
refieren a este santo: San Agatón, San Benedicto II, Santa Eteldreda, San Eugenio I, San Suitberto de
Kaiserswerth, San Teodoro de
Canterbury, San Wilibordo de
Utrecht

San Wilfrido se distinguió entre los
primeros personajes de la Iglesia en Inglaterra por su ardiente defensa de las
costumbres y de la disciplina de la Iglesia de Roma y por sus estrechas
relaciones con la Santa Sede. Nació el año 634 en Nortumbría; se dice que su
ciudad natal era Ripon, pero hasta ahora no está probado. La madre de Wilfrido
murió pronto, y su madrastra le trataba con tal rudeza que el niño partió a los
trece años a la corte del rey Oswino de Nortumbría. La reina Eanfleda le tomó
cariño y le envió a proseguir sus estudios en el monasterio de Lindisfarne. Al
cabo de algún tiempo, viendo Wilfrido que en el monasterio no podría alcanzar
la perfección que deseaba, pues las costumbres célticas que ahí se observaban
no le satisfacían, determinó hacer un viaje por Francia e Italia. En Canterbury
se detuvo algún tiempo para estudiar allí la disciplina romana bajo la
dirección de san Honorio,
y aprendió el salterio en la versión romana, que hasta entonces no conocía. El
año 654, san Benito
Biscop, paisano de san Wilfrido, pasó por Kent rumbo a Roma, y
san Wilfrido partió con él en ese primer viaje.
San Wilfrido pasó un año en Lyon con el
obispo de dicha ciudad, san Anemundo,
el cual le tomó tanto cariño, que le ofreció la mano de su sobrina y un
porvenir muy brillante; pero el joven permaneció inconmovible en su decisión de
consagrarse enteramente a Dios. En Roma se puso bajo la dirección del archidiácono
Bonifacio, hombre muy piadoso y sabio, que ejercía el cargo de secretario del
papa San Martín y tenía positivo placer en instruir a su joven discípulo. Más
tarde, san Wilfrido volvió a Lyon, donde pasó tres años; allí recibió la
tonsura según la costumbre romana, lo cual era como un testimonio visible de su
desacuerdo con los usos célticos. San Anemundo tenía la intención de hacer de
él su sucesor en la sede de Lyon, pero fue asesinado repentinamente, y san
Wilfrido sólo escapó con vida porque era extranjero. Inmediatamente volvió a
Inglaterra. El rey Alfredo de Deira había oído decir que Wilfrido conocía
perfectamente las costumbres romanas y le pidió que instruyese en ellas a su
pueblo. Dicho monarca había fundado poco antes un monasterio en Ripon, cuyos
monjes, entre los que se contaba san Cutberto, habían venido de Melrose. El rey
les ordenó que adoptasen las costumbres romanas, pero el abad Eatta, Cutberto y
algunos más, prefirieron retornar a Melrose. San Wilfrido fue nombrado entonces
abad del monasterio, en el que introdujo la regla de San Benito. Poco después,
recibió la ordenación sacerdotal de manos de San Agilberto, quien era entonces
obispo de los sajones occidentales.
San Wilfrido empleó toda su influencia
para atraer al clero del norte de Inglaterra a las costumbres romanas. La
principal dificultad era la fecha de la Pascua, que los celtas observaban
erróneamente. Por ejemplo, se cuenta que el rey Oswino y la reina Eanfleda,
originarios ambos de Kent, solían observar la Cuaresma y la Pascua en fechas
diferentes en la misma corte. Para poner fin a ese estado de cosas, el año 663
o 664, se reunió un sínodo en el monasterio de San Gildas en Streaneshalch (hoy
Whitby), al que asistieron los reyes Oswy y Alfrido. En aquel momento era obispo
de Lindisfarne san Colmano, defensor de las costumbres celtas; el sínodo
terminó con el triunfo de los partidarios de la disciplina romana, y san
Colmano se retiró a lona. Tuda fue consagrado entonces obispo para suceder a
Colmano; pero Tuda murió poco después, y el rey Alfrido elevó a san Wilfrido a
la sede episcopal. Nuestro santo, que equivocadamente consideraba como
cismáticos a los obispos del norte que no habían adoptado la disciplina romana,
fue a Compiégne a recibir la consagración episcopal de manos de su antiguo
amigo san Agilberto, quien había vuelto a su país natal. san Wilfrido, que
tenía entonces unos treinta años, permaneció algún tiempo en Francia y, por
causas de un naufragio, se dilató aún más su retorno a Inglaterra. Entre tanto,
el rey Oswy había enviado a san Chad,
abad de Lastingham, a recibir la consagración episcopal de manos de Wino,
obispo de los sajones occidentales, y le había nombrado obispo de York. A su vuelta
a Inglaterra, San Wilfrido encontró su sede ya ocupada y se retiró calladamente
a un monasterio en Ripon. El rey Wulfhero solía convocarle frecuentemente a
Mercia para que confiriese la ordenación sacerdotal a los candidatos. En una
ocasión, el rey Egberto le invitó a Kent por la misma razón; San Wilfrido
volvió de Kent con un monje llamado Eddio Stephanus, quien llegó a ser su amigo
íntimo y su biógrafo.
El año 669, san Teodoro,
que acababa de ser elegido arzobispo de Canterbury, descubrió durante la visita
de su arquidiócesis que la elección de san Chad había sido irregular y le
destituyó de la sede de York; en su lugar nombró a san Wilfrido. Con la ayuda
de Eddio, quien había ocupado un cargo de importancia en Canterbury, san
Wilfrido estableció el canto romano en las iglesias del norte, restauró la
catedral de York y desempeñó sus funciones episcopales en forma ejemplar. Hizo
a pie la visita de su extensa diócesis y consiguió ganarse el cariño y el
respeto de su pueblo, pero no el del príncipe Egfrido, sucesor de Oswy. El año
659, Egfrido había contraído matrimonio con santa Etelreda,
hija del rey Anna de Anglia del este. La reina se negó a consumar el matrimonio
durante diez años; san Wilfrido, a quien apeló la reina cuando su marido quiso
hacer valer sus derechos, apoyó su causa y la ayudó a abandonar el palacio y a
ingresar en el monasterio de Coldingham. Ante esa actitud del santo, Egfrido se
sintió ofendido y dio rienda suelta a su resentimiento. Cuando corrió la
noticia de que San Teodoro tenía el proyecto de dividir la extensa diócesis
sufragánea de Nortumbría, el rey apoyó el proyecto; por otra parte, se dedicó a
crear obstáculos a San Wilfrido y pidió que fuese depuesto. Según parece,
Teodoro prestó oídos a las quejas de Egfrido, dividió la diócesis de York y
consagró a tres obispos en la propia catedral de san Wilfrido. Este apeló al
juicio de la Santa Sede el año 677 o 678. Fue el primer caso de apelación de la
Iglesia de Inglaterra a Roma. San Wilfrido emprendió el viaje a la Ciudad
Eterna; pero los vientos contrarios arrojaron la nave a la costa de
Frieslandia, y el santo pasó allí el invierno y la primavera del año siguiente,
predicando y bautizando a los habitantes de la región. Tal fue el comienzo de
la misión que san Wilibrordo y otros apóstoles llevarían a feliz término más
tarde.
Después de pasar algún tiempo en Francia,
san Wilfrido llegó a Roma a fines del año 679. El papa san Agatón estaba
ya al corriente de los sucesos en Inglaterra, gracias a los informes de un
monje a quien Teodoro había enviado a Roma con unas cartas. Para discutir el
asunto, el papa reunió un sínodo en Letrán. El sínodo dispuso que san Wilfrido
debía ser restituido a su diócesis y que a él tocaba elegir a sus coadjutores o
sufragáneos. En cuanto llegó a Inglaterra, san Wilfrido, que había asistido en
Roma al Concilio de Letrán que condenó la herejía monotelita, se presentó ante
el rey Egfrido y le dio a leer los documentos pontificios. El monarca gritó que
san Wilfrido había obtenido esos decretos del Pontífice con soborno y mandó que
le encarcelaran durante nueve meses. Cuando salió de la prisión, el santo se
dirigió a Sussex pasando por Wessex. Aunque aún había muchos paganos entre los
sajones del sur, el rey Etelwaldo, que había sido bautizado recientemente en
Mercia, le acogió con los brazos abiertos. El santo convirtió con su
predicación a la mayoría de los habitantes y evangelizó también la isla de
Wight. En Sussex devolvió la libertad a 250 esclavos. Cuando llegó a Sussex, el
hambre y la sequía asolaban la región; pero el día en que bautizó a los
primeros neófitos cayó una lluvia muy abundante. San Wilfrido enseñó también al
pueblo a pescar, lo cual resultó muy benéfico, pues en la región sólo se
conocía la pesca de anguilas. Los acompañantes del obispo adaptaron las redes
utilizadas para atrapar anguilas de manera que sirviesen para los peces y, en
la primera salida pescaron trescientas piezas. San Wilfrido regaló cien peces a
los pobres, dio otros cien a quienes le habían prestado las redes y guardó los
cien restantes para su comitiva. El rey le regaló entonces una parcela de
tierra, donde el santo estableció un monasterio, que se convirtió más tarde en
cabecera de una diócesis, que después se cambió a Chichester.
San Wilfrido tenía su residencia en la
península de Selsey. Durante los cinco años siguientes, hasta la muerte del rey
Egfrido, san Teodoro, que era ya muy anciano y estaba enfermo, le rogó
frecuentemente que fuese a verle en casa del obispo de Londres, san Erconwaldo.
Cuando por fin tuvo lugar la reunión, san Teodoro confesó toda su vida a sus
dos hermanos en el episcopado y dijo a san Wilfrido: «Lo que más me duele es
haber consentido en vuestra deposición sin que vos me hubieseis dado causa
alguna para ello. Confieso mi crimen a Dios y a san Pedro y los pongo por
testigos de que haré cuanto esté en mi mano por reparar mi falta y
reconciliaros con los reyes y señores que son amigos míos. Sé que no viviré
hasta el fin de este año y, antes de morir, quiero dejaros establecido como
sucesor mío en mi diócesis». San Wilfrido replicó: «Que Dios y san Pedro
perdonen todas nuestras disputas. En cuanto a mí, os prometo que pediré siempre
por vos. Escribid a vuestros amigos que me restituyan a mi diócesis, según lo
disponen los decretos de la Santa Sede. Más tarde, una asamblea estudiará el asunto
de vuestro sucesor». Así pues, san Teodoro escribió a Alfrido, sucesor de
Egfrido, a Etelredo, rey de Mercia, a santa Elfleda, quien había sucedido a
santa Hilda en el gobierno de la abadía de Whitby y a algunos otros. Alfrido
restituyó a san Wilfrido en su diócesis el año 686 y le devolvió el monasterio
de Ripon.
La historia del desarrollo de los sucesos
en el norte es muy oscura y complicada; el hecho es que, cinco años después,
surgieron ciertas dificultades entre Alfrido y san Wilfrido, y éste fue nuevamente
desterrado, el año 691. Entonces se refugió en los dominios de Etelredo de
Mercia, quien le confió la administración de la sede vacante de Lichfield, y el
santo desempeñó ese oficio durante cinco años. El nuevo arzobispo de
Canterbury, san Bertwaldo, a quien no simpatizaba san Wilfrido, convocó el año
703 un sínodo en el cual se decretó, a instancias de Alfrido, que san Wilfrido
renunciase a su diócesis y se retirase a la abadía de Ripon. San Wilfrido, en
un discurso conmovedor, recordó todo la que había hecho por la Iglesia en el
norte y apeló nuevamente a la Santa Sede. El sínodo se disolvió, y el santo,
que tenía ya setenta años, emprendió su tercer viaje a Roma. También sus
enemigos enviaron representantes a la Ciudad Eterna, donde se examinó el asunto
en varias sesiones consecutivas. Naturalmente, la comisión encargada de
estudiar el caso estaba influenciada por la decisión anterior de san Agatón.
Por otra parte, los enemigos de san Wilfrido admitían que su vida había sido
siempre irreprochable y que es imposible deponer a un obispo contra el que no
se puede probar ninguna acusación canónica. La comisión resolvió que, si era
necesario dividir la sede de san Wilfrido, había sido injusto proceder a ello
sin consultar al santo y sin reservarle una de las diócesis nuevas, y que sólo
un sínodo provincial podía haber decretado la división de la diócesis. Además,
como san Wilfrido era el mejor conocedor de los cánones de la Iglesia de
Inglaterra, según lo había reconocido san Teodoro, consiguió meter en aprietos
a muchos personajes de la corte. En efecto, es interesante observar que el
santo jamás había exigido la jurisdicción de un metropolitano sobre la sede de
York, ya que el palio había sido concedido a san Paulino y no a él. San
Wilfrido encontró en Roma la protección y la aprobación que merecía su heroica
virtud. El papa Juan VI escribió a los reyes de Mercia y Nortumbría y encargó
al arzobispo Bertwaldo que convocase un sínodo para hacer justicia al santo; al
mismo tiempo, amenazó con emplazar a los enemigos de san Wilfrido, si no
cumplían sus órdenes.
A pesar de todo, el rey Alfrido mantuvo su
oposición a san Wilfrido cuando éste retornó a Inglaterra, pero el monarca
falleció el año 705 y, durante su última enfermedad, se arrepintió de todas las
injusticias que había cometido contra él, según testificó su hermana santa
Elfleda. Habiendo reivindicado así los cánones y la autoridad de la Santa Sede,
san Wilfrido no tuvo dificultad en aceptar un compromiso; en efecto, cedió la
sede de York a san Juan de Beverley y se contentó con la diócesis de Hexham,
que administró prácticamente desde su monasterio de Ripon. Eddio escribe a
propósito de la toma de posesión de san Wilfrido: «Ese día se abrazaron y
besaron todos los obispos, unos a otros, partieron el pan y comulgaron juntos.
Una vez que dieron gracias a Dios por el feliz suceso, retornaron a sus
respectivas diócesis llenos de la paz de Cristo». El año 709, san Wilfrido
visitó los monasterios de Mercia que él mismo había fundado y falleció en uno
de ellos, el de Oundle, en Northamptonshire., después de haber repartido sus
bienes entre sus monasterios, sus iglesias y sus antiguos compañeros de
destierro. Su cuerpo fue sepultado en su iglesia de San Pedro de Ripon. T.
Hodkin, en su «Historia de Inglaterra durante la conquista de los normandos»,
confiesa que «la vida de san Wilfrido, con su extraña sucesión de triunfos y
desventuras, es uno de los problemas más complejos de la historia del primer
período anglo-sajón». Pero el mismo autor añade: «San Wilfrido preguntó
justamente una y otra vez: '¿De qué crímenes me acusáis?' Y, a lo que parece,
sus enemigos no podían acusarle de ninguno». Por otra parte, el historiador
Hodgkin no vacila en describir al santo como «un valeroso anciano» y «el más
grande de los personajes eclesiásticos» de Nortumbría. Aunque las tempestades
se acumularon sobre san Wilfrido, nunca perdió el ánimo ni insultó a sus
perseguidores. Su amigo y biógrafo, Eddio, le describe como un hombre «cortés
con todo el mundo, muy activo, caminante infatigable, siempre dispuesto a hacer
el bien, sin desalentarse jamás». Su fiesta se celebra en la mayoría de las
diócesis inglesas y la oración que le corresponde en el breviario está tomada
del antiguo oficio de la diócesis de York.
Además del detallado relato de Beda, los
principales materiales son: una biografía muy completa escrita por su compañero
y discípulo, Eddio (traducida al inglés por B. Colgrave en 1927), un poema un
tanto ampuloso de Frithegod (c. 945) y algunos documentos posteriores, como la biografía
o las biografías de Eadmer. Dichas fuentes se hallan reunidas en el primer
volumen de la obra de Raine, Historians of the Church of York (Rolls Series).
Sería imposible discutir aquí los múltiples conflictos de la vida de san
Wilfrido. Nuestro artículo está basado sustancialmente en los relatos de Beda y
de Eddio. Aunque hay razones para sospechar que Eddio suprimió ciertos
incidentes que podían ensombrecer un tanto la figura de su biografiado, no
existe ninguna prueba de que haya realmente falsificado la historia. Véase R. L. Pool, Studies in Chronology and History (1934), pp. 56-81; F.
M. Stenton, Anglo-Saxon England (1943); W. Levison, England and the Continent
in the Eighth Century (1946); E. S. Duckett, Anglo-Saxon Saints and Scholars
(1947). Alistair Campbell editó
en 1950 el poema de Frithegod.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 2161 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1356
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