Santos Donnan, abad, y cincuenta y dos monjes, mártires
fecha: 17 de abril
†: 617 - país: Reino Unido (UK)
canonización: Conf. Culto: León XIII 5 jul 1898
hagiografía: Catholic Encyclopedia
†: 617 - país: Reino Unido (UK)
canonización: Conf. Culto: León XIII 5 jul 1898
hagiografía: Catholic Encyclopedia
En la isla de Eigg, en las Hébridas
interiores frente a Escocia, san Donnan, abad, junto con cincuenta y dos
monjes, que durante las celebraciones pascuales fueron degollados o quemados
por unos piratas.

Según los anales irlandeses, san Donnan
fue amigo y discípulo de san Columba, y lo siguió de Irlanda a Escocia a fines
del siglo VI. Buscando un lugar más solitario, él y sus compañeros se asentaron
en la isla de Eigg, frente a la costa occidental de Escocia. Ellos utilizaban
para su ganado las pasturas de tierras pertenecientes a la reina del país.
Informada de esta «invasión», la reina ordenó inmediatamente que fueran
asesinados. Sus agentes, posiblemente una cuadrilla de merodeadores pictos, o
de piratas, según algunos relatos, llegaron durante la celebración de la misa
en la vigilia pascual. Las víctimas pidieron que se les dejara terminar la
celebración, y luego san Donnan y sus cincuenta y dos compañeros se entregaron
a la espada. Esto ocurrió en el 617. El historiador Reeves menciona once
iglesias dedicadas a san Donnan; en la de Auchterless su báculo pastoral se
conservó hasta la Reforma, y era considerado milagroso. La isla de Eigg
permaneció católica hasta 1703 y la memoria de san Donnan se celebraba allí.
Los bolandistas distinguían entre san Donnan, abad de Eigg y san Donnan de
Auchterless, pero Reeves y otros están de acuerdo en que se trata del mismo
santo.
Ver Reeves, Adamnan's Life of St. Columba; Martin, Journey to the Western
Islands, Londres, 1716. Artículo
original de George Cyprian Alston (1909), traducido con
escasos cambios para ETF. El decreto de confirmación de culto en ASS 31
(1898-99), pág 117.
fuente: Catholic Encyclopedia
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1265
Santos Elías, Pablo e Isidoro, mártires
fecha: 17 de abril
†: 856 - país: España
canonización: pre-congregación
hagiografía: P. Juan Croisset, SJ
†: 856 - país: España
canonización: pre-congregación
hagiografía: P. Juan Croisset, SJ
En Córdoba, en la región hispánica de
Andalucía, santos mártires Elías, presbítero, ya anciano, y Pablo e Isidoro,
monjes jóvenes, que por su fe cristiana perecieron en la persecución llevada a
cabo por los sarracenos.
Transcribo, con la ortografía y sólo unas
pocas expresiones modernizadas, la página dedicada a los tres mártires en el
Suplemento al Año Cristiano de Croisset, tomo I, pág. 264-266, escrita por el
P. D. Julián Caparrós, primera edición, 1793. Desde luego que, no sólo por una
cuestión de ediucación y convivencia, sino porque ha cambiado nuestra manera de
considerar a las demás religiones, ya no emplearíamos estos términos
insultantes para referirnos a la religión de Mahoma, sin embargo, es también
una forma de continuidad con la tradición ser capaces de releer y extraer lo
permanente de lo que ya no conviene a nuestra forma; estoy seguro de que los
lectores realizarán con gusto esa tarea.
Si fue cruel la persecución que padecieron
los cristianos de Córdoba en el reinado de Abderramán II, fue mas sangrienta
sin comparación en el de su hijo Mohamed I, que le sucedió en el Trono:
príncipe verdaderamente cruel que descubrió desde luego el odio mortal, que
había mamado con la leche contra los fieles inocentes. En el mismo día de su
coronación mandó despedir de su palacio a todos los cristianos que sirvieron a
su padre, privándoles de los sueldos que gozaban a título de criados de la Casa
Real, y puso en sus empleos a personas infieles, poseídas de sus diabólicas
intenciones; pero no satisfecho con esto, dio orden para que se demoliesen las
iglesias que se habían edificado después que entraran los Moros en España, y
cargó a los cristianos insoportables tributos, los que se cobraban con tanta
violencia, que mas parecía robarles sus bienes, que exigirles las reales
contribuciones. De aquí resultó, que no pudiendo algunos fieles débiles sufrir
el yugo de aquella dura opresión que apenas les dejaba respirar, compraron la
libertad a costa de hacerse esclavos del demonio, acomodándose a la ley, y a
las ridículas supersticiones de los Agarenos; pero a pesar de tan enormes
excesos no faltaron en Córdoba ilustres varones de todos los estados y de todas
las condiciones, que salieron al campo de batalla, a hacer frente al enemigo
con aquel valor y con aquella fortaleza que es propia de los héroes del
cristianismo.
Uno de estos esforzados militares de
Jesucristo fue Elías, célebre sacerdote natural de la Provincia Lusitana, hoy
Portugal, varón verdaderamente respetable no sólo por sus canas, sino por la
justificación de su conducta , al que se unieron para tan gloriosa empresa dos
ilustres jóvenes mozárabes, esto es, cristianos mezclados con los árabes,
llamados Pablo e Isidoro, ambos oriundos de la misma Córdoba, los que
encendidos en los más vivos deseos de aspirar a la cumbre de la más alta
perfección , se habían consagrado a Dios en uno de los monasterios de aquella
ciudad, donde su vida inocente servía de ejemplo a todos los religiosos. Aunque
los tres eran diferentes en la edad, y en la profesión, con todo, unidos en la
fe y en los piadosos sentimientos, determinaron de común acuerdo hacer una
pública confesión de Jesucristo ante el tribunal de los infieles, condenando a
un mismo tiempo la abominable ley de Mahoma, cuyo delito tenían por irremisible
los Agarenos.
San Eulogio, que escribió las Actas de
estos dos ilustres mártires en el libro tercero de su Memorial, no nos dice la
causa que les movió para una resolución tan generosa, o bien porque en aquel
documento sólo recopiló los gloriosos triunfos de los que padecieron por la fe
en Córdoba; o bien porque su ánimo era escribir más despacio las Actas despues
que cesase el furor de la tempestad, cuyo tiempo no tuvo por haber fallecido en
ella; o bien porque siendo el mayor elogio de un cristiano el martirio, le
pareció suficiente, que con este testimonio se daba el más auténtico testimonio
de todos cuantos pudiese recomendar la vida de los maestros de la religión
cristiana.
Sea el motivo el que fuese, es lo cierto
que Elías, Pablo, e Isidoro pusieron en ejecución su nobilísimo pensamiento, a
pesar de las rigurosas prohibiciones mahometanas: confesaron públicamente a
Jesucristo, declararon contra el falso Mahoma, y contra las ridículas patrañas
de su ley, haciendo ver a los árabes que perecían irremisiblemente , dejándose
conducir por las necedades de su Alcorán. No necesitaban los moros de una
confesión tan solemne para proceder contra los cristianos, a quienes miraban
como enemigos capitales de su secta, y graduando aquel celoso acto por uno de
los delitos más enormes, se arrojaron llenos de furor sobre los tres héroes; y
sin dar tiempo para que se formasen los procesos judiciales acostumbrados en
semejantes casos, los decapitaron precipitadamente en el día 17 de Abril del
año 856. No satisfechos los bárbaros con este castigo, clavaron en tres palos
los cuerpos de los tres mártires a la vista de la ciudad, para aterrar a los
fieles con aquel afrentoso espectaculo, y pasados algunos días los arrojaron al
río Guadalquivir, con el perverso intento de que en tiempo alguno pudieran los
fieles tributarles la veneración debida.
fuente: P. Juan Croisset, SJ
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