jueves, 14 de julio de 2016

Beata Mary MacKillop - Beato Humberto de Romans (14 de julio)

Beata Mary MacKillop

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 Audaz, intrépida y adelantada para su  tiempo. Al mismo tiempo dulce, bondadosa y muy espiritual. Así era Mary  MacKillop (1842- 1909) la primera australiana en ser reconocida como  santa.
Se entrevistó a la postuladora para su causa de canonización,  la hermana Mary Casey, miembro las Hermanas de San José del Sagrado  Corazón, congregación religiosa fundada por la futura santa.
-¿Cómo  vivió Mary MacKillop su infancia y su juventud?
Hna Mary  Casey: Mary MacKillop, hija de inmigrantes, nació en Scotland  (Melbourne), una ciudad que en ese entonces tenía sólo siete años de  existencia. Australia había sido colonizada por los europeos, unos 100  años atrás. Sus padres Alexander y Flora llegaron de manera separada,  pero quizás se conocieron en Escocia, su lugar de procedencia.
Mary  nació el 15 de enero de 1842, fue la primera de 8 hijos. Su padre no  había podido tener un empleo estable y por ello las circunstancias de la  familia cambiaban mucho. A veces dependían de sus familiares para poder  vivir. Desde muy temprana edad Mary tuvo que trabajar, primero en una  papelería y luego, como profesora y después como institutriz de sus  primos. Mary amaba la naturaleza y tenía un gran afecto por su familia.
-¿Cómo sintió la llamada de fundar a las Hijas de San José?
Hna Mary Casey: Cuando Mary era institutriz en el sur este de  Australia, se dio cuenta que había muchos niños en el área rural que no  tenían educación, especialmente los niños católicos. Ella soñaba con ser  religiosa, pero dejó de lado este anhelo por ayudar a su familia.  Mientras trabajaba como institutriz conoció a un sacerdote, el padre  Julian Tenison Woods, cuya parroquia era muy grande, casi tenía la misma  extensión que Inglaterra. Él compartió el anhelo de Mary y, a los 24  años ella se consideraba ya libre para cumplir su sueño.
No  quiso entrar en ninguna congregación religiosa de las que estaban  presentes en Australia, cuyo trabajo estaba más focalizado en las  ciudades. En 1866 ella y su hermana abrieron el primer colegio en una  caballeriza en desuso ubicada en Penola. Así nació la congregación de  las Hermanas de San José del Sagrado Corazón.
A Mary le  aconsejaron que se mudara a Adelaida, donde la nueva congregación se  expandió tan pronto como las otras colonias de Nueva Zelanda. Le  pidieron su apoyo y sólo le pidió a sus padres si podían ayudarla  económicamente de alguna manera. María no podía pagar nada. Pronto Mary  estableció algunas casas para chicas solteras embarazadas, para las  mujeres que salían de la cárcel y para los ancianos indigentes.

-¿Cuáles  son sus principales virtudes?
Hna Mary Casey: Recordamos a  Mary, tanto por las obras que hizo como por la persona que fue. Como  dijo Juan Pablo II durante su beatificación en Sydney: “Porque el amor  de Dios inflamó su corazón, ella valientemente defendió a los débiles,  los pobres, los sufrientes y todos aquellos que pertenecían a la  sociedad marginada. Ella trabajó para asistir a las mujeres y las  familias en peligro, para erradicar la ignorancia entre los jóvenes. En  ella, los rechazados, los que nadie ama y aquellos que son apartados de  la sociedad encontraron consuelo y fortaleza”. (Juan Pablo II, Sydney,  18 de enero de 1995).
Ella vivió el Evangelio imperativo de  amar al prójimo como a sí mismo. Ella le dio dignidad a los pobres,  especialmente a las mujeres que se movían en un ambiente de grandes  dificultades. Trataba a los aborígenes con el respeto que hasta ese  momento nadie lo había hecho. Como institutriz, se hizo amiga de los  niños aborígenes y les enseñó a leer y escribir.
-¿De dónde  provenía tanta bondad?
Hna Mary Casey: Mary recibió de su  madre una profunda fe en la Providencia de Dios. Ella vivió como muchos  creyentes y contagiaba a sus hermanas de esta fe. Su fe viva, su activa  esperanza, caridad y apertura a la acción de la gracia la nutrían en su  vida diaria y se hacían evidentes en el ejercicio de sus virtudes.
Con valentía, dulzura y compasión, vivió aislada en las zonas  rurales con los habitantes de los tugurios y con las personas de la  clase obrera. A sus hermanas les exhortaba a vivir con las  constituciones y reglas, a orar individual y comunitariamente, a tener  devoción hacia el Santísimo Sacramento, a vivir en constante presencia  de Dios y a asistir a la misa cada vez que el sacerdote estuviera  disponible.
Ella fue leal a la Iglesia y tuvo un cariño  especial por los sacerdotes y por el apostolado que hacían. Nunca  permitió que alguna de sus hermanas hablara mal de un sacerdote u  obispo.
Vivió la ley en el espíritu y no sólo en la letra. No  dudaba en adecuar las a cada hermana cuando las circunstancias  individuales lo requerían. Era amiga de personas de todos los niveles  sociales. Su amiga, Joanna Barr Smith, una mujer anglicana, escribió al  final de su vida sobre la vida de Mary: “Viviendo o muriendo, yo soy  siempre la misma para ti y estoy orgullosa de mirar atrás en estos casi  40 años de amistad”.
Sin embargo, su don más destacado fue la  bondad. No era sólo la bondad reflejada en todas las obras de las que  era responsable, ni la bondad como una cualidad aislada, distante sino  la bondad que describe San Pablo en su Primera carta a los corintios:  “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace  alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio  interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra  de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo  disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. (1 Corintios,  13, 4 – 7).
Después de su beatificación el Primer Ministro de  Australia, dirigió al Parlamento reiterando su contribución: Dijo: “Las  cualidades que ella consagró: apertura y tolerancia, valentía,  persistencia, fe y amor hacia los demás – son cualidades que deben vivir  las naciones ya sea personal o comunitariamente”. (Paul Keating, primer  ministro de Australia al Parlamento, 21 de enero de 1995
Hace  dos años, durante su visita a Sydney en ocasión de la Jornada Mundial de  la Juventud, el Papa Benedicto XVI, refiriéndose a Mary MacKillop dijo:  “conozco su perseverancia en momentos de adversidad, su plegaria por la  justicia en nombre de quienes son tratados injustamente y su ejemplo  práctico de santidad se han convertido en una fuente de inspiración para  todos los australianos”.
-¿Por qué dicen que era una mujer  con una mentalidad avanzada para su tiempo?
Hna Mary Casey:  Por varias razones: en primer lugar, en Australia ella quería que sus  hermanas estuvieran bajo el gobierno de una religiosa que fuese la  superiora general que tuviera la libertad de enviarla donde fuese  necesario.
En aquella época las religiosas estaban bajo la  jurisdicción del obispo local. Ella quería que sus hermanas vivieran  como los pobres, en pequeñas comunidades de dos o tres hermanas y en  lugres lejanos donde tanto la misa como los sacramentos no siempre  estuvieran al alcance de la gente. Además, ella tenía una visión de toda  Australia cuando éste era apenas un país conformado por colonias  individuales.
-Un evento insólito ocurrió en su vida: la  excomunión por el obispo de Adelaida ¿por qué se dio esto?
Hna  Mary Casey: Las razones de su excomunión son complejas. El padre  fundador, Julian Tenison Woods, había trabajado como el director de  Educación Católica en Adelaida y no era muy popular entre sus  feligreses. Al establecer nuevas escuelas, aumentaron las deudas de  muchos de los que eran atendidos por las Hermanas de San José.
Algunas  hermanas no estaban educadas como deberían pero Mary insistía en que no  podían existir divisiones dentro del coro y de las hermanas laicas. El  problema final fue que uno de los consejeros del obispo le dijo a Mary  que el obispo quería que regresara inmediatamente a la zona rural. Mary  respondió que ella necesitaba verlo antes de regresar allí. Su respuesta  fue comunicada al obispo como un rechazo a su petición. Sus consejeros  le recomendaron excomulgarla y así lo hizo.
-¿Y qué hizo  ella?
Hna Mary Casey: Cuando Mary fue excomulgada, a las  otras hermanas se les prohibió hablar con ella y muchas fueron alejadas  de la congregación. Mary fue acogida por sus amigos y eventualmente, por  algunos hombres de negocios judíos, quienes le proporcionaron una casa a  ella y a algunas mujeres que se vieron obligadas a irse.
Los  padres jesuitas se dieron cuenta de esta injusticia y continuaron  suministrándole los sacramentos. Cinco meses después de la excomunión el  obispo se dio cuenta de su error y desde su lecho de muerte envió a uno  de los sacerdotes para que cancelara la sentencia. Durante el tiempo de  excomunión, Mary nunca pronunció una palabra contra el obispo y siguió  orando por él.
-¿Cuál fue el milagro para su canonización?
Hna Mary Casey: Fue la curación de una mujer que padeció un largo  cáncer que en teoría no tenía cura ni tratamiento alguno. Le habían dado  pocas semanas de vida, a lo mucho unos pocos meses. Su familia, sus  amigos y las hermanas de San José oraron a través de la intercesión de  la beata Mary MacKillop para su pronta recuperación. Han pasado los años  y ella está viva, bien y de acuerdo con  las más estrictas pruebas de  evidencia médica, libre del cáncer.





Beato Humberto de Romans

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Beato Humberto de Romans, general de los Dominicos, gran teólogo y canonista que escribió muchos tratados de ascética sobre los votos religiosos, los grados de oración. 
El espejo religioso y un Tratado de las verdaderas y falsas virtudes, etc. Valence (Francia), 1277.

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