jueves, 14 de julio de 2016

San Camilo de Lelis, presbítero - San Francisco Solano, religioso presbítero (14 de julio)

San Camilo de Lelis, presbítero

fecha: 14 de julio
fecha en el calendario anterior: 18 de julio
n.: 1550 - †: 1614 - país: Italia
canonización: 
B: Benedicto XIV 7 abr 1742 - C: Benedicto XIV 29 jun 1746
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

San Camilo de Lelis, presbítero, que nació cerca de Teano, en la región italiana de los Abruzos, y desde la adolescencia siguió la carrera militar y se dejó arrastrar por los vicios propios de una juventud alegre y despreocupada, pero, convertido de su mala vida, se entregó al cuidado de los enfermos en los hospitales de los incurables, a los que servía como al mismo Cristo. Ordenado sacerdote, puso en Roma los fundamentos de la Orden de Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos.
patronazgo: patrono de trabajadores de la salud y hospitales, protector de enfermos y moribundos.
refieren a este santo: San José de Calasanz
oración:
Oh Dios, que has enaltecido a san Camilo de Lelis con el carisma singular del amor a los enfermos, infunde en nosotros, por su intercesión, el espíritu de tu caridad, para que, sirviéndote en nuestros hermanos, podamos llegar seguros a ti en la hora de la muerte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Camilo de Lelis nació en 1550, en una localidad de los Abruzos llamada Bocchianico. Su madre era ya sexagenaria cuando tuvo al hijo. A los diecisiete anos de edad, Camilo, que era un coloso de 1.90 m de estatura, se enroló con su padre en eI ejército veneciano para luchar contra los turcos. Pero pronto contrajo una dolorosa y repulsiva enfermedad en la pierna, que había de hacerle sufrir toda su vida. En 1571 ingresó, como paciente y criado, en el hospital de incurables de San Giacomo, en Roma. Pero nueve meses después fue despedido a causa de su temperamento revoltoso, y volvió al servicio activo en la guerra contra los turcos. En su vida posterior, Camilo decía que había sido un gran pecador; en realidad el peor de sus vicios era el del juego, que le ponía con frecuencia en situaciones difíciles. Los `receptos de la moral natural y religiosa prohiben arriesgar sumas enormes en los juegos de azar, pues no puede considerarse justo un contrato irrazonable en el que no se guarda la medida de la justa proporción. En caso de que Camilo haya caído en la cuenta de las consecuencias de su pasión dominante, no por ello cambió de vida y, en 1574, apostó en las calles de Nápoles sus ahorros, sus armas, todo lo que poseía y perdió hasta la camisa que llevaba puesta.
Obligado por la miseria y recordando un voto hecho mucho tiempo atrás de ingresar en la orden de San Francisco, entró a trabajar en la construcción de un convento capuchino en Manfredonia. La conmovedora exhortación que hizo a los obreros el guardián del convento, completó la conversión de Camilo. Mientras reflexionaba sobre las palabras del sacerdote, el futuro santo cayó de rodillas, pidió perdón de sus pecados con muchas lágrimas y se encomendó a la misericordia de Dios. La conversión tuvo lugar en 1575, cuando Camilo tenía veinticinco años y, en ese mismo instante empezó su carrera de penitencia. Camilo ingresó, poco después, en el noviciado de los capuchinos, pero la enfermedad de la pierna le impidió hacer la profesión. Entonces volvió al hospital de San Giacomo, donde se consagró al cuidado de los enfermos. Los administradores, viendo su caridad y habilidad, le nombraron, al cabo de algún tiempo, superintendente del hospital.
Es difícil imaginar actualmente las condiciones espirituales y materiales de los hospitales de la época, pues con frecuencia había que emplear como enfermeros a la peor gentuza. Ante la negligencia y falta de escrúpulos de los enfermeros, Camilo concibió el proyecto de fundar una asociación de personas deseosas de consagrarse, por caridad, al cuidado de los enfermos. Pronto encontró a algunos compañeros dispuestos a seguirle en ese camino; pero su proyecto se estrelló, al principio, contra las envidias y sospechas que provocan todas las grandes obras. Para poder ayudar más a los enfermos, desde el punto de vista espiritual, Camilo, después de consultar a su confesor, san Felipe Neri, decidió recibir las órdenes sagradas; en efecto, poco después recibió el sacerdocio de manos del vicario de Roma, Tomás Goldwell, obispo de Saint Asaph, que estaba desterrado de su diócesis inglesa. Un caballero romano llamado Fermo Calvi le asignó una renta el día de su ordenación.
San Camilo decidió entonces independizarse del hospital de San Giacomo y empezar la tarea por su cuenta, contra la opinión de san Felipe Neri. Con otros dos compañeros, dio principio a la nueva congregación. Los tres amigos, que observaban una regla común, iban todos los días al gran hospital del Espíritu Santo, donde asistían a los enfermos con tanto cariño y cuidado, que parecía que estaban curando las heridas del mismo Jesucristo. Visitaban a todos los pacientes, los servían con una caridad inmensa y, con sus exhortaciones, los preparaban para recibir los sacramentos y aceptar con resignación la muerte. El fundador tuvo que enfrentarse con adversarios muy poderosos y grandes dificultades. Pero su confianza en Dios le sacó adelante. En 1585, alquiló una casa y el éxito le movió a extender sus actividades. Así pues, prescribió que los miembros de la congregación hicieran un voto de atender a los prisioneros, a los enfermos infecciosos y a los enfermos graves de las casas particulares. En 1595 y en 1601, envió a algunos de sus religiosos con las tropas que iban a Hungría y Croacia. Tal fue el comienzo de los enfermeros de guerra. No pretendemos disminuir la gloria de Enrique Dunant, el fundador de la asociación de la Cruz Roja Internacional, pero sería injusto olvidar a los que, antes que él, se ocuparon de los heridos en el campo de batalla, como san Camilo de Lelis y Florencia Nightingale.
En 1588, san Camilo fundó una nueva casa en Nápoles, a petición de las autoridades de la ciudad. Como se había prohibido que entrasen en el puerto unos navíos en los que había algunos apestados, los Siervos de los Enfermos (como se llamaba a los compañeros de san Camilo) subieron a asistirlos a bordo. En la empresa perecieron dos de los compañeros del santo, los primeros «mártires» del nuevo instituto. San Camilo tuvo ocasión de mostrar también su heroica caridad, durante una epidemia de peste que causó gran mortandad en Roma y durante una época de carestía que asoló a la misma ciudad. En 1591, Gregorio XIV elevó la congregación de san Camilo a la categoría de orden religiosa. En la actualidad, los Siervos de los Enfermos, que desde el punto de vista canónico son clérigos regulares, cuentan con sacerdotes y hermanos legos y siguen consagrados al cuidado de los enfermos en hospitales e instituciones privadas.
Como lo indicábamos más arriba, el fundador de la orden estuvo enfermo toda su vida: durante cuarenta y seis años padeció el mal de su pierna que, además, tuvo fracturada desde los treinta y seis años y también tenía dos llagas muy dolorosas en la planta del pie. Desde mucho antes de morir, padeció de náuseas y apenas podía comer. Sin embargo, en vez de permitir que sus hermanos le cuidasen, los enviaba a asistir a los otros enfermos. Cuando sus propias enfermedades le impedían caminar, encontraba manera de arrastrarse, noche y día, por los hospitales para ver si los enfermos necesitaban alguna cosa. Entre los males que se evitaron gracias al celo de san Camilo, se cuenta el remedio a los trágicos descuidos de enterrar a los moribundos sin cerciorarse de que estuviesen muertos. Ordenó el santo a sus religiosos que continuasen las oraciones de los agonizantes por lo menos un cuarto de hora después de la muerte aparente y que no tolerasen que se cubriese demasiado pronto el rostro de los muertos. San Camilo fundó quince casas religiosas y ocho hospitales. Dios premió su celo y caridad con los dones de profecía y milagros y le concedió innumerables gracias extraordinarias.
En 1607 san Camilo renunció a la dirección de su orden. Sin embargo, asistió al capítulo general que tuvo lugar en Roma, en 1613 y acompañó después al superior general en la visita de las casas del instituto para despedirse de sus hermanos con una última exhortación. Recibió el santo viático de manos del cardenal Ginnasi. Después de la extremaunción, dirigió unas conmovedoras palabras a los presentes y expiró éI 14 de julio de 1614, a los sesenta y cuatro años de edad. Fue canonizado en 1746. El Papa León XIII le proclamó patrono de los enfermos junto con san Juan de Dios, y Pío XI le nombró patrono de los enfermeros y de sus asociaciones.
La biografía más antigua es la que escribió el P. S. Cicatelli un año después de la muerte de San Camilo, en 1615 (de la que se lee un fragmento en el Oficio de Lecturas de la memoria litúrgica). El P. Cicatelli había sido compañero del santo durante veintiséis años. Entre las numerosas biografías modernas citaremos la de Bäumker, en alemán, y las de Blanc y Latarche, en francés. Pero la obra más documentada es la de Mario Vanti, S. Camillo de Lellis (1929); el autor se basa en un detallado estudio de las cartas del santo y de todas las fuentes disponibles. Ver también San Giacomo degl'Incurabili di Roma (1938). N.ETF: todas las biografías que he consultado repiten que la madre era sexagenaria cuando lo tuvo, sin que parezca necesario a los biógrafos hacer alguna aclaración respecto de tal hecho extraordinario.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2373




San Francisco Solano, religioso presbítero

fecha: 14 de julio
n.: 1549 - †: 1610 - país: Perú
canonización: 
B: Pío VI 20 jun 1675 - C: Benedicto XIII 27 dic 1726
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

En Lima, ciudad del Perú, san Francisco Solano, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que para la salvación de las almas recorrió en todas direcciones América meridional, y enseñó, con su palabra y su testimonio, la novedad de la vida cristiana a los indios y a los mismos colonizadores españoles.
patronazgo: patrono de Chile, Panamá y Lima; protector contra terremotos.

Francisco nació en Montilla, localidad de Andalucía, en 1549. Después de hacer sus estudios en el colegio de los jesuitas, entró al convento de los observantes franciscanos en su ciudad natal. En 1576, recibió la ordenación sacerdotal. Lleno de caridad y de un ardiente deseo de la salvación de las almas, dividió su tiempo entre la oración retirada y la predicación. Aunque sus sermones carecían de los adornos de la retórica, producían profundo efecto para la conversión de sus oyentes. El P. Francisco fue nombrado maestro de novicios, y cuando éstos cometían alguna falta, en vez de imponerles penitencia, se la imponía a sí mismo, pues consideraba que él era el verdadero culpable de la conducta de sus discípulos.
Francisco ejerció los ministerios sacerdotales durante muchos años en el sur de España. Cuando la epidemia de peste se desató en Granada, en 1583, el siervo de Dios observó un comportamiento heroico; aunque cayó enfermo él también, se rehizo rápidamente. Después de la epidemia, solicitó a sus superiores que le enviasen a las misiones del África, pero su petición fue desechada. Sin embargo, en 1589, Felipe II pidió que se enviasen más frailes de la Observancia a las Indias Occidentales, y san Francisco fue elegido para acompañar al P. Baltazar Navarro al Perú. Los misioneros desembarcaron en Panamá, cruzaron el istmo, y se embarcaron nuevamente en el Pacífico. Pero, a resultas de una tempestad, la nave encalló cerca de las costas del Perú. El capitán, viendo que la nave no podía resistir a la furia de las olas, dio la orden de abandonarla, dejando a bordo a cierto número de esclavos negros para los que no había sitio en el único bote de salvamento. El P. Francisco, que durante el viaje se había preocupado por instruir a los negros, se negó a partir y permaneció con ellos. Inmediatanuente los reunió, los exhortó a la confianza en la misericordia de Dios, en los méritos de Cristo y los bautizó. Apenas acababa de hacerlo, cuando la nave se partió por la mitad y algunos de los negros perecieron ahogados. Los que se salvaron se hallaban en la parte del casco sostenida firmemente por las rocas. Ahí permanecieron tres días. El P. Francisco los alentaba constantemente y trataba de enviar señales a la costa. Cuando se calmó la tempestad, el bote de salvamento retornó y transportó a la costa a todos los sobrevivientes. Fray Francisco llegó a Lima por tierra.
Ahí emprendió inmediatamente su ministerio entre los indígenas y los colonos españoles, que había de durar veinte años. El Fraile fue primero enviado a Tucumán, en el norte del actual territorio de Argentina. Comenzó por aprender los rudimentos de los dialectos indígenas y, después, emprendió un viaje misional al Chaco, región selvática entre Argentina y Paraguay, donde años más tarde los jesuitas fundarían sus famosas reducciones. Resulta difícil imaginar lo que un viaje de esa naturaleza suponía en aquella época. Y, sin embargo, san Francisco Solano no sólo lo realizó, sino que obró además numerosas conversiones. Más tarde, fue nombrado «custodio» de los conventos que su orden tenía en Tucumán y el Paraguay y pudo así supervisar muchas de las misiones que había fundado. Cuando expiró su período de custodio, fue nombrado guardián del convento de Lima. Ahí ejerció su ministerio en forma muy distinta entre los españoles de la ciudad de Trujillo y de otras poblaciones. En 1604, predicó en la plaza mayor de Lima contra la corrupción y comparó el destino del alma pecadora con el de una ciudad puesta en entredicho; el sermón impresionó tanto a los oyentes, que pensaron que sobre la ciudad de Lima se cernía una calamidad como la que cayó sobre Nínive. El pánico se apoderó de los habitantes. El virrey, muy alarmado, consultó al obispo de la ciudad, santo Toribio. Éste habló con el comisionado general de los franciscanos y ambos pidieron a san Francisco Solano que calmase al pueblo, declarando que su profecía no significaba la destrucción material de los edificios sino la catástrofe espiritual de la pérdida de las almas.
Se dice que San Francisco poseía el don de lenguas. Por otra parte, su don de milagros le valió el título de «el taumaturgo del Nuevo Mundo». En el sermón que pronunció con ocasión de la muerte del santo, el P. Sebastiani S.J., dijo que había sido «la esperanza y la edificación del Perú, el ejemplo y la gloria de Lima y el esplendor de la Orden Seráfica». Fray Francisco tenía la costumbre, muy semejante a la de su patrono y padre de su orden, de cantar frente al altar de Nuestra Señora, acompañándose de un laúd. Su muerte ocurrió el 14 de julio de 1610, mientras sus hermanos cantaban la misa conventual, en el preciso momento de la consagración. Sus últimas palabras fueron: «Gloria a Dios». Según dijo el P. Álvarez de Paz, toda su vida fue una carrera de trabajo por las almas y, al mismo tiempo, de oración continua. Su canonización tuvo lugar en 1726.
Existe una biografía muy detallada de este misionero en Acta Sanctorum, julio, vol. V; comprende la vida escrita por Tiburcio Navarro y cierto número de documentos del proceso de beatificación. Veinte años después de la muerte del santo, vio la luz una biografía todavía más extensa, escrita por Fray Diego de Córdoba, En casi todos los idiomas existen biografías modernas.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2382

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