Cordura locura
El domingo
veintitrés de enero tendrá veinticuatro horas, con sus sesenta minutos cada una
y sus correspondientes sesenta segundos por cada minuto. Todo, como puede
constatarse, medido y contado. Es el tiempo, se dice, y uno se queda sereno
contemplando el dato. Pero... Siendo exacto este comentario propio de una parte
de la investigación de la ciencia, ¿qué le puede servir a uno el almacenamiento
de estos datos? Por ejemplo, a mí me sirve para volver a caer en la cuenta
consciente de saber que transito a mi manera por las últimas curvas de la
década de los sesenta. Y desde esta realidad puedo afirmar que la
naturaleza es bella, desde la luna que se decrece hasta el agua
cristalina, dulce y clara de los riachuelos de montaña. La naturaleza siempre
es bella mientras que todo lo pequeño, como un virus invisible, siga
siendo pequeño e invisible. Suele suceder así, aunque de pronto esta invisible
pequeñez pueda crecer hasta convertirse en pandemia. Esto también pasa y,
entonces, la naturaleza es naturaleza, pero no tan bella. Pandemia y bella y
naturaleza riman, aunque sea sólo un poquitín y ojalá que las tres no dancen
juntas sobre la misma plataforma del tiempo y del espacio.
Creo que acabo de
escribir un párrafo justo y medido. Equilibrado. Ni solemne ni vanal.
Aunque no espero que algún leyente se sienta cautivado y se lo apropie o se lo
remita subrayado y copìado a los nuevos archivos de sus recuerdos memorables.
Este párrafo equilibrado es sólo una puerta de acceso a la casa de la
palabra. Alguien con importancia en la panoplia de la autoridad declaró que
este día veintitrés de enero del año 2022 sería, por tercera vez en la historia
del universo, el día de la palabra de dios. ¿De qué dios?, me preguntan mis
neuronas. Del dios del hombre, del dios de la mujer, del dios de un güero, del
dios de un preto, del dios que es dios, del dios que es diosa, del dios del
cura, del dios del monje, del dios del peregrino, del dios del mendigo, del
dios inmediato, del dios deformado... ¿Tantos dioses como humanos? Esto es. Todos
humanos y a la manera de cada humano, como el camino de cada peregrino.
Esto me está
pareciendo una modestísima locura. No, modestísima no; atrevida. Una
locura. Muy humana. Locura fue la de aquel Jesús de Nazaret que se atrevió a
leer e interpretar las cosas de las palabras y de sus dioses al modo y manera
como nunca se habían leído e interpretado. Así le fue a aquel laico de Galilea
y a sus palabras. Le acabaron pronto por tapar la boca y las narices. Y se nos
murió en un tres por dos.
Y locura fue la
decisión de aquella mujer de la Francia de Europa que sin ser loca se hizo loca
con las locas que cuidaba y así comprendió que aquella locura era, en realidad,
la cordura más humana que pudiera imaginarse. Locura y cordura también riman,
aunque sea sólo según sé en la lengua de Cervantes. Curiosamente.
A continuación
pueden leerse los comentarios que comparto CONTIGO.
Domingo 3º del
Tiempo Ordinario B (23.01.2022): Lucas 1,1-4; 4,14-21. Domingo de
la Palabra de Dios. Así lo comento y comparto CONTIGO: Según su costumbre,
entró Jesús en la sinagoga. Era sábado.
Por
tercer año consecutivo (2020 a 2022) se celebra en la iglesia católica y
vaticana la festividad de ‘La Palabra de Dios’. Por estar dentro del Ciclo C se
nos propone la lectura y meditación de dos párrafos del Evangelio de Lucas. El
comienzo de dicho Evangelio y un puñado de versículos del capítulo cuarto, como
se recoge en los números de la cita evangélica: Lc 1,1-4 y 4,14-21. Y
adelanto que el domingo siguiente, día 30 de enero, se nos leerá Lucas 4,21-30.
Y adelanto también que el texto de Lucas 4,31-44 ni se nos ha leído al pueblo
ni se nos leerá jamás. Nunca.
Comunico
a quien me mira y escucha que en la semana del domingo día 23 y en la semana
del domingo día 30 me leeré las veces que estime oportuno el capítulo cuarto
completo de este Evangelio llamado ‘de Lucas o según Lucas’. Será mi modo
particular de tomarme en serio el asunto de estar con ‘la palabra de dios’
(todo en minúsculas) entre las manos.
Fundamentalmente
me dedicaré a leer este capítulo cuarto del Evangelio. Leer, sí, porque me voy
convenciendo sin prisas ni pausas de que la llamada ‘palabra de dios’ que es la
biblia no se suele leer. El grave problema no es el desconocimiento de las
claves de interpretación de sus textos, sino más bien el desconocimiento de sus
relatos tal cual fueron escritos en sus correspondientes libros. Sin haberse
leído el texto se corre el peligro de hablar sólo de oídas.
Según
se escucha en esta lectura del Evangelio de Lucas, el Jesús de Nazaret de este
Evangelista estudioso y documentado realiza su primera acción pública en la
sinagoga de su pueblo (espacio) y en un día de sábado (tiempo). Y las primeras
palabras que salen de sus adentros no son palabras propias, sino las palabras
propias del profeta llamado Isaías tercero. A quien yo llamo ‘el sionista’,
para identificarlo mejor.
Ningún
otro Evangelista comienza diciendo estas mismas cosas de su Jesús de Nazaret.
Recuérdese al primero de ellos, Marcos o María Magdalena, que sitúan a su Jesús
de paseo por la orilla del Lago de Galilea donde se encuentra con los
pescadores Simón y Andrés y les dice: ‘Venid conmigo’ (Mc 1,14-18). ¿Importa
saber con precisión histórica cuál fue lo primero que hizo y dijo el hijo de
hombre Jesús, el laico de Nazaret? Sencilla y llanamente, no. Cada Evangelista
se imaginó unos orígenes a imagen y semejanza del Jesús en quien creía.
El
narrador evangélico a quien llamamos Lucas se atrevió a imaginar los orígenes
de su Jesús en relación íntima y estrecha con su final histórico, la condena
por blasfemo o hereje. Este hombre, parece decirnos Lucas, siendo un laico
alejado de Jerusalén y de su templo se atrevió a anunciar públicamente la
llamada ‘palabra de Yavé Dios’ y a interpretarla a su manera. Más, a
interpretarla en sentido contrario a la tradición de los sacerdotes y doctores
de Jerusalén y de su templo.
Para
Lucas, su Jesús de Nazaret cree en un Dios que siempre es, anuncia y regala una
buena noticia para toda criatura humana. En su Dios no existe, ni habita, ni
florece la venganza (Lc 4,18-19). Esto lo dijo ya Isaías 60,1-2, pero hay que
aprender a leerlo con ojos nuevos. ¿Dónde se encuentran estos ojos, o
criterios, nuevos?
La
respuesta es muy sencilla y está sembrada por toda la obra del narrador Lucas,
su Evangelio y los Hechos de los apóstoles. ¿Dónde se encuentran ‘estos ojos
nuevos’?, me pregunto otra vez y leo de nuevo en Lucas 17,20-21: “Los ojos
nuevos están dentro de cada uno de vosotros”.
Carmelo
Bueno Heras.
CINCO MINUTOS
con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos. Tú y yo,
entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos
sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar
que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta
sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este
año eclesiástico, 52 libros.
Ahora, Semana 9ª: 23.01.2022. Cita de:
Victoria Mas, El baile de las locas, Salamandra, Barcelona, 2021, 235
páginas. “3 de marzo de 1885.
"-Es
la hora Louise.
Geneviève
levanta con una mano la manta que tapa el cuerpo dormido de la adolescente,
ovillada en el estrecho colchón. Su espesa cabellera negra sobre toda la
superficie de la almohada y parte de su rostro. Louise ronca suavemente con la
boca entreabierta. No oye a las otras mujeres, que ya están de pie a su
alrededor en el dormitorio [...] Louise es la última en levantarse. Todas las
mañanas va a despertarla una enfermera u otra paciente [...]
Apartada
del resto de las mujeres, Geneviève escribe una carta en su cama [...] Ahora
que era una loca más, por fin parecía normal. Protegiendo la hoja con el
cuerpo, moja la pluma en un pequeño tintero que tiene sobre la cama y empieza a
escribir:
París,
1 de marzo de 1890
Querida
hermana:
Fuera
todo está blanco. No podemos salir y tocar la nieve. Hace un frío glacial.
Imagínate lo que se agradecen los caldos calientes cuando llega la hora de
cenar.
Esta
noche he soñado contigo. Te veía perfectamente: tu piel suave, tus mechones
pelirrojos, tus labios pálidos... Como si te tuviera delante. Tú me mirabas sin
decir nada, pero yo te oía. Me gustaría que me visitaras más a menudo. Verte me
hace feliz. Sé que en estos momentos estabas conmigo.
Hace
unos días recibí otra carta de Eugénie. Sigue escribiendo para La Revue
spirite. Quería enviarme un ejemplar, pero sabe que me lo quitarían. Su
talento sólo es conocido por un reducido círculo de interesados de París. Se
muestra prudente y se rodea de personas que no la toman por una hereje. Si
supieran...
La
gente que la juzgó, que me juzgó a mí... funda su opinión en sus convicciones.
La fe inquebrantable de una idea conduce a los prejuicios. ¿Te he hablado de lo
serena que me siento desde que dudo? Sí, no hay que tener certezas. Hay que
poder dudar; de todo, de las cosas y de una misma. Dudar. Me parece tan
evidente desde que estoy en este lado, desde que duermo en una de estas camas
que antes me horrorizaban... No es que me sienta cercana a las mujeres que
están aquí, pero ahora las veo. Tal como son.
Sigo
yendo a la iglesia. No a misa, claro. Voy sola. Cuando no hay nadie. No rezo.
No estoy segura de haber encontrado a Dios. No sé si esto ocurrirá algún día. A
ti ya te encontré. Eso es lo que me importa.
No
sé si saldré pronto, ni siquiera sé si saldré. Dudo que la libertad esté al
otro lado de estos muros. He pasado fuera la mayor parte de mi vida y no me he
sentido libre. Hay que aspirar a otra cosa. Porque tener fe en ser liberado es
un sentimiento vano e insoportable.
Me
están rodeando para intentar leer algunas líneas, así que voy a dejar de
escribir.
Pienso
en ti. Vuelve pronto a verme, ya sabes dónde encontrarme. Te mando un beso de
todo corazón. Geneviève." Texto completo en las páginas 9 y
231-233.
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