domingo, 22 de mayo de 2022

Domingo 6º de Pascua Ciclo C (22.05.2022): Juan 14,23-29. Me voy. Volveré. Me quedo (¿¡…!?) y CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA

 

KATALIN KARIKÓ

Escribo esta presentación de los comentarios el día 15 de mayo, por la tarde. Y casi seguro que no enviaré estas líneas de presentación con sus correspondientes comentarios hasta mañana lunes, 16 de mayo. Si llegasen antes a tu correo @ de Leyente es que todo salió a pedir de boca y a la primera. Cosa complicada, pero posible. Vamos viendo.

Ayer sábado y hoy domingo he tenido que estar atento a varias curiosas coincidencias que no me han permitido realizar mi trabajo primero y principal de cada fin de semana: enviar los comentarios del Evangelio con una semana de anticipación. Por eso en esta tarde escribo para adelantar este ya retrasado envíKATALIN KARIKÓ

Escribo esta presentación de los comentarios el día 15 de mayo, por la tarde. Y casi seguro que no enviaré estas líneas de presentación con sus correspondientes comentarios hasta mañana lunes, 16 de mayo. Si llegasen antes a tu correo @ de Leyente es que todo salió a pedir de boca y a la primera. Cosa complicada, pero posible. Vamos viendo.

Ayer sábado y hoy domingo he tenido que estar atento a varias curiosas coincidencias que no me han permitido realizar mi trabajo primero y principal de cada fin de semana: enviar los comentarios del Evangelio con una semana de anticipación. Por eso en esta tarde escribo para adelantar este ya retrasado envío.

Cuando se nos lea el Evangelio de Juan 14,23-29 en las celebraciones dominicales espero que se comprenda por qué titulé el comentario con estas expresiones: Me voy. Volveré. Me quedo.

Se trata de la persona de Jesús de Nazaret. ¿Estuvo, está y estará? Es una cuestión segura que nadie de los vivientes humanos se eternizará en la realidad de esta tierra, mundo o cosmos. Después de un tiempo se acabará la presencia de cada uno como se acabó la presencia de Safo, Sara, Buda, Julio César, Don Rodrigo el Cid, Platón, Tomás de Aquino, Madame Curie... Pero la tal presencia de estas personas permanece, hablamos de cada una de ellas, imaginamos... Hay presencia.

Y este 'hay presencia' me está indicando que la vida en esta tierra tiene un valor de tesoro incalculable. Tanto valor tiene que diría que es lo primero y principal. La vida de cada persona aquí, en el tiempo de la historia es lo que merece la pena, aunque muchas realidades nos estén gritando la vulnerabilidad e insignificancia de personas como tú y como yo. ¿Qué sucede con cada guerra? ¿Qué nos provoca cada pandemia? ¿Por qué un cáncer nos arranca la realidad física de un ser querido, sea un niño, un adulto o un longevo? A pesar de tanta incongruencia, nada existe, que se sepa con certeza, con más valor que el respirar y el vivir. Nada hay como el ser consciente del aquí y del ahora.

Esta es la razón profunda por la que he elegido hablar, en esta presentación, de KATALIN KARIKÓ. La primera vez que oí hablar de esta mujer fue el pasado domingo 8 de mayo. Y siempre que algo caiga en mis manos o esté ante mis ojos alguna referencia a esta mujer la acogeré como una incalculable riqueza de humanidad.

Alguien cataloga a esta persona como 'la mujer que salvó al mundo'. Cuando Katalin escucha estos mensaje añade para sus adentros: 'Sólo soy el eslabón de una cadena'. Ya se comienza a percibir que ella es bióloga, apasionada por la bioquímica. Y a veces añade con cierta sorpresa para quienes la escuchan: "Si no me hubieran tratado tan mal no existiría la vacuna de ARN". Creo que Katalin está ya galardonada con los premios Princesa de Asturias y Fronteras  del Conocimiento de la Fundación BBVA.

Salvadora del mundo, un eslabón de la cadena. Katalín nació en un pueblo de Hungría, donde creció sin electricidad ni agua corriente en 1955. Ayudaba a su padre a hacer salchichas y a su madre a fabricar jabón. Me guardare para mis lecturas de referencia las páginas 42-44 del XL-SEMANAL número 1802. En este venero encontré el agua fresca y limpia que creo es la identidad de esta mujer que nos descubre las potencialidades de cada persona para aprender a ser mejor persona, aprender en fin a ser entrañablemente humanos. Esta mujer pertenece ya al tesoro de la humanidad y a uno le gustaría mucho estar a su lado, cerca de ella o leyendo escritos de ella o sobre ella, sobre su manera de pensar, existir, trabajar... o ser persona. La húngara Katalin Karicó nos vuelve a convencer de que lo primero y principal es vivir y hacerlo entrañablemente humano. A ti y a mí nos llegó la vacuna contra la covid por medio de sus aptitudes y actitudes. Me seguirá interesando su persona. Ella es un Evangelio vivo y viviente. Como un novísimo eslabón más. Su persona y su tarea me importa e interesa. Por eso lo escribo.

A continuación se encuentran los comentarios del domingo 22 de mayo

Carmelo Bueno Heras


Domingo 6º de Pascua Ciclo C (22.05.2022): Juan 14,23-29.

Me voy. Volveré. Me quedo (¿¡…!?). Lo escribo CONTIGO,

Para este nuevo domingo del mes de mayo y del tiempo pascual la autoridad litúrgica nos propone la meditación del relato de Juan 14,23-29. ¿Por qué no se atreve a proponer el texto completo de Juan 14,1-31? A la tijera del triaje evangélico le ha parecido oportuno citar sólo aquellos versículos en los que aparecen juntos el Padre, Jesús de Nazaret, el hablante, y el Espíritu.  ¿Cómo no hablar en el tiempo pascual de la santísima trinidad? ¿Será por esto?

 

El contexto en el que Juan nos ha colocado estas palabras de su Jesús de Nazaret es la sobremesa de la cena de la Pascua que este narrador imaginó que debió de comenzarse con el lavado de los pies, unos a otros, y que siguió con la despedida de Judas, y que continuó con el pan y vino y demás viandas de la pascua judía, y que prosiguió y llegó a su culmen con la solemne proclamación del único mandamiento de la propuesta de este hombre y laico de Galilea, y que, por fin, se toma la libertad de acabar esta cena con el simposio del que hablaban los sabios griegos. Precisamente a este simposio pertenece Juan 14,23-29.

 

En más de una ocasión he comentado ya este mismo texto. Y para esta ocasión quiero detenerme y saborear una de las varias menudencias, Juan 14,28: “Me voy y volveré a vosotros”.

 

Ni el Evangelista narrador de Marcos y ni el narrador de Mateo nos dejaron nada escrito sobre esta ‘ida o marcha’ de su Jesús (Marcos 16,1-8 y Mateo 28,16-20). Y si no hubo ni ida o ascensión de Jesús, ¿dónde y cómo quedó aquel hombre tan especial, como parece afirmar Mateo? En cambio, el narrador Lucas afirma explícitamente esa ida, o marcha o ascensión de su Jesús (Lucas 24,50-53). Y a estos datos, el cuarto Evangelio que leemos en este domingo añade que el mismo que se fue regresará: Me voy y volveré.

 

Desde aquellos años treinta del siglo primero hasta los días de nuestra actualidad, aquel Jesús de Nazaret de los Evangelista murió y nada más sabemos de su vuelta. Se fue y no ha vuelto. Este es el dato y que cada cual interprete, si ese es su atrevimiento. Conocemos bien la manera de pensar y de creer de los unos, en la iglesia: vendrá; y de los otros: ni él ni nadie antes de él ni nadie después de él regresará. Todos se fueron, nos iremos y se irán. Y la vida continúa siempre.

 

El narrador Juan escribe sobre estos asuntos cuando se está acabando el siglo primero de nuestra historia del mundo. Y para ese tiempo su judío provocador Jesús de Nazaret, su YOSOY como Yavé, se había ido y no había vuelto. Y ahora que tú y yo leemos el texto de aquel Juan seguimos constatando la ausencia de tal regreso. Y todos lo sabemos. Por esta razón…

 

Por esta sola razón… me sorprende tan humanamente el mensaje de este Evangelista, el único que se atrevió a decir tan clara y limpiamente, tan natural como humano, que lo que sucedió en la vida y el mensaje de su Jesús de Nazaret fue su proyecto de vida, definitivo, ciertamente utópico, humanísimo hasta las mismas entrañas y la médula de los huesos, tan comprensible como el arte de saber leer. Recordaré una vez más la presencia viva y vivificadora de este hombre, tal vez el propio Jesús o tal vez el propio Evangelista, ambos laicos con seguridad. 

 

No hay otra explicación que su camino existencial expresado en ese versículo del cuarto Evangelio que nos debemos de repetir con la frecuencia del respirar. En esto conocerán todos que sois como yo, mis discípulos, si os amáis unos a otros. Y no hay más precisiones. Este ‘me voy y volveré’ es la equivalencia perfecta de este ‘amarnos unos a otros’ que leemos, meditamos críticamente en Jn 13,35 como la Buena Noticia que pertenece a las entrañas de la Humanidad. Carmelo Bueno Heras

   

CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos

Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros. Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda persona, ¡todo está relacionado!

Ahora, Semana 26ª: 22.05.2022: Cita de Javier Villán, Sin pecado concebido. Gozos y tribulaciones de un seminarista, Ediciones Akal, Tres Cantos (Madrid), 135 páginas.


Capítulo I

Del problema de la monja capillera […]

La monja capillera era quebradiza y dorada como un panecillo bien cocido. Era la más niña y la más madrugadora de la comunidad. Cuando yo llegaba a la sacristía para preparar los ornamentos, ella ya estaba allí llenando de hostias el copón, trajinando con las vinajeras. Por las mañanas la hermana capillera no me llamaba nada la atención. Andaba de acá para allá con sus rezos matinales, sus letanías inaudibles y los ojos mirando al suelo. Yo estaba medio dormido y entre lo uno y lo otro bastante tenía con no confundir el color de la casulla que tocaba ese día y que era distinto según la estación ritual del año o la clase de misa que se dijera. Entre el frío que hacía, el sueño de la monja capillera, como un fantasma, las mañanas eran una penitencia.

Con los recortes, más algunas hostias enteras que la monja escamoteaba para mí, daba yo ágapes fastuosos en la sacristía a los que todo el mundo quería apuntarse […} Las hostias sin consagrar no son nada. Sólo pan ácimo, o sea, sin levadura; obleas delicadísimas que se pegaban al paladar y había que despegarlas con vino de consumir. En abundancia y a puñados son otra cosa y saben bien. Consagradas, las hostias son el cuerpo de Cristo.

Muchos creíamos, antes de entrar en el Seminario, que el sentido del vino en el cáliz era ése: enjuagar la boca y arrastrar los restos de la hostia sagrada por las profundidades de la garganta. Mas aprendimos pronto que en la Sagrada Cena, antes de que Judas vendiera a Jesucristo, éste había instituido la Eucaristía bajo la doble especie de sangre y de carne […] El vino de consumir, mientras no se lo consagra, también es nada; sólo un vino dulcísimo como un néctar. Después es la Sangre de Cristo […]

Capítulo II

Del adiós al arado

La primera noche que pasé en el Seminario fue una noche triste. La murria y la soledad me dejaron el alma por los suelos. Creo que aquella noche ni siquiera tenía alma y llegué a pensar que ésta se me había quedado a la sombra de los chopos de mi pueblo. No tenía ánimos ni de rezar, cosa imprescindible antes de dormirse, según el padre espiritual, para que todo fuese bien durante el sueño […]

Capítulo III

De la santidad y de la carne

Pese a todo, yo me tomé la religión muy a pecho y sin frivolidades. Al poco tiempo me comía los santos por la peana y me inflamaba tal pasión redentora que algunos dieron en pensar que iba para santo. Y la primera vez que le oí al padre espiritual hablar del castigo que les esperaba a los réprobos, no quise ser réprobo por nunca jamás amén […] El padre espiritual era como tu padre de verdad, sólo que se ocupaba del alma y no del cuerpo y, a la vez, daba la clase de Religión. Y confesaba […]

Capítulo IV. De las inconveniencias del cilicio […]

Capítulo V. Del teatro y la liturgia hermosa […]

Capítulo XXXI. De índice librorum prohibitorum […]

Capítulo XXXII […] Texto completo, en las páginas 5-17 y 135. 

 

o.

Cuando se nos lea el Evangelio de Juan 14,23-29 en las celebraciones dominicales espero que se comprenda por qué titulé el comentario con estas expresiones: Me voy. Volveré. Me quedo.

Se trata de la persona de Jesús de Nazaret. ¿Estuvo, está y estará? Es una cuestión segura que nadie de los vivientes humanos se eternizará en la realidad de esta tierra, mundo o cosmos. Después de un tiempo se acabará la presencia de cada uno como se acabó la presencia de Safo, Sara, Buda, Julio César, Don Rodrigo el Cid, Platón, Tomás de Aquino, Madame Curie... Pero la tal presencia de estas personas permanece, hablamos de cada una de ellas, imaginamos... Hay presencia.

Y este 'hay presencia' me está indicando que la vida en esta tierra tiene un valor de tesoro incalculable. Tanto valor tiene que diría que es lo primero y principal. La vida de cada persona aquí, en el tiempo de la historia es lo que merece la pena, aunque muchas realidades nos estén gritando la vulnerabilidad e insignificancia de personas como tú y como yo. ¿Qué sucede con cada guerra? ¿Qué nos provoca cada pandemia? ¿Por qué un cáncer nos arranca la realidad física de un ser querido, sea un niño, un adulto o un longevo? A pesar de tanta incongruencia, nada existe, que se sepa con certeza, con más valor que el respirar y el vivir. Nada hay como el ser consciente del aquí y del ahora.

Esta es la razón profunda por la que he elegido hablar, en esta presentación, de KATALIN KARIKÓ. La primera vez que oí hablar de esta mujer fue el pasado domingo 8 de mayo. Y siempre que algo caiga en mis manos o esté ante mis ojos alguna referencia a esta mujer la acogeré como una incalculable riqueza de humanidad.

Alguien cataloga a esta persona como 'la mujer que salvó al mundo'. Cuando Katalin escucha estos mensaje añade para sus adentros: 'Sólo soy el eslabón de una cadena'. Ya se comienza a percibir que ella es bióloga, apasionada por la bioquímica. Y a veces añade con cierta sorpresa para quienes la escuchan: "Si no me hubieran tratado tan mal no existiría la vacuna de ARN". Creo que Katalin está ya galardonada con los premios Princesa de Asturias y Fronteras  del Conocimiento de la Fundación BBVA.

Salvadora del mundo, un eslabón de la cadena. Katalín nació en un pueblo de Hungría, donde creció sin electricidad ni agua corriente en 1955. Ayudaba a su padre a hacer salchichas y a su madre a fabricar jabón. Me guardare para mis lecturas de referencia las páginas 42-44 del XL-SEMANAL número 1802. En este venero encontré el agua fresca y limpia que creo es la identidad de esta mujer que nos descubre las potencialidades de cada persona para aprender a ser mejor persona, aprender en fin a ser entrañablemente humanos. Esta mujer pertenece ya al tesoro de la humanidad y a uno le gustaría mucho estar a su lado, cerca de ella o leyendo escritos de ella o sobre ella, sobre su manera de pensar, existir, trabajar... o ser persona. La húngara Katalin Karicó nos vuelve a convencer de que lo primero y principal es vivir y hacerlo entrañablemente humano. A ti y a mí nos llegó la vacuna contra la covid por medio de sus aptitudes y actitudes. Me seguirá interesando su persona. Ella es un Evangelio vivo y viviente. Como un novísimo eslabón más. Su persona y su tarea me importa e interesa. Por eso lo escribo.

A continuación se encuentran los comentarios del domingo 22 de mayo

Carmelo Bueno Heras

 

Domingo 6º de Pascua Ciclo C (22.05.2022): Juan 14,23-29.

Me voy. Volveré. Me quedo (¿¡…!?). Lo escribo CONTIGO,

Para este nuevo domingo del mes de mayo y del tiempo pascual la autoridad litúrgica nos propone la meditación del relato de Juan 14,23-29. ¿Por qué no se atreve a proponer el texto completo de Juan 14,1-31? A la tijera del triaje evangélico le ha parecido oportuno citar sólo aquellos versículos en los que aparecen juntos el Padre, Jesús de Nazaret, el hablante, y el Espíritu.  ¿Cómo no hablar en el tiempo pascual de la santísima trinidad? ¿Será por esto?

 

El contexto en el que Juan nos ha colocado estas palabras de su Jesús de Nazaret es la sobremesa de la cena de la Pascua que este narrador imaginó que debió de comenzarse con el lavado de los pies, unos a otros, y que siguió con la despedida de Judas, y que continuó con el pan y vino y demás viandas de la pascua judía, y que prosiguió y llegó a su culmen con la solemne proclamación del único mandamiento de la propuesta de este hombre y laico de Galilea, y que, por fin, se toma la libertad de acabar esta cena con el simposio del que hablaban los sabios griegos. Precisamente a este simposio pertenece Juan 14,23-29.

 

En más de una ocasión he comentado ya este mismo texto. Y para esta ocasión quiero detenerme y saborear una de las varias menudencias, Juan 14,28: “Me voy y volveré a vosotros”.

 

Ni el Evangelista narrador de Marcos y ni el narrador de Mateo nos dejaron nada escrito sobre esta ‘ida o marcha’ de su Jesús (Marcos 16,1-8 y Mateo 28,16-20). Y si no hubo ni ida o ascensión de Jesús, ¿dónde y cómo quedó aquel hombre tan especial, como parece afirmar Mateo? En cambio, el narrador Lucas afirma explícitamente esa ida, o marcha o ascensión de su Jesús (Lucas 24,50-53). Y a estos datos, el cuarto Evangelio que leemos en este domingo añade que el mismo que se fue regresará: Me voy y volveré.

 

Desde aquellos años treinta del siglo primero hasta los días de nuestra actualidad, aquel Jesús de Nazaret de los Evangelista murió y nada más sabemos de su vuelta. Se fue y no ha vuelto. Este es el dato y que cada cual interprete, si ese es su atrevimiento. Conocemos bien la manera de pensar y de creer de los unos, en la iglesia: vendrá; y de los otros: ni él ni nadie antes de él ni nadie después de él regresará. Todos se fueron, nos iremos y se irán. Y la vida continúa siempre.

 

El narrador Juan escribe sobre estos asuntos cuando se está acabando el siglo primero de nuestra historia del mundo. Y para ese tiempo su judío provocador Jesús de Nazaret, su YOSOY como Yavé, se había ido y no había vuelto. Y ahora que tú y yo leemos el texto de aquel Juan seguimos constatando la ausencia de tal regreso. Y todos lo sabemos. Por esta razón…

 

Por esta sola razón… me sorprende tan humanamente el mensaje de este Evangelista, el único que se atrevió a decir tan clara y limpiamente, tan natural como humano, que lo que sucedió en la vida y el mensaje de su Jesús de Nazaret fue su proyecto de vida, definitivo, ciertamente utópico, humanísimo hasta las mismas entrañas y la médula de los huesos, tan comprensible como el arte de saber leer. Recordaré una vez más la presencia viva y vivificadora de este hombre, tal vez el propio Jesús o tal vez el propio Evangelista, ambos laicos con seguridad.

 

No hay otra explicación que su camino existencial expresado en ese versículo del cuarto Evangelio que nos debemos de repetir con la frecuencia del respirar. En esto conocerán todos que sois como yo, mis discípulos, si os amáis unos a otros. Y no hay más precisiones. Este ‘me voy y volveré’ es la equivalencia perfecta de este ‘amarnos unos a otros’ que leemos, meditamos críticamente en Jn 13,35 como la Buena Noticia que pertenece a las entrañas de la Humanidad. Carmelo Bueno Heras

  

CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos (Semana 26ª: 22.05.2022: Cita de Javier Villán, Sin pecado concebido. Gozos y tribulaciones de un seminarista(

Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros. Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda persona, ¡todo está relacionado!

Ahora, Semana 26ª: 22.05.2022: Cita de Javier Villán, Sin pecado concebido. Gozos y tribulaciones de un seminarista, Ediciones Akal, Tres Cantos (Madrid), 135 páginas.

 

Capítulo I

Del problema de la monja capillera […]

La monja capillera era quebradiza y dorada como un panecillo bien cocido. Era la más niña y la más madrugadora de la comunidad. Cuando yo llegaba a la sacristía para preparar los ornamentos, ella ya estaba allí llenando de hostias el copón, trajinando con las vinajeras. Por las mañanas la hermana capillera no me llamaba nada la atención. Andaba de acá para allá con sus rezos matinales, sus letanías inaudibles y los ojos mirando al suelo. Yo estaba medio dormido y entre lo uno y lo otro bastante tenía con no confundir el color de la casulla que tocaba ese día y que era distinto según la estación ritual del año o la clase de misa que se dijera. Entre el frío que hacía, el sueño de la monja capillera, como un fantasma, las mañanas eran una penitencia.

Con los recortes, más algunas hostias enteras que la monja escamoteaba para mí, daba yo ágapes fastuosos en la sacristía a los que todo el mundo quería apuntarse […} Las hostias sin consagrar no son nada. Sólo pan ácimo, o sea, sin levadura; obleas delicadísimas que se pegaban al paladar y había que despegarlas con vino de consumir. En abundancia y a puñados son otra cosa y saben bien. Consagradas, las hostias son el cuerpo de Cristo.

Muchos creíamos, antes de entrar en el Seminario, que el sentido del vino en el cáliz era ése: enjuagar la boca y arrastrar los restos de la hostia sagrada por las profundidades de la garganta. Mas aprendimos pronto que en la Sagrada Cena, antes de que Judas vendiera a Jesucristo, éste había instituido la Eucaristía bajo la doble especie de sangre y de carne […] El vino de consumir, mientras no se lo consagra, también es nada; sólo un vino dulcísimo como un néctar. Después es la Sangre de Cristo […]

Capítulo II

Del adiós al arado

La primera noche que pasé en el Seminario fue una noche triste. La murria y la soledad me dejaron el alma por los suelos. Creo que aquella noche ni siquiera tenía alma y llegué a pensar que ésta se me había quedado a la sombra de los chopos de mi pueblo. No tenía ánimos ni de rezar, cosa imprescindible antes de dormirse, según el padre espiritual, para que todo fuese bien durante el sueño […]

Capítulo III

De la santidad y de la carne

Pese a todo, yo me tomé la religión muy a pecho y sin frivolidades. Al poco tiempo me comía los santos por la peana y me inflamaba tal pasión redentora que algunos dieron en pensar que iba para santo. Y la primera vez que le oí al padre espiritual hablar del castigo que les esperaba a los réprobos, no quise ser réprobo por nunca jamás amén […] El padre espiritual era como tu padre de verdad, sólo que se ocupaba del alma y no del cuerpo y, a la vez, daba la clase de Religión. Y confesaba […]

Capítulo IV. De las inconveniencias del cilicio […]

Capítulo V. Del teatro y la liturgia hermosa […]

Capítulo XXXI. De índice librorum prohibitorum […]

Capítulo XXXII […] Texto completo, en las páginas 5-17 y 135.

 

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