domingo, 10 de julio de 2022

Domingo 15º del TO Ciclo C (10.07.2022): Lucas 10,25-37. Tan sencillos como el sentido común y Semana 33ª: 10.07.2022: Cita de Monseñor Pietro de Paoli, Vaticano 2035. Novela, Grijalbo

 

Dos de cien

Hace demasiado tiempo que no escribo la presentación de los comentarios en un texto de cien palabras. Hoy lo intento y por partida doble. Todo esto pertenece ya al primer cien en el que debo hablar de la parábola de ‘el buen samaritano’. Todos, como le gusta decir al Evangelista Lucas, la conocemos. Todos sabemos que aquel samaritano de la parábola era el mismo Jesús de Nazaret. Jesús fue samaritano. ¿No era judío? ¿No pertenecía a la genealogía del rey David? Jesús era samaritano. Jesús fue el samaritano de la samaritana. Esta fue su revolucionaria opción de ser ‘buena noticia’.

 

Este segundo texto de las cien palabras habla del libro que sugiero en los ‘Cinco Minutos’ de esta semana. Vaticano 2035. ‘Una intriga religiosa y política de altos vuelos’. Una novela del señor o señora que se oculta tras la autoría de ‘Monseñor Pietro de Paoli, secretario, guardaespaldas y hombre de confianza de Tomás I, el pontífice en 2035’. Este narrador sagaz ‘reconstruye para los lectores la vida apasionante de un papa reformista y transgresor que revolucionará la Iglesia católica’. Se trata de ‘una provocadora ficción que imagina la evolución de la Iglesia católica y del mundo… ¿Imposible?... ¿Polémica?’. Probablemente.

 

A continuación se encuentran los comentarios de este domingo 10 de julio

Carmelo Bueno Heras.

 

Domingo 15º del TO Ciclo C (10.07.2022): Lucas 10,25-37. Tan sencillos como el sentido común. Me lo escribo CONTIGO,

En este nuevo domingo se nos lee al pueblo el relato de Lucas 10,25-37. Un relato que todos suelen conocer en cuanto se comienza a escuchar la narración: “Se levantó un experto en la Ley y le dijo a Jesús para ponerlo a prueba o tenderle una trampa: Maestro, ¿Qué debo hacer para obtener la vida eterna?” (Lucas 10,25).

Lo que el pueblo suele ignorar es lo que este Evangelista acaba de contar en su narración porque nunca se suele leer en ningún domingo del Ciclo C. El mensaje de Lucas 10,21-24, continuación del relato del domingo anterior, se ha suprimido por obra y gracias de un atentado contra el sentido común del respeto por la tarea del Evangelista. Y en este caso el atentado contra el texto afecta directamente al propio Espíritu Santo. No se podrá celebrar con dignidad tal sacramento de la Eucaristía, de la acogida del Evangelio sin tener presente este olvido tan alevoso.

Imagino que a toda persona como celebrante sacerdotal de la liturgia eucarística le importará la realidad de la tercera persona de la Santísima Trinidad tanto como la realidad del Evangelio que es la Buena Noticia de la segunda persona de esta Trinidad. Al parecer, desde la organización litúrgica del dicasterio vaticano el Padre se ha mantenido en riguroso silencio ante tal escándalo de manipulación. ¿Nunca esta primera persona de la Trinidad alzó el grito en la Iglesia para pedir que se leyera Lucas 10,21-24? Ojalá todo celebrante recuerde hoy este texto suprimido.

¿Por qué se silencian y ocultan estas Palabras de Lucas en el Camino del Seguimiento que ahora transcribo?: “En aquel momento el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos […] Dirigiéndose después a los discípulos, les dijo en privado: ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís y no le oyeron”. Ignoro por qué se ignoran.

¿Quiénes son estos sabios y prudentes, por un lado; y estos sencillos por otro? No me queda duda alguna cuando se lee despacio y con sentido crítico la continuación del relato. Así que esta pregunta se deberá tener muy presente cuando se nos lea en este domingo el mensaje de Lucas 10,25-37 e incluso su continuación en los versículos 38-42 (en la casa de Marta y María).

Los sabios y prudentes son el sacerdote y el levita de la parábola llamada ‘el buen samaritano’. Se trata de los profesionales del templo, del templo de Jerusalén de entonces y de todos los demás templos de después. Creo que el propio Evangelista Juan debió de leer esta misma parábola de Lucas e imaginó la parábola de ‘la buena samaritana’ (Juan 4), la de los seis maridos y sus correspondientes seis templos. Si esto parece que es así, ¿qué hacemos con los templos que siguen en pie y con los nuevos que se levantarán? Dejémoslos tranquilos, limpios y vacíos.    

Ahora, ¿quiénes son los sencillos? En mi criterio, los del sentido común, como aquel samaritano de la parábola de Lucas y de este domingo. Sencilla es la persona que ve a otra persona tirada y desangrándose y se acerca y la toca y la cura y la acompaña hasta su recuperación plena.

Cuando pienso en estos sencillos del sentido común les confieso que me da inmensa pena la presencia del sin fin de protocolos de todas nuestras legislaciones. Tanto ‘el buen samaritano’ de Lucas, como ‘la buena samaritana’ de Juan nos enseñan a ser sencillos, personas de sentido común, personas liberadas y liberales ante todo tipo de protocolos. Carmelo Bueno Heras.

 

CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos

Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros. Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda persona, ¡todo está relacionado!

Ahora, Semana 33ª: 10.07.2022: Cita de Monseñor Pietro de Paoli, Vaticano 2035. Novela, Grijalbo, Barcelona, 2006, 618 páginas.

 

Prefacio: Santa ira

Se dice que la ira es uno de los siete pecados capitales. No obstante, aunque el protagonista de esta novela es un hombre irascible, sanguíneo, volcánico en ocasiones, sus arrebatos no son el tema de la historia que me propuse escribir. Muy al contrario, el origen indiscutible de este libro fue min propia ira.

Hace algún tiempo me arrodillé en la oscuridad de un confesionario e hice la siguiente confesión a un sacerdote cuyo rostro no vi, como él no vio el mío: la furia me invade y la ira entristece mi alma al ver a mi Iglesia incapaz de proclamar la fe que la hace vivir, impotente para ofrecer a nuestros contemporáneos una palabra con sentido válido y creíble.

En esta confesión, no acusaba a ‘la Iglesia’. Como algunos de los personajes de esta novela, cuando hablo de la Iglesia no lo hago en singular: digo ‘nosotros’. De modo que ese día me acusaba yo mismo de participar en ese silencio; confesaba, sobre todo, la ira que me volvía tan amargo, que alimentaba min irritación, mi descontento, mi pesimismo.

El confesor, sin duda un buen hombre, no sabía a quién se dirigía. Me recomendó humildad: ‘Haz lo que puedas, lo que esté en tu mano’. Y, aunque no lo dijo, sin duda pensaba: ‘No eres más que un servidor, sí que limítate a lo que te incumbe’. Su consejo y su resignación no hicieron más que aumentar mi ira, y temo que ese día recibí la absolución sin auténtico arrepentimiento…

¿Me habría hablado con tanta libertad si me hubiera visto la cara, si hubiera visto quién era? Seguramente no. Lo mismo deseo para este libro: que lo lean por lo que cuenta, por lo que ofrece; que lo juzguen por sus virtudes y sus defectos, sin dejarse influir por la identidad del autor, por lo que ha hecho o dejado de hacer, por lo que es y por lo que ha sido.

Si hubiera escrito un tratado o un ensayo, puede que mi amargura hubiera dejado sus huellas en las páginas que siguen. Pero, para imaginar el turo de la Iglesia acabé optando por crear personajes de carne y hueso: Giuseppe, Padyy, Paul, Leah, Jeanne-Marie, Kate, Pietro, Mónica, Simón, Marc… Estos cristianos de los cinco continentes son hombres y mujeres sin duda excepcionales, pero a veces también se muestran vacilantes, limitados, impotentes. Se parecen a mucha gente que conozco y, en determinados casos, son hijos de mi pluma tanto como del recuerdo o el contacto con amigos, con íntimos.

Leyendo los posos de café de nuestro tiempo, he intentado poner a esos seres de papel ante las circunstancias y los desafíos, los dramas, las incertidumbres y las preguntas que quizá encuentren respuesta en los próximos decenios. La Palabra que traslado es más grande que yo; la fe que me sostiene no me pertenece; permitidme ser el servidor que se hace a un lado ante aquel a quien sirve; permitidme mantener oculta mi identidad, en beneficio de la esperanza de la que he querido dar testimonio en las páginas que siguen.

Monseñor PIETRO DE PAOLI. Texto completo, en las páginas 13-14.

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