Cuatro
Comentario primero:
2015, 1 de junio. Domingo de la ASCENSION C: Lucas 24,46-53. Leo y escribo Contigo:
Abandonar un Templo o liberarse de una Religión, ¿es ASCENDER?
Domingo de la Ascensión. Y para esta fiesta hay que buscarle un texto adecuado. Las sapienciales decisiones de las litúrgicas mentes vaticanas han encontrado este trozo de Lucas. Justamente las palabras con las que finaliza la primera parte de su obra, el Evangelio (Lucas 24,46-53). Según este relato, el asunto de esta ascensión sucedió el primer día de la semana (24,1). Este primer día de la semana, después de la sepultura de Jesús, fue tan significativo que en él sucede una cantidad de hechos que parece increíble que el primer Evangelio, llamado de Marcos, no se haya enterado de nada de ello (Marcos 16,1-8. Lo que se lee después de esto fue una añadidura).
Hace una semana abandonamos Juan y ahora leemos cosas tan distintas en Lucas que uno no sabe bien qué pensar sobre este desordenado mensaje de la que llaman la Palabra de Dios. Las dos próximas semanas volveremos a leer unos trocitos del relato de Juan. Se acercan fiestas que la clerecía de los clérigos tiene en altísima estima y desean que el pueblo aprecie también esa estima. Pero de esas fiestas hablaremos a su tiempo.
En este capítulo final de Lucas me sorprenden demasiadas cosas. Algunas de ellas están en estos versículos finales que se leerán el domingo para cuantos prestan oído atento a la palabra. No acabo de encajar en mis tareas por entender que ese ‘ellos’, los Once, los seguidores con las seguidoras, los apóstoles, los discípulos… después de despedir a Jesús de Nazaret en su viaje al cielo -sideral, cósmico, divino, más allá- regresen a Jerusalén y se queden en el Templo.
Lo dice así el texto, pero no pudo haber sucedido así. Es imposible. Estas gentes eran tan conocidas como el propio Jesús. Y éste había salido del Templo después de haber denunciado públicamente que ese Santuario era un mercado de bandidos (Lucas 19,45). Y después de que las autoridades decidieran acabar para siempre con este hombre (22,1-2).
Por otro lado, al leer el comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles, continuación del Evangelio de Lucas, se dice que la ascensión al cielo sucedió cuarenta días después de la muerte y que sus seguidores se reunían no precisamente en el Templo de Jerusalén (Hechos 1,1-11).
Y otros Evangelistas, como el propio autor del cuarto Evangelio, nos informan del miedo que tenían estos seguidores de Jesús de Nazaret a las autoridades sagradas del Templo. Muy probablemente, nadie supo nada de la realidad histórica de estos primeros tiempos posteriores a la sepultura en la que se depositó al galileo y laico Jesús. Y como nadie supo nada, cada escritor se atrevió a imaginarse esos tiempos y sus acontecimientos.
Lucas situó en el Templo de Jerusalén el comienzo de su obra cuando el anciano e incrédulo sumo sacerdote Zacarías meditaba avergonzado sobre su esterilidad (Lucas 1,5-25). Cuando abandona el Templo, encuentra la vida.
En el mismo Templo situó el comienzo de la vida adulta de Jesús a sus doce años (Lucas 2,41-52). Cuando abandona el Templo, inicia Jesús su crecimiento.
Y en ese mismo Templo acaba la narración del Evangelio (24,53). Jesús, el liberado y liberador, ya ha abandonado ese Templo. Sus seguidores permanecen aún en él hasta que, liberados, lo abandonen.
¿Ascender, como lo hizo Jesús de Nazaret, significa abandonar ese, o todo, Templo, su Ley, su Sacerdocio y su Religión? Sí. ¡Liberarse!
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 08.05.2016. También en Madrid, 01.06.2025.
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 27ª (01.06.2025): Lucas 9,1-17.
El imperativo evangelizador es aquel ‘dadles vosotros de comer’
El Evangelista Lucas sigue contando en su narración la misión de las personas que acompañan a Jesús (seguidoras y seguidores): “Convocó [Jesús] a los DOCE y les dio autoridad y poder sobre todos los demonios… Recorrían los pueblos anunciando el Evangelio y curando por todas partes” (Lucas 9,1-6). En la expresión ‘los DOCE’ reconocemos la presencia de seguidoras y de seguidores de Jesús. Así es la nueva realidad humana que está surgiendo en torno a Jesús frente a la realidad de las DOCE tribus que es el viejo Israel de la Ley, el Templo y el Sacerdocio.
Jesús de Nazaret, primero, y ahora todas las personas que le acompañan comparten una misma y única misión en su propia tierra de Galilea: evangelizar. Y este evangelizar no es otra cosa que compartir la Buena Noticia del reinado de Dios y curar toda realidad deshumanizada o deshumanizadora. Evangelizar es decir alto y claro que la realidad del reinado de Dios está en cada persona, dentro, en ti, en mí, en todos. Explícitamente nos lo dirá el Evangelista en 17,21.
Esta noticia buena y nueva que es la evangelización despierta evidentes sobresaltos en la autoridad más elevada: “Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba…y pensaba: ¿Quién es éste? (Lc 9,7-9). Esta buena y nueva noticia que es la evangelización despierta también sobresaltos entre las gentes y en su ‘religiosidad popular’ (Lucas 9,10-11).
Este es el contexto en el que Lucas nos narra la única multiplicación de panes y peces (Lucas 9,12-17), como también hará más tarde el Evangelista Juan en el capítulo sexto de su Evangelio. En cambio, los Evangelios de Marcos y de Mateo nos han contado dos multiplicaciones, una en cada una de las dos orillas del lago-mar de Galilea.
Sea como fuere lo que sucediera en la realidad de la historia, lo que llama la atención es ese imperativo ‘evangelizador’ que los Evangelios sinópticos ponen explícitamente en boca de Jesús: “Dadles vosotros de comer” (Lucas 9,13; Marcos 6,37 y Mateo 14,16).
Partid el pan, repartidlo y compartidlo. Así me trato de comprender ese mensaje del Jesús que me habita.
Cuando se actúa así desaparece el hambre. Todos comen y beben. Y siempre sobra. Nadie tiene tanto como todos juntos. Nadie sabe tanto como todos juntos. Nadie puede tanto como todos juntos. En esta manera de pensar, creer, decidir y actuar de los adentros de cada persona reside la realidad del reinado de Dios y del tentador que se nos atraviesa en el camino de la interioridad y de las relaciones.
El Evangelista Lucas tiene, todavía, a su Jesús de Nazaret y a cuantos le acompañan evangelizando en su Galilea. Esta fue su misión y será la misión primera y principal de cuantos escucharon, escuchan y escucharán aún su mensaje. Escuchar esta palabra y comer este pan del ‘dadles vosotros de comer’ es evangelizar, humanizar, personalizar, no ‘sacramentalizar’.
Y, como entonces aquel Herodes de la autoridad y aquellas gentes del pueblo, nos seguimos preguntando a cada paso sorprendidos: ¿Quién es este hombre? ¿Quién es este galileo y laico llamado Jesús de Nazaret? Una persona, como tú y yo, que decidió hacer el bien y no el mal.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 03.06.2018. También en Madrid, 01.06.2025
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