sábado, 15 de febrero de 2014

Reflexión sobre la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (Capítulo tercero: El anuncio del Evangelio) (122-123)



122. Del mismo modo, podemos pensar que los distintos pueblos en los que ha sido inculturado el Evangelio son sujetos colectivos activos, agentes de la evangelización. Esto es así porque cada pueblo es el creador de su cultura y el protagonista de su historia. La cultura es algo dinámico, que un pueblo recrea permanentemente, y cada generación le transmite a la siguiente un sistema de actitudes ante las distintas situaciones existenciales, que ésta debe reformular frente a sus propios desafíos. El ser humano «es al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece».[97] Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; de aquí la importancia de la evangelización entendida como inculturación. Cada porción del Pueblo de Dios, al traducir en su vida el don de Dios según su genio propio, da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes. Puede decirse que «el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo».[98] Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal.[99]

123. En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo. En algún tiempo mirada con desconfianza, ha sido objeto de revalorización en las décadas posteriores al Concilio. Fue Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi quien dio un impulso decisivo en ese sentido. Allí explica que la piedad popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer»[100] y que «hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe».[101] Más cerca de nuestros días, Benedicto XVI, en América Latina, señaló que se trata de un «precioso tesoro de la Iglesia católica» y que en ella «aparece el alma de los pueblos latinoamericanos».[102]

Reflexión:
14 febrero

(RV).- (audio) RealAudioMP3Cada pueblo es el creador de su cultura y el protagonista de su historia, afirma el Papa. La cultura es algo dinámico, que un pueblo recrea permanentemente, y cada generación le transmite a la siguiente un sistema de actitudes ante las distintas situaciones existenciales. El ser humano «es al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece». Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio también transmite la fe de manera siempre nueva. Cada porción del Pueblo de Dios, al traducir en su vida el don de Dios según su genio propio, da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones. Puede decirse, explica el Santo Padre Francisco, que «el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo». Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal.

En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo. En algún tiempo mirada con desconfianza, ha sido objeto de revalorización en las décadas posteriores al Concilio. Y recuerda el Santo Padre que fue el Papa Pablo VI
en su Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi quien dio un impulso decisivo en ese sentido. Allí explica que la piedad popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer». Más cerca de nuestros días, Benedicto XVI, en América Latina, señaló que se trata de un «precioso tesoro de la Iglesia católica» y que en ella «aparece el alma de los pueblos latinoamericanos».

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