domingo, 31 de mayo de 2015

NO HAY MAYOR CIEGO QUE AQUEL QUE NO QUIERE VER (Reflexión)

NO HAY MAYOR CIEGO QUE AQUEL QUE NO QUIERE VER

·         Escrito por InfoFamiliaLibre
·         Publicado en Dar razones de tu fe
Esta expresión, sobradamente conocida, me resulta útil para profundizar en una reflexión que me estoy realizando estos días y que quiero compartir: la palabra de Jesús ¿está viva en nosotros o por el contrario, no nos dice nada nuevo cuando la escuchamos?
Jesús hablaba a las personas que se le acercaban a Él, unas veces se le presentaban por necesidad, otras por interés y otras por maldad, pero a nadie le dejaba indiferente. Para algunos, sus palabras eran camino de salvación en sus vidas, al reconocerse pecadores y reconocerle como el enviado, el Hijo de Dios vivo, para otros, les remordía la conciencia al verse pecadores y no querer cambiar ni aceptarlo…, Jesús no les dejaba a nadie vacío en su interior, les hacía interpelarse ante El. ¿Y nosotros? ¿Nos deja indiferente su palabra?
Les hablaba en parábolas, exponiéndoles conceptos de Dios Padre muy profundos y comparándolos con ideas familiares que todos podían reconocer, pero no todos entender, cumpliéndose así lo que dijo el profeta “…porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden…” tal y como pasa hoy, actualmente cuando muchos escuchamos la palabra de Jesús y no nos cambia, no se hace carne en nosotros.
Es esa disposición del corazón, un corazón preparado, deseoso de conocer la verdad, esperanzado en la búsqueda, abierto a Dios… el que se realiza en plenitud al oír su palabra, la hace meditar en su interior, la comparte con los demás, haciendo así no sólo carne dentro de cada uno, sino luz para otros muchos que la escuchan, llegando a ser una nueva fuente de agua viva…
Jesús nos llama incesantemente, continuamente, a los desesperanzados, a los que sufren, a los que tienen necesidad… para que Él nos cure, para que en Él aprendamos a vivir con esperanza, a saber llevar cada uno su carga, como El llevó la de nuestros pecados siendo el cordero de Dios, a no renunciar, a caer y levantase, como Él hizo en el camino del calvario, … para que así a imitación suya, poder completar el proyecto de Dios con cada uno de nosotros y llevarnos de vuelta a la casa del Padre.
¿Qué nos hace reconocer a Cristo como el único camino de salvación?... “he guardado a los que me diste y ninguno de ellos se ha perdido…” dice Jesús, refiriéndose a los discípulos, a los que había sido enviado por Dios Padre… Dios nos presenta y nos invita a conocer a su Hijo para nuestra salvación… pero somos nosotros los que debemos pedirle a Dios que nos ayude a encontrar a su Hijo, que nos dé un corazón deseoso de encontrarlo, necesitado de Él, para que nuestra alma, que gime con una voz inefable a Dios, encuentre la respuesta amorosa en Dios para presentarlo ante nosotros.
Todos somos como el ciego que Jesús curó: no vemos la realidad de nuestras vidas, el proyecto de vida y amor que Dios tiene para cada uno de nosotros y que debemos encontrarlo, para no solo ser felices ya aquí en la Tierra, sino para nuestra salvación y la de nuestros semejantes.
A veces, es tan sencillo como pedírselo de verdad a Dios Padre,… ¿se lo pedimos realmente? Otras veces preferimos continuar como estamos y acudir a Jesús cuando le necesitamos, cuando tenemos “un interés”, no queriendo crecer en nuestro camino hacia el Padre que Él nos enseña y nos limpia de nuestros pecados y a veces, sencillamente queremos continuar obstinadamente nuestra ceguera, no buscar nada en El, sino en lo que nos ofrecen los placeres de la Tierra, sabiendo que estos son efímeros y nunca nos llenan, … porque queremos seguir siendo ciegos, para que Jesús no nos cure, no nos lleve al Padre y no encontremos nuestra salvación.
Por eso, el dicho conocido se hace realidad en nuestros días:” no es más ciego el que no ve, sino aquel que no quiere ver…”

Autor: Eduardo Jiménez Becerro

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