San Esteban de Hungría, rey
fecha: 16 de agosto
fecha en el calendario anterior: 2 de septiembre
n.: c. 975 - †: 1038 - país: Hungría
otras formas del nombre: István, Vajk
canonización: C: Gregorio VII 1083
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 2 de septiembre
n.: c. 975 - †: 1038 - país: Hungría
otras formas del nombre: István, Vajk
canonización: C: Gregorio VII 1083
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Esteban, rey de Hungría, que, regenerado por el bautismo y
recibida la corona real de manos del papa Silvestre II, impulsó la propagación
de la fe cristiana entre los húngaros, puso en orden la Iglesia en su reino, la
dotó de bienes y monasterios, fue justo y pacífico en el gobierno de sus
súbditos y, finalmente, en Alba Real (Székesfehérvár), en Hungría, en el día de
la Asunción, su alma partió hacia el cielo.
Patronazgos: patrono de Hungría.
refieren a este santo: San Emerico, Beata Gisela de
Hungría, San Ladislao
Oración: Dios todopoderoso, te rogamos que tu
Iglesia tenga como glorioso intercesor en el cielo a san Esteban de Hungría,
que durante su reinado se consagró a propagarla en este mundo. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
El pueblo al que conocemos con el nombre
de magiar, llegó a las comarcas de Hungría en los últimos años del siglo nueve,
procedente de varios distritos al oriente del río Danubio, para instalarse en
las riberas, bajo la dirección de un jefe único llamudo Arpad. Aquel pueblo
estaba constituido por gente brava y guerrera; fue durante una de sus
incursiones por Italia, Francia y las regiones del oeste, cuando se encontraron
con el cristianismo. San Metodio y otros misioneros habían plantado la fe en
puntos tan orientales de Europa como la Panonia; sin embargo, no fue sino al
mediar el siglo décimo, cuando los magiares empezaron a tomar en consideración
a la Iglesia. Geza, el tercer duque (vaivode), que gobernó al pueblo después de
Arpad, vio la necesidad política del cristianismo y, alentado por san Adalberto de
Praga, se hizo bautizar y gran número de nobles lo imitaron.
Pero. evidentemente, aquélla fue una conversión por conveniencia y la mayoría
de los nuevos cristianos lo eran sólo de nombre. Sin embargo, hubo una
excepción: Vaik, el hijo de Geza, quien recibió el bautismo al mismo tiempo que
su padre. y se llamó Esteban (lstvan). Por entonces no tenía más de diez años y
aún no había adquirido las costumbres y modos de pensar de los paganos. En 995,
cuando cumplió veinte años, se casó con Gisela,
la hermana de Enrique, duque de Baviera, mejor conocido como el emperador san Enrique II,
y, dos años más tarde, sucedió a su padre en el gobierno de los magiares.
En seguida, Esteban se vio envuelto en
guerras, pero acabó por doblegar a las tribus rivales y, una vez afirmada su
posición, designó como primer arzobispo a san Astrik, a quien envió a Roma para
obtener del Papa Silvestre II la aprobación para una auténtica organización
eclesiástica en su país; al mismo tiempo, encomendó al arzobispo que pidiera al
Pontífice que le confirmase el título de rey, el que sus súbditos querían darle
desde tiempo atrás y que ahora estaba dispuesto a tomar, con mayor autoridad y
majestad, para cumplir sus designios de promover la gloria de Dios y el
bienestar de su pueblo. El Papa se mostró bien dispuesto a conceder lo que
pedía, e incluso preparó una corona real para enviarla a Esteban, con sus
bendiciones, de acuerdo, sin duda, con los deseos del emperador Otto III, quien
entonces se encontraba en Roma. Al mismo tiempo, el Papa confirmó las
fundaciones religiosas y las elecciones de obispos que Esteban había hecho. El
propio Esteban salió de la ciudad al encuentro de sus embajadores y escuchó, de
pie y con gran respeto, la lectura de las bulas pontificias. De ahí en
adelante, siempre trató con grandes honores y respetos a todos los pastores de
la Iglesia a fin de manifestar su propio sentido religioso y para inspirar a
sus súbditos la devoción por todo lo que perteneciera al culto divino. El mismo
san Astrik, que había traído la corona desde Roma, le consagró rey, con gran
solemnidad, en el año de 1001. En realidad, la supuesta bula del papa
Silvestre, que otorgaba el título de rey apostólico y legado apostólico a san
Esteban, con derecho a portar la cruz de primado, fue falsificada,
probablemente en el siglo XVII. La parte superior de la corona mandada por el
papa encajaba en la parte inferior de otra corona que le dio el emperador
Miguel VII al rey Geza, y ambas se conservan hasta hoy en Budapest. Sin
embargo, auqneu la corona es dudosa y la bula falsa, hay pruebas positivas de
que se le confirieron poderes especiales a san Esteban, equivalentes a los de
«legado ad latere» por parte del Papa, aunque la afirmación de que se le
invistió con el título de «rey apostólico» no tiene fundamento alguno.
Con el propósito de arraigar firmemente el
cristianismo en su reino y darle las mayores posibilidades para su progreso, el
rey Esteban no creó sedes episcopales sino gradualmente, a medida que pudo
echar mano de sacerdotes salidos de su propio pueblo. La primera sede episcopal
de que se guarda registro fue la de Vesprem, pero no pasaron muchos años sin
que se creara la de Esztergom, que llegó a ser la más importante y la sede del
primado. El santo monarca mandó construir en Szekesfehervar una iglesia
dedicada a Nuestra Señora, en la que posteriormente se consagraba y se
sepultaba a los reyes de Hungría. En esa ciudad estableció el rey su residencia
y, desde entonces, se llamó Alba Regalis, para distinguirla de la Alba Julia,
en Transilvania. También terminó la construcción del gran monasterio de San
Martín, iniciada por su padre. Hasta hoy existe ese monasterio, conocido como
Martinsberg o Pannonhalma y es la casa matriz de la congregación de
benedictinos en Hungría. El mantenimiento de las iglesias y sus pastores, así
como el fondo de socorro para los pobres, se obtenían gracias a unos diezmos
que había impuesto: cada diez poblaciones vecinas tenían la obligación de
construir una iglesia y sostener a un sacerdote; por cuenta del rey corría el
mobiliario de la iglesia, el adorno de los altares y los ornamentos del pastor.
No sin vencer grandes dificultades, consiguió eliminar muchas de las costumbres
y supersticiones bárbaras, derivadas de la antigua religión y, por medio de
rigurosos castigos, logró reprimir las blasfemias, el asesinato, el robo, el
adulterio y otros crímenes públicos. Recomendaba que todas las personas adultas,
excepto los clérigos y religiosos, contrajeran matrimonio, pero prohibió las
uniones entre cristianos e idólatras. El monarca era accesible a las gentes de
todas las clases sociales y escuchaba atentamente las quejas de todos, pero
atendía con especial benevolencia a los pobres y a los oprimidos, por
considerar que, al recibirlos con solicitud, se honra a Cristo, quien nos dejó
a los pobres en su lugar al abandonar la tierra.
Se afirma que cierto día en que el rey,
disfrazado de aldeano, recorría las calles para distribuir limosnas, un grupo
de mendigos se aglomeró en torno suyo, lo derribó al suelo, le atropelló y, en
el tumulto, le arrebató la bolsa del dinero y se apoderó de lo que estaba
destinado a otros muchos. Esteban soportó con paciencia, con humildad y aun con
buen humor aquel ultraje, puesto que se alegraba sinceramente por haber sufrido
en el servicio de Nuestro Señor. Para seguirle la corriente, los cortesanos
parecieron divertidos con el incidente y aun hicieron bromas; pero en realidad
estaban muy preocupados por la seguridad del rey y le rogaron que no expusiera
su persona a los peligros; sin embargo, el monarca insistió en que, aun a
riesgo de su vida, jamás negaría una limosna a cualquier pobre que se la
pidiese. El ejemplo de sus virtudes era más efectivo que cualquier sermón para
todo el que caía bajo su influencia. Esto se puso de manifiesto palpablemente
en su hijo, el beato Emerico,
a quien se debe el código de las leyes de san Esteban. El santo hizo que esas
leyes, estudiadas para gobernar a un pueblo rudo, rebelde y recién convertido
al cristianismo, fueran promulgadas en todos sus dominios. Pero sin duda, que
las prudentes medidas no habían sido calculadas para apaciguar el descontento o
la alarma entre los que aún se oponían a la nueva religión, y algunas de las
guerras que san Esteban debió librar, tuvieron motivos tanto políticos como
religiosos. Después de haber rechazado victoriosamente una invasión de los
búlgaros, el rey emprendió la organización política de su pueblo. Comenzó por
eliminar las divisiones entre las tribus; después, repartió el territorio en
condados con un sistema de gobernadores y magistrados. De esta manera, por
medio de una moderada aplicación de las ideas feudales que hacían de los nobles
vasallos de la corona, consolidó la unidad de los magiares; al retener el
dominio sobre la gente común, evitó que se acumulase el poder en manos de unos
cuantos señores. A decir verdad, san Esteban fue el fundador y el arquitecto
del reino independiente de Hungría. Pero como lo hace notar el padre holandista
Paul Grosjean, si observamos a Esteban fuera de su marco histórico, nos dará
una impresión tan falsa como si le comparamos con Eduardo el Confesor o Luis
IX. Y por cierto que ese marco histórico fue muy rudo, violento y salvaje.
A medida que pasaban los años, Esteban
confiaba una parte cada vez mayor de sus responsabilidades a su único hijo;
pero en el año de 1031, Emerico perdió la vida en un accidente de caza y el rey
se dejó llevar por un profundo sufrimiento. «¡Dios le amaba y por eso se lo
llevó a tan temprana edad!», gemía, atenazado por el dolor. La muerte de
Emerico dejó sin heredero al trono y, los últimos años en la vida del monarca
se vieron amargados por disputas familiares sobre la sucesión, a las que debió
hacer frente mientras soportaba los sufrimientos que le causaban sus
enfermedades físicas. Había cuatro o cinco personajes que reclamaban el trono
para sí, incluso un tal Pedro, hijo de Gisela, la hermana de san Esteban (que
no debe confundirse con la beata Gisela, esposa del rey), mujer cruel y
ambiciosa que se había establecido en la corte desde la muerte de su esposo,
porque estaba decidida a que su hijo ocupara el trono y, sin el menor
escrúpulo, despiadadamente, se aprovechó de la mala salud de Esteban para
conseguir sus fines. Por ese entonces, murió el santo, a la edad de sesenta y
tres años, en la fiesta de la Asunción del 1038. Fue sepultado en una tumba
contigua a la de su hijo, el beato Emerico, en Szekesfehervar. En su sepulcro
se realizaron algunos milagros. Cuarenta y cinco años después de su muerte, a
pedido del rey san Ladislao de Hungría, el papa San Gregorio VII hizo trasladar
sus reliquias a un santuario construido dentro de la gran iglesia de Nuestra
Señora, en Buda. Inocencio XI en 1686, fijó su fiesta para el 2 de septiembre,
puesto que el emperador Leopoldo recuperó la ciudad de Buda de manos de los
turcos en aquella fecha.
Hay dos biografías antiguas sobre san
Esteban que datan del siglo once y que se llaman Vita Major et Vita Minor.
Estos textos los editó Pertz, en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores,
vol. XI. A principios del siglo doce, el obispo Hartwig extrajo de esos materiales
una biografía que se halla impresa en Acta Sanctorum, septiembre, vol. II.
Pueden extraerse otros hechos relacionados con la vida del santo, de Chronica
Ungarorum editada en Monumento, vol. I de Endlicher. La imagen proviene de las
«Crónicas ilustradas», relato del siglo XII.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_2888
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