El 21 del XXI
Va a ser, sin lugar a dudas,
el único año de este siglo. Y así pasará a la historia. No deseo
considerarme profeta de nada con esto que acabo de escribir. Sólo estoy
diciendo que no habrá ningún año 21 en todo el siglo XXI. Cosas del lenguaje,
tal vez.
Pero este año tan singular
llega nada más acabarse el año que sí pasará a la historia, aunque habrá
infinidad de personas en todo lo ancho y largo del mundo que desearíamos
que no hubiera existido. Pues hemos de saber todos que la historia guardará en
su archivo este 2020 y será muy citado y consultado... Los humanos somos así.
Para bien o para menos bien. Somos así y nos conocemos muy bien.
Bienvenido 2021. Me leas o no
me leas, querido año nuevo, harás lo que te plazca. Y me parece correcto.
No seré yo quien se meta en tu piel de trescientos sesenta y cinco días y
con tus casi seis horas más. Sólo quiero comentarte mi sueño dulce y azul:
Deseo que me traigas salud.
No te pediré suerte, ni una pizca. El año pasado pedí estas cosas a tu
compañero de historia y de archivos. Y casi ni me hizo caso en nada. Tu amigo
no repartió salud a manos llenas. Y lo escribo yo que no me quejaré de
esta salud. Respiro, escribo y vivo. Tu amigo de archivo, querido año, no
repartió salud porque sin saberlo aún repartió dolor y muerte por todos los
rincones del mundo. Te lo repito, él repartió dolor y muerte. Las dos
realidades más deshumanizadoras que podemos vivir los humanos. Dolor y muerte.
¿Por qué no te atreves a repartir a manos derrochadoras saludables remedios
contra el dolor y la muerte?
A tu querido compañero de
archivo le pedí una pizca de suerte y no ha habido manera de verla por ningún
sitio. La suerte brilló por su ausencia. Creo que se la comió la pandemia, que
aún sigue obsesionada en esta tarea devoradora.
Voy acabando esta misiva,
querido (¡o querida?) 2021. Te lo repito y recuerdo. Te pido salud. Aire para
respirar. Aire sano, para todos, siempre, gratis. De todo lo demás nos iremos
encargando cada uno, porque ya hemos aprendido que nos necesitamos, que debemos
hablarnos hasta entendernos, que estamos dispuestos a compartirlo todo porque
todo es de todos. Los latinos dirían: pan, pan, pan, pan... Me lo ha enseñado
la 'pandemia' pasada o por pasar... Pan es todo.
Te cuento esto último, amigo
2021, porque la escritura de los comentarios que puedes leerte ahora me han descubierto que tú y yo, y el
otro, y los otros, en femenino y masculino, somos 'palabra'.
Soy palabra
Eres palabra
Es palabra
Somos palabras
Sois palabras
Son palabras
PALABRAS, no 'bla, bla, bla,
bla.
Recuerda, mi querido
año 2021, si nos quieres mucho y bien, regálanos Salud y Aire, que cada
uno de nosotros se encargará de ser 'PALABRA'.
A continuación, los
comentarios del relato de Juan y la página de los Cinco Minutos.
Domingo 2º de Navidad B (03.01.2021: Juan 1,1-18.
Una persona, como todas, se hizo palabra. Sí, lo creo y escribo CONTIGO,
Hemos llegado al primer domingo del nuevo año 2021. Estamos
en el año después. En el año 21, del siglo 21. Ojalá lo podamos decir con el
pleno sentido con el que se puede leer en alguna de las páginas de la
Biblia. ‘El tiempo después’ suele ser en los relatos bíblicos ‘buen tiempo’,
ocasión de ver cumplidas las esperanzas, oportunidad de caminos nuevos y
buenos, olvido del mal que fue, superación de la pandemia que ya pasó.
Para este domingo del Ciclo B dedicado al Evangelio de Mc-Mg
me hubiera gustado que se proclamara alguno de sus relatos sobre la presencia
de Jesús de Nazaret por los aires de su tierra. Pero ya se ha visto la cita: Juan
1,1-18. Se nos propone, nunca sabré por qué motivo, que el pueblo de las
celebraciones acoja la primera unidad narrativa y teológica del cuarto
Evangelio, escrito en los años finales del siglo primero. Más de sesenta años
después de la muerte del galileo Jesús.
Este texto inicial del Evangelio se suele llamar ‘Prólogo’.
Está bien. Pudiera llamarse Pórtico. Está bien también. Es lo primero que
leemos en este Evangelio. Nunca se habla explícitamente de Jesús de Nazaret,
pero todo lector sabe que se está hablando de él. Explícitamente se cita a Juan
el Bautista como el testigo de la Luz. Enseguida se comprenderá dentro de este
Evangelio qué es esto de ser testigo de la Luz y qué es esto de ser la Luz.
Dicen muchos especialistas que este Prólogo lo escribió su
autor cuando ya se encontraba escrito el relato Jesús de Nazaret, que empezaría
con la escena de Juan cuando bautizaba para perdonar pecados a orillas del río
Jordán en las cercanías de Jericó.
El comienzo de este Prólogo evoca o se inspira en el comienzo
de todo comienzo que es el libro del Génesis. En este comienzo se presenta al
Dios en quien cree Israel como el Dios que crea por medio de su Palabra
(Génesis 1), no como ese otro Dios que crea con sus manos (Génesis 2). De igual
manera, este Jesús de Nazaret del cuarto Evangelio se presenta como un hijo y
un dios que es la Palabra creadora.
Con tan solo una pincelada consigue sintetizar el autor la
identidad y la misión de su protagonista: “La Palabra contenía la Vida. Esta
Vida era la Luz de los hombres que brillaba en la tiniebla, pero la tiniebla no
la comprendió” (1,4-5). De mano de la ignorancia vino la muerte.
Esta palabra fue un hombre entre los hombres. Una persona
que, como todas, se hizo palabra.
Este hombre, lo sabremos en la siguiente página de este
cuarto Evangelio, era y lo seguirá siendo Jesús de Nazaret. Y con él también
serán Palabra ellas y ellos, tú y yo y el otro, todas las personas. Toda la
humanidad es Palabra con la que se escribe el único libro de la Vida, de toda
la Vida. Me atrevo a escribirlo en este lenguaje tan simbólico como real,
porque así es también el lenguaje de este Prólogo y de todo este cuarto
Evangelio llamado de Juan. Un Juan anónimo que no fue uno de aquellos primeros
seguidores de Jesús llamados ‘Los DOCE’. Fuera quién fuese, este Juan nos
invita a compartir, como él lo hace, la fe en Jesús. Carmelo Bueno Heras.
CINCO MINUTOS
con la Biblia entre las manos.
Domingo 6º: 03.01.2021. Después de
comentar los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...
BOCADILLO DE... “Bocata determinado”
El título está pensado para suscitar "el hambre por la palabra".
Por eso, es conveniente leer estas líneas hacia el final de la mañana o al
atardecer, cuando más sentimos el "come-come" del vacío gastronómico.
Todos los lectores de la Biblia habrán oído hablar, en más de una ocasión, de
los géneros literarios. Toda persona, consciente o inconscientemente,
cuando se expresa vierte su pensamiento en "moldes, estructuras,
formas...". Así, expone sus ideas en un refrán, elabora un diálogo entre
personas imaginarias o concretas, cuenta un relato, recita unos versos. De
estas pequeñas formas de expresarse nacerán otras más complicadas: una novela,
una obra de teatro, una biografía, un artículo de prensa, una revista, una
película, un libro. En estos momentos de "gusa gastronómico-bíblica",
hablamos de una curiosa manera de expresarse que existe en los libros de la
Biblia: la palindromía, que otros llaman estructura circular y que entre
nosotros y para entendernos popularmente podríamos llamar "bocadillo"
(pan + queso + pan). Todo ello forma una unidad en la que pueden distinguirse
perfectamente los tres (o más, si el bocadillo posee varias capas) componentes.
Cada integrante del bocata tiene su identidad y, a la vez, el bocata entero
tiene la suya propia, que viene a ser como la integración de todos los
peculiares sabores.
Según lo dicho, es fácil entender que existen "bocatas
bíblicos" de tres elementos, de cinco, de siete... Entonces, para
comprender el mensaje de un texto bíblico con estructura de palindromía habrá
que, primero, prestar atención a cada uno de sus componentes (o pequeñas
unidades literarias) y, luego, considerar el conjunto, la unidad total. Este es,
pues, el modo de acercarse al texto bíblico (proceso exegético) para dejarnos
iluminar por su mensaje y testimonio.
Sugiero un ejemplo para que el lector comience a practicar y degustar
las excelencias del alimento bíblico. Empezamos por un bocata (o palindromía)
de siete elementos: el encuentro entre los dirigentes judíos, Jesús y Pilato,
según está contado en Juan 18,28-19,16. En primer lugar, se debe
leer el texto entero. Luego, subrayar en el texto los verbos
"salir-entrar", que marcan cada una de las unidades (o componentes)
del bocadillo. Tercero, leer y comprender el mensaje de cada unidad. Cuarto,
detenerse en la unidad central, aquella que determina el "contenido"
del bocadillo. Quinto, relacionar las unidades correlativas: la primera
con la séptima, la segunda con la sexta y la tercera con la quinta. El sexto
paso del método consiste en dialogar con todo el texto, es decir, preguntarle
para que él nos responda y así aclarar todas las extrañezas del mismo. En estos
momentos tenemos ya todas las claves para responder a la pregunta: ¿qué mensaje
central pretendió ofrecernos el autor del texto? El séptimo y último
paso será la meditación y saboreo del texto, la aplicación a nuestra vida
personal, comunitaria, eclesial, social.
Espero que el lector de este texto de
Juan haya identificado ya las siete unidades y haya descubierto las
correlaciones antes indicadas. Espero que la unidad central del
bocadillo la haya situado en Juan 19,1-3, donde Jesús es declarado y
confesado como rey. Espero también que se haya comprendido que el
mensaje central del texto se precisa al responder las preguntas: ¿Qué tipo de
rey? ¿De quién es rey? ¿Por qué es rey? ¿Quién es el pueblo de este rey? ¿Qué
tienen en común las realezas y la realeza de Jesús? ¿Qué origen, vida y final
tiene este rey? ¿Por qué? ¿Por quiénes? Por fin, dos sugerencias. Una,
si el ejercicio te ha resultado iluminador, propónselo a otras personas y poned
en común los resultados de la investigación. Entonces se comenzará a entender
cómo Dios en su palabra nos habla también hoy. Dos, acércate al texto de
otro evangelista y "busca, identifica y comenta" otras palindromías o
bocadillos, hasta que la "gusa bíblica se calme". Suerte y buen
apetito. CBH, Educar hoy 49 (septiembre-octubre.1995).
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