Bautizos no, Bautismo de adultos.
316. Santísima Reina de los Apóstoles. Que me devuelvan a la señora María317. Santísima Reina Concebida sin Pecado Original. Que me devuelvan a la señora María.
318. Santísima Reina de los Patriarcas. Que me devuelvan a la señora María.
319. Santísima Reina de todos los Santos. Que me devuelvan a la señora María.
320. Santísima Reina y Sede de la Sabiduría. Que me devuelvan a la señora María.
321. Santísima Reina Causa de nuestra Alegría. Que me devuelvan a la señora María.
322. Santísima Reina e Inmaculada Concepción de El Viejo. Que me devuelvan a la señora María.
Se abrió el cielo…, porque estaba cerrado
En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: ‘Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no m le la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego’… En un bautismo… Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»
Este es el texto completo del Evangelio que se proclama el domingo, día diez de enero. Texto breve. Y bien descontextualizado para que pueda decirse de él cuanto se desee a modo de comentario atador o liberador. Sólo el lector que se acerque al relato de Lucas en esos tres capítulos iniciales de su evangelio podrá sortear el peligro del adoctrinamiento que más de uno realizará en su explicación como pastor de la liturgia eucarística. Recuerdo que el domingo pasado se leyó la primera página del Evangelio de Juan y el domingo 17 de enero se volverá de nuevo a Juan. Y en este domingo intermedio se leen estos dos trocitos del capítulo tres de Lucas. Y, ¿por qué razón no se leen los versículos 17, 18, 19 y 20? Pregúntenselo a quien presida vuestra celebración. Yo no tendré esa oportunidad.
Dicho esto, que ya ven y saben los lectores inteligentes, me centraré en uno de los aspectos del mensaje explícito del texto que se nos ofrece y que he escrito en el primer párrafo. Para comenzar a entendernos escribo aquí que el cielo del que se habla en el texto no se abrió o rasgó nunca. Y por eso mismo, nunca apareció una paloma tan especial que se la llamó siempre ‘espíritu santo’. Y si ambas cosas no sucedieron, la tercera tampoco. Es decir, nadie oyó una voz tan peculiarmente divina. Muchos me dirán que qué razones tengo para afirmar cosas tan contrarias a las que afirma el texto de este Evangelio.
La principal razón es que los cuatro evangelistas cuentan muy distintamente este acontecimiento del llamado ‘Bautismo de Jesús de Nazaret’, que no es exactamente igual que el ‘Bautismo del Señor’, como se le denomina a este domingo después de la celebración del día de los Magos Reyes. Cada Evangelio cuenta este relato a su modo. Y si son cuatro maneras tan distintas, es imposible asegurar quién de los cuatro cuenta lo que sucedió. Seguramente nadie lo hace. Cada cual escribió su relato tratando de interpretar el sentido de un hecho. Lo único cierto que podemos afirmar es, más o menos, esto: Un sacerdote del templo llamado Juan bautizaba, lejos de Jerusalén, a quienes lo deseaban para perdonarles gratuitamente sus pecados sin necesidad de pasar por la obligación de ofrecer en el templo dones materiales o sacrificios de animales para que el Dios Yavé -de Moisés, la Ley los Profetas- se sintiese satisfecho y perdonase los pecados de sus creyentes. De este acontecimiento tan blasfemo en la Religión de Israel se enteró un hombre de Galilea llamado Jesús de Nazaret, adulto, laico y tan crítico como el propio Juan el bautizador. Se enteró y, como uno más, fue a ver de qué se trataba.
Este Jesús, a sus treinta años y en plena madurez, no se quedó con Juan ni continuó bautizando como él. Hizo algo semejante, pero más radicalmente blasfemo y novedoso. Nos compartió su experiencia de fe. Lo que él creía y anunciaba como buena noticia. El Dios en quien él creía no habita en ningún cielo fuera de la tierra, como lo afirman todas las religiones (investíguese esto, por favor). Para este Jesús, el cielo es esta tierra conocida y esta es la única casa de todos, el único templo y la única religión. Sólo hay tierra y vida. Y todos somos Tierra y Vida. De ellas venimos, en ellas estamos y a ellas volvemos. Siempre y para todos. ¿Nos escandaliza ver así a Jesús? Pero después de leerse toda la obra de Lucas, tal vez escandalice menos y, sobre todo, libere a la fe en Jesús de toda atadura de cualquier Dogma, Culto, Tradición o Religión.
¡¡¡Cuánto me gustaría hablar y compartir sobre esta atrevida imagen de ‘el cielo abierto y la paloma’ que está en los cuatro evangelistas: Mc 1,10; Mt 3,16; Lc 3,21 y Jn 1,32-34!!! Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 10.01.2016 y en Madrid, 12.01.2025.
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final.
Semana 7ª (12.01.2025): Lucas 2,21-33.
Luz. Luz. Luz
Empiezo por copiar aquí el inicio y el final del relato que leemos y comentamos. Al bebé nacido “se le cumplieron los ocho días para circuncidarle y se le dio el nombre de Jesús... Luz para iluminar a las naciones y gloria de Israel, su pueblo” (Lucas 2,21-32).
Este párrafo del relato de la Infancia de Jesús que se ha inventado Lucas es de una inmensa preciosidad literaria y teológica. Con un solo dato se cae en la cuenta de esta realidad. La lectura comparativa de los versículos 21 y 22 es elocuente. La circuncisión del nacido Jesús se celebra con la precisión temporal de la Ley: ‘ocho días’ después del nacimiento. En cambio, el rito de la purificación se celebra ‘cuando se cumplieron los días’. ¿Qué días y cuántos? El lector que desconozca la Ley de Moisés jamás sabrá cuándo sucede este acontecimiento. Y ésta es una de las claves que nos deja el Evangelista para comprender su relato y su mensaje.
Los rituales de la purificación están perfectamente descritos y precisados en Levítico 12,1-8, es decir, en todo este capítulo completo. El tiempo de esta purificación es el de los cuarenta días después del nacimiento. La popularmente llamada ‘cuarentena’, vigente en nuestra católica iglesia hasta antes de ayer. Conviene leerse completo el capítulo para preguntarse por la ¿igual dignidad de la niña, mujer y madre, frente al niño, varón y padre?
Dije en el comentario anterior que Jesús de Nazaret había nacido a los quince meses de que el ángel Gabriel anunciara a Zacarías en el Templo que tendría un hijo con su esposa Isabel. Quince meses por treinta días de cada mes hacen un total de 450 días. Y a éstos se añaden los cuarenta hasta que se celebra la purificación. En total 490 días. Es decir, setenta semanas. Las anunciadas por el profeta y sabio Daniel en el capítulo noveno de su libro. Y este cumplimiento de lo prometido lo proclama otro sabio anciano y sacerdote judío en el Templo de Jerusalén, Simeón: justo y lleno del Espíritu. Estos son los ropajes de las narraciones llamadas ‘mito’.
Desde el primer anuncio de Gabriel hasta este cumplimiento todo el relato se comienza y se acaba en el templo. ¡Qué forma tan profundamente natural y sencilla de decir que la relación de este Jesús de Nazaret con el Templo de su Religión va a ser la clave para comprender al uno y al otro! Y esta relación no será en la vida adulta de Jesús, precisamente, de intimidad, sino de constante conflicto. ¿Por qué sus seguidores nos sentimos tan a gusto dentro del Templo?
Otra segunda clave, nada despreciable, que nos deja el narrador es la triple referencia a la Ley de Moisés (2,22-24) y a su cumplimiento. Y frente a esta Ley, la triple referencia a la presencia del Espíritu (2,25-28). Este Espíritu será el protagonista que acompaña al otro protagonista, Jesús de Nazaret. Este Espíritu no reside en el Templo, en su sacerdocio o en la Ley de Moisés, sino en el galileo que tiene ahora Simeón en sus manos. ¡Qué palabras las suyas! (Lc 2,29-32).
En estas palabras de Simeón comprendemos que la misión de ser ‘luz de las gentes’ (en latín ‘lumen gentium’, por si nos evoca a algún documento de calado) se le ha quitado a Israel, por incompetente (Isaías 42,1-9 y 49,1-6), y se le ha confiado a un laico y desconocido galileo llamado Jesús. ¿Quién es este Jesús que es luz? También me lo grita Juan 8,1-12 y ¡le escucho!
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 14 de enero de 2018 y 12 de enero de 2025.
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