sábado, 11 de enero de 2025

Bautizos no, Bautismo de adultos - El Bautismo de Jesús de Nazaret C: Lucas 3,15-22 (Se abrió el cielo…, porque estaba cerrado) y CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas Semana 7ª (12.01.2025): Lucas 2,21-33. Luz. Luz. Luz

 Bautizos no, Bautismo de adultos.

Se acaban de apagar las luminarias de las navidades. Estamos en enero como si acabáramos de despertar de un sueño. Estábamos muy entretenidos con las historias de los personajes de la inmensa pantalla del móvil celular del tiempo cuando una especie de mente mágica nos ha dejado en blanco, como si todo se hubiera apagado definitivamente. 
Mientras contemplábamos embelesados el belén de los belenes de estas fiestas alguien nos cortó el flujo y todo se quedó a oscuras. ¿Cuánto duró el apagón? Ni se sabe, pero cuando todo parece que volvió de nuevo con la nueva luz pudimos contemplar atónitos que todo el decorado del belén de todos los belenes nos daba la espalda y en silencio se iba encerrando en las cajas de cartón para dormir el sueño de otros casi doce meses de  espera hasta la próxima Navidad.
De la noche a la mañana todo volvió a ser como había sido, más o menos. Tal vez un poco menos por aquellos de 'las rebajas'.
Meditaba distraídamente en estos asuntos mientras me disponía a presentar los comentarios correspondientes al domingo 12 de enero del nuevo año 2025. Me sorprendió constatar que la infancia de Jesús de Nazaret también se había encerrado en el silencio de su caja de cartón. Aquel niño recostado en las pajas de un pesebre había crecido hasta llegar a cumplir los treinta años, como así nos cuenta el especialista e inventigador Lucas, el evangelista ocupado y preocupado por los toros para los sacrificios ofrecidos o por ofrecer al Dios de la misericordia que perdona si hay sangres derramadas.
Así, pues, el infante Jesús de Nazaret con sus 30 navidades a las espaldas se presentó ante el bautizador que no necesitaba de toros ni de otros animales para alimentar el patrimonio de la ostentación religiosa del sacerdocio y de su casa el Templo de Jerusalén.
Con sus 30 años a cuestas, aquel Jesús, el hijo de María y de José, se fue a dialogar sin tiempo, sin planes ni presupuestos con el perdonador de pecados llamado Juan, el hijo de unos padres del ámbito sacerdotal judío, hace años ya fallecidos. No sé por qué, pero me he vuelto a leer ese capítulo tercero del Evangelista Lucas para hacerme una idea de esto que tanto se dice entre nosotros los católicos apostólicos romanos y vaticanos sobre 'el bautismo'. Eso es, el bautismo de un Jesús adulto adulto adulto. ¿Por qué se nos hace comulgar con un bautismo de niños niños niños? ¿Cómo es posible vivir dos mil años tan confundidos, equivocados, adormecidos o, tal vez, engañados? Ahí me vuelvo a quedar como aquel pintor amarrado al mango de su brocha y sin escalera para sus pies.
Y en esta celebración del bautismo, tan extraña como entrañable (para más gentes de las que imaginamos), me sigo diciendo que me quiero parecer a la señora María a ver si me la acaban devolviendo, que la sigo sintiendo también secuestrada y engañada mientras se la reviste de mil y un trampantojo material y espiritual, como vuelvo a recordar en sus otras siete advocaciones:
316. Santísima Reina de los Apóstoles. Que me devuelvan a la señora María
317. Santísima Reina Concebida sin Pecado Original. Que me devuelvan a la señora María.

318. Santísima Reina de los Patriarcas. Que me devuelvan a la señora María.

319. Santísima Reina de todos los Santos. Que me devuelvan a la señora María.

320. Santísima Reina y Sede de la Sabiduría. Que me devuelvan a la señora María.

321. Santísima Reina Causa de nuestra Alegría. Que me devuelvan a la señora María.

322. Santísima Reina e Inmaculada Concepción de El Viejo. Que me devuelvan a la señora María.


Y junto a esta jaculatoria me sigo identificando con esta otra que voy repitiendo como un nuevo mantra del aire de mis adentros: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.
Nada más ya para este nuevo domingo del 12 de enero de 2025.
A continuación se encuentra, primero, el comentario del Evangelio propuesto desde el ámbito vaticano para las Eucaristías. Y, en segundo lugar, el comentario del relato que nos correspondería proclamar, si se ha comenzado a leer ordenadamente el Evangelio de Lucas a lo largo de los cincuenta y dos domingos de este año eclesiástico católico. 
 
Salud para los doce meses de 2025. Carmelo Bueno Heras

2025, 12 de enero: El Bautismo de Jesús de Nazaret C: Lucas 3,15-22. Leo y escribo Contigo:

Se abrió el cielo…, porque estaba cerrado

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: ‘Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no m le la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego’…  En un bautismo… Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»

Este es el texto completo del Evangelio que se proclama el domingo, día diez de enero. Texto breve. Y bien descontextualizado para que pueda decirse de él cuanto se desee a modo de comentario atador o liberador. Sólo el lector que se acerque al relato de Lucas en esos tres capítulos iniciales de su evangelio podrá sortear el peligro del adoctrinamiento que más de uno realizará en su explicación como pastor de la liturgia eucarística. Recuerdo que el domingo pasado se leyó la primera página del Evangelio de Juan y el domingo 17 de enero se volverá de nuevo a Juan. Y en este domingo intermedio se leen estos dos trocitos del capítulo tres de Lucas. Y, ¿por qué razón no se leen los versículos 17, 18, 19 y 20? Pregúntenselo a quien presida vuestra celebración. Yo no tendré esa oportunidad. 

Dicho esto, que ya ven y saben los lectores inteligentes, me centraré en uno de los aspectos del mensaje explícito del texto que se nos ofrece y que he escrito en el primer párrafo. Para comenzar a entendernos escribo aquí que el cielo del que se habla en el texto no se abrió o rasgó nunca. Y por eso mismo, nunca apareció una paloma tan especial que se la llamó siempre ‘espíritu santo’. Y si ambas cosas no sucedieron, la tercera tampoco. Es decir, nadie oyó una voz tan peculiarmente divina. Muchos me dirán que qué razones tengo para afirmar cosas tan contrarias a las que afirma el texto de este Evangelio.

La principal razón es que los cuatro evangelistas cuentan muy distintamente este acontecimiento del llamado ‘Bautismo de Jesús de Nazaret’, que no es exactamente igual que el ‘Bautismo del Señor’, como se le denomina a este domingo después de la celebración del día de los Magos Reyes. Cada Evangelio cuenta este relato a su modo. Y si son cuatro maneras tan distintas, es imposible asegurar quién de los cuatro cuenta lo que sucedió. Seguramente nadie lo hace. Cada cual escribió su relato tratando de interpretar el sentido de un hecho. Lo único cierto que podemos afirmar es, más o menos, esto: Un sacerdote del templo llamado Juan bautizaba, lejos de Jerusalén, a quienes lo deseaban para perdonarles gratuitamente sus pecados sin necesidad de pasar por la obligación de ofrecer en el templo dones materiales o sacrificios de animales para que el Dios Yavé -de Moisés, la Ley los Profetas- se sintiese satisfecho y perdonase los pecados de sus creyentes. De este acontecimiento tan blasfemo en la Religión de Israel se enteró un hombre de Galilea llamado Jesús de Nazaret, adulto, laico y tan crítico como el propio Juan el bautizador. Se enteró y, como uno más, fue a ver de qué se trataba.

Este Jesús, a sus treinta años y en plena madurez, no se quedó con Juan ni continuó bautizando como él. Hizo algo semejante, pero más radicalmente blasfemo y novedoso. Nos compartió su experiencia de fe. Lo que él creía y anunciaba como buena noticia. El Dios en quien él creía no habita en ningún cielo fuera de la tierra, como lo afirman todas las religiones (investíguese esto, por favor). Para este Jesús, el cielo es esta tierra conocida y esta es la única casa de todos, el único templo y la única religión. Sólo hay tierra y vida. Y todos somos Tierra y Vida. De ellas venimos, en ellas estamos y a ellas volvemos. Siempre y para todos. ¿Nos escandaliza ver así a Jesús? Pero después de leerse toda la obra de Lucas, tal vez escandalice menos y, sobre todo, libere a la fe en Jesús de toda atadura de cualquier Dogma, Culto, Tradición o Religión.

¡¡¡Cuánto me gustaría hablar y compartir sobre esta atrevida imagen de ‘el cielo abierto y la paloma’ que está en los cuatro evangelistas: Mc 1,10; Mt 3,16; Lc 3,21 y Jn 1,32-34!!! Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 10.01.2016 y en Madrid, 12.01.2025.

 

CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. 

Semana 7ª (12.01.2025): Lucas 2,21-33.

Luz. Luz. Luz

Empiezo por copiar aquí el inicio y el final del relato que leemos y comentamos. Al bebé nacido “se le cumplieron los ocho días para circuncidarle y se le dio el nombre de Jesús... Luz para iluminar a las naciones y gloria de Israel, su pueblo” (Lucas 2,21-32).

 

Este párrafo del relato de la Infancia de Jesús que se ha inventado Lucas es de una inmensa preciosidad literaria y teológica. Con un solo dato se cae en la cuenta de esta realidad. La lectura comparativa de los versículos 21 y 22 es elocuente. La circuncisión del nacido Jesús se celebra con la precisión temporal de la Ley: ‘ocho días’ después del nacimiento. En cambio, el rito de la purificación se celebra ‘cuando se cumplieron los días’. ¿Qué días y cuántos? El lector que desconozca la Ley de Moisés jamás sabrá cuándo sucede este acontecimiento. Y ésta es una de las claves que nos deja el Evangelista para comprender su relato y su mensaje.

 

Los rituales de la purificación están perfectamente descritos y precisados en Levítico 12,1-8, es decir, en todo este capítulo completo. El tiempo de esta purificación es el de los cuarenta días después del nacimiento. La popularmente llamada ‘cuarentena’, vigente en nuestra católica iglesia hasta antes de ayer. Conviene leerse completo el capítulo para preguntarse por la ¿igual dignidad de la niña, mujer y madre, frente al niño, varón y padre?

 

Dije en el comentario anterior que Jesús de Nazaret había nacido a los quince meses de que el ángel Gabriel anunciara a Zacarías en el Templo que tendría un hijo con su esposa Isabel.  Quince meses por treinta días de cada mes hacen un total de 450 días. Y a éstos se añaden los cuarenta hasta que se celebra la purificación. En total 490 días. Es decir, setenta semanas. Las anunciadas por el profeta y sabio Daniel en el capítulo noveno de su libro. Y este cumplimiento de lo prometido lo proclama otro sabio anciano y sacerdote judío en el Templo de Jerusalén, Simeón: justo y lleno del Espíritu. Estos son los ropajes de las narraciones llamadas ‘mito’.

 

Desde el primer anuncio de Gabriel hasta este cumplimiento todo el relato se comienza y se acaba en el templo.  ¡Qué forma tan profundamente natural y sencilla de decir que la relación de este Jesús de Nazaret con el Templo de su Religión va a ser la clave para comprender al uno y al otro! Y esta relación no será en la vida adulta de Jesús, precisamente, de intimidad, sino de constante conflicto. ¿Por qué sus seguidores nos sentimos tan a gusto dentro del Templo?

 

Otra segunda clave, nada despreciable, que nos deja el narrador es la triple referencia a la Ley de Moisés (2,22-24) y a su cumplimiento. Y frente a esta Ley, la triple referencia a la presencia del Espíritu (2,25-28). Este Espíritu será el protagonista que acompaña al otro protagonista, Jesús de Nazaret. Este Espíritu no reside en el Templo, en su sacerdocio o en la Ley de Moisés, sino en el galileo que tiene ahora Simeón en sus manos.  ¡Qué palabras las suyas! (Lc 2,29-32).

 

En estas palabras de Simeón comprendemos que la misión de ser ‘luz de las gentes’ (en latín ‘lumen gentium’, por si nos evoca a algún documento de calado) se le ha quitado a Israel, por incompetente (Isaías 42,1-9 y 49,1-6), y se le ha confiado a un laico y desconocido galileo llamado Jesús. ¿Quién es este Jesús que es luz? También me lo grita Juan 8,1-12 y ¡le escucho!

Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 14 de enero de 2018 y 12 de enero de 2025. 

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