El domingo de la Biblia
… 334. Santísima Virgen de la Corona. Que me devuelvan a la señora María. 335. Santísima Virgen Poderosa. Que me devuelvan a la señora María. 336. Santísima Virgen Clemente. Que me devuelvan a la señora María.
Y junto a esta jaculatoria me sigo identificando con esta otra que voy repitiendo como un nuevo mantra del aire de mis adentros: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.
2025, 26.01. Domingo 3º del TO C: Lucas 1,1-4 y 4,14-21. Leo y escribo Contigo:
La evangelización comienza cuando se ‘aprende a leer’.
El domingo, 12 de enero, se nos leyó el relato del bautismo de Jesús. Siete días después era el Evangelista Juan el que habló de Jesús y de su presencia en Caná para convertir el agua de una religión en vino de otra boda. Así planifican ‘la evangelización’ de la liturgia los impresentables magísteres vaticanos. Y, empecinados en su error, para el domingo del 24 de este mes nos presentan ‘un relato amañado’ de Lucas, el evangelista del toro: Lucas 1,1-4 seguido de 4,14-21. Los tres evangelios sinópticos cuentan el acontecimiento del Bautismo de Jesús en el Jordán unido al hecho inmediatamente posterior de las tentaciones en el desierto. Lucas también los hace así, como puede leerse en su Evangelio. ¿Por qué no se ha leído el texto de las tentaciones a continuación del texto del bautismo? Porque los responsables de la liturgia reservarán la narración de las tres tentaciones para el primer domingo de ‘la santa cuaresma’, en febrero.
Resumido: todo un galimatías de textos, una rocambolesca organización de trozos de relatos evangélicos, un caos de literatura de los Evangelios para… ¿qué? Sencillamente para que nunca los oyentes de la palabra nos enteremos qué es un Evangelio. No me cansaré de repetir esta acusación mientras pueda y no se le ponga remedio donde se debe ‘escuchar’ tan atentamente el Evangelio que es en la casa, mesa y cama de los creyentes en Jesús de Nazaret. Y también en el dicasterio romano-vaticano de la liturgia.
Si a alguien le está pareciendo que me he pasado en la denuncia, le ruego que se lea siete veces y con detenimiento explícito Lucas 4,14-21, que es el segundo párrafo del Evangelio de la liturgia del domingo. Se cuenta que un sábado Jesús en la sinagoga de su Nazaret se atreve a leer la lectura de un trocito del profeta Isaías que año tras año se hacía sistemáticamente, como sucede ahora en nuestra liturgia de la misa. Al parecer era un relato conocidísimo por los judíos practicantes de su religión del sábado. Y en esta ocasión, según lo cuenta Lucas en rigurosa exclusiva, Jesús leyó casi todo el relato señalado por la oficialidad del culto sinagogal. Casi todo, menos el final. Antes de acabar el relato propuesto, Jesús levantó los ojos, los paseó con dulzura por la asamblea de los varones reunidos, porque las mujeres no tenían permiso de acceso, y dijo que así les estaba hablando, ahora y a todos, el profeta Isaías. Aquellos piadosos judíos de la asamblea se quedaron con la boca abierta, sorprendidos y sin palabras. El lector Jesús de Nazaret se había atrevido a enmendar, de medio a medio, el mensaje del Profeta. ¿Quién se ha creído que es este galileo y laico? Seguramente Jesús de Nazaret se había hartado de escuchar que Dios premia a los buenos (siempre varones, sólo judíos, sanos de cuerpo y cumplidores de todos los mandamientos) y castiga a los malos (todos los demás, mujeres, niños, enfermos, filisteos, egipcios, tartesos, aztecas, peruanos, americanos, zulúes, negros, chinos, árabes…). Esto escribió Isaías 61,1-2: ‘... Anuncio para todos un año de gracia y un día de venganza de nuestro Dios Yavé’. Y así me lo aprendí de memoria según el catecismo de mi primera comunión (mayo de 1960). Sin embargo, esto es lo que leyó Jesús (Lucas 4,19): ‘Anuncio para todos un año de gracia de nuestro Dios Yavé’. Para este Jesús de Lucas no hay venganza, ni castigo, ni condena, ni pecado. Sólo gracia. Para todos. ¡Fue un escándalo y le mataron (4,28-30)! Después de tantos siglos, iglesias, concilios, papas, teólogos y catequistas aún seguimos sin fiarnos de Jesús y del mensaje liberador de su evangelio. ¿Por qué? Les dio y nos sigue dando miedo…
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 24 de enero de 2016 y en Madrid, 26 de enero de 2025.
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 9ª (26.01.2025): Lucas 2,41-52.
Después de cumplir sus doce años
El Evangelista nos ha contado extraordinariamente bien, siguiendo las claves de la narración mítico-simbólica, los primeros cuarenta días de ‘la infancia de su Jesús de Nazaret’ (Lucas 1,5 hasta 2,40). Inmediatamente después, nos cuenta la celebración del final de esta infancia y el comienzo de la mayoría de edad de este niño como de todo varón judío, de entonces y de siempre. De todo varón, lo repito. ¿Por qué no se celebraba esto mismo en el caso de ser una niña-mujer? ¿Por qué? ¿Por qué?... Porque la mujer no es ni será nunca un ‘buen judío’. La mujer solo servía (¿sirve?) para parir nuevos niños y niñas judíos… ¿Tremendo? Así se creía.
“Sus padres [los de Jesús, que eran María y José] iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años subieron ellos, como de costumbre, a la fiesta…” (2,41-42). Esta celebración de la fiesta del principio de la adultez de Jesús sólo se cuenta aquí según le ha parecido a este Evangelista Lucas. Para ser precisos, Lucas no cuenta la celebración de esta fiesta, sino lo que sucedió después de la fiesta. Creo que esto es lo que sí importa recordar.
Tres días después de la celebración de esta ‘mayoría de edad de Jesús’, como podríamos decir entre nosotros ahora: ‘al día siguiente de cumplir sus 18 años’. ¿Qué sucedió entonces, según este único narrador Lucas? Sucedió que el nuevo judío adulto, laico y galileo de Nazaret, tomó su primera decisión sin haber consultado con nada ni con nadie. Sólo con él mismo. Con sus adentros, con sus sentimientos y pensamientos, con sus entretelas cerebrales, cordiales (de corazón) e intestinales… ¡Con su libertad de ser humano adulto y responsable!
Por todo esto, más adelante, como recuerda este Lucas en 17,21, Jesús dirá de él mismo y de todo ser humano libre y responsable que ‘el reinado de Dios está dentro de cada uno y de cada una’, nunca fuera, ni arriba en un cielo, ni abajo en un templo. Dentro de cada uno. Me impacta muy profundamente leer esta primera decisión que constata este Lucas en su Jesús de Nazaret, judío y adulto: sus padres, “al cabo de tres días le encontraron en el Templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y preguntándoles. Todos cuantos le oían estaban sorprendidos por sus palabras y sabiduría… He venido o me he quedado para ocuparme de las cosas y las casas de mi…, ¿padre, Padre, dios, Dios…, Templo, templos? (2,46-50).
Esta fue la primera decisión de la misión de este Jesús de Lucas. No parece que fuera una ‘buena noticia o evangelio’, porque ni sus padres lo comprendieron. Pero en esta decisión y desde ahora se inicia la misión de este Jesús, su evangelización. Todo sucede en el Templo donde se decía y creía que residía Yavé, el Dios de Israel, de la Ley, el Altísimo y Poderoso que enviaría a su Mesías Salvador-Liberador de Césares romanos o de Herodes judíos. Todo sucede en el Templo, pero enfrentado con él. Por eso sale de este Templo y no volverá a él hasta Lucas 19,41 para…: “entrando en el Templo comenzó a echar fuera a los que vendían… y se puso a enseñar… Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo buscaban matarlo porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras” (19,45-48). ¿Qué enseñaba en ese templo a los doce años o a los treinta? Enseñaba lo que enseñó siempre desde 4,14 hasta 19,44: el Evangelio no está en el templo, sino dentro de cada uno, de ti, de mí, del otro...
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 28.01.2018 y Madrid, 26.01.20025.
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