Capítulo segundo:
El Espíritu liberador en la Patria Grande
LA PASIÓN POR LA REALIDAD
La realidad como referencia fundamental. «Con los pies en la tierra».La espiritualidad latinoamericana se caracteriza claramente por una referencia fundamental constante a la realidad. Una pasión por la realidad, un «realismo» elemental -aunque a veces parezca también «mágico»- es quizá la primera de las actitudes que caracterizan este talante.
Se trata de una doble referencia, tanto de origen como de finalidad. De origen: porque toda acción, todo planteamiento, toda teoría, todo estudio, toda vivencia, todo proyecto… ha de partir de la realidad. De finalidad: porque se trata siempre de un proceso que apunta en definitiva a un objetivo central: volver a la realidad. «Partir de» y «volver a» la realidad: he ahí el «realismo» nada mágico de la espiritualidad latinoamericana.
Partir de la realidad significa también partir de abajo arriba, es decir, inductivamente, desde la experiencia de la realidad, por la participación desde la base, no deductivamente, ni desde el laboratorio intelectual, ni desde las decisiones verticales de la autoridad.
Significa también partir de dentro hacia afuera, es decir, por un procedimiento concientizador, que busca el desarrollo autogestionado de la persona y de la comunidad, no de forma autoritaria, impuesta, compulsiva.
Siempre en una actitud de respeto y de honestidad para con la realidad39: respetar la verdad de la realidad, ser fieles a la realidad, dejarse llevar por lo real… Nunca ignorar, distorsionar, ni mucho menos falsificar la realidad.
Este realismo puede verse plásticamente ejemplificado en el famoso método típico latinoamericano: «ver-juzgar-actuar». Originario de la JOC de Cardjin, aludido en el Vaticano II40, utilizado por primera vez en América Latina a nivel oficial eclesiástico en la X Reunión anual del CELAM41, pasaría a ser ampliamente difundido en los sectores eclesiales y pastorales, hasta que fuera finalmente consagrado en Medellín. Ya desde los primeros años 60 y hasta la actualidad, el método, con ese nombre o sin él, ha invadido todas las esferas de la vida: no sólo la reflexión teológica y la actividad pastoral, sino la pedagogía, la política, el sindicato, etc. En todo caso sus realizaciones más llamativas han sido llevadas a cabo en la teología (con la Teología de la Liberación) y en la pedagogía (con la Educación Popular, la «concientización»). En ambos campos ha producido América Latina autores y creadores de talla universal. Todo ello constituye una impronta del espíritu latinoamericano que se ha convertido en aportación a la comunidad universal.
Este método latinoamericano ha dejado de ser una simple «cuestión metodológica», accidental o periférica, y ha pasado a ser una estructura mental, de trabajo, de reflexión42… un talante, todo un
39 Cfr SOBRINO, en Liberación con espíritu, Sal Terrae, Santander 1985, pp 24ss; ID., Espiritualidad y seguimiento de Jesús, en Mysterium liberationis, Trotta, Madrid 1990, pp 453-459.
40 AA 29.
41 En dicha reunión, celebrada en octubre de 1966, se preparaba la organización de la Conferencia de Medellín. En ella se decidió la estructura de los futuros documentos, bajo el esquema tripartito de «Hechos/Reflexión/Recomendaciones». Cfr. OLIVEROS, R., Liberación y teología, CRT, México 1977, págs. 80-81. Ronaldo MUÑOZ, en su libro Nueva conciencia de la Iglesia en América Latina (Sígueme, Salamanca 1974) estudia los documentos más importantes aparecidos en la Iglesia latinoamericana en los años 65-70 y constata que mayoritariamente se organizan según este método.
42 «Si asociamos la reflexión teológica a las tareas históricas por la mediación de las ciencias de lo social es porque queremos evitar el peligro de una teología “pura”, que acabaría siendo inevitablemente una superproducción gratuita de significaciones, en otras palabras, una
25
rasgo de espiritualidad: partir de la realidad, iluminarla y transformarla, para volver a ella a transformarla y partir de esta realidad transformada en un nuevo proceso cíclico que gira y gira interminablemente en torno a la realidad, a vueltas con ella.
Esta pasión por la realidad constituye un rasgo genuino de la espiritualidad latinoamericana, y se convierte así en piedra de toque para:
-evitar la abstracción estéril y entrar en lo concreto;
-no quedarse en la teoría y venir a lo práctico;
-superar la mera interpretación y llegar a la transformación;
-abandonar todo idealismo y espiritualismo y poner los pies en el suelo: el compromiso, la praxis.
El análisis de la realidad.
El análisis de la realidad marca la superación de la aceptación acrítica de la realidad, la pasividad, la resignación, la ingenuidad política. La nueva actitud es la del «análisis» permanente, que se entiende como un nivel todavía más estrecho de relación con la realidad: el de la búsqueda de su comprensión más profunda.
Por «análisis» se entiende la búsqueda de las causas históricas y estructurales. Causas históricas: las raíces internas y profundas que arrancan del pasado, que vienen de más atrás y de más adentro. Causas estructurales: porque interesan las causas permanentes y fundantes, más allá de lo simplemente coyuntural. Esta actitud nos hace ser personas con planteamientos «radicales», es decir, que van a las «raíces» de los problemas y de las soluciones, sin detenerse en la superficie ni contentarse con la primera explicación empírica que se presenta.
Esta actitud de realismo y análisis permanente nos impone un alto nivel de disciplina, sobriedad, discurso racional, que ha de ir combinado con lo festivo y lo gratuito, administrado y dosificado con una inteligente pedagogía y sin perder nunca la perspectiva de la esperanza, para que este nuestro «realismo» no se torne áspero y agobiante.
Entre nosotros todo quiere ser abordado con «realismo crítico». La actitud permanente de análisis forma parte ya de nuestro ser latinoamericano43. El análisis, la hermenéutica, la interpretación… se constituyen en primer paso obligado en todo proceso, trabajo, estudio o práctica. Una actitud de «crítica total»44 nos lleva a preguntarnos cuál es el «lugar social» de cada cosa, «¿a quién sirve?», cuál es su ubicación geopolítica, y, «en definitiva, ¿cómo quedan los pobres?»… Y para ello se echa mano45 de los instrumentos de análisis de que se dispone.
La actitud de análisis permanente de la realidad social, y la peculiaridad concreta de este análisis es uno de los rasgos de este talante liberador latinoamericano que más ha llamado la atención y que más polémica ha suscitado. Es en todo caso una novedad, y una contribución latinoamericana singular.
“hemorragia de sentido” debida a la “infinitud de las palabras” de su incontinencia». Cfr C. BOFF, Teología de lo político. Sus mediaciones, Sígueme, Salamanca 1980, pág. 44.
43 En las Iglesias latinoamericanas concretamente, en amplios sectores, es costumbre comenzar cualquier reunión de trabajo pastoral o de fraternidad espiritual con el análisis de la coyuntura nacional e internacional. El documento preparatorio para la IV CELAM (febrero 1990) afirmaba: «El análisis de la realidad, como modo para realizar una pastoral encarnada en nuestro Continente, ha ido creciendo en importancia. Su influencia en América Latina parte de la constitución pastoral Gaudium et Spes. Las Conferencias de Medellín y Puebla lo han potenciado y lo han hecho madurar. Es un campo privilegiado para el diálogo entre ciencias sociales y acción pastoral» (nº 769).
44 «Una actitud de crítica “total” frente a supuestos valores, medios de comunicación, consumo, estructuras, tratados, leyes, códigos, conformismo, rutina… Una actitud de alerta insobornable. La pasión por la verdad». Cfr P. CASALDALIGA, Los rasgos del hombre nuevo, en VARIOS, Espiritualidad y liberación en América Latina, DEI, San José 1982, pág. 179.
45 La teología y la espiritualidad de la liberación, con un sentido arrojadamente misionero, no dudan en asumir los riesgos que conlleva la utilización -sin servilismos, ciertamente- de instrumentos analíticos ajenos a la corriente cristiana; como santo Tomás de Aquino lo hiciera en su tiempo con el pagano Aristóteles; como lo han hecho en nuestros días las encíclicas sociales de los papas al utilizar categorías marxistas, psicoanalíticas etc.
26
LA INDIGNACIÓN ÉTICA
Esta experiencia fundamental46, es algo que marca a la persona en todos los niveles de su vida. Queda en la base de nuestra estructura espiritual, nos define, nos constituye. Establece empatías y antipatías. Los que tienen en común esta experiencia sienten entre sí una afinidad espiritual incluso más allá de las fronteras de la fe47. A veces, incluso, los cristianos sienten que las distancias que les separan de hermanos en la fe que no comparten esta experiencia es mayor que la que les diferencia de los no cristianos que sí comparten esa experiencia48.
Esta experiencia humana fundamental es lo que llamamos la «indignación ética» Para mejor comprenderla trataremos de descomponerla teóricamente. Distinguimos en ella varios elementos: 1, la percepción de la «realidad fundamental», 2, la indignación ética ante la realidad; 3, la percepción de una exigencia ineludible, y 4, la toma de postura u opción fundamental.
[1]En primer lugar, decimos, se da una percepción de la realidad fundamental, que es la realidad más cruda y radical. Con ello queremos decir que la persona llega a captar en la realidad algo que le parece afectar a lo más sensible de la existencia. Como cuando no se puede tocar una herida porque en ella ha quedado al descubierto un nervio cuyo tocamiento estremece todo el sistema nervioso de la persona, hay realidades y situaciones que ponen al descubierto ante el sujeto dimensiones sumamente sensibles, esenciales, que comprometen los valores absolutos cuya integración es necesaria para la captación del sentido de la vida. En esas realidades y situaciones nos parece «tocar» lo más sensible de la existencia, lo «absoluto», aquello que nos concierne inapelablemente y que provoca en nosotros una reacción incontenible.
La «realidad fundamental» que en esta hora de América Latina se ha constituido en matriz reveladora de valores absolutos que exigen una respuesta ineludible es la experiencia de la pobreza masiva y provocada en nuestro Continente49.
[2]Por una serie de factores históricos y culturales que han concurrido en los últimos tiempos, esta realidad puede ser captada e interpretada en un modo nuevo por un número creciente de hombres y mujeres de todo el Continente que ven comprometidos en ella valores fundamentales, imprescindibles para la composición del cuadro de su conciencia y la comprensión de sí mismos, del mundo y de la historia. Al percibir esa realidad fundamental sentimos una «indignación ética».
Es una indignación ética «radical» que viene de muy hondo, de las raíces últimas de nuestro ser. Es una indignación que no brota de una circunstancia o de una ideología particular, sino una indignación que uno percibe que la siente por el mero hecho de ser humano, de forma que si no la sintiera no se sentiría humano. Una indignación tan irresistible que no deja comprender cómo puedan no sentirla otras personas humanas.
46 Ronaldo MUÑOZ ha tematizado en páginas muy bellas esta «experiencia humana fundamental». Cfr Dios de los cristianos, Paulinas, Santiago de Chile 1987, pág. 48-53. Le seguimos de cerca en este punto.
47 El Vaticano II habla de «un nuevo humanismo» (GS 55) que unifica más y más el mundo (GS 56, 57, 33, 82, 83, 85, 88, 89; NAe 1; PO 7; DH 15; AA 8; LG 28…).
48 Otro tanto parece hacer Dios, al no hacer diferencias tanto entre creyentes y ateos, cuanto entre los que se dejan interpelar o no por la «realidad fundamental» del pobre, tal como sugieren Lc 10 (buen samaritano), Mt 25, 31 (porque tuve hambre), Mt 21, 28-32 (los dos hermanos)…
49 Se trata de la pobreza en toda su globalidad pluridimensional: no sólo la miseria creciente en que están sumergidas las masas humanas de nuestro Continente, sino también el panorama histórico de esta pobreza, sus causas estructurales, la agresión atávica de los Imperios contra los Pueblos, el conflicto permanente entre el derecho de la Fuerza contra la fuerza del Derecho…
27
Podemos decir que esta indignación ética se ha convertido en las últimas décadas en un fenómeno masivo en América Latina50. Se ha extendido por todo el Continente una conciencia generalizada de la injusticia dominante. Han proliferado como en ninguna otra parte del mundo los métodos de concientización popular, la sensibilidad hacia las injusticias, especialmente hacia las estructuras sociales injustas (colonialismo, dependencia, subdesarrollo, imperialismo, «pecado social»…), la percepción de la urgencia de la transformación social, el boom de las ciencias sociales, la divulgación de los estudios y de las prácticas de análisis social con su correspondiente politización. Se puede decir que después de estos decenios la conciencia del pueblo de América Latina es ya otra, resultó transformada y perdió la ingenuidad sociopolítica en que antes estaba sumida. Este fenómeno masivo de conciencia es uno de los factores que ha configurado el Nuevo Pueblo Latinoamericano….
[3]Esta indignación no es algo que se quede en sí misma, como un sentimiento estéril que no engendrara dinamismo alguno. Se trata de una indignación radical que comporta una exigencia ineludible. Nos afecta, nos sacude, nos conmueve, imperativamente. Nos sentimos cuestionados en lo más hondo, en nuestro mismo ser. Nos vemos interpelados de una forma ineludible: sentimos que no podemos transigir, tolerar, convivir o pactar con la injusticia, porque sería una traición a lo más íntimo y profundo de nosotros mismos…
[4] Ahí viene, ineludiblemente, una toma de postura del sujeto. Una opción. Una opción inevitable, porque ante una exigencia ineludible la misma omisión o el desentendimiento es una forma de toma de postura. Y es a la vez una opción fundamental, porque se hace en función de esos valores fundamentales de la existencia que han sido percibidos como comprometidos definitivamente en la realidad concreta percibida. Se trata pues de la opción fundamental de la persona.
Esta toma de postura también puede ser negativa: la actitud contraria a la indignación ética es la cerrazón del corazón, la falta de sensibilidad, la indiferencia51.
En esta «experiencia fundamental» -que sólo metodológicamente puede ser viviseccionada en estos cuatro elementos- la persona toma su postura ante la realidad de los pobres. Y con ello se define a sí misma. Define cuál va a ser su postura ante los valores absolutos. Fija cuál va a ser su Causa, el sentido de su vida.
Esta experiencia fundamental humana es la que marca el sentido de la propia vida, y lo marca -en continuidad con lo que decíamos en el capítulo anterior- «a partir de la realidad», a partir de la realidad más real, que es la realidad concreta de los pobres, la realidad mayor de nuestro tiempo, el lugar «antropológico» más fundamental. De ello deducimos:
Hay personas que pasan por la vida sin enfrentarse a esta «realidad mayor», personas que se quedan en pequeñas realidades privadas, o de su grupo, sin llegar a descubrir el conflicto mayor de nuestro tiempo52.
Los pobres juegan en el mundo un papel crucial. Ellos son quienes nos dicen realmente qué es el mundo53. Toda captación de la realidad del mundo fuera de los pobres es una captación esencialmente viciada, distorsionada.
Los pobres nos evangelizan, decimos en cristiano.
Hoy no se puede definir el sentido de la vida sin situarse de cara a los pobres, o sin pronunciarse ante el conflicto crucial de nuestro tiempo de los pueblos frente al imperio54.
Hay que encontrar el sentido de la vida desde el sentido de la Historia, desde los pueblos oprimidos.
50 Recordemos aquí los fenómenos de la concientización, de la secularización, de la politización, de la transformación cultural de América Latina. Lo cual no es un fenómeno estrictamente latinoamericano, pero que sí se da en el Continente con unas características especiales.
51 Con razón la canción pide corazón suficiente como para no quedar insensible ante una «realidad fundamental»: «Sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente…». Y el himno del breviario pide en el mismo sentido: «Que el corazón no se me quede / desentendidamente frío».
52 «Los hombres se dividen según que hayan hecho o no acto de presencia ante la miseria del mundo de hoy»; cfr E. MOUNIER, citado por Julio LOIS, Teología de la Liberación: Opción por los pobres, Iepala, Madrid 1986, pág. 95.
53 ELLACURIA, Conversión de la Iglesia al Reino de Dios, Sal Terrae, Santander, pág. 105.
54 GIRARDI, en Aspectos geopolíticos de la opción por los pobres, en J. M. VIGIL, Sobre la opción por los pobres, Ediciones Nicarao, Managua 1991, págs. 67-77.
28
El punto de vista de los pobres y oprimidos es más fecundo -por ser el más real- para ver el sentido de la historia que el de los poderosos.
Por todo ello es por lo que el contacto con la realidad de los pobres es necesario para todos aquellos que no nacieron o no viven en esa realidad. Es el contacto con los pobres el que, de hecho, nos hace real la realidad55.
Los pobres son el único sacramento absolutamente universal y el único sacramento absolutamente necesario para la salvación56.
Esta experiencia fundamental y la opción fundamental que lleva implicada es también un acto religioso. Aun vivido con una conciencia de no creencia. En la opción fundamental que se realiza en esa experiencia fundamental la persona se define también ante Dios. Al definirse la persona, por una «opción fundamental», frente a la realidad última se define ante Dios. Es a Dios a quien se encuentra en esa experiencia57:
-porque le salen al encuentro los interrogantes más serios de la vida, de la realidad: el sentido de la realidad, de la historia, de la humanidad, de sí mismo…
-porque en la realidad de la pobreza le sale al encuentro Aquél que dijo: «lo que hicisteis a mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis»…
-porque ahí está definiendo el sentido de su vida, y por tanto está reconociendo a unos de-terminados valores como absolutos, como su «dios»58;
-porque ahí está definiendo cuál es su talla ante Dios, lo que le inspira, su talante, su motivación última, su «espíritu»…
La indignación ética es también compasión. Es sentir como propio el dolor del mundo, padecer con él. El origen de esta espiritualidad, la pasión que está en el origen de este espíritu, es lo que está al origen de la teología y de la espiritualidad de la liberación59. Es lo que está al origen de toda utopía revolucionaria: “una persona no se hace revolucionaria por la ciencia, sino por la indignación”60.
Con la indignación ética estamos imitando la indignación de Dios. Su indignación, descrita originalmente en Ex 3, es modelo para nosotros. El prestó atención al clamor de su pueblo y tomó postura ante él, decidió entrar en la lucha de liberación histórica.
Jesús también se compadecía61 de las muchedumbres abandonadas (Mc 6, 34). El origen de su vocación, como el de tantos otros profetas anteriores y posteriores a él, tuvo que ser la indignación ética ante el sufrimiento de su pueblo.
Hay otro tipo de experiencia religiosa, que es la más vulgarmente considerada como «religiosa» (la del sentimiento religioso interiorista que no hace referencia a esta «realidad global mayor», la de ciertos carismáticos, los espiritualistas…). Este otro tipo de experiencia religiosa produce otro tipo de religión62. Es otro tipo de experiencia fundamental fundante. Produce otro tipo de «espíritu», otro talante espiritual, otra espiritualidad distinta de la que compartimos en América Latina los que partimos de la indignación ética como experiencia fundamental.
55 En algunos lugares del primer mundo existen los «exposure programms», las experiencias de contacto con la realidad de los marginados. Entre nosotros no son precisos tales programas; basta con no cerrarse a la realidad circundante.
56 Cl. BOFF - J. PIXLEY, Opción por los pobres, Paulinas, Madrid 1986, pág. 133
57 Santo Tomás afirma que toda persona humana, ya en su primer acto racional, se define de alguna manera en favor o en contra de Dios, aun sin que le sea explícitamente anunciado.
58 Volvemos a recordar la palabra de Orígenes: «Dios es aquello que un hombre pone por encima de todo lo demás».
59 C. y L. BOFF, Cómo hacer teología de la liberación, Paulinas, Madrid 1986, pág. 10ss
60 MERLEAU-PONTY, Humanisme et terreur, Paris 1956, pág 13. Es bien conocida la tesis de E. DURKHEIM según la cual en el origen del socialismo hay una pasión: la pasión por la justicia y por la redención de los oprimidos; una indignación ética pues. La ciencia vendría en un segundo tiempo, para apoyar la opción inicial: Le socialisme. Sa definition. Ses débuts. La doctrine saunt-simonienne, F. Alcan, Paris 1928.
61 Cfr las bellas páginas de A. NOLAN sobre la compasión de Jesús, en, ¿Quién es este hombre?, Sal Terrae, Santander 1981, pág. 50-51.
62 J.M.DIEZ-ALEGRIA presenta dos tipos de religión o de religiosidad: el ontológico-cultual y el ético-profético. Cfr Yo creo en la esperanza, Desclée, Bilbao 1975, pág. 60ss.
29
AUTOCTONÍA LIBERADORA
Muchos creen que hablar de antiimperialismo sería una postura arcaica o fanática, como si los imperialismos hubieran ya terminado. Para la encíclica Sollicitudo rei socialis (nº 22) de Juan Pablo II, la tendencia al imperialismo y la tendencia al neocolianismo venía entrañada en los grandes bloques que dominaban el mundo. No todos los bloques han desaparecido. Para nosotros, en consonancia con esta saludable advertencia de la encíclica, antiimperialismo significa la contestación radical a todo colonialismo o dominación o hegemonía socio-político-económico-cultural.
El engaño de los que quieren ser más modernos de la cuenta podría venir de una estrategia del propio imperio: el mejor modo de seguir imperando es hacer creer que ya no se impera. Puede venir también el engaño de no percibir el paso real, histórico, de los imperios nacionales, o de los Estados-Imperio a los imperios transnacionales, o corporaciones, trusts imperiales… Hay también una actitud típicamente neoliberal que defiende a toda costa -y sacrificando lo que haga falta- la libertad de las personas, dejando de lado la liberación de los pueblos. Puro individualismo, puro egoísmo, y falacia fatal.
De hecho no hay personas libres en pueblos esclavos. Los pueblos son colectividad de personas. Teóricamente se podrá pensar en un preso «libre en el espíritu», pero está preso. Nosotros rechazamos la libertad burguesa, liberal, hoy pretendidamente en triunfo definitivo por el neoliberalismo, y frente a ella afirmamos la libertad liberada y liberadora. No nos basta con ser libres para votar. Queremos ser libres para vivir y para convivir libremente. En cristiano -o en bíblico, si se quiere- sería bueno recordar que Dios ha hecho a las personas, cada una, a su imagen y semejanza, y no precisamente en moldes. El único molde sería la única e inconmensurable Trinidad, que es una y plural en sí. Y a cada persona le ha dado una identidad única y un destino intransferible, en igualdad de dignidad con las otras personas.
Proporcionalmente debe decirse lo mismo de los Pueblos. Cada Pueblo, suma de personas, es una imagen y semejanza de ese Dios uno y plural. Unico ese Pueblo, intransferible su destino, indispensable en la historia de la humanidad. Ningún otro Pueblo puede llenar el vacío de un Pueblo masacrado o dominado, prohibido. (porque toda dominación es negación de la alteridad, o por lo menos de la igual dignidad, y ciertamente, explotación y «utilización»)
Es bueno recordar incluso que todo imperio tiene sus colonias. Y en términos modernos, y hasta posmodernos si se quiere, ese imperio sin fronteras, ese imperio más camuflado, menos evidente, menos circunscrito a un Estado, a una etnia o cultura, ha llegado a transformarse en el macroimperio que es el Primer Mundo. Y lógicamente, las muchas colonias individualizadas se han transformado en esa macrocolonia que es el Tercer Mundo. En ninguna época de la historia humana un imperio ha sido más rico, ni más poderoso64, ni en ningún momento de la historia humana una colonia ha sido más numerosa y más pobre que esta colonia del Tercer Mundo. Y en ningún momento de la historia humana los mecanismos de enriquecimiento y de empobrecimiento, de dominación y dependencia han sido más sofisticados y más poderosos, y más estructural y legalmente estructurados.
63 «Usted viene aquí hablando de América Latina, pero eso no interesa. Nada importante viene del Sur. La historia nunca ha sido hecha en el Sur. El eje de la historia comienza en Moscú, pasa por Bonn, llega a Washington y sigue hacia Tokio. Todo lo que pueda pasar en el Sur carece de importancia». Henry Kissinger a Gabriel Valdés, ministro de Asuntos Exteriores de Chile.
64 Paul KENNEDY, Auge y caída de las grandes potencias, Plaza Janés, Barcelona 1989.
30
Hoy caben las «Justas Causas», el «PeaceMaker», la defensa de la Civilización Occidental, el «Nuevo» Orden Mundial con «la ley del mercado»… y se puede llegar al extremo de definir cuántas personas tienen derecho a nacer y cuántos nacidos tendrán derecho a sobrevivir.
Este espíritu de amor a la autoctonía -y por consiguiente de contestación a la dominación, a la hegemonía, a la prepotencia-, ese antiimperialismo continuado -y con toda razón, vigente aún-, es mucho más positivo de lo que podría parecer. Contestamos la realidad de miseria y de dependencia del Tercer Mundo, para que no pueda existir un Primer Mundo egoísta y deshumanizado. Queremos afirmar el «unimundismo» de la familia humana.
La contestación a esa dominación o neodominación macroimperial significa para nosotros la afirmación primigenia, radical, visceral… de la propia vida. El mecanismo de la Deuda Externa y su Sanedrín del FMI, es la máxima guerra, el genocidio mayor que se haya vivido en la historia humana. Es la guerra que más muertos causa.
Cada vez más, la misma agresividad del macroimperio, el mismo surgimiento más delineado de un Primer Mundo, ha hecho que los continentes del Tercer Mundo se sintieran más hermanos y más intersolidarios en la lucha por su autoctonía y liberación, y en el derecho y el deber de contribuir con su alteridad al único mundo humano que soñamos.
A partir de las vivencias de represión y martirio y por las luchas de liberación, crece en nuestro Continente la conciencia y la voluntad de la desmilitarización. «Há soldados armados, amados o não, / quase todos perdidos de armas na mão. /Nos quartéis lhes ensinam antigas lições / de morrer pela pátria e viver sem razões» (G. Vandré).
América nace, como América, sintiéndose dependiente, conociéndose como invadida, como sometida y como colonia. Dependiente de los sucesivos imperios. Fue primero el imperio español. Hoy es el macroimperio transnacional, con las garras próximas de la nación imperial del norte.
Eso explica la permanente posición antiimperialista y libertaria de nuestros próceres de las Independencias; antes y más radicalmente, de los grandes líderes indígenas y negros; de nuestros artistas e intelectuales; de las mismas expresiones de la cultura popular; y hasta de la proliferación de chistes con que se contesta a las metrópolis y se ridiculiza ciertas fechas que acaban siendo imperiales o imperialistas, como el día de la hispanidad, etc.
Ultimamente se está contestando cada vez con más fuerza la misma denominación de América o de América Latina, como ya anteriormente se contestó la denominación de Hispanoamérica, y se proponen nombres originales, como Abia Yala.
Al mismo tiempo se afirma la alteridad y la complementariedad. De hecho, en estos últimos años sobre todo, lo étnico-cultural, indígena o negro o mestizo, y lo sexual-otro (lo femenino), vienen afirmándose en su autonomía o autoctonía, como «lo otro», como «lo alternativo», como «lo complementario». Lo cual significa un enriquecimiento insustituible dentro de los propios estados pluriétnicos de los países latinoamericanos.
Aquí entra la revivencia de los mitos, la vuelta a la sabiduría ancestral, la revalorización de toda la herencia indígena, las Casas de la Palabra, del «Congresos», los «terreiros»65, las «madres de santo»66…
Es significativo descubrir cómo los pueblos indígenas se autodenominan con nombres que significan: «pueblo de la tierra», «gente humana»… No se autodenominan con adjetivos, sino con el máximo sustantivo humano. Es la afirmación de la conciencia humana que se tiene, la afirmación de la propia identidad y dignidad.
65 Local donde se celebra la macumba, el candomblé…
66 Negras matrarcales que dan la bendición, adivinan, consuelan… Figura originalmente afroamericana, presente en varias partes, quizá con otros nombres…
31
Un especial sentido de autoctonía están testimoniando los afroamericanos. A la población negra, traída como esclava al Continente y a las islas de América se la «desnaturalizó» arrancándola de su habitat ecológico, de su pueblo, de su clan y hasta de su familia. Se hacía hincapié en disgregar a los negros de una misma tribu o lengua. Sin embargo la cultura negra ha sobrevivido. Hay países donde los negros son mayoría o la mitad de la población, y han hecho penetrar su arte, su danza, su comida, sus expresiones… en el patrimonio cultural comunitario. La resistencia negra llegó al punto de una especie de heroico suicidio: el «banzo» brasileño. Durante mucho tiempo se supuso que se trataba de una enfermedad de nostalgia de las tierras de Aruanda…, pero se ha descubierto que era una forma de huelga de hambre, una forma de dar la vida por la autoctonía y la libertad. Capítulo aparte merece la resistencia heroica y secular de los palenques (quilombos), imperecedero monumento universal de amor a la autoctonía y a la libertad.
En ningún otro continente, como en América Latina, -a partir precisamente de esa conciencia de «otreidad» y de «alternatividad» y de «complementariedad»- la expresión y el ideal del Hombre Nuevo, la Mujer Nueva, el Pueblo Nuevo, han pasado a ser sangre, palabra, canto, lucha, utopía de nuestros pueblos. En una réplica profundamente válida, al mote de «nuevo mundo» con que los conquistadores bautizaron este continente civilizado hace ya 50.000 años67.
Somos el Continente que tiene más niños, y, frente al Primer Mundo, somos un Continente que sabe respetar, acoger y valorizar a los ancianos. No necesitamos camuflar la vejez con nombres de tercera edad o de «edad creciente». Es muy latinoamericano este sentido de ancestralidad con que sobre todo los pueblos indígenas y negros del Continente evocan sus antepasados, se vuelven a su sabiduría y a sus dichos, cuidan de los ancianos y los escuchan, les piden la bendición, o acuden a visitarlos en medio del ajetreo migratorio tan característico del Continente, con distancias de millares de kilómetros a veces, sintiéndose permanentemente vinculados a ellos…
«Los quinientos años de 1492 a 1992 han sido quinientos millones de latinoamericanos, la presencia joven de más peso en el cuerpo de la humanidad. Nuestra propia identidad no es una realidad unívoca, homogénea, sin contradicciones. Muy al contrario, es la más inimaginable suma de diferentes factores.
«En eso reside la búsqueda sin fin de nuestra propia identidad, como gente ambigua que, no siendo ya indígena, ni africana, ni europea, tarda todavía en asumirse con orgullo como el Pueblo Nuevo que somos.
«Pueblo, si no mejor, por lo menos más humano que la mayoría, puesto que está hecho de las más variadas humanidades. Pueblo que ha sufrido durante siglos la miseria y la opresión más brutales y continuadas, todavía muy sucio de europeidades, aún muy llagado por las marcas de la esclavitud y del colonialismo, muy mal servido, aún, por una alienada e infiel intelectualidad, pero pueblo que se abre ya para el futuro y en marcha ya para crear su propia civilización, movido por un hambre insaciable de abundancia, de felicidad, de alegría.
«Surgimos, así, como Pueblos Nuevos, nacidos de la desindianización, de la deseuropeización y de la desafricanización de nuestras matrices. Todo esto dentro de un proceso regido por el asimilacionismo en lugar del “apartheid”. Aquí jamás se vio el mestizaje como pecado o crimen. Al contrario, nuestro prejuicio reside, exactamente, en la
67 Según los restos arqueológicos (300 lugares) hallados en 1989 en São Raimundo Nonato, de Piauí, Brasil, por el equipo franco-brasileño dirigido por la arqueóloga paulista Miége Guidon. Tales descubrimientos obligaron a la revisión de los planteamientos anteriores, según los cuales el ser humano habría llegado a América hace sólo 18.000 años. Según Pedro Ignacio Schmitz, director del Instituto Anchietano de Investigaciones de Rio Grande do Sul, se puede afirmar que han pasado por el Continente unas 2000 generaciones.
32
expectativa generalizada de que los negros, los indios y los blancos no se aíslen, sino que se fundan unos con otros para componer una sociedad morena, una civilización mestiza68…
«Comparados con los «pueblos trasplantados» (que son meros europeos del otro lado del mar), o frente a los «pueblos testimonio» (que cargan con dos herencias culturales propias), los Pueblos Nuevos son una especie de gentío tabla rasa, que fueran desheredados de su pobre acervo original. Despegados de pasados sin gloria ni grandeza, ellos sólo tienen futuro. Sus hazañas no están en el pasado, sino en el porvenir. Su proeza única es, bajo tantas vicisitudes, haberse construido a sí mismos como vastos pueblos lingüística, cultural y étnicamente homogéneos. Reuniendo en sí la genialidad y las taras de todas las razas y castas de hombres, están llamados a crear una nueva condición humana, quizá más solidaria…
«Nosotros los latinoamericanos no podemos entrar en la danza de glorias y reminiscencias macabras. Aquellos horrores fueron los dolores del parto del que nacimos. Lo que merece tenerse en cuenta no es sólo la sangre derramada, sino la criatura que de allí se generó y cobró vida.
«Somos el pueblo latinoamericano, parcela mayor de la latinidad, que se prepara para realizar sus potencialidades. Una latinidad renovada y mejorada, revestida de carnes indias y negras, heredera de la sabiduría de vivir de los pueblos de la floresta y del páramo, de las altitudes andinas y de los mares del sur»69.
Unidos, todos los Pueblos de la Patria Grande, en un espíritu de amor a la autoctonía que nos sirve de raíz y a la reivindicada alteridad, con una generosa voluntad de complementariedad generosamente ofrecida, en un mutuo injerto que interligue fraternalmente nuestras raíces, podemos hacer nuestro aquel grito de apasionada esperanza que heredamos de nuestros hermanos mayas:
«Arrancaron nuestros frutos,
cortaron nuestras ramas,
quemaron nuestro tronco
pero no pudieron matar nuestras raíces». (Popol Vuh)
68 Con M. BARROS y J. L. CARAVIAS, podríamos señalar que «hacerse capaz de diálogo, de tolerancia, de respeto a las difrencias y a la alteridad es una verdadera experiencia espiritual»: un espíritu, una forma de espiritualidad, muy latinoamericana en este caso. Cfr Teologia da terra, Vozes, Petrópolis, 1988, p. 416
69 Darcy RIBEIRO El pueblo latinoamericano, en «Concilium» 232(noviembre 1990).
33
No hay comentarios:
Publicar un comentario