sábado, 23 de mayo de 2015

La fuerza espiritual de la Palabra de Monseñor Oscar A. Romero (Pablo Richard, Pbro)

La fuerza espiritual
de la Palabra de Monseñor Oscar A. Romero

Recopilado y presentado por Pablo Richard, Pbro.,
San José, Costa Rica / ssee@correo.co.cr



Introducción
No queremos escribir un libro más sobre Monseñor Romero. Hay muchos y muy buenos. Queremos más bien que sea el mismo Mons. Romero el que nos hable directamente. Aquí presentamos mas de 60 párrafos cortos, con aquellas palabras más representativas de Monseñor, aquellas que nos introducen directamente en su mente y corazón de pastor y profeta. Lo que hice fue simplemente buscar esas frases y ponerles un título indicativo sobre su contenido. Aquí presento en un orden cronológico sus palabras desde el año 1977 hasta el 24 de marzo de 1980. La fecha entre paréntesis permite encontrar el texto completo en la edición de sus homilías.
Hay dos párrafos de sus homilías que expresan con fidelidad el espíritu de esta colección:
“La palabra queda.
Y éste es el gran consuelo del que predica.
Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo
quedará en los corazones que lo hayan querido acoger” (17.12.78)
“Hermanos, guarden este tesoro. No es mi pobre palabra la que siembra esperanza y fe; es que yo no soy más que el humilde resonar de Dios en este pueblo” (2.10.77).
Hemos puesto al comienzo una biografía mínima de Mons. Romero, pensando en aquellos que apenas lo empiezan a conocer o como ayuda memoria para nosotros. Al final, después de leer y “oír” el disparo que atravesó el corazón de Mons. Romero, puse aquella poesía impactante de Mons. Pedro Casaldáliga, titulada “San Romero de América, Pastor y Mártir nuestro”. Es la poesía que mejor expresa lo que uno siente y piensa después de haber conocido el pensamiento de Mons. Romero, después de escuchar su última homilía y escuchar el disparo que puso fin a sus días. Pero un momento: ahí no termina esta presentación. Puse al final aquel texto profético que nos permite seguir escuchando a Mons. Romero y encontrarlo en su resurrección. Aquí adelanto dos frases de este texto profético:
“Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño.
Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás” (marzo 1980).
Por último, quiero decir que este trabajo lo he realizado con una profunda gratitud hacia Monseñor Romero. En dos ocasiones en 1979 y en otra en enero de1980, tuve un encuentro largo y personal con Monseñor que marcó definitivamente mi vida.



Biografía mínima de Mons. Romero
(Recortes y adaptación de la biografía presentada en Internet por la Biblioteca Virtual Cervantes)

Óscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios (San Miguel) el 15 de agosto de 1917. Fue el segundo de 8 hermanos de una modesta familia. Su padre, Santos, era empleado de correo y telegrafista y su madre, Guadalupe de Jesús, se ocupaba de las tareas domésticas. El Salvador era por entonces un país de relativa prosperidad económica (gracias al cultivo y exportación de café), pero dominado por un poder oligárquico que mantenía oprimida a la población campesina.
A muy corta edad tuvo que interrumpir sus estudios debido a una grave enfermedad, de manera que a los 12 años trabajaba ya como aprendiz en una carpintería. Su ingreso en el seminario menor de San Miguel tiene lugar en 1931. Allí permaneció durante 6 años hasta que tuvo que interrumpir de nuevo sus estudios, esta vez para ayudar a su familia en unos momentos de dificultad económica. Durante tres meses trabajó con sus hermanos en las minas de oro de Potosí por 50 centavos al día.
En 1937 Óscar ingresa al Seminario Mayor de San José de la Montaña en San Salvador. Siete meses más tarde es enviado a Roma para proseguir sus estudios de Teología. Es ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942 y continúa en Roma un tiempo con el fin de iniciar una tesis doctoral, pero la guerra europea le impide terminar los estudios y se ve obligado a regresar a El Salvador.
Su labor como sacerdote comienza en la parroquia de Anamorós, trasladándose poco después a San Miguel, donde durante 20 años realiza labor pastoral. En esos años, su trabajo es el de un sacerdote dedicado a la oración y la actividad pastoral, pero todavía sin un compromiso social evidente. El país vive sumido en un caos político, donde se suceden golpes de estado en los que el poder queda casi siempre en manos de los militares.
En 1966 Monseñor fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador. Comienza así una actividad pública más intensa que viene a coincidir con un periodo de amplio desarrollo de los movimientos populares.
Su nombramiento como obispo auxiliar de Monseñor Luis Chávez y González, en 1970, no fue bien visto por los sectores más renovadores: Monseñor Chávez y González y Monseñor Rivera (también obispo auxiliar) estaban impulsando los cambios pastorales que el Vaticano II y la Conferencia de Medellín de 1968 exigían para el desarrollo de una nueva forma de entender el papel de la Iglesia Católica en América Latina y los planteamientos de Monseñor Romero, nombrado además director del periódico Orientación, eran todavía muy conservadores.
Nombrado Obispo de la Diócesis de Santiago de María, se traslada a la misma en diciembre de 1974. El contexto político se caracteriza sobre todo por una especial represión contra los campesinos organizados. En junio de 1975 se producen los hechos de Tres Calles: la Guardia Nacional asesina a 5 campesinos. Monseñor Romero llega a consolar a los familiares de las víctimas y a celebrar la misa. No hace una denuncia pública de lo ocurrido, como le habían pedido algunos sectores, pero sí envía una dura carta al presidente Molina.
El nombramiento de Monseñor Romero como arzobispo de San Salvador, el 23 de febrero de 1977, es una sorpresa negativa para el sector renovador, que esperaba el nombramiento de Monseñor Rivera, y una alegría para el gobierno y los grupos de poder, que ven en este religioso de 59 años un posible freno a la actividad de compromiso con los más pobres que estaba desarrollando la Arquidiócesis.
Sin embargo, un hecho ocurrido apenas unas semanas más tarde, que se revelará decisivo en la escalada de violencia sufrida en El Salvador, va a dejar clara la futura línea de actuación de Romero: el 12 de marzo de 1977 es asesinado el padre jesuita Rutilio Grande, que colaboraba en la creación de grupos campesinos de autoayuda y buen amigo de Monseñor. El recién electo arzobispo insta al presidente Molina para que investigue las circunstancias de la muerte y, ante la pasividad del gobierno y el silencio de la prensa a causa de la censura, amenaza incluso con el cierre de las escuelas y la ausencia de la Iglesia católica en actos oficiales.
La postura de Óscar Romero, comienza a ser conocida y valorada por el contexto internacional: el 14 de febrero de 1978 es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Georgetown (JUL); en 1979 es nominado al Premio Nóbel de la Paz y en febrero de 1980 es investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Lovaina (Bélgica). En ese viaje a Europa visita a Juan Pablo II en el Vaticano y le transmite su inquietud ante la terrible situación que está viviendo su país.
En 1980 El Salvador vivía una etapa especialmente violenta en la que sin duda el gobierno era uno de los máximos responsables. La Iglesia calcula que, entre enero y marzo de ese año, más de 900 civiles fueron asesinados por fuerzas de seguridad, unidades armadas o grupos paramilitares bajo control militar. De todos era sabido que el gobierno actuaba en estrecha relación con el grupo terrorista ORDEN y los escuadrones de la muerte.
Apenas llegado de su viaje a Europa, el 17 de febrero, el arzobispo Romero envía una carta al presidente Carter en la que se opone a la ayuda que EEUU está prestando al gobierno salvadoreño, una ayuda que hasta el momento sólo ha favorecido el estado de represión en el que vive el pueblo. La respuesta del presidente estadounidense se traduce en una petición al Vaticano para que llame al orden al arzobispo. Sin embargo, en otros países continúa el reconocimiento a la labor de Romero: por esas mismas fechas, recibe el premio de la Paz de Acción Ecuménica Sueca.
El cerco se cierra: a fines de febrero, Monseñor tiene conocimiento de amenazas de muerte contra su propia persona; Romero recibe también un aviso de amenazas de similar seriedad por parte del Nuncio Apostólico en Costa Rica, Monseñor Lajos Kada y a comienzos de marzo es volada una cabina de locución de la emisora YSAX, La Voz Panamericana, que transmitía sus homilías dominicales. Los días 22 y 23 de marzo, las religiosas que atienden el Hospital de la Divina Providencia, donde vive el Arzobispo, reciben llamadas telefónicas anónimas que lo amenazan de muerte. Finalmente, el 24 de ese mismo mes, Óscar A. Romero es asesinado por un francotirador mientras oficia misa en la Capilla de dicho Hospital.



 1977

La Iglesia: una, santa, católica, apostólica… y perseguida
La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben porqué? Porque la verdad siempre es perseguida. Jesucristo lo dijo: «Si a mí me persiguieron, también os perseguirán a vosotros». Y por eso, cuando un día le preguntaron al Papa León XIII, aquella inteligencia maravillosa de principios de nuestro siglo, cuáles son las notas que distinguen a la Iglesia católica verdadera, el Papa dijo ya las cuatro conocidas: una, santa, católica y apostólica. «Agreguemos otras -les dice el Papa-, perseguida». No puede vivir la Iglesia que cumple con su deber sin ser perseguida (29.5.77).

La Palabra de Dios en nuestra propia conciencia
Vivimos muy afuera de nosotros mismos. Son pocos los hombres que de veras entran dentro de sí, y por eso hay tantos problemas. En el corazón de cada ser humano hay como una pequeña celda íntima, donde Dios baja a platicar a solas con el ser humano. Y es allí donde la persona decide su propio destino, su propio papel en el mundo. Si cada hombre o mujer, de los que estamos tan emproblemados, en este momento entráramos en esta pequeña celda y, desde allí, escucháramos la voz del Señor, que nos habla en nuestra propia conciencia, cuánto podríamos hacer cada uno de nosotros por mejorar el ambiente, la sociedad, la familia en que vivimos (10,7.1977).

Dios no camina sobre charcos de sangre
Dios no camina por allí, sobre charcos de sangre y de torturas. Dios camina sobre caminos limpios de esperanza y de amor (7.8.1977).

Yo se que he caído mal a mucha gente
Si uno vive un cristianismo que es muy bueno, pero que no encaja con nuestro tiempo, que no denuncia las injusticias, que no proclama el reino de Dios con valentía, que no rechaza el pecado de los hombres, que consiente, por estar bien con ciertas clases, los pecados de esas clases, no está cumpliendo su deber, está pecando, está traicionando su misión. La Iglesia está puesta para convertir a las personas, no para decirles que está bien todo lo que hacen; y por eso, naturalmente, cae mal. Todo aquél que nos corrige, nos cae mal. Yo sé que he caído mal a mucha gente, pero sé que he caído muy bien a todos aquéllos que buscan sinceramente la conversión de la Iglesia (21.8. 1977).

Esta es la Iglesia que yo quiero
Ahora la Iglesia no se apoya en ningún poder, en ningún dinero. Hoy la Iglesia es pobre. Hoy la Iglesia sabe que los poderosos la rechazan, pero que la aman los que sienten en Dios su confianza. Esta es la Iglesia que yo quiero. Una Iglesia que no cuente con los privilegios y las valías de las cosas de la tierra. Una Iglesia cada vez más desligada de las cosas terrenas, humanas, para poderlas juzgar con mayor libertad desde su perspectiva del Evangelio, desde su pobreza (28.8.77).

La riqueza un ídolo que mata
¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Un ídolo de oro, un becerro de oro. Y lo están adorando, se postran ante él, le ofrecen sacrificios. ¡Qué sacrificios enormes se hacen ante la idolatría del dinero! No sólo sacrificios, sino iniquidades. Se paga para matar. Se paga el pecado. Y se vende. Todo se comercializa. Todo es lícito ante el dinero (11 9.77).

Me glorío de estar en medio de mi pueblo
Es cierto que me he andado yo por El Jicarón, por El Salitre y muchos otros cantones; y me glorío de estar en medio de mi pueblo y sentir el cariño de toda esa gente que mira en la Iglesia, a través de su obispo, la esperanza (25.9.77).

Es necesario hacerse racional y atender la voz de Dios
Los corazones no quieren oír ni aunque sea un muerto el que les venga a decir: estamos muy mal en El Salvador. Esta figura tan fea de nuestra patria no es necesario pintarla bonita allá afuera. Hay que hacerla bonita aquí adentro, para que resulte bonita allá afuera también. Pero mientras haya madres que lloran la desaparición de sus hijos, mientras haya torturas en nuestros centros de seguridad, mientras haya abuso de sibaritas en la propiedad privada, mientras haya ese desorden espantoso, hermanos, no puede haber paz, y seguirán sucediendo los hechos de violencia y sangre. Con represión no se acaba nada. Es necesario hacerse racional y atender la voz de Dios, y organizar una sociedad más justa, más según el corazón de Dios (25.9.77).

Biblia y signos de los tiempos
Además de la lectura de la Biblia, que es Palabra de Dios, un cristiano fiel a esa Palabra tiene que leer también los signos de los tiempos, los acontecimientos, para iluminarlos con esa Palabra (30.10.77).

Un lenguaje que siembra esperanza
Ayer supe allá, por Santiago de María, que ya, según algunos amigos míos, yo he cambiado, que yo ahora predico la revolución, el odio, la lucha de clases, que soy comunista. A ustedes les consta cuál es el lenguaje de mi predicación. Un lenguaje que quiere sembrar esperanza, que denuncia, sí, las injusticias de la tierra, los abusos del poder, pero no con odio, sino con amor, llamando a conversión (6.11.77).

Cómo saber si soy cristiano
Hermanos, ¿quieren saber si su cristianismo es auténtico? Aquí está la piedra de toque. ¿Con quiénes estás bien? ¿Quiénes te critican? ¿Quiénes no te admiten? ¿Quiénes te halagan? Conoce allí que Cristo dijo un día: No he venido a traer la paz sino la división, y habrá división hasta en la misma familia, porque unos quieren vivir más cómodamente, según los principios del mundo, del poder y del dinero, y otros, en cambio, han comprendido el llamamiento de Cristo y tienen que rechazar todo lo que no puede ser justo en el mundo (13.11.77).

La Palabra lleva la fuerza de la verdad
La Palabra es fuerza. La Palabra, cuando no es mentira, lleva la fuerza de la verdad. Por eso hay tantas palabras que no tienen fuerza ya en nuestra patria, porque son palabras mentira, porque son palabras que han perdido su razón de ser (25.11.77).

Queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico
Un Evangelio que no tiene en cuenta los derechos de los hombres, un cristianismo que no construye la historia de la tierra, no es la auténtica doctrina de Cristo, sino simplemente instrumento del poder. Lamentamos que en algún tiempo nuestra Iglesia también haya caído en ese pecado; pero queremos revisar esta actitud y, de acuerdo con esa espiritualidad auténticamente evangélica, no queremos ser juguete de los poderes de la tierra, sino que queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico, valiente, de nuestro Señor Jesucristo, aun cuando fuera necesario morir como Él, en una cruz (27.11.77).

La Iglesia espera una liberación cósmica
La liberación que la Iglesia espera es una liberación cósmica. La Iglesia siente que es toda la naturaleza la que está gimiendo bajo el peso del pecado. ¡Qué hermosos cafetales, qué bellos cañales, qué lindas algodoneras, qué fincas, qué tierras, las que Dios nos ha dado! ¡Qué naturaleza más bella! Pero cuando la vemos gemir bajo la opresión, bajo la iniquidad, bajo la injusticia, bajo el atropello, entonces duele a la Iglesia y espera una liberación que no sea sólo el bienestar material, sino que sea el poder de un Dios que librará de las manos pecadoras de los hombres una naturaleza que, junto con los hombres redimidos, va a cantar la felicidad en el Dios liberador (11.12.77).

Hay muchos templos, pero lo que importa son ustedes
Hermanos, no contemos la Iglesia por la cantidad de gente, ni contemos la Iglesia por sus edificios materiales. La Iglesia ha construido muchos templos, muchos seminarios. Lo que importa son ustedes, las personas, los corazones, la gracia de Dios dándoles la verdad y la vida de Dios. No se cuenten por muchedumbres, cuéntense por la sinceridad del corazón con que siguen esta verdad y esta gracia de nuestro Divino Redentor (19.12.77).

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