lunes, 25 de mayo de 2015

San Gregorio VII - San Pedro Esqueda Ramírez - Santa Pazzi - San Beda 25052015


San Gregorio VII

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San Gregorio VII
Papa ( 1020-1085 )  Nació Hildebrando en Soana, provincia de Siena, hacia el 1020, de una familia pobre. Creció en la ciencia y en la virtud en el monasterio de Santa María, en el Aventino (Roma).   Legado de los papas durante cinco pontificados, dedicó buena parte de su vida en el restablecimiento de la disciplina eclesiástica.
Era solo diácono cuando fue elegido Papa. Ordenado sacerdote y consagrado obispo de Roma en el 1073, se llamó Gregorio VII.   Empleó el resto de su existencia luchando principalmente contra las investiduras y la simonía para lograr la independencia de la Iglesia frente al poder civil.
Tuvo su mayor obstáculo en las relaciones con el emperador Enrique IV.
Murió desterrado en Salerno en el 1085, habiendo dado un impulso decisivo a la reforma de la Iglesia que lleva su nombre.





  Oremos

Concede, Señor, a tu Iglesia el espíritu de fortaleza y el celo por la justicia con que hiciste brillar la vida del Papa San Gregorio séptimo, para que, rechazando siempre todo compromiso con el mal, trabajemos, con libertad plena, por el bien y la justicia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



San Pedro Esqueda Ramírez

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La conocida expresión «estamos en manos de Dios» que frecuentemente se formula cuando la incertidumbre ante un futuro incierto hace acto de presencia, sean cuales sean las razones, no fue para Pedro un comentario lacónico, una especie de comodín verbal sin más pretensiones, como tantas veces ocurre. Este joven intrépido y valeroso sostuvo rigurosamente esta convicción, con la hondura que encierra de absoluta confianza en la voluntad divina, en el instante más álgido de su corta existencia.
Nació en San Juan de los Lagos (Jalisco, México) el 29 de abril de 1887. Su temprana vinculación a la parroquia como niño de coro y monaguillo despertó su vocación al sacerdocio. Tenía 15 años cuando ingresó en el seminario auxiliar de San Julián y en él permaneció recibiendo formación hasta que las autoridades federales determinaron cerrarlo. No había podido ser ordenado, pero era ya diácono, y al regresar a su ciudad natal actuó como tal en la parroquia hasta que en 1916, después de haber completado estudios en el seminario de Guadalajara, se convirtió en sacerdote y fue designado vicario de la misma. En ella permaneció hasta su muerte; diez años de intensa actividad pastoral asistiendo al párroco y dando lo mejor de sí. Dinamizó la vida apostólica con una excelente labor catequética que tenía como objetivo a los niños, a la par que impulsaba la Asociación Cruzada Eucarística llevado por su amor a la Eucaristía, devoción que extendió entre los fieles; de ella extraía su fortaleza y aliento.
Las fuerzas gubernamentales en una feroz campaña anticlerical habían dictado orden de persecución y las buenas gentes del pueblo intentaron convencer a Pedro para que huyese a otro lugar. Sólo aceptó refugiarse de manera provisional en algunos lugares siempre cercanos a los fieles, a quienes de ese modo seguía atendiendo pastoralmente. Los sacerdotes y religiosos que han derramado su sangre por Cristo y su Iglesia en medio de conflictos políticos fueron caritativos y se caracterizaron por la libertad evangélica. No tuvieron acepción de personas ni militaron en bandos determinados. Arraigados en Cristo se desvivían por las necesidades de sus fieles, con independencia de sus ideologías. Así era Pedro.
El pueblo quería a ese sacerdote que habían visto crecer entre ellos y no ocultaban su preocupación por su destino, rogándole que escapara. Pero Pedro no estaba dispuesto a ello, y dando testimonio de su gran fe, decía: «Dios me trajo, Dios sabrá». Este sentimiento que en ningún modo puede ser espontáneo cuando la vida está en peligro estaba asentado en un corazón orante firmemente clavado en el corazón del Padre, abierto a su gracia. 
Fue detenido el 18 de noviembre de 1927. En un mísero y oscuro cuartucho sufrió pacientemente la fiereza de los azotes y otras crueldades que le ocasionaron la fractura de uno de sus brazos; por ello los federales no pudieron verle expirar en la hoguera, como habían fraguado. Pero sin duda, el tormento más doloroso fue ver profanados ante sí los objetos sagrados, destruidos los ornamentos y saqueado el archivo parroquial. Una cruel e infame tortura para un hombre de Dios, una persona inocente que lo único que perseguía era amar a Cristo y a los demás. Maniatado y lleno de heridas fue tiroteado sin piedad por un alto oficial que vertió en él su torrente de ira al ver que no podía sostenerse en la pira que habían dispuesto para ajusticiarlo. Camino de su particular calvario dejó en unos niños que se acercaron a él su testamento de fidelidad a la catequesis y al evangelio. Juan Pablo II lo canonizó el 21 de mayo del 2000.



Santa  Pazzi

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Santa María Magdalena de Pazzi
Virgen (1566-1607) Nació en Florencia el año 1566.   Educada en la piedad y admitida en la Orden carmelitana, llevó una vida oculta de oración y de abnegación, pidiendo constantemente por la reforma de la Iglesia.
Además, dirigió por el camino de la perfección a muchas de sus hermanas de religión.
Dios la enriqueció con múltiples dones y murió el año 1607.





  Oremos

Señor Dios, amante de la virginidad, que enriqueciste a Santa María Magdalena de Pazzi con el don de una admirable intimidad contigo, concédenos a nosotros, que veneramos hoy su memoria, poder contemplarte, con pureza de alma y servirte con amor intenso. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


San Beda

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San Beda
San Beda el Venerable, presbítero y Doctor de la Iglesia (673-735) Nació en Inglaterra en el año 673.
Ingresó en el monasterio de Wearmouth, se ordenó sacerdote y supo compaginar la piedad con el estudio y la docencia.
Sus amplios conocimientos históricos, patrísticos, teológicos y exegéticos le hicieron uno de los escritores eclesiásticos más prolíficos de su tiempo.   Murió en el 735.





  Oremos

Señor Dios nuestro, que iluminas y edificas a tu Iglesia con la ciencia del presbítero San Beda el Venerable, haz que, a la luz de sus enseñanzas y con la ayuda de su intercesión, progresemos siempre por las sendas de la vida evangélica. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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