miércoles, 23 de septiembre de 2015

Beata Bernardina Jablonska - Beato José Stanek y 108 Mártires polacos durante la ocupación nazi (1939 - 1945) 23092015

Beata Bernardina Jablonska

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Beata Bernardina Jablonska, virgen y fundadora
En Cracovia, en Polonia, beata Bernardina Jablonska, virgen, fundadora de la Congregación de la Tercera Orden Franciscana Siervas de los Pobres, siempre solícita para con los necesitados y enfermos.
El Corazón de Jesús se convirtió en fuente de fuerza para las dos mujeres que la Iglesia eleva hoy a la gloria de los altares. Gracias a esa fuerza, alcanzaron la cima de la santidad. María Bernardina Jablonska, hija espiritual de san Alberto Chmielowski, colaboradora y continuadora de su obra de misericordia, viviendo la pobreza se consagró al servicio de los más pobres. La Iglesia nos pone hoy como ejemplo a esta religiosa piadosa, cuyo lema de vida eran las palabras: «Dar, eternamente dar». Con su mirada fija en Cristo, lo seguía fielmente, imitándolo en el amor. Quería escuchar toda petición de su prójimo, enjugar toda lágrima y consolar, por lo menos con la palabra, a toda alma que sufría. Quería ser siempre buena con todos, pero más aún con los más probados por el destino. Solía decir: «El dolor de mi prójimo es mi dolor». Junto con san Alberto fundó hospicios para los enfermos y para los que habían quedado sin hogar a causa de la guerra.
Ese amor grande y heroico maduraba en la oración y en el silencio de la cercana ermita de Kalatówki, donde vivió durante algún tiempo. En los momentos más difíciles de su vida, en sintonía con las recomendaciones de quien la dirigía espiritualmente, se encomendaba al Sagrado Corazón de Jesús. A él le ofrecía todo lo que poseía, y especialmente sus sufrimientos interiores y sus dolores físicos. ¡Todo por amor a Cristo! Como superiora general de la congregación de las religiosas Siervas de los Pobres de la Tercera Orden de san Francisco, las Albertinas, daba continuamente a sus religiosas ejemplo del amor que brota de la unión del corazón humano con el Sagrado Corazón del Salvador. El Corazón de Jesús era su consuelo en el heroico servicio a los más necesitados.

Es conveniente que su beatificación se realice en Zakopane, porque es una santa de Zakopane. Aunque no nació en este lugar, aquí se desarrolló espiritualmente para alcanzar la santidad a través de la experiencia eremítica de fray Alberto, en los montes Kalatówki.

Queridos hermanos y hermanas, estas dos religiosas heroicas, las beatas María Bernardina Jablonska y María Karlowska, al realizar sus obras santas en condiciones muy difíciles, manifestaron con plenitud la dignidad de la mujer y la grandeza de su vocación. Manifestaron el «genio femenino», que se revela mediante una profunda sensibilidad ante el sufrimiento humano, mediante la delicadeza, la apertura y la disponibilidad a ayudar, y también mediante otras cualidades propias del corazón femenino. A menudo se manifiesta sin clamor y, por eso, a voces lo subestiman. ¡Cuánto lo necesita el mundo actual y nuestra generación! ¡Cuánta necesidad hay de esta sensibilidad femenina en las cosas de Dios y de los hombres, para que nuestras familias y toda la sociedad tengan afecto cordial, benevolencia, paz y alegría! ¡Cuán necesario resulta este «genio femenino», para que el mundo actual aprecie el valor de la vida, de la responsabilidad y de la fidelidad; para que conserve el respeto a la dignidad humana! En efecto, Dios, en su designio eterno, atribuyó un lugar determinado a la mujer, creando al ser humano «varón y mujer», a su «imagen y semejanza».



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Beato José Stanek

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108 Mártires polacos durante la ocupación nazi (1939 - 1945)
El papa Juan Pablo II ha beatificado, el 13 de junio de 1999 en Varsovia, durante su séptimo viaje apostólico a Polonia, a 108 mártires, víctimas de la persecución contra la iglesia polaca, ocurrida durante la ocupación alemana nazi, de 1939 a 1945.
Extracto de la homilía en la ceremonia de beatificación:
«Fortaléceme, Señor Jesucristo (...), con el signo de tu santísima cruz, y concédeme (...) que así como llevo sobre mi pecho esta cruz, que encierra reliquias de tus santos, de la misma manera siempre tenga presente en mi mente el recuerdo de tu pasión y las victorias de tus santos mártires»: ésta es la oración que reza el obispo al ponerse la cruz pectoral. Esta invocación ha de ser hoy la oración de toda la Iglesia en Polonia que, al llevar desde hace mil años el signo de la pasión de Cristo, siempre se regenera con la semilla de la sangre de los mártires y vive del recuerdo de la victoria que lograron en esta tierra.
Precisamente hoy estamos celebrando la victoria de los que, en nuestros tiempos, dieron la vida por Cristo; dieron la vida temporal, para poseerla por los siglos en su gloria. Es una victoria particular, porque la han conseguido representantes del clero y laicos, jóvenes y ancianos, personas de todas las clases y estados. Entre ellos podemos recordar al arzobispo Antoni Julián Nowowiejski, pastor de la diócesis de Plokc, torturado hasta la muerte en Dzialdowo, y a monseñor Wladyslaw Goral, de Lublin, torturado con especial odio sólo porque era obispo católico. Hubo también sacerdotes diocesanos y religiosos, que prefirieron morir con tal de no abandonar su ministerio, y otros que murieron atendiendo a sus compañeros de prisión enfermos de tifus; algunos fueron torturados hasta la muerte por defender a los judíos. En ese grupo de beatos había religiosos no sacerdotes y religiosas, que perseveraron en el servicio de la caridad, ofreciendo sus tormentos por el prójimo. Entre estos beatos mártires había también laicos. Había cinco jóvenes formados en el oratorio salesiano; un activista celoso de la Acción católica, un catequista laico, torturado hasta la muerte por su servicio, y una mujer heroica, que dio libremente su vida en cambio de la de su nuera, que esperaba un hijo. Estos beatos mártires son inscritos hoy en la historia de la santidad del pueblo de Dios que peregrina desde hace mil años en Polonia.
Si hoy nos alegramos por la beatificación de 108 mártires, clérigos y laicos, lo hacemos ante todo porque son un testimonio de la victoria de Cristo, el don que devuelve la esperanza. En cierto sentido, mientras realizamos este acto solemne se reaviva en nosotros la certeza de que, independientemente de las circunstancias, podemos obtener una plena victoria en todo, gracias a aquel que nos ha amado (cf. Rm 8, 37). Los beatos mártires nos dicen en nuestro corazón: Creed que Dios es amor. Creedlo en el bien y en el mal. Tened esperanza. Que la esperanza produzca como fruto en vosotros la fidelidad a Dios en cualquier prueba.

fuente: Vaticano

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