miércoles, 23 de septiembre de 2015

Beato Guillermo Way - Beata María Emilia Tavernier - Beato Vicente Ballester Far 23092015

Beato Guillermo Way

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Mártires de la persecución en Inglaterra (1535 - 1681)
Se llama así a los católicos que murieron en Inglaterra en defensa de su fe y de la primacía del Papa, entre 1535 y 1681, durante las persecuciones bajo Enrique VIII, Isabel 1, Jacobo 1, Carlos I, la República de Cromwell y Carlos II.
Se llama así a los católicos que murieron en Inglaterra en defensa de su fe y de la primacía del Papa, entre 1535 y 1681, durante las persecuciones bajo Enrique VIII, Isabel 1, Jacobo 1, Carlos I, la República de Cromwell y Carlos II. El número total (excluyendo los que padecieron en Irlanda bajo el mismo régimen) se calcula en unos 600, pero de éstos sólo una lista de 360 nombres fue enviada a la Santa Sede en 1874 por el cardenal Manning para iniciar su beatificación. De los otros, quizá no menos «mártires», no se tenían suficientes datos, o los motivos religiosos de su ejecución estaban algo mezclados con otros motivos como, p. ej., los que fueron ajusticiados después de la rebelión conocida como «pilgrimage of Grace» de 1536.

De la lista de los 360, el decreto de la Sagrada Congregación de Ritos (9 dic. 1886) apartó a 44 (principalmente por haber muerto en la cárcel), aguardando un ulterior estudio. Por decreto del 29 dic. 1886, León XIII aprobó que 54 (y por decreto del 13 mayo 1895, otros 9 más) habían ya sido «equivalentemente» beatificados por el papa Gregorio XIII, quien, en 1583, había permitido la representación de su martirio con paridad a la de los antiguos mártires cristianos. El número de los «Beati» ascendió a 64 cuando el papa Benedicto XV, el 23 mayo 1920, beatificó al arzobispo de Armagh (Irlanda), S. Oliver Plunkett, canonizado en 1975, e incluido entre los M. de I. debido a que su juicio pasó de Irlanda a Londres, donde fue ejecutado el 11 jul. 1681, porque ningún jurado irlandés hubiera creído las acusaciones contra él alegadas por el infame Titus Oates.

De los 252 Venerables presentados por la Jerarquía de Inglaterra y Gales (junto con S. John Ogilvie presentado por la Jerarquía escocesa y canonizado en 1975) fueron beatificados 136 por Pío XI el 15 dic. 1929 y 85 por Juan Pablo II el 22 nov. 1987. El 19 mar. 1935, Pío XI canonizó a Juan Fisher y a Tomás Moro. Pablo VI canonizó el 25 oct. 1970 a los «Cuarenta Mártires de Inglaterra y Gales». Sus nombres son: Cuthbert Mayne, Ralph Sherwin, Alexander Briant, John Paine, Luke Kirby, Edmund Gennings, Eustace White, Polvdor Pladen, John Boste, John Almond, John Southworth, y William John Plessington, John Lloyd, John Kemble, John Roberts, Ambrose Barlow, Alban Roe, John Haughton, Augustine Webster, Robert Lawrence, Richard Reynolds, John Stone, John Jones, John Wall, Edmund Campion, Robert Southwell, Henry Walpole, Thomas Garnet, Edmund Arrowsmith, Henry Morse, Philip Evans, David Lewis, Nicholas Owen, Richard Gwyn, Swithun Wells, Philip Howard, John Rigby, Margaret Clitherow, Margaret Ward y Anne Line (cfr. Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, Official Presentation of Documents on Martyrdom and Cult, Vaticano 1968).

A los muchos que sufrieron persecución religiosa -oficialmente reconocidos o no- se debe que con su ejemplo y constancia se mantuviera viva la fe católica en Inglaterra y que al cabo de tres siglos, resurgiera el catolicismo como algo no implantado desde fuera, sino con unas notas propias, nacionales, con caracteres bien marcados.[...]

Conclusión. Aunque las autoridades pretendieron dar a las condenas un carácter político, estos mártires y beatos defendían con su muerte una verdad de fe: el primado del Romano Pontífice: «Los mártires ingleses pueden definirse mártires de la Iglesia Católica, de la romanidad, de la primacía papal de esta Iglesia. El duelo lo fue entre derechos del César y derechos de Dios, y estos mártires murieron proclamando los derechos del César... Pero fueron noblemente intransigentes cuando esos derechos se quisieron anteponer a los derechos de Dios, que se identifican con los derechos de la Iglesia, con los derechos del Vicario de Cristo» (Pío XI, L'Osservatore Romano, 9-10 dic. 1929, 1). Como ha dicho Pablo VI: «son mártires por defender la estructura jerárquica y unitaria de la Iglesia, del todo respetuosa con la potestad temporal en el foro civil, pero libre en el foro espiritual. Son mártires de la libertad y unidad de la Iglesia» (Aloc. 25 oct. 1970, L'Osservatore Romano, 26-27 oct. 1970).

Bibliografía: Para una lista completa de los mártires, v. A. BUTLER, Lives of Saints, 4 vol., Londres 1956; J. H. POLLEN, Acts of English Martyrs. Londres 1891; íD., Unpublished do( uments relating to English Martyrs. Londres 1908; B. CAMM, Lires qf the English Marty1-s /_535-1583, de( lared blessed by Pope Leo XIII in 1886 and 1895, 2 vol., Londres 1904-05; E. H. BURTON y J. H. POLLEN, Lires of English Martyrs, 2' serie: The Venerables (1583-88), Londres 1914; E. WAUGH, Edmund Campion, Londres 1935; B. LLORCA y R. GARCÍA VILLOSLADA, Historia de la Iglesia Católica, 111, 2 ed. Madrid 1967, 725-33; 917-28; A. EHRHARD y W. NEUSS, historia de la Iglesia, IV, Madrid 1962, 134-146; P. MOLINARI, 1 quaranta Martini d'Inghilterra e del Calles, «L'Oss. Romano» 24 oct. 1970; S. USHERWOOD, E. ÜSHERWOOD, We die for the old Religion (historia de los 85 mártires beatificados el 22 nov. 1987), Londres 1987.
Introducción general tomada de La Gran Enciclopedia Rialp, 1991, artículo firmado por Richard A. P. Stork.

fuente: Gran Enciclopedia Rialp




Beata María Emilia Tavernier

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Beata María Emilia Tavernier, viuda y fundadora
En Montreal, en la provincia de Quebec, en Canadá, beata María Emilia Tavernier, religiosa, que, al perder al marido y a los hijos, se entregó a cuidar a los necesitados, para lo cual fundó la Congregación de Hermanas de la Divina Providencia, en favor de los huérfanos, ancianos y débiles mentales.
Émilie Tavernier nació en Montreal, Canadá, el 19 de febrero de 1800, de padres humildes, virtuosos y trabajadores. Ella es la última de quince hijos nacidos del matrimonio Tavernier-Maurice; sus padres fallecieron cuando ella era una niña, pero dejaron a sus hijos una educación cristiana marcada por la presencia de la Providencia en sus vidas. A la edad de 4 años, Emilia fue confiada a una tía paterna, que reconoció en la niña una sensible inclinación para con los pobres y desdichados. A los 18 años, parte para ayudar desinteresadamente a su hermano que ha quedado viudo. Lo único que solicita es tener siempre una mesa para servir comida a los mendigos que se presentan; mesa que ella nombra con cariño: «La Mesa del Rey».

En 1823, contrae enlace con Jean-Baptiste Gamelin, un profesional en el cultivo de manzanas. En él, ella encuentra a un amigo de los pobres que comparte sus mismas aspiraciones. De esta unión nacen tres hijos, pero muy pronto la tristeza invade este hogar con el fallecimiento de los hijos a quienes ella se había dedicado con amor y abnegación. También fallece su esposo, con quien ha vivido años felices y de fidelidad en el compromiso matrimonial. Emilia, en medio de todas estas pruebas no se repliega sobre sus sufrimientos, sino que encuentra en la Virgen de los Dolores al modelo que orientará toda su vida. Su oración y su contemplación de la Virgen al pie de la cruz abren su corazón a una caridad compasiva por todas las personas que sufren. ¡Desde hoy en adelante, ellas serán su esposo y sus hijos!

Un pobre deficiente mental y su anciana madre son los primeros de una larga lista de pobres, que se benefician, no solamente con los recursos que le dejara su esposo, sino además con su tiempo, su dedicación, su bienestar, sus diversiones y hasta su salud. Su propia casa llega a ser la casa de todos ellos y multiplica los refugios para albergarlos. Personas ancianas, huérfanos, presos, inmigrantes, desempleados, sordomudos, jóvenes o parejas con dificultades, impedidos físicos y enfermos mentales, todos conocen bien su casa, a la que dan espontáneamente el nombre de «Casa de la Providencia», porque ella misma es una «verdadera providencia».

Emilia es bien recibida tanto en los hogares como en la cárcel, entre los enfermos y entre los que están bien, porque lleva consuelo y asistencia. Ella es verdaderamente el Evangelio en acción: «Lo que haces al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo haces». Familiares y amigas se reúnen alrededor de ella para ayudarle; mientras que otros no logran entender semejante dedicación y al ver que se abre otro refugio comentan: «Madame Gamelin no tenía suficientes locas ¡Tuvo que buscarse otras!». Durante quince años multiplicará sus gestos heroicos de dedicación, bajo la mirada de reconocimiento y aprobación del obispo Jean-Jacques Lartigue, en un principio y luego de Mons. Ignace Bourget, el segundo obispo de Montréal, quien piensa que una vida tan preciosa para sus feligreses no puede desaparecer sin que alguien tome el relevo. En una estadía en París, en 1841, Mons. Bourget solicita el envío de Hijas de San Vicente de Paul para la atención de la obra de la Señora Gamelin, con el fin de establecer las bases para una comunidad religiosa. Al recibir una respuesta afirmativa, hace construir una casa nueva para acogerlas en Montreal. Pero a última hora, las religiosas cambian de parecer. La Providencia tiene otros planes.

¡La obra de Madame Gamelin sobrevive a todo esto! El obispo Bourget busca candidatas en su propia diócesis; ellas serán confiadas a Madame Gamelin quien las formará para la obra de caridad compasiva que ella realiza con tanta dedicación, y para la misión Providencia que proclama con actos que hablan aún más fuerte que las palabras. Las Hermanas de la Providencia nacen a partir de la Casa de la Providencia, en la Iglesia de Montreal. Emilia Tavernier-Gamelin se unirá a las primeras religiosas, primero como novicia y luego como su madre y su fundadora. La primera profesión religiosa se celebra el 29 de marzo de 1844. Las necesidades de los pobres, de los enfermos, de los inmigrantes, etc. no dejan de aumentar en esta ciudad, en esta sociedad en vías de desarrollo.

La Comunidad naciente conoce horas sombrías, cuando las hermanas disminuyen en número, debido a las epidemias mortales. Cuando el obispo Bourget duda de la buena voluntad de la superiora, influenciado por una religiosa muy negativa, la fundadora se mantiene de pie junto a la cruz, siguiendo el ejemplo de la Virgen de Dolores, su modelo a partir de las tristes horas de sus duelos. El mismo obispo Bourget reconocerá su grandeza de alma y su generosidad que llega al heroísmo. La nueva comunidad crece para responder a las necesidades del momento: las Hermanas de la Providencia se multiplican, son 50 en 1851, cuando hace solamente ocho años que ha nacido la comunidad y la fundadora misma fallece, siendo una víctima más de la epidemia de cólera. Sus hijas recibieron el último testamento de labios de su madre: humildad, simplicidad, caridad, sobre todo caridad. Fue beatificada el 7 de octubre de 2001.
fuente: Vaticano



Beato Vicente Ballester Far

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Beato Vicente Ballester Far, presbítero y mártir
En Benissa, de la provincia de Valencia, en España, beato Vicente Ballester Far, presbítero y mártir, que en los días de persecución religiosa libró un buen combate por Cristo.
Había nacido en Benidoleig en el año 1888. Cursó los estudios sacerdotales en el Seminario Conciliar de Valencia; alumno aventajado y de insignes cualidades, obtuvo una Colegiatura de beca en el Colegio del Corpus Christi (Patriarca). Ordenado de Presbítero en 1913, fue destinado a Jávea, donde estuvo hasta su martirio; primero, durante ocho años, como Capellán del Mar (Aduanas), y luego, hasta su fin, en las Agustinas Descalzas. Como Capellán del Mar era tan querido de los pescadores que, al ser trasladado a la Capellanía de las Monjas, elevaron pliegos de firmas, con rara unanimidad, al Arzobispo, pidiendo dejasen sin efecto el traslado.

Era muy amante de la Eucaristía. Vivió siempre pobre, hasta el punto que tenía los muebles prestados, y aun la ropa de su uso se la habían de regalar muchas veces. Muy limosnero y un gran catequista. Hacía catecismo en el Mar, cuando allí estaba, y después, siempre, en el Convento de Agustinas; los premios del catecismo (de valor) los daba de su peculio particular. Era muy mortificado; los viernes de Cuaresma comía solamente un pedacito de pan con un poco de aceite. Usaba disciplinas de sangre dos veces por semana, y cilicio.

Cuando estalló la guerra permaneció en Jávea hasta el día 2 de agosto de 1936, marchando a su pueblo natal, Benidoleig, donde estuvo hasta el día 23 de septiembre. Fué requerido, en esta misma fecha, por el comité de Jávea, con el objeto de que hiciera algunas declaraciones referentes al Sindicato Agrícola de Jesús Nazareno, del cual era Consiliario hacía muchos años. El comité de Benidoleig no se opuso a ello y, a fin de que los que habían ido a por él obraran con más libertad, el comité local se ausentó del pueblo.

El intento de los milicianos era asesinarle antes de llegar a Jávea, pero ante la negativa del conductor del coche, el cual había sido obligado a ir, decidieron llevarle a la población; pero el 24 del mismo recibió, de manos de los enemigos de Dios, la palma del martirio entre Teulada y Benisa. Su cadáver fué encontrado con el Santo Rosario entrelazado en las manos, siendo enterrado en el cementerio de Benisa.

En medio de las agonías de la muerte y los horribles dolores producidos por las heridas de bala en el abdomen, pedía, al igual que Jesús en la Cruz, perdón y misericordia para sus asesinos, y, principalmente, para aquel que le había de dar el tiro de gracia. Días más tarde, el charco de sangre producido por las heridas apareció adornado de rosas, lo que demuestra la gran fama de santidad que tenía D. Vicente. Después de la guerra, sus restos fueron trasladados al cementerio de Benidoleig, en donde esperan la resurrección de la carne.
fuente: «Sacerdotes Mártires», Dr. J. Zahonero Vivó




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