martes, 15 de agosto de 2017

El nombre de Dios en vano (La mirada violeta) Maria Àngels Filella

El Periódico - última hora
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EL ARTÍCULO DEL DÍA // PILAR RAHOLA
El nombre de Dios en vano

• Los obispos se escudan en la religión para defender una ideología política antidemocrática

 


PILAR Rahola
Periodista

Los obispos son autistas. Sólo desde el autismo se puede llegar a decir algo tan malvado, falto de caridad e inmoral". Ésta fue la respuesta que Maria Àngels Filella me dio en Els matins de TV-3 a mi pregunta sobre los obispos y su actitud respecto al sida. Las dos partíamos del estado de choque anímico que la frase del Vaticano de que "el sida es una inmunodeficiencia moral" nos había provocado.

Cito esta conversación porque Filella, mujer de iglesia y de fe, acaba de publicar un extraordinario libro,
La mirada violeta
, donde intenta recuperar la mirada femenina que la Iglesia católica hurtó de los textos sagrados. Es decir, intenta demostrar que la misoginia ancestral de la Iglesia oficial no parte del mensaje de Jesús sino del profundo odio a la mujer y al placer de los grandes padres del pensamiento religioso, entre ellos san Tomás de Aquino. Una perla de éste: "La mujer es algo defectuoso y ocasional, un varón frustrado y un receptáculo pasivo". Dice Filella: "Sólo pido que se nos devuelva  lo que Jesús nos dio explícitamente a las mujeres, y que ellos, los hombres de la Iglesia, nos han robado: la Palabra". Es decir, la mirada violeta, la espiritualidad que emanan los textos sagrados cuando son mirados con ojos de mujer.

He hecho este introito porque el concepto robar me parece harto adecuado para lo que estamos viviendo últimamente. Ése es el verbo que define el uso permanente del nombre de Dios por un ejército de obispos que, hoy por hoy, son la única expresión organizada y militante de la extrema derecha española. Desde la llamada al somatén de la Conferencia Episcopal contra el Gobierno hasta la histeria pública contra las campañas de prevención del sida, lo más llamativo, estridente, antipático y perverso de todo ello es el uso del nombre de Dios. ¿En vano? ¿Qué, si no? ¿Qué tendrá que ver la relación íntima con el intangible y la tangibilidad de una ideología represiva estrictamente ligadas a ideas terrenales? ¿Qué tiene que ver Dios con la púrpura que nos llega a enrojecer de pura vergüenza por lo que hace y dice? Y, muy especialmente, ¿qué tiene que ver Dios con el sexismo y la homofobia que, en nombre de Dios, ha proyectado y proyecta recurrentemente el Vaticano?

Si Dios existe, y tiene a bien hacerse corpóreo, sin ninguna duda debe de ser mujer, probablemente negra y pobre y, por supuesto, enferma de sida. ¿Alguien creyente, cuya fe parta de la experiencia de la espiritualidad y no de la obsesión ideológica, puede ver a Dios en los privilegios de la curia, en las mentes represivas de los obsesionados por la carne y el placer, en la vida regalada y los complots de poder de los jerarcas? ¿No está mucho más cerca de la mirada violeta de las mujeres que sufren y mueren, de los homosexuales que son perseguidos, de los enfermos de sida?

LO EXPRESO con esta claridad porque conozco creyentes convencidos cuya bondad traspasa los límites de lo común y que se sienten profundamente dañados por esta obispada que habla en nombre de ellos. Peor aún, que usan el nombre de Dios para defender una ideología política, represiva, dogmática y antidemocrática. Creo que hay que decirlo en estos términos. Ninguna organización política o social se atreve a llegar tan lejos en su homofobia y en su sexismo como llega la obispada española. No creo que ningún partido político, ni tan sólo de extrema derecha, se atreviera a defender desacomplejadamente la represión y el odio a los sectores débiles de la sociedad como lo hace la Conferencia Episcopal.

¿Por qué tienen bula? Porque usan el nombre de Dios, y Dios es el único refugio que les queda a los antidemocráticos para continuar defendiendo la represión autoritaria. Véase el islam, y con él la represión de la mujer y la cultura de la muerte que algunos defienden en nombre de Alá. Véanse los obispos, que lo hacen en nombre de Dios. Dios como excusa para la carcundia más jurásica, refugio de las fobias que los reprimidos y los déspotas sienten ante la libertad. Estos días hemos asistido al espectáculo dantesco de un imán sentenciado a cárcel por escribir a favor del maltrato a la mujer, y que ha sido arropado por organizaciones como la asociación islámica Al-Andalus o la Plataforma para el Diálogo Interreligioso, con firmas, ayunos y hasta plegarias. Cabría preguntarles a los presidentes de ambas, Félix Herrero y Lorenzo Rodríguez, por qué defienden al islam del maltratador y no al islam de las mujeres maltratadas.

¿ES MÁS islam el ínclito Mohamed Kamal Mustafá que promueve el sexismo criminal en nombre de Dios que la mujer musulmana anónima que padece el Dios de los Kamal? Y, sin embargo, sólo los Kamal merecen la solidaridad de algunos solidarios...

En nombre de Dios hoy tenemos, en nuestra sociedad, algunos ejércitos puestos en pie y algunas ideologías puestas en guerra. En el caso de la católica, el momento trae vientos de confrontación y debe de ser por ello que las lenguas se desatan hasta el paroxismo. La última campaña contra los condones, en pleno día mundial contra el sida, ha sido pornográfica. Tildar a los niños que mueren de sida en los hospitales del África olvidada, a sus madres en piel y hueso, a sus padres de las guerras y la explotación, a sus parientes del hambre y la miseria, a sus hermanos de la adolescencia destruida, tildar a nuestros jóvenes que han adquirido la enfermedad, o a nuestros amigos, a todos los que no conocemos pero sabemos que sufren, tildarnos de portadores de una "inmunodeficiencia moral" nos da la ínfima categoría humana a que ha llegado una institución que, secuestrando el nombre de Dios, ha dejado de saber lo que era la caridad. En fin. No sé si Dios existe, pero, en cualquier caso, no está cerca de estos ideólogos de la represión, cuya alma puede que sea espiritual, pero no tiene alma.







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