Padre Antonio Rivero: “Un día en la vida de Jesús de Nazaret”
Comentario litúrgico 5º Domingo del Tiempo Ordinario
Domingo 5º del Tiempo OrdinarioCiclo BTextos: Job 7, 1-4.6-7; 1 Co 9, 16-19.22-23; Mc 1, 29-39
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos
Idea principal: Un día en la vida de Jesús de Nazaret profeta, misionero y apóstol.
Síntesis del mensaje: Cristo delante de todas las miserias materiales y espirituales del hombre se compadece, se acerca y trata de solucionarlas, si así es la voluntad de su Padre. En vez de deprimirse por tanto dolor y lágrima, Él se refugia en la oración, de donde saca la fuerza para salir al paso de todo sufrimiento humano (1ª lectura y evangelio) y darle sentido con su predicación (2ª lectura). Su horario diario era: oración a su Padre, predicación y curación de las personas, convivencia con sus seres queridos y terminaba el día con la oración.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, de mañana rezaba. Hombre de oración. Prioridad en su vida: Dios su Padre. ¿Qué hacía en la oración? ¿Por qué y para qué rezaba? ¿A quién rezaba? ¿Cómo rezaba? Su intimidad con Dios, su amante identificación con su Padre es la fuente de la compasión y compromiso con los demás. Por ser una persona contemplativa también es una persona compasiva y misionera. En la oración Jesús abría su corazón a su Padre, le contaba los avances del Reino, le pedía fuerza y ternura para después derramarla por doquier. Allí en la oración solazaba su corazón herido por las ingratitudes de tantos hombres, cerrados a su Palabra y obstinados en el mal. A veces su oración era delicia, otras amargura, también desolación; pero siempre terminaba en luz y fuerza para el cumplimiento de su misión redentora.
En segundo lugar, después descansaba y crecía en sus lazos humanos y afectivos en la casa de Pedro, que también era la casa de Jesús. Hombre muy humano. Antes de salir a la predicación, comía y alimentaba sus afectos en casa de sus amigos íntimos. Con qué cariño y ternura trataría a la suegra de Pedro, que en ese día estaba enferma con fiebre. Cómo abriría su corazón a sus amigos, como lo hacía en la casa de Betania. Ahí reponía sus fuerzas físicas y psicológicas, pues era hombre al fin. Qué lejos está de Jesús ese comportamiento huraño, antisocial, avinagrado, escurridizo. Jesús era rico en afectos humanos, pero al mismo tiempo se sentía libre en su corazón y a su alrededor, y no atado a criaturas que tanto paz nos quitan, cuando a ellas nos apegamos.
Finalmente, en la tarde, predicaba en la sinagoga, curaba y expulsaba demonios, pues todos le buscaban. Hombre Dios, apóstol y médico. Jesús aparece como la respuesta de Dios a los males de este mundo, al dolor de estos corazones destrozados. Hoy cura a la suegra de Pedro y a otros varios enfermos, y libera de sus espíritus malignos a los posesos. ¡Cuánto tiempo emplea Jesús, a lo largo del evangelio, atendiendo a las personas que buscan, que sufren, que están desesperadas! Quiere una liberación integral y total, que incluye la curación de males físicos, psíquicos y espirituales. Es Maestro y Misionero, pero también Médico. Ahora bien, no acepta ser monopolizado por un grupo de personas, un pueblo, un área. Su misión es predicar el Reino más allá y en todas partes. “Sigamos a las villas vecinas para que pueda proclamar la Buena Nueva allá también”.
Para reflexionar: ¿Cuál de estos rasgos de la personalidad de Jesús me gustan más? ¿Mi vida se parece en algo a la de Jesús? ¿En qué? ¿Tengo compasión para acercarme al hermano que sufre y trato de curarlo? ¿O paso de largo, insensible e indiferente? ¿Comienzo y termino el día de rodillas en oración?
Para rezar: Señor, que sepa dar prioridad en mi vida a la oración, y de ahí, salga a remediar los males de mis hermanos. Que me haga cercano, próximo a mi hermano con afecto sincero, la ayuda desinteresada, una mano tendida, una cara acogedora, una palabra oportuna. Que me haga solidario de todos y que sepa acompañarlos en su via-crucis, sea cual sea. Amén.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org
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