Santa Margarita Bourgeoys, virgen y fundadora
fecha: 12 de enero
n.: 1620 - †: 1700 - país: Canadá
canonización: B: Pío XII 12 nov 1950 - C: Juan Pablo II 31 oct 1982
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1620 - †: 1700 - país: Canadá
canonización: B: Pío XII 12 nov 1950 - C: Juan Pablo II 31 oct 1982
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Montreal, en la provincia de
Quebec, en Canadá, santa Margarita Bourgeoys, virgen, que con gran voluntad
reconfortó a los colonos y a los soldados, y trabajó asiduamente para asegurar
la formación cristiana de las jóvenes, fundando para ello la Congregación de
Nuestra Señora.

Margarita era la sexta de los doce hijos
de Abraham Bourgeoys, fabricante de cirios, y de su esposa, Guillermina
Garnier. Había nacido en Troyes, la principal ciudad de Champaña, en 1620. A
los veinte años, Margarita trató de entrar como postulante, primero entre las
carmelitas y después entre las clarisas, pero ambas órdenes religiosas se
negaron a aceptarla por razones que desconocemos. Margarita era muy conocida en
Troyes, ya que era la presidenta de la congregación de Nuestra Señora del
convento de las Canonesas de San Agustín, fundadas por san Pedro Fourier y la
beata Alix Le Clercq. El P. Gendret, director espiritual de la santa, al ver
que los dos conventos rechazaban a Margarita, interpretó esto como una señal
del cielo de que estaba llamada a dirigir una congregación de religiosas sin
clausura, que él proyectaba desde hacía tiempo. Así pues, Margarita y otras dos
compañeras comenzaron la fundación; pero el asunto fracasó, y Margarita retornó
a su casa. En todas estas dificultades la sostuvo una visión del Niño Jesús
que, según la propia expresión de la santa, «desvió para siempre sus miradas de
todas las bellezas de este mundo». En 1652, la hermana de Margarita, que era
canonesa de San Agustín, recibió la visita de Pablo de Maisonneuve, gobernador
de la colonia francesa de Ville-Marie (Montreal). El gobernador buscaba una
maestra de escuela para su pequeña colonia, y Margarita, que desde hacía tiempo
se interesaba por el Canadá, reconoció en esto el llamamiento divino y se
decidió a partir. Llegó a Quebec el 22 de septiembre de 1653, y un mes más
tarde, a Ville-Marie. La colonia se reducía a un fuerte en el que habitaban
unas dos mil personas, un pequeño hospital, y una capilla atendida
ocasionalmente por algún misionero jesuita.
Margarita hizo una especie de «noviciado
no canónico», durante cuatro años. Cuidaba de la casa del gobernador, se
encargaba de los pocos niños de la colonia, ayudaba a Juana Manee en el
hospital, así como a las mujeres de la guarnición. Hizo restaurar la gran cruz
de Montreal, que había sido destruida por los indios, y se las arregló para
construir una nueva capilla dedicada a Nuestra Señora, que casi estaba
terminada a la llegada de los cuatro «señores eclesiásticos» de San Sulpicio,
en 1657. Al año siguiente inauguró la primera escuela de Montreal, en un
antiguo establo y sin más de una docena de alumnos, con la ayuda de Margarita
Picart. A pesar de ello, Margarita hacía planes para el futuro: la ciudad
crecía y sin duda iba a aumentar su trabajo; por otra parte, había que pensar también
en los hijos de los indios. ¿Dónde encontrar colaboradoras? Sólo existía una
posibilidad: así pues, Margarita se embarcó con Juana Manee, rumbo a Francia.
Doce meses después, estaba de vuelta con su antigua amiga, Catalina Crolo, y
otras tres jóvenes.
Los años siguientes fueron agitados y
duros a causa de la guerra contra los iroqueses. Sin embargo, la escuela siguió
adelante, y Margarita añadió una nueva clase para los hijos de los indios, un
curso de quehaceres domésticos para las jóvenes, y una congregación mariana.
También Montreal iba creciendo. Al terminar la guerra iroquesa, empezó a
convertirse en una verdadera ciudad. De 1660 a 1662, Margarita fue de nuevo a
Francia. El rey Luis XIV autorizó oficialmente la obra de la santa, y ésta
volvió a Montreal con media docena de jóvenes. Entonces, según parece, empezó a
pensar en fundar una nueva congregación religiosa. A su regreso a Montreal, la
incipiente comunidad atravesó un período de pobreza y dificultades; pero Dios
premió la confianza que Margarita ponía en Él y, en 1676, el primer obispo de
Quebec, Mons. de Laval, erigió canónicamente la primera casa de la Congregación
de Nuestra Señora.
Pero las dificultades no habían terminado.
Mons. de Laval tenía ideas muy personales sobre el futuro de la Congregación.
Esto obligó a Margarita a ir por tercera vez a Francia, sin obtener ningún
resultado. Además, en 1683, el convento se incendió, y dos hermanas murieron
quemadas, entre ellas una sobrina de Margarita. Mons. de Laval juzgó que era el
momento propicio para fusionar la reducida comunidad con las ursulinas, que
habían llegado a Quebec desde 1639. Margarita manifestó humildemente al obispo
que la clausura monástica arruinaría la obra, y éste no insistió. Pero el
sucesor de Mons. de Laval, Mons. de Saint-Vallier, prelado irascible y
obstinado, opuso gran resistencia a la santa, antes de decidirse a aceptar la
idea de la primera comunidad de religiosas misioneras sin clausura que existió
en la Iglesia. Finalmente, en 1698, las veinticuatro primeras hermanas pudieron
hacer la profesión de votos simples. La madre Margarita había dejado de ser
superiora desde hacía cinco años.
El primer pensionado de Montreal fue
inaugurado en 1673, y la primera escuela para indios en 1676. En 1679, había ya
dos jóvenes iroquesas en la congregación (Dos jóvenes de Nueva Inglaterra
ingresaron en esa congregación francesa antes de la muerte de la fundadora.
Dichas jóvenes habían sido hechas prisioneras por los abenakis, y se habían
convertido al catolicismo en Montreal, después de haber sido rescatadas). Fuera
de Ville-Marie, en la isla de Montreal (donde en 1689 los iraqueses asesinaron
a todos los hombres, mujeres y niños que encontraron fuera del fuerte), se
abrieron escuelas para las hijas de los franceses, y un poco más tarde, en los
alrededores de Trois-Riviéres. En 1685, Mons. de Saint-Vallier llamó a las
religiosas a Quebec, con lo que el número de misiones llegó a siete. La figura
de Margarita de Bourgeoys, primera maestra de escuela de Montreal, se destaca
en la historia de esa congregación que, habiendo comenzado oscuramente, debía
llegar a contar con más de doscientas casas. Margarita, cor su indomable
carácter, había triunfado de todos los obstáculos: de los ataques de los
salvajes, del fuego, de las dificultades inherentes a la colonización, de la
amenaza de la pobreza y de cierta falta de comprensión por parte de sus
superiores. Como tantas otras fundadoras de congregaciones religiosas,
Margarita es sobre todo conocida por su obra, en cuya creación sufrió la doble prueba
de ver puesta en duda su capacidad de realización y de sentirse terriblemente
indigna a los ojos de Dios. Pero el valor no era la menor de sus virtudes, y su
ardiente deseo de ayudar a los niños y a todos sus prójimos la llevó siempre
adelante. La santa decía: «Quiero a toda costa, no sólo amar a mis prójimos,
sino hacerme amar de ellos».
C. W. Colby escribió, en «Canadian Types
of the Old Regime» (New York, 1908): «Desde el momento de su llegada a Nueva
Francia, Margarita se convirtió en la inspiración de cuantos la rodeaban. Menos
austera que Juana Manee, menos mística que María de la Encarnación, Margarita
reunía al fervor una buena cantidad de esas virtudes que se originan en la
cordialidad humana. No creemos exagerar al decir que, durante cincuenta años,
Margarita fue, por su influencia y por sus obras, la primera mujer de Montreal
. . . La bondad irradiaba de toda su persona, y gran parte del éxito de su
trabajo se debe a la sabiduría de sus métodos. Pero Margarita era sobre todo
una maestra . . . Y lo mejor que puede hacer el biógrafo de mujeres como María
de la Encarnación y Margarita Bourgeoys es contentarse con relatar los hechos,
porque las mujeres de esa talla no necesitan de las alabanzas. La mejor
alabanza que puede hacérseles es contar sus hechos con la impresionante
sencillez de la verdad, sin añadir comentario alguno».
Desde el momento en que Margarita renunció
al superiorato, a los setenta y tres años, su salud y sus fuerzas empezaron a
debilitarse. Pero el fin llegó en forma inesperada. El último día del año de
1669, la fundadora ofreció su vida para salvar la de la maestra de novicias,
que estaba gravemente enferma. La maestra de novicias recobró la salud, y la
madre Bourgeoys murió el 12 de enero de 1700. Fue beatificada en 1950 y canonizada
en 1982.
Existe una literatura abundante sobre la
santa. Ella misma escribió por obediencia sus memorias, en 1698; su manuscrito
se conserva en Montreal. En el seminario de Quebec se halla el manuscrito de
una biografía inédita, escrita por Mons. C. de Glandelet en 1715. Existen
varias biografías en francés, desde la de M. F. Ransonnet (1728) hasta la de
Dom A. Jamet (dos volúmenes, 1942) y la del P. Y. Charron, Mere Bourgeoys
(1950).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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