Santa Rafaela María del Sagrado Corazón, virgen y fundadora
fecha: 6 de enero
n.: 1850 - †: 1925 - país: Italia
canonización: B: Pío XII 18 may 1952 - C: Pablo VI 23 ene 1977
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1850 - †: 1925 - país: Italia
canonización: B: Pío XII 18 may 1952 - C: Pablo VI 23 ene 1977
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Roma, santa Rafaela María del
Sagrado Corazón Porras Ayllón, virgen, fundadora de la Congregación de Esclavas
del Sagrado Corazón de Jesús; considerada como enferma mental, pasó santamente
los últimos años de su vida entre tribulaciones y penitencia.

Rafaela Porras nació en la pequeña
población española de Pedro Abad, en las cercanías de Córdoba, en 1850. A los
cuatro años perdió a su padre, el alcalde de la ciudad, muerto a resultas del
cólera, por haberse ocupado de los enfermos durante una epidemia. Tenía Rafaela
diecinueve años cuando murió su madre. Desde entonces, junto con su hermana
Dolores, un poco mayor que ella, quedó al frente de la familia, bastante
numerosa. En 1873, ambas manifestaron su deseo de entrar al convento. Su vida
retirada había provocado ya las críticas de los parientes; pero un sacerdote,
José Antonio Ortiz Urruela, que había estudiado en Inglaterra bajo la dirección
del obispo Grant de Southwark e introducido en Córdoba a las religiosas de
María Reparadora, arregló las cosas de manera que las dos hermanas fueran
recibidas en dicho convento. Pronto surgieron dificultades, en parte porque las
religiosas eran extranjeras, y en parte, debido a la conducta autoritaria del
P. Ortiz Urruela. El obispo ordenó a las religiosas que abandonaran la ciudad,
pero permitió que se quedaran dieciséis novicias, entre las que se contaban las
dos jóvenes Porras, para continuar la obra lo mejor que pudieran. La hermana
Rafaela María del Sagrado Corazón fue nombrada superiora.
A principios de 1877, cuando la hermana
Rafaela y otras cinco se preparaban para hacer los votos, el obispo de la
ciudad, Mons. Ceferino González, les hizo saber que había redactado nuevas
constituciones para la comunidad. Esto ponía a las novicias en una situación
muy difícil. Las nuevas reglas eran muy diferentes de las anteriores. Por otra
parte, si se rehusaban a aceptarlas, tendrían que abandonar el convento.
Optaron por una solución sorprendente: la fuga. Abandonaron la ciudad durante
la noche, y se dirigieron a Andújar, donde el P. Ortiz Urruela les había
encontrado hospedaje con las monjas del hospital. El hecho produjo gran agitación.
Las autoridades civiles intervinieron y el obispo suspendió al P. Ortiz
Urruela. Pero ya para entonces el osado sacerdote se hallaba en Madrid,
tratando de encontrar una solución estable para sus protegidas, de modo que el
obispo de Córdoba se encontraba reducido a la impotencia, ya que las fugitivas
no formaban una comunidad canónicamente constituida. El P. Ortiz Urruela murió
súbitamente; pero un jesuita, el P. Cotanilla, se encargó de ayudar a las
religiosas, y las autoridades eclesiásticas les permitieron finalmente
establecerse en Madrid. En el verano de 1877, las dos primeras, Rafaela y su
hermana Dolores, hicieron la profesión.
Tal fue el sorprendente comienzo de la
Congregación de las Siervas del Sagrado Carazón, que iban a dedicarse en el
futuro a la educación de la juventud y a la obra de los retiros espirituales.
La congregación se desarrolló y extendió rápidamente. Pronto quedaron fundadas
las nuevas casas de Jerez, Zaragoza, Bilbao y Córdoba, esta última con la plena
aprobación de Mons. Ceferino González. Actualmente las Siervas del Sagrado
Corazón se hallan establecidas en una docena de países. Pero las dificultades
no escasearon, ni siquiera después del edicto de aprobación de la Santa Sede, a
raíz del cual la santa fue elegida superiora general. Desgraciadamente, su
hermana Dolores que había tomado el nombre de María del Pilar, no estaba de
acuerdo con ella en cuestiones de administración, y no le faltaba apoyo entre
algunas religiosas. En 1893, la fundadora renunció al cargo de superiora general,
y María del Pilar fue elegida para sucederle. Durante los últimos treinta y dos
años de su vida, Rafaela no ocupó ningún cargo en la congregación, sino que
vivió en la oscuridad, entregada a los trabajos domésticos, en la casa de Roma.
Sin duda alguna, en esos años se santificó
enormemente. La total abnegación no debía ser fácil a una mujer de su carácter,
que había fundado una congregación religiosa en circunstancias tan difíciles.
En este libro hemos de referirnos frecuentemente a santos que fueron
canonizados por aclamación popular, tan sólo por haber sufrido una muerte
injusta, no un martirio propiamente dicho. Pues bien, la madre Rafaela es una
santa que pasó la mitad de su vida en el martirio de un tratamiento injusto. En
sus últimos años, su rostro reflejaba el valor y la mansedumbre. El cirujano
que la operó poco antes de su muerte resumió su vida en una frase: "Madre,
es usted una mujer valiente". Ella lo había expresado de otro modo, muchos
años antes: «Veo claramente que Dios quiere que me someta a todo lo que me
sucede, como si le viera a Él mismo ordenármelo". Santa Rafaela María
murió el día de la Epifanía de 1925, fue beatificada en 1952 por Pío XII, y
canonizada por Pablo VI en 1977.
Se encontrará un buen resumen de su vida
en «In Search of the Will of God», de William Lawson. La homilía de SS. Pablo
VI en la misa de canonización puede leerse completa
en el sitio del Vaticano.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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