La dimensión perversa de la “cordialidad”
brasileña
2018-11-09
El 31/10/2014 publiqué en el
JB, Jornal do Brasil on line, un artículo sobre lo que significa el
brasileño como un “ser humano cordial”. Lo publico de nuevo, modificado, por su
candente actualidad. Los dos últimos años hemos conocido una ola de odio y de
discriminación sin precedentes en nuestra historia. Particularmente durante la
campaña electoral para presidente. Ha habido injurias, calumnias, millones
de fake news y todo tipo de palabras gruesas. Ahí se mostró el
lado perverso del “cordial” pueblo brasilero.
Decir
que el brasilero es un “hombre cordial” viene del escritor Ribeiro Couto, y la
expresión fue generalizada por Sérgio Buarque de Holanda en su conocido
libro: Raíces de Brasil, de 1936, al que le dedica todo el capítulo
V. Pero aclara –contrariando a Cassiano Ricardo, que entendía la “cordialidad”
como bondad y trato amable–, que “nuestra forma ordinaria de convivencia social
es en el fondo justamente lo contrario de un trato amable” (p. 107, de la 21ª
edición de 1989).
Sergio
Buarque asume la cordialidad en el sentido estrictamente etimológico: viene
de corazón. El brasileño se orienta mucho más por el corazón que
por la razón. Del corazón pueden provenir el amor y el odio. Bien lo dice el
autor: “la enemistad bien puede ser tan cordial como la amistad, visto que una
y otra nacen del corazón” (p. 107). Yo diría que el brasileño es más
sentimental que cordial, lo que me parece más adecuado.
Escribo
todo esto para intentar entender los sentimientos “cordiales” que han irrumpido
en la campaña electoral presidencial de 2018. Ha habido por una parte
declaraciones de entusiasmo hasta el fanatismo, y por otra, de fascismo y de
odios profundos y expresiones chulescas. Se verificó lo que Buarque de Holanda
escribió: la falta de un trato amable en nuestra convivencia social.
Quien
haya seguido las redes sociales, se habrá dado cuenta de los bajísimos niveles
de educación, de la falta respeto mutua, e incluso de la falta de sentido
democrático como convivencia con las diferencias. Esta falta de respeto
repercutió también en los programas de los partidos en la televisión.
Para
entender mejor esta nuestra “cordialidad” hay que referirse a dos herencias que
pesan sobre nuestra ciudadanía: la colonización y la esclavitud. La
colonización produjo en nosotros el sentimiento de sumisión, teniendo que
asumir las formas políticas, la lengua, la religión y los hábitos del
colonizador portugués. Como consecuencia se crearon la Casa Grande y
la Senzala. Como bien lo mostró Gilberto Freyre no se trata de
instituciones sociales exteriores. Fueron internalizadas en forma de un
dualismo perverso: de un lado el señor, que lo posee todo, y del otro el
siervo, o servidor, que tiene poco y se somete. Se generó también la
jerarquización social que se revela por la división entre ricos y pobres. Esta
estructura –que subsiste todavía en la cabeza de importantes oligarcas y se ha
vuelto un verdadero código de interpretación de la realidad–, aparece
claramente en la forma como las personas se tratan en las redes sociales.
Otra
tradición muy perversa fue la esclavitud, muy bien descrita por Jessé Souza en
su libro: La élite del atraso: de la esclavitud al Lava-Jato (2018).
Cabe recordar que hubo una época, entre 1817-1818, en que más de la mitad de
Brasil estaba compuesta por esclavos (50,6%)...! Hoy cerca del 60% tiene en su
sangre algo de esclavos afrodescendientes. Son discriminados y empujados a las
periferias, humillados hasta el punto de perder su propia autoestima.
La
esclavitud fue internalizada en forma de discriminación y prejuicio contra el
negro que debía servir siempre, porque antes hacía todo gratis y se cree que
todo debe continuar así. Pues de esta forma se trata, en muchos casos, a los
empleados y empleadas domésticas, o a los peones de las haciendas. Una madame de
clase alta dijo en una ocasión: “los pobres ya reciben la bolsa-familia, y
además de eso creen que tienen derechos”. Esta es la mentalidad de la Casa
Grande.
Las
consecuencias de estas dos tradiciones están en el inconsciente colectivo brasileño
en términos, no tanto de conflicto de clase (que también se da), cuanto de
conflicto de status social. Se dice que el negro es perezoso, cuando sabemos
que fue él quien construyó casi todo en nuestras ciudades históricas. Que el
nordestino es ignorante, cuando es un pueblo altamente creativo, despierto y
trabajador. Del Nordeste nos vienen grandes escritores, poetas, actores y
actrices. Pero los prejuicios los castigan a la inferioridad.
Todas
estas contradicciones de nuestra “cordialidad” aparecieron en los twitters,
facebooks y otras redes sociales. Somos seres excesivamente
contradictorios.
Añado
todavía un argumento de orden antropológico-filosófico para comprender la
irrupción de amores y odios en esta campaña electoral. Se trata de la ambigüedad
fontal de la condición humana. Cada uno posee su dimensión de luz y de sombra,
sim-bólica (que une) y dia-bólica (que divide). Los modernos dicen que somos
simultáneamente sapientes y dementes (Morin), es decir, personas de
racionalidad y bondad, y al mismo tiempo, de irracionalidad y maldad.
Esta
situación no es un defecto de la creación, sino una característica de la condition
humaine. Cada uno tiene que saber equilibrar estas dos fuerzas, y dar
primacía a las dimensiones de luz sobre las de sombra, y a las de sapiente
sobre las de demente.
No
debemos ni reír ni llorar, sino procurar entender, como decía Spinoza. Pero
entender no es suficiente. Urge practicar formas civilizadas de una
“cordialidad” en la cual predomine la voluntad de cooperación con vistas al
bien común, se respete a las minorías y se acoja a las diferentes opciones
políticas. Brasil necesita unirse, para que todos juntos enfrentemos los graves
problemas internos en un proyecto asumido por todos. Sólo así se gestará el
Brasil al que se llamó “Tierra de la Buena Esperanza” (Ignacy Sachs).
No
será el presidente electo la persona de la reconciliación nacional, pues él,
por su estilo, es factor de división y creador de una atmósfera social de
violencia y discriminación.
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