Más de veinte siglos
Tiempo de Adviento, se dice
en los ámbitos de la Iglesia. Y se asocia inmediatamente a tiempo de la
espera y a tiempo de la esperanza. Seguramente que espera y esperanza no
es lo mismo, ¡pero se parecen tanto...! Dejo estos asuntos a los especialistas
en la tarea metafísica de distinguir hasta en lo más invisible e indivisible.
En mi corta mira
contemplativa diría ahora una expresión como ésta: 'Aquello que no fue es
posible que llegue a ser'.
¿Cuántas cosas se nos han
contado de los tiempos más remotos y que nos encandilaron mientras las
imaginábamos? Luego mientras uno crecía, por fuera y hasta por dentro, todo
aquello de antes se nos desvanecía como la niebla con la llegada del amanecer y
ante la presencia de la luz, la claridad, el calor y la realidad pisada por
nuestros pies.
Y más tarde, en la madurez
equilibrada del suelo y el cielo volvíamos a imaginar en la cercanía de
nuestros compromisos que aquello que se nos contó es posible. Cuando algo
se quiere, se consigue. ¿El deseo que se convierte en realidad, que
dicen más de unos pocos? Algo así. Cuando algo se quiere, se consigue. Me digo
en mis adentros que esto es algo así como el efecto imán.
Esto de lo que estoy hablando
es algo que forma parte de mis devaneos mentales mientras contemplo dos datos
de ese pasado nuestro. El dato de un hombre judío de la capital que bautiza o
que perdona pecados, que es lo mismo, fuera de la institución religiosa llamada
templo de Jerusalén. Y el otro dato de aquel otro hombre judío y de
pueblo del norte alejado de los centros del poder religioso y político que se
acerca a conocer al judío de la capital y bautizador que perdona pecados.
Cuestiones, éstas, a la vez religiosas y sociales, tan económicas como
políticas. Humanas, en una palabra.
Y ante esta realidad tan humana,
una de las curiosidades más sorprendentes fue el final terrenal de este par de
judíos, su acabamiento, el silenciamiento de la palabra de su voz y su tarea,
su condena, ¡su niebla desvanecida y disipada! Y ahora, ocupado y preocupado,
me vuelvo a preguntar: aquello tan humano de nuestros dos judíos amigos que no
fue, ¿podrá llegar a ser? Más de veinte siglos nos contemplan y no se acaba
entre nosotros ni de creer ni de hacer. ¿Acaso nos hemos acostumbrado a que,
cada cierto tiempo, hay que volver a empezar?
Domingo 3º de
Adviento C (12.12.2021): Lucas 3,10-18
Así lo comento y
comparto CONTIGO: El
reino-reinado habita dentro de ti y de mí
Estamos en el tercer domingo del tiempo
eclesiástico del Adviento y, por ello, se suele encender la tercera vela de la
francesa corona de este tiempo de espera de la Navidad. Ya, tres velas
encendidas. La luz crece, aumenta, se multiplica. Y también relaciono en mi
contemplación lo que se dice de aquel hombre de Galilea: Jesús es la Luz. Su
vida, su persona, su tarea fue una pequeña luz permanente en la historia de las
gentes de su Nazaret de Galilea y de Israel.
Por encontrarnos en el año eclesiástico del Ciclo
C se nos leerá el relato de Lucas 3,10-18. El domingo pasado se nos leyó Lucas
3,1-6. Así que los versículos de Lucas 3,7-9 nunca nadie nos los leerá en la
liturgia y nos quedaremos ‘in albis’ y sin las primeras palabras del mensaje
que este Evangelista pone en labios de su Juan el Bautista: “Decía pues,
Juan, a la gente que acudía para ser bautizada por él: Raza de víboras...”
(3,7). Me seguiré preguntando si Jesús de Nazaret escuchó estás primeras
palabras del bautizador y perdonador de pecados que fue Juan.
El lector del Evangelio, que será el sacerdote de
la celebración, comenzará el anuncio del Evangelio con esta expresión: “En
aquel tiempo la gente le preguntaba a Juan: ¿Qué debemos hacer?...” (Lc
3,10). Un poco más adelante escucharemos: “Vinieron también publicanos a
bautizarse y le dijeron: Maestro, ¿Qué debemos hacer?...” (Lc 3,12). Y otro
poco después se nos dirá: “Le preguntaron también unos soldados: Nosotros,
¿qué debemos hacer?...” (Lc 3,14). También se nos dirá en esta lectura: “El
pueblo estaba a la espera y todos pensaban que probablemente Juan era el mesías
que esperaban...” (Lc 3,15).
Ningún otro de los tres restantes Evangelistas nos
cuenta así la tarea que realizaba aquel Juan el Bautista. Y es precisamente
este Evangelista Lucas quien nos sorprende al poner en boca de su Juan una
expresión que no nos será sencillo comprender: “Yo os bautizo con agua, pero
viene otro... y yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él
bautizará con Espíritu santo y fuego” (Lc 3,16). Este anuncio de Juan y sus
gestos bautizadores fueron una Buena Noticia.
Esta Buena Noticia de Juan, su Evangelio, provocó
que la autoridad tanto religiosa como política de aquellos días acusara a Juan,
juzgara a Juan, condenara a Juan, ejecutara a Juan y enmudeciera la voz y la
tarea de Juan. Y así lo cuenta Lucas en los dos versículos siguientes (Lc
3,19-20) que no los escuchará la asamblea, porque la liturgia se los
silenciará. ¡Qué pena!
Para los oyentes de la palabra y para sus lectores
curiosos les dejo escrita esta tarea: Abrir su biblia de consulta habitual en
la página correspondiente al capítulo vigésimo quinto del Libro del
Deuteronomio y leerlo desde su primer versículo hasta el último (Dt 25,1-19).
Ahí se encontrarán las referencias muy explícitas para comprender ese mensaje
escondido tras la expresión “no soy digno de desatarle la correa de las
sandalias” (Lc 3,16).
Y si tú y yo somos un poquitín despiertos e
imaginativos caeremos en la cuenta de que lo anunciado en Deuteronomio 25 nos
ofrece el criterio para comprender por qué Juan les dice una cosa, distinta
pero muy semejante, a cada una de las personas que le preguntaban ‘qué debemos
hacer’. Así pues, en este domingo tercero de mi Adviento me atreveré a
preguntarle a Juan ‘qué debo hacer’ y estoy seguro de que en Deuteronomio 25
encontraré la respuesta oportuna. Y esto lo sé, con cierta seguridad, porque nunca
olvidaré uno de los mensajes de este Evangelista cuando leo Lc 17,21: El reino
reinado está dentro de ti y de mí. Carmelo Bueno Heras.
CINCO MINUTOS con la otra
Biblioteca de la BIBLIA entre las manos
Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos también
leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos
ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo
escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir
CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros.
. Ahora, Semana 3ª: 12.12.2021
. Cita de: Mikel Ayestaran, Jerusalén, santa y cautiva.
Desde el corazón de la Ciudad Vieja a la eternidad, Península Odiseas, 2021,
238 páginas.
"Yerushalayim, ‘ciudad
de la paz’, para los judíos, Al Quds, ‘la santa’, para los árabes y Jerusalén,
para los peregrinos europeos es una ciudad que amanece temprano y con un ritmo
muy especial. A las cuatro de la mañana, Adib Jawad acude a la Puerta del Santo
Sepulcro y lleva en su mano la vieja llave de treinta centímetros que la abre.
Adib pertenece a los Huseini, familia musulmana responsable de custodiar la
llave desde la época de Saladino. Junto a ellos, Nuseibeth, otra familia musulmana histórica de la ciudad santa,
son los que realizan el acto físico de abrirla y cerrarla. Una tarea compartida
por dos clanes que llevan unidos a sus apellidos la responsabilidad de velar
por el lugar más sagrado para los cristianos. Los primeros se presentan como
custodios de la llave, los segundos como porteros y custodios del templo.
Treinta minutos después de la apertura del
Santo Sepulcro, suena el despertador en casa del rabino del Muro de los
Lamentos, Shamuel Rabinowitz, y pone rumbo al Kotel bajo la luz de la luna.
Poco antes de que
llegue al Muro, el canto del almuédano de Al Aqsa, Firas Qazzaz, da la
bienvenida al Gran Rabino y llama a los fieles musulmanes a acudir a la
mezquita para efectuar la primera de las cinco oraciones del día. Es el Fayr,
la llamada al rezo más delicada de todas porque tiene la misión de despertarte
para que acudas a la mezquita.
Así despierta
la Ciudad Vieja, al ritmo marcado por las tres religiones cuyos lugares
santos están separados por una distancia insignificante desde el punto de vista
físico, pero eterna desde el espiritual. La fe
despierta antes que las calles, porque a esas horas no hay un alma y las
tiendas y restaurantes están cerrados. Es un momento de recogimiento antes de
que empiece el ajetreo diario y la llegada masiva de fieles. Es un instante en
el que la tierra llama al cielo y Jerusalén, a tu corazón."
Texto completo en las páginas 175-176 que pertenecen al capítulo 6º del
libro y que lleva como título “Los tres lugares santos” (págs. 175-212).
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