sábado, 11 de diciembre de 2021

Domingo 3º de Adviento C (12.12.2021): Lucas 3,10-18 (El reino-reinado habita dentro de ti y de mí) y CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos

 

Más de veinte siglos

Tiempo de Adviento, se dice en los ámbitos de la Iglesia. Y se asocia inmediatamente a tiempo de la espera  y a tiempo de la esperanza. Seguramente que espera y esperanza no es lo mismo, ¡pero se parecen tanto...! Dejo estos asuntos a los especialistas en la tarea metafísica de distinguir hasta en lo más invisible e indivisible.

En mi corta mira contemplativa diría ahora una expresión como ésta: 'Aquello que no fue es posible que llegue a ser'.

¿Cuántas cosas se nos han contado de los tiempos más remotos y que nos encandilaron mientras las imaginábamos? Luego mientras uno crecía, por fuera y hasta por dentro, todo aquello de antes se nos desvanecía como la niebla con la llegada del amanecer y ante la presencia de la luz, la claridad, el calor y la realidad pisada por nuestros pies.

Y más tarde, en la madurez equilibrada del suelo y el cielo volvíamos a imaginar en la cercanía de nuestros compromisos que aquello que se nos contó es posible. Cuando algo se quiere, se consigue. ¿El deseo que se convierte en realidad, que dicen más de unos pocos? Algo así. Cuando algo se quiere, se consigue. Me digo en mis adentros  que esto es algo así como el efecto imán. 

Esto de lo que estoy hablando es algo que forma parte de mis devaneos mentales mientras contemplo dos datos de ese pasado nuestro. El dato de un hombre judío de la capital que bautiza o que perdona pecados, que es lo mismo, fuera de la institución religiosa llamada templo de Jerusalén. Y el otro dato de aquel otro hombre judío  y de pueblo del norte alejado de los centros del poder religioso y político que se acerca a conocer al judío de la capital y bautizador que perdona pecados. Cuestiones, éstas, a la vez religiosas y sociales, tan económicas como políticas. Humanas, en una palabra.

Y ante esta realidad tan humana, una de las curiosidades más sorprendentes fue el final terrenal de este par de judíos, su acabamiento, el silenciamiento de la palabra de su voz y su tarea, su condena, ¡su niebla desvanecida y disipada! Y ahora, ocupado y preocupado, me vuelvo a preguntar: aquello tan humano de nuestros dos judíos amigos que no fue, ¿podrá llegar a ser? Más de veinte siglos nos contemplan y no se acaba entre nosotros ni de creer ni de hacer. ¿Acaso nos hemos acostumbrado a que, cada cierto tiempo, hay que volver a empezar?

 

Domingo 3º de Adviento C (12.12.2021): Lucas 3,10-18

Así lo comento y comparto CONTIGO: El reino-reinado habita dentro de ti y de mí

Estamos en el tercer domingo del tiempo eclesiástico del Adviento y, por ello, se suele encender la tercera vela de la francesa corona de este tiempo de espera de la Navidad. Ya, tres velas encendidas. La luz crece, aumenta, se multiplica. Y también relaciono en mi contemplación lo que se dice de aquel hombre de Galilea: Jesús es la Luz. Su vida, su persona, su tarea fue una pequeña luz permanente en la historia de las gentes de su Nazaret de Galilea y de Israel.

Por encontrarnos en el año eclesiástico del Ciclo C se nos leerá el relato de Lucas 3,10-18. El domingo pasado se nos leyó Lucas 3,1-6. Así que los versículos de Lucas 3,7-9 nunca nadie nos los leerá en la liturgia y nos quedaremos ‘in albis’ y sin las primeras palabras del mensaje que este Evangelista pone en labios de su Juan el Bautista: “Decía pues, Juan, a la gente que acudía para ser bautizada por él: Raza de víboras...” (3,7). Me seguiré preguntando si Jesús de Nazaret escuchó estás primeras palabras del bautizador y perdonador de pecados que fue Juan.

El lector del Evangelio, que será el sacerdote de la celebración, comenzará el anuncio del Evangelio con esta expresión: “En aquel tiempo la gente le preguntaba a Juan: ¿Qué debemos hacer?...” (Lc 3,10). Un poco más adelante escucharemos: “Vinieron también publicanos a bautizarse y le dijeron: Maestro, ¿Qué debemos hacer?...” (Lc 3,12). Y otro poco después se nos dirá: “Le preguntaron también unos soldados: Nosotros, ¿qué debemos hacer?...” (Lc 3,14). También se nos dirá en esta lectura: “El pueblo estaba a la espera y todos pensaban que probablemente Juan era el mesías que esperaban...” (Lc 3,15).

Ningún otro de los tres restantes Evangelistas nos cuenta así la tarea que realizaba aquel Juan el Bautista. Y es precisamente este Evangelista Lucas quien nos sorprende al poner en boca de su Juan una expresión que no nos será sencillo comprender: “Yo os bautizo con agua, pero viene otro... y yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él bautizará con Espíritu santo y fuego” (Lc 3,16). Este anuncio de Juan y sus gestos bautizadores fueron una Buena Noticia.

Esta Buena Noticia de Juan, su Evangelio, provocó que la autoridad tanto religiosa como política de aquellos días acusara a Juan, juzgara a Juan, condenara a Juan, ejecutara a Juan y enmudeciera la voz y la tarea de Juan. Y así lo cuenta Lucas en los dos versículos siguientes (Lc 3,19-20) que no los escuchará la asamblea, porque la liturgia se los silenciará. ¡Qué pena!

Para los oyentes de la palabra y para sus lectores curiosos les dejo escrita esta tarea: Abrir su biblia de consulta habitual en la página correspondiente al capítulo vigésimo quinto del Libro del Deuteronomio y leerlo desde su primer versículo hasta el último (Dt 25,1-19). Ahí se encontrarán las referencias muy explícitas para comprender ese mensaje escondido tras la expresión “no soy digno de desatarle la correa de las sandalias” (Lc 3,16).

Y si tú y yo somos un poquitín despiertos e imaginativos caeremos en la cuenta de que lo anunciado en Deuteronomio 25 nos ofrece el criterio para comprender por qué Juan les dice una cosa, distinta pero muy semejante, a cada una de las personas que le preguntaban ‘qué debemos hacer’. Así pues, en este domingo tercero de mi Adviento me atreveré a preguntarle a Juan ‘qué debo hacer’ y estoy seguro de que en Deuteronomio 25 encontraré la respuesta oportuna. Y esto lo sé, con cierta seguridad, porque nunca olvidaré uno de los mensajes de este Evangelista cuando leo Lc 17,21: El reino reinado está dentro de ti y de mí. Carmelo Bueno Heras.

CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos

Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros.

. Ahora, Semana 3ª: 12.12.2021

. Cita de: Mikel Ayestaran, Jerusalén, santa y cautiva. Desde el corazón de la Ciudad Vieja a la eternidad, Península Odiseas, 2021, 238 páginas.

 

"Yerushalayim, ‘ciudad de la paz’, para los judíos, Al Quds, ‘la santa’, para los árabes y Jerusalén, para los peregrinos europeos es una ciudad que amanece temprano y con un ritmo muy especial. A las cuatro de la mañana, Adib Jawad acude a la Puerta del Santo Sepulcro y lleva en su mano la vieja llave de treinta centímetros que la abre. Adib pertenece a los Huseini, familia musulmana responsable de custodiar la llave desde la época de Saladino. Junto a ellos, Nuseibeth, otra familia musulmana histórica de la ciudad santa, son los que realizan el acto físico de abrirla y cerrarla. Una tarea compartida por dos clanes que llevan unidos a sus apellidos la responsabilidad de velar por el lugar más sagrado para los cristianos. Los primeros se presentan como custodios de la llave, los segundos como porteros y custodios del templo.

    Treinta minutos después de la apertura del Santo Sepulcro, suena el despertador en casa del rabino del Muro de los Lamentos, Shamuel Rabinowitz, y pone rumbo al Kotel bajo la luz de la luna.

    Poco antes de que llegue al Muro, el canto del almuédano de Al Aqsa, Firas Qazzaz, da la bienvenida al Gran Rabino y llama a los fieles musulmanes a acudir a la mezquita para efectuar la primera de las cinco oraciones del día. Es el Fayr, la llamada al rezo más delicada de todas porque tiene la misión de despertarte para que acudas a la mezquita.

    Así despierta la Ciudad Vieja, al ritmo marcado por las tres religiones cuyos lugares santos están separados por una distancia insignificante desde el punto de vista físico, pero eterna desde el espiritual. La fe despierta antes que las calles, porque a esas horas no hay un alma y las tiendas y restaurantes están cerrados. Es un momento de recogimiento antes de que empiece el ajetreo diario y la llegada masiva de fieles. Es un instante en el que la tierra llama al cielo y Jerusalén, a tu corazón."

Texto completo en las páginas 175-176 que pertenecen al capítulo 6º del libro y que lleva como título “Los tres lugares santos” (págs. 175-212).

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