domingo, 26 de diciembre de 2021

Domingo de la Sagrada Familia C (26.12.2020): Lucas 2,41-52. (¿Dónde estás? ¿Por qué me buscabais?) y CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos.

 

Sobre el misterio: contemplar y aprender

Escribo en la víspera de la luna llena del mes de diciembre. Será la última de este año 2021. Y desde ahora las sombras de las noches comenzarán a acortarse y la luz de los días se irá alargando. Estas cosas de la naturaleza se suelen hacer a su ritmo y no al nuestro. Es su misterio, como el despertar y el apagarse de un volcán, como la crecida de las nubes y el desbordamiento de un río o el descenso de las temperaturas y la formación de un glaciar. Todo se hace al ritmo del misterio del cosmos, de la naturaleza y de la Vida. Tú y yo estamos ahí y aquí para contemplar y aprender. Es el aire quien nos mantiene despiertos y sabios saboreadores. A veces puede parecer que somos nosotros quienes mandamos en los ritmos de este misterio. Puede parecerlo, porque inventamos cómo vandearnos frente o contra este misterio de la vida. A veces hasta nos creemos que esa vida la diseñamos al gusto de otro misterio interesado como lo es el poder de mandar, ostentar, gobernar, imponer, manipular,...  Hasta que una puerta sorprendemente invisible se estampa en nuestras narices y nos deja en silencio, casi sin doler, sin dolor, sin voz, sin voto, sin presencia, sin nada... Así nos sucede a todos y nadie se ha atrevido a sortear esa puerta invisible y llegar a perpetuarse. ¿Es este el misterio de la inmortalidad? Es el misterio. Y es como es. Te sugiero que no tratemos de cambiarlo. Te invito a que nos dediquemos  a comprenderlo, no a dominarlo al gusto de nuestros intereses. 

Cada semana esa luna, que crece y mengua, que se oculta toda y se desnuda plena, nos recuerda este misterio mientras se deja iluminar constantemente por el sol, su fiel compañero que sabe estar a la distancia exacta en cada momento. Un misterio. La naturaleza y su vida. ¿Aprenderemos? Alguien llamó a todo esto 'el medio divino'. Fue un lúcido humano francés llamado Pierre. 

Me he quedado así de contemplativo al tratar de presentar los comentarios para el domingo siguiente, el domingo día 26 de diciembre. El día después de la buena noche y de su nueva navidad. 

Para este acontecimiento semanal y siempre nuevo se nos invita a contemplar a un ser viviente que apareció entre nosotros, como todos, gracias al amor de una mujer y un hombre compartidos. Inmediatamente después de nacer, se nos invita a imaginarlo con sus doce años. Mayor de edad. Judío. Del siglo primero de la historia. Capaz de tomar sus decisiones y ser consciente de no ser cómodo para casi nadie: su padre y su madre pensaron que se les había perdido, sus autoridades contemplaron la denuncia de sus credos y dogmas. Fue un misterio que aún sigue siendo así. Un misterio, tan sabio y bueno como la vida, la naturaleza, el cosmos. Un misterio bueno, sabio y humano.

Tal vez por este asunto del misterio me ha parecido oportuna la recomendación de la novela de Jesús Carrasco, la tercera de su alforja de narrador: Llévame a casa, como le dice una madre a su hijo que le acompaña en la recta final de sus días por los caminos de esta tierra. Tal vez desmemoriada, pero siempre lúcida y despierta y, también como aquel Jesús de Nazaret, muy humana.

A continuación se pueden leer el comentario del Evangelio de Lucas y la página seleccionada de Llévame a casa.

 

Domingo de la Sagrada Familia C (26.12.2020): Lucas 2,41-52.

Así lo comento y comparto CONTIGO: ¿Dónde estás? ¿Por qué me buscabais?

El domingo siguiente al día veinticinco de diciembre es, para la tradición de la iglesia católica, la oportunidad de celebrar ‘el día de la familia’, de la familia ‘sagrada’, es decir, un padre, una madre y un hijo: José, María y Jesús. ¿La trinidad, con minúscula, la de la tierra, la humana junto a la Trinidad, con mayúscula, la divina, la de arriba? Curiosamente, en ambas trinidades se contempla la presencia y pertenencia de la persona de Jesús de Nazaret.

Ignoro cuál será el slogan vaticano y su emoticono para centrar la atención en esta nueva cita mundial de la iglesia que habla largo y tendido sobre la realidad de la familia. Se esté en el año del Ciclo que sea, siempre se leerá en la liturgia eucarística de esta fiesta el salmo 128 (127, según la Vulgata). Un salmo al que se le ha cortado el último verso, el sexto. Imagino que más de un abuelo habrá caído ya en la cuenta y se habrá sentido dolido, despreciado y olvidado por no haberse proclamado bien alto este texto: “¡Que veas a los hijos de tus hijos! ¡Paz a Israel!”

En el año del Ciclo C, que es el del Evangelio de Lucas, la autoridad litúrgica vaticana propone la lectura del relato que siempre se le reconoce como ‘Jesús perdido y hallado en el templo’, como se recuerda en el quinto de los misterios gozosos del santo rosario. Es muy raro que en el rezo de esta práctica popular se lea, se medite o se comente el texto de Lucas 2,41-52. Este ejercicio se deja para la proclamación del Evangelio en el tiempo de la Palabra de la eucaristía.

“Sus padres [los de Jesús de Nazaret] iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta” (Lc 2,41-42). Así comienza el relato que se nos leerá a la asamblea en este domingo día 26 de diciembre de 2021. Cuando leo despacio este contexto en el que nos sitúa el narrador me digo que los padres de Jesús, José y María, están presentados como los buenos judíos de los que se habla en el salmo primero.  Todos los años subían a Jerusalén desde su Galilea del norte para celebrar en la capital del Reino y en su templo la fiesta primera y principal de la Pascua.

Me sorprende la doble precisión de este narrador: ‘como de costumbre’ y ‘a los doce años’. Pienso en los dieciocho años de ahora para considerar a una persona mayor de edad, independiente. En aquellos tiempos era a los doce años. Y es aquí donde Lucas concluye su narración de la Infancia de Jesús que comenzó en su relato en 1,5: “Hubo en los días de Herodes”. Y es, precisamente, aquí cuando el adulto Jesús toma su primera decisión sin consultar ni dialogar con sus padres. ¿Sólo Lucas conoció estos hechos o se los imaginó para anunciar a sus lectores la buena noticia de la libertad de este hombre?

Y sorprende que sea, en la línea de salida de la adultez, a los doce años, cuando este laico de Nazaret de Galilea decida enfrentarse en el templo de Jerusalén, la cátedra de los maestros, con la autoridad de la religión de Israel. Cuando leo esto, no puedo dejar de leer también Lucas 20,1 hasta 21,38. Ambas escenas son la misma y única. Y en ella resuena esa pregunta del propio Jesús: ¿Por qué me buscabais? Y cuando la escucho ahora me detengo en Lc 17,21. Dentro de ti y de mí está él, Jesús, el buena noticia.  Carmelo Bueno Heras

 

CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos.

Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros. 

Ahora, Semana 5ª: 26.12.2021. Cita de: Jesús Carrasco, Llévame a casa, Seix Barral, Barcelona, 2021, 313 páginas. 

"A la madre el Renault 4 le afloja la boca y el corazón [...] Habla de su padre. ¿El molinero?, pregunta Juan. La madre no atiende a la pregunta. Dice que lloró cuando se casaron y se fueron a vivir a aquel pisito oscuro en el que no se podían tener plantas.

Juan recuerda una pregunta que lleva haciéndose desde que llegó. ¿Por qué compró papá la fábrica de puertas, con lo mal que tenía los pulmones? Atraviesan una zona de baches. Lleva semanas sin llover y las roderas que los grandes tractores han dejado en el barro durante las últimas tormentas son demasiado profundas y duras para un coche tan endeble. La mujer permanece callada hasta que vuelven a transitar por una zona sin baches. Cuenta que cuando Isabel terminó COU, uno de sus profesores fue a casa para hablarles de lo buena estudiante que era y para pedirles que la enviaran a estudiar Biología a Madrid. Aquello iba a costar dinero. ¿Y no podía haber estudiado en Toledo o en Talavera? Sí, dice la madre, podría haber estudiado en Toledo pero ya ves, hijo, la vida es así de desagradecida. Criaros para que os vayáis tan lejos los dos, que parece que os hemos hecho algo. El disgusto que se cogió tu padre cuando te fuiste. Juan detiene el coche en medio del camino. Es un día laborable, pleno invierno, por la mañana. Están solos en una planicie en la que ya verdean los brotes del trigo. Visto a ras de suelo, parece que han sembrado césped. ¿Cómo explicarle a su madre que en ese comentario está la razón por la que, al menos él, se marchó? Que ya no podía seguir posponiendo su vida porque se le terminaría acabando. Respira y le dice que ellos no han hecho nada mal. Que han vivido su vida y han tenido hijos y que debe entender que los hijos se van, como hicieron ellos en su día. La madre dice que claro que sí, que cuando se casó con su padre empezó una nueva familia pero que no dejaron atrás a sus mayores. Que su suegro vivió con ellos hasta que murió, que es como tienen que morir las personas decentes, con su familia. Eso es lo que subyace en el pensamiento de la madre: que el deber de los hijos es hacerse cargo de los padres incluso renunciando a su propia vida, como hicieron ellos con los suyos. También que esta renuncia tiene la muerte como fecha límite y que, por tanto, solo es un aplazamiento de lo propio. El trato para preservar y, en último término, la dignidad de lo humano es dar cobijo, sustento y cuidado en el tramo final y luego continuar con la vida de uno con la conciencia tranquila y la esperanza de que la siguiente generación haga lo propio.

La madre sigue mirando al frente, las manos siempre recogidas en el regazo. Una postura que sugiere protección porque las manos se interponen entre el mundo y el abdomen. El lugar del cuerpo donde las tripas nos traen y nos llevan, donde los hijos se gestan y donde luego, de mayores, golpean". Texto completo en las páginas 259-261.

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