Ejercicio de fantasía
Piensa en una
persona conocida y date cuenta de las veces que le has exigido comportarse de
determinada manera, y pídele perdón por haber querido cambiarla. Habla con
ella con sinceridad, sin miedos. Puedes decirle algo así: "Tú haz tu
propia vida. Yo no voy a enfadarme porque obres de una manera distinta a como
yo lo haría. Entiendo que eres libre de hacerlo, pero eso no quiere decir que
no voy a protegerme de las consecuencias de tus actos. Yo me protegeré cuando
lo crea necesario, pero no voy a protegerte de ti mismo."
La persona libre es
la que es capaz de decir sí o no con la misma sencillez en cualquier
circunstancia. Si a veces dices sí por no desilusionar a la gente, eso no es
amor, es cobardía. Un gran ejercicio para el amor es saber decir no.
Cuando alguien te
pide algo insistentemente, como si le fuese la vida en ello, y tú no ves lo
positivo de que accedas, sé capaz de decir sencillamente, y todo lo
enérgicamente que sea necesario, que tú no sueles hacer regalos ni concesiones
a las personas si no tienes claros los medios ni los motivos psicológicos para
hacerlos. Porque, si no, te vas a quedar resentido de su imposición, y él va a
ser una víctima de ese resentimiento que provoca y, además, estarás retrasando
su crecimiento y su autonomía como persona.
Ser disponible,
estar abierto, no es eso. Eso es miedo a perder la imagen y cobardía ante la
verdad, porque decir la verdad es, a veces, difícil. No quieres darle un
remedio, pero quieres que se cure y, en cambio, no aguantas que se porte así.
¡Cobarde, egoísta, hipócrita!, ¿qué hay de bueno en tu actitud? Si hubieras
estado completamente libre del sentido de culpabilidad, le hubieras dicho sencillamente
que no. El egoísmo es exigir que el otro haga lo que tú quieras. El dejar que
cada uno haga lo que quiera es amor.
En el amor no puede
haber exigencias ni chantajes.
Algunos me han
preguntado cuándo voy a hablar de Dios. Y yo creo que, en lo dicho hasta
ahora, lo único que he hecho es hablar precisamente de Dios. A Dios sólo se le
puede conocer por la vida, que es su manifestación. Él está en la verdad, y de
despertar a la verdad se trata.
Se cuenta que un
árabe fue a visitar a un gran maestro y le dijo:
-Tan grande es la
confianza que tengo en Alá que, al venir aquí, no he atado el camello.
Y el gran maestro
le contestó: -¡Ve a atar el camello, idiota, que Dios no se ocupa de lo que tú
puedes hacer!
Dios es Padre, pero
un buen padre que ama en libertad, y quiere y propicia que su hijo crezca en
fuerza, sabiduría y amor. El niño que está apegado a sus padres es un niño
enfermizo psicológicamente, por culpa de sus padres.
El niño es incapaz
de amar, pero necesita ser amado. Es un ser que nace espontáneo y libre para
buscar y aprender desarrollando su experiencia con sus cinco sentidos y la
atención alerta para captar la vida. Si sus padres le condicionan el amor que
necesita a una obediencia y a unas reglas, perderá su libertad, y por miedo a
perder el amor de sus padres, su acogida y sus caricias, comenzará el apego.
Tiene miedo a la angustia que le produce el rechazo de sus padres, y sólo por
eso se someterá. Eso es un chantaje afectivo que va a pagar muy caro durante
toda su vida. Ese niño crecerá creyendo que el amor, el cariño, hay que
comprarlos, y tendrá una dependencia y un apego que confundirá con el amor. Su
mente estará programada.
Las personas
programadas van buscando siempre hacer las cosas mejor. Van ansiosos de
victorias, de conquistas, de logros y nunca están satisfechos, por eso sufren
tanto cuando no alcanzan las metas que su exigencia les impone. Son seres que
no viven ni disfrutan con lo real.
Estos seres
extienden su exigencia a los demás y por eso están incapacitados para amar.
Buscan la felicidad donde no está.
Sólo en la libertad
se ama. Cuando amas la vida, la realidad, con todas tus fuerzas, amas mucho
más libremente a las personas. Si disfrutas de mil flores, no te agarras
ninguna; pero si agarras sólo una, no disfrutas del resto. La causa de mi
felicidad no es el amigo, pero brota cuando estoy con él. Antes creía que la
sinfonía sonaba sólo cuando estábamos juntos, pero ahora veo que la felicidad
no es casual.
La felicidad es
evidente siempre si no le pones estorbos. Los estorbos más grandes de la
felicidad pueden ser los apegos. Lo que importa no es ni tú ni yo, sino la
relación, libre de exigencias, del amor. Hagas lo que hagas no tengo miedo a
que me ofendas ni a ofenderte. No tengo ningún deseo de impresionarte.
Prefiero ser sencillamente lo que soy, con mis formas, y deseo que me aceptes
así.
Precisamente con
esta relación tiene sentido el matrimonio, y no por las promesas ni los
contratos. Ya que no te necesito para ser feliz, no te ato ni me ato. Tú eres
mi instrumento favorito, pero no renuncio a escuchar los demás. El amor es una
sensibilidad que te capacita para escuchar todos los instrumentos, precisamente
porque uno despertó más hondamente esa sensibilidad. Y la armonía se logra
cuando, juntos, estáis disponibles y sensibilizados para escuchar todas las
melodías.
El
amor y la felicidad están dentro de ti: eres tú mismo.
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