1
En
mi libro de la colección «El credo que ha dado sentido a mi vida», ¡Yo creo
en la justicia y en la esperanza!, con el número 20 de la primera parte
(pág. 121) daba una síntesis panorámica de mis recelos acerca del Brasil, en
aquel verano de 1975, sobre todo por lo que se refería a nuestra Amazonia y a
la suerte amenazada de sus hombres y mujeres, olvidados por los programas
oficiales. Daba también el estado de ánimo de la Iglesia de São Félix en
aquella hora de callada siembra.
En
«Alvorada» de mayo comunicábamos una novedad amarga:
Coincidiendo
con la «Semana del Indio», los indios de nuestra región, sobre todo los Karajá, y todos
los que amamos sinceramente al Indio, hemos vivido un hecho entristecedor:
La
Hermana Mercedes, la querida «Lubedero» de los Karajá, enfermera del Hospital
del Indio, en Santa Isabel de la Isla del Bananal, fue destituida
injustificadamente de su cargo.
El
Presidente de la Funai, General Ismarth, declaró a la propia Hermana Mercedes
que esa destitución era «por orden superior de la Aeronáutica»; y que la Funai
no tenía ningún reparo que hacer al trabajo profesional de la Hermana...
En
junio, y en Goiânia, bajo el patriarcal auspicio de don Fernando, el arzobispo,
siempre acogedor y siempre en la brecha del compromiso con los hermanos, se
celebraron dos importantes reuniones que, a mi modo de ver, marcan época en la
pastoral de la Iglesia del Brasil:
-
El Encuentro de Iglesias de la Amazonia Legal, sobre los problemas de Tierra y
Migración, y
-
La I Asamblea Misionera Indigenista, organizada por el CIMI
(«Conselho Indigenista Missionário»).
En
el primer encuentro se creaba la «Comisión Pastoral de la Tierra» (CPT),
actualmente con catorce organismos regionales -además del Secretariado
central-, esparcidos por las áreas más candentes del Brasil, por lo que a
Tierra se refiere, y que está dinamizando la conciencia y la responsabilidad de
la Iglesia nacional y de la opinión pública en torno a la problemática agraria.
En
el segundo, se trazaban las líneas de acción y la programación concreta de la
nueva Pastoral Indigenista, con referencia a la Tierra, Cultura y
Autodeterminación del Indio; y con referencia a la Encarnación, Concientización
y Pastoral Global, por parte de los misioneros indigenistas y sus Iglesias.
Este
Documento de la I Asamblea Misionera Indigenista equivale a la Carta Magna del
CIMI, válida para un largo futuro, piedra de toque para toda pastoral
renovadamente responsable -antropológica y evangélica- entre los Pueblos
indígenas.
El
día 7 de julio hube de publicar una «Nota de esclarecimiento» por las insidiosas
noticias aparecidas en la TV Globo -la red nacional de Televisión con
mayor audiencia en todo el Brasil- sobre una supuesta hoja «Alvorada»
que estaría firmada por mí e ilustrada fantásticamente por una cruz y una hoz,
con «un texto de la China comunista» (!); y en la cual yo estaría incitando al
Pueblo a la lucha armada, por medio de los Sacramentos...
Nadie
en la región de la Prelatura vio esa hoja fantasma que la TV Globo hacía ver a
todo el Brasil.
Sobre
esa ridícula noticia -concluía yo- quiero sólo recordar:
1.
Hojas semejantes fueron de hecho esparcidas por las fuerzas de la Represión, en
São Félix, el día 19 de agosto de 1973, y en otras áreas del País, incluso
dentro de algunas iglesias.
2.
No es novedad la campaña de difamación que se está moviendo, en el País, contra
algunos Prelados, como por ejemplo, Don Ivo Lorscheider, Secretario General de
la CNBB, y don Paulo Evaristo Arns, cardenal arzobispo de São Paulo.
3.
Es curioso que esa noticia de la TV Globo coincidiese con la celebración del
Encuentro Pastoral de la Amazonia sobre problemas de Tierra y Migración.
4.
Cualquier persona más o menos informada sobre la coyuntura nacional y la
relación Iglesia-Sistema y, en este caso, sobre los intereses y vínculos de la
Red Globo, podrá comprender fácilmente el significado de esa cobarde campaña.
El
día 17 de agosto de 1975 -cerrando la novena de la Asunción, Patrona de São
Félix- inaugurábamos la Catedral.
La
primera iglesita del lugar, hecha en parte de adobes de barro, no soportó los
tornados de aquella orilla abierta del Araguaia y tuvimos que derribarla. La
nueva iglesia, nuestra catedral, está casi en la falda del otero que ampara la
ciudad, en el centro de las nuevas calles por donde São Félix se expande.
Pedrito
la planeó y dirigió las obras. Sencilla, como un galpón funcional, pero
hermosa. Doce columnas de quina, estriadas, sostienen la techumbre cruda,
recordando los doce Apóstoles. Unas «peneiras» de paja de los indios Tapirapé
hacen de portalámparas y dos «potes» Karajá, de pila bautismal.
Don
Aloisio Lorscheider, Presidente de la CNBB, nos acompañó en la
fiesta de la consagración de la catedral, marcando conmigo de «urucum» rojo las
cruces labradas en las columnas. Y asistió a la pieza teatral que yo escribí y
la muchachada representó aquellos días, «Povo de Deus no sertão». Esa
representación hizo revivir, a viejos y jóvenes, algunos con lágrimas, el
itinerario realmente vivido por los indios acorralados y por los «sertanejos
retirantes» de la región. Más tarde esa especie de auto sacramental sertanejo
sería incluido en los autos de mi proceso como un documento subversivo. ¡No hay
nada más «subversivo» que la dura vida del Pueblo, efectivamente!
De
España, en nombre de tantos amigos fieles, nos acompañó José María Alsina, con
su cabeza blanca luminosa y su afectuosísimo corazón.
La
presencia de don Aloísio ya era un gesto peculiar de solidaridad, porque se
estaba fraguando, por aquellos meses, un nuevo intento de expulsarme del
Brasil.
«Alvorada»
publicaba, el 20 de setiembre, un «Comunicado urgente», firmado por el
Equipo Pastoral de la Prelatura, bajo este título: Querem expulsar do País
nosso bispo Pedro.
En
él se subrayaba que ese proceso de expulsión pretendía considerarme como simple
ciudadano extranjero, prescindiendo de mi condición de obispo. (Yo soy obispo
«accidentalmente», como diría más tarde, ya en mayo de 77, un editorial de O
Estado de São Paulo que también pedía, desafiando las agallas del Gobierno,
mi extradición inmediata). El propio Nuncio Apostólico, don Carmine Rocco,
ejerciendo sus funciones de diplomático, barruntó junto a algún obispo muy
significativo qué éxito podría tener, dentro de la Iglesia brasileña, esa
nominalista distinción. El «Comunicado urgente» recordaba:
Ahora,
en julio y agosto, el delegado de Policía de São Félix y otros oficiales
venidos de Barra do Garças y Cuiabá han buscado con insistencia fotografías de
don Pedro. Y algunos de ellos han anunciado que en breve estallaría algo muy
grave contra el obispo y los padres de São Félix.
Elementos
oficiales han alertado a don Pedro sobre el peligro que su vida corría; le han
avisado que se estaba instruyendo un proceso contra él y que podría ser preso a
cualquier hora.
También
el Presidente de la Funai recientemente ha prohibido a don Pedro y a otros dos
misioneros entrar en áreas indígenas; dando orden de prisión en el caso de que
visitasen esas áreas.
Decía
cómo la CNBB acababa de tomar oficialmente medidas; cómo la opinión pública y
la solidaridad de la Iglesia nacional se estaban manifestando profusamente; que
varios obispos, por intermedio del cardenal Arns, llevaban al Papa una palabra
de protesta contra la maniobra del Gobierno y un voto de amistad para conmigo.
El
«Comunicado» advertía aún:
Aunque
un día fuera expulsado, don Pedro Casaldáliga, dentro o fuera del País,
continuaría siendo el único obispo legítimo de esta Prelatura de São Félix.
Ningún poder de este mundo puede quitarle a don Pedro el carácter de obispo
nuestro que el Espíritu Santo le confirió en aquella consagración del 23 de
octubre de 1971 que todos nosotros acompañamos emocionados.
En octubre «Alvorada» reproducía el clima de
amenazas que se cernía sobre el Pueblo de la Prelatura; desmentía la desmentida
de «autoridades del Gobierno Federal» que negaron ante la Presidencia de la CNBB
la existencia de cualquier intento de expulsarme; y recogía la onda de
adhesiones y de comunión que nos llegaba de toda la Iglesia nacional y de otras
partes del País y del extranjero.
Y
en noviembre la misma «Alvorada» notificaba, con la comprensible satisfacción,
con apostólica revancha, digamos, el encuentro de don Paulo Evaristo con Pablo
VI:
El
Papa se mostró muy sensible y solidario para con el Pueblo de Dios de estos «sertôes» y con su
obispo perseguido.
Al
final, dijo el Papa a don Paulo Evaristo que los obispos y misioneros que
trabajan en estas regiones son verdaderos héroes y que tocar al obispo de São
Félix sería tocar al propio Papa. Esto último, subrayado, como no era
para menos...
Así
las cosas, la aldea Tapirapé acababa de recibir una “visita
amenazadora” de la Dra. Giselda, geóloga, del Dr. Alceu del DGPC, del Sr.
Quirino, agrimensor, y del jefe del Puesto indígena local, Sr. Juraci Andrade,
todos de la Funai, acompañados por el Dr. Eduardo, uno de los directores de la
Compañía Tapiraguaia -que es la hacienda que les discute a los indios Tapirapé
el indiscutible derecho a sus tierras-.
La
visita fue realmente agresiva: para los indios y para la Misión. Con la amenaza
incluso de transferir los Tapirapé al Parque Xingú o a la Isla del Bananal. A
lo cual un Tapirapé respondió noblemente que ellos «no eran ganado de la Funai
para ser llevados de un lugar para otro». Y a las insinuaciones de la Dra.
Giselda sobre quién les habría dicho a los indios que aquella área era suya,
otro Tapirapé replicó: «Nosotros también tenemos cabeza y sabemos pensar
y sabemos lo que necesitamos».
Delante
de eso, pienso que no es de asombrar que se quiera expulsar del Brasil a un
obispo que, al fin y al cabo, es extranjero, cuando se expulsa tan fácilmente
de su habitat ancestral a los más legítimos habitantes de esta Tierra.
Era
tiempo de expulsión, en todo caso.
El
P. Francisco Jentel, salido del Brasil en la más inocente paz «romana»
-para algunos-, volvió al Brasil, con todos sus derechos, al parecer, en diciembre
de aquel año de 1975. Y en Fortaleza, huésped de don Aloísio, era secuestrado
violentamente en plena calle por agentes del Ejército y trasladado a la
Jefatura de la Policía de Fronteras, de Rio, desde donde fue oficialmente
expulsado, el día 16.
El
Gobierno pretendió dar explicaciones, basándose en un supuesto «pacto» que
habría hecho con la CNBB, en orden a la salida definitiva de Jentel; pero la
CNBB -su Presidencia- lo negó rotundamente.
Yo
escribí una carta pública sobre la expulsión de Francisco, bajo
el clima agridulce de aquella Navidad:
«Nuestro
Padre Francisco acaba de ser expulsado de Brasil.
El
Gobierno del País con esta injusticia cierra toda una cerca espinosa de
injusticias con que ciertos terratenientes, políticos, militares y policías venían
apretando, hace años, la vida y el trabajo del P. Francisco.
Pero
ésta es, entre todas, la mayor injusticia porque es la injusticia públicamente
oficial. El decreto de expulsión del Padre fue accionado por el Ministro de
Justicia, Armando Falcão, y firmado personalmente por el propio Presidente de
la Nación, Ernesto Geisel.
Con
esta expulsión del P. Francisco es el Brasil oficial quien se ensucia las manos
y el corazón en la injusticia. Porque quien expulsa al P. Francisco no es el
Pueblo del Brasil.
Quien
lo expulsa es el poder del dinero de las grandes Empresas nacionales y
extranjeras: la codicia de esas Compañías latifundistas, como la
Codeara, cuya deshumanidad todos nosotros hemos sufrido en la propia carne y
hasta en la vida de los hijos; la fuerza arbitraria de esos políticos,
militares y policías al servicio de ese dinero y de esa codicia y no al
servicio del Pueblo y de la Patria...
Para
ellos la víctima única de esa expulsión es el P. Jentel.
Para
nosotros, la verdadera víctima de esta injusticia es, una vez más, el Pueblo.
Para
esos dueños del dinero, de la política y de la fuerza expulsar al P. Francisco
es satisfacer una venganza y acallar una voz intrépida que los incomodaba en
sus inconfesables proyectos.
Para
Dios y para nosotros la expulsión del Padre Francisco es un nuevo sacrificio
humano y cristiano que se junta al sacrificio libertador de Jesús.
Para
Dios y para nosotros la expulsión del P. Francisco, ausente, será una voz más
de justicia y de Evangelio, presentes, que nadie podrá acallar.
En
la madrugada del día 16 de este mes de diciembre, el P. Francisco fue embarcado
hacia Francia, prohibiéndosele volver nunca más al Brasil.
No
hemos podido aún hablar con él, ni hemos recibido carta suya después de su
expulsión... Sabemos sin embargo lo que él piensa y lo que él siente en esta
hora.
Por
causa del Evangelio, por amor a los Pobres, él vino a este interior del Brasil
hace 21 años. Y por la causa del Evangelio de los Pobres él fue perseguido y
condenado y sufrió prisión y fue ahora brutalmente secuestrado y finalmente
expulsado del País.
Esta
fue su causa. Y esta causa continúa. El Evangelio de Jesús debe ser para
nosotros, como para el P. Francisco, la luz que nos trace el camino y la fuerza
que nos comprometa hasta la prisión y la muerte en favor de los hermanos
oprimidos y pobres.
Esta
causa continúa.
-
porque vosotros, los indios, no sois respetados y ni siquiera se cuenta
con vosotros en el llamado Desarrollo del Brasil,
-y
vosotros, «posseiros» y familias emigrantes, aún no tenéis tierra ni derecho y
cada vez parece apagarse más la esperanza de tenerlos un día.
-y
vosotros, trabajadores de esta región sin ley, os estáis quedando sin ley y sin
trabajo.
Las
Haciendas de ganado se multiplican y se multiplica también su confusión y hasta
su fracaso. El INCRA se siente cada vez más impotente, y la represión sobre los
que defienden la tierra y el derecho de los pobres, cada vez aprieta más
inhumana. Y hasta muchos, dentro y fuera de la Iglesia, se están cansando de
gritar la verdad y de esperar luchando y de juntar las fuerzas de la
liberación.
Nosotros,
hermanos. Pueblo de Dios de esta Prelatura de São Félix, para ser fieles al
Evangelio de Jesucristo y para no dejar infecundo el sacrificio de nuestro P.
Francisco expulsado, debemos reaccionar con nuevo coraje.
Dios
está con nosotros. Y el verdadero Brasil también. Con nosotros está la Historia
que camina hacia la Justicia, hacia la Libertad, hacia la Fraternidad.
Somos
el Pueblo de la Esperanza. Y la Esperanza nadie la expulsa de nuestro corazón.
Sabremos rezar. Sabremos mantenernos firmes. Sabremos plantar. Defenderemos
nuestra tierra y nuestros derechos. Y nos uniremos a todos los que, como
nosotros, sufren y como nosotros luchan y esperan.
Y
vamos a celebrar esta Navidad de 1975 en compañía de nuestro P. Francisco, cada
vez más presente en medio de nosotros.
Navidad
es un misterio de fe; pero es también un reventar de vida. Jesús nace
verdaderamente allí donde nace un brote de justicia, donde los hombres se
reconocen y se aman como hijos de Dios, donde los oprimidos se liberan.
Sea
ésta, para toda la Prelatura de São Félix, una Navidad de verdad, hermanos».
(SEDOC, nº 89, marzo de 1976).
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