lunes, 4 de mayo de 2015

LA MUERTE QUE DA SENTIDO A MI CREDO 1 (PEDRO CASALDÁLIGA)

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En mi libro de la colección «El credo que ha dado sentido a mi vida», ¡Yo creo en la justicia y en la esperanza!, con el número 20 de la primera parte (pág. 121) daba una síntesis panorámica de mis recelos acerca del Brasil, en aquel verano de 1975, sobre todo por lo que se refería a nuestra Amazonia y a la suerte amenazada de sus hombres y mujeres, olvidados por los programas oficiales. Daba también el estado de ánimo de la Iglesia de São Félix en aquella hora de callada siembra.
En «Alvorada» de mayo comunicábamos una novedad amarga:
Coincidiendo con la «Semana del Indio», los indios de nuestra región, sobre todo los Karajá, y todos los que amamos sinceramente al Indio, hemos vivido un hecho entristecedor:
La Hermana Mercedes, la querida «Lubedero» de los Karajá, enfermera del Hospital del Indio, en Santa Isabel de la Isla del Bananal, fue destituida injustificadamente de su cargo.
El Presidente de la Funai, General Ismarth, declaró a la propia Hermana Mercedes que esa destitución era «por orden superior de la Aeronáutica»; y que la Funai no tenía ningún reparo que hacer al trabajo profesional de la Hermana...
En junio, y en Goiânia, bajo el patriarcal auspicio de don Fernando, el arzobispo, siempre acogedor y siempre en la brecha del compromiso con los hermanos, se celebraron dos importantes reuniones que, a mi modo de ver, marcan época en la pastoral de la Iglesia del Brasil:
- El Encuentro de Iglesias de la Amazonia Legal, sobre los problemas de Tierra y Migración, y
- La I Asamblea Misionera Indigenista, organizada por el CIMI («Conselho Indigenista Missionário»).
En el primer encuentro se creaba la «Comisión Pastoral de la Tierra» (CPT), actualmente con catorce organismos regionales -además del Secretariado central-, esparcidos por las áreas más candentes del Brasil, por lo que a Tierra se refiere, y que está dinamizando la conciencia y la responsabilidad de la Iglesia nacional y de la opinión pública en torno a la problemática agraria.
En el segundo, se trazaban las líneas de acción y la programación concreta de la nueva Pastoral Indi­genista, con referencia a la Tierra, Cultura y Autodeterminación del Indio; y con referencia a la Encarnación, Concientización y Pastoral Global, por parte de los misioneros indigenistas y sus Iglesias.
Este Documento de la I Asamblea Misionera Indigenista equivale a la Carta Magna del CIMI, válida para un largo futuro, piedra de toque para toda pastoral renovadamente responsable -antropológica y evangélica- entre los Pueblos indígenas.
El día 7 de julio hube de publicar una «Nota de esclarecimiento» por las insidiosas noticias aparecidas en la TV Globo -la red nacional de Televisión con mayor audiencia en todo el Brasil- sobre una supuesta hoja «Alvorada» que estaría firmada por mí e ilustrada fantásticamente por una cruz y una hoz, con «un texto de la China comunista» (!); y en la cual yo estaría incitando al Pueblo a la lucha armada, por medio de los Sacramentos...
Nadie en la región de la Prelatura vio esa hoja fantasma que la TV Globo hacía ver a todo el Brasil.
Sobre esa ridícula noticia -concluía yo- quiero sólo recordar:
1. Hojas semejantes fueron de hecho esparcidas por las fuerzas de la Represión, en São Félix, el día 19 de agosto de 1973, y en otras áreas del País, incluso dentro de algunas iglesias.
2. No es novedad la campaña de difamación que se está moviendo, en el País, contra algunos Prelados, como por ejemplo, Don Ivo Lorscheider, Secretario General de la CNBB, y don Paulo Evaristo Arns, cardenal arzobispo de São Paulo.
3. Es curioso que esa noticia de la TV Globo coincidiese con la celebración del Encuentro Pastoral de la Amazonia sobre problemas de Tierra y Migración.
4. Cualquier persona más o menos informada sobre la coyuntura nacional y la relación Iglesia-Sistema y, en este caso, sobre los intereses y vínculos de la Red Globo, podrá comprender fácilmente el significado de esa cobarde campaña.
El día 17 de agosto de 1975 -cerrando la novena de la Asunción, Patrona de São Félix- inaugurábamos la Catedral.
La primera iglesita del lugar, hecha en parte de adobes de barro, no soportó los tornados de aquella orilla abierta del Araguaia y tuvimos que derribarla. La nueva iglesia, nuestra catedral, está casi en la falda del otero que ampara la ciudad, en el centro de las nuevas calles por donde São Félix se expande.
Pedrito la planeó y dirigió las obras. Sencilla, como un galpón funcional, pero hermosa. Doce columnas de quina, estriadas, sostienen la techumbre cruda, recordando los doce Apóstoles. Unas «peneiras» de paja de los indios Tapirapé hacen de portalámparas y dos «potes» Karajá, de pila bautismal.
Don Aloisio Lorscheider, Presidente de la CNBB, nos acompañó en la fiesta de la consagración de la catedral, marcando conmigo de «urucum» rojo las cruces labradas en las columnas. Y asistió a la pieza teatral que yo escribí y la muchachada representó aquellos días, «Povo de Deus no sertão». Esa representación hizo revivir, a viejos y jóvenes, algunos con lágrimas, el itinerario realmente vivido por los indios acorralados y por los «sertanejos retirantes» de la región. Más tarde esa especie de auto sacramental sertanejo sería incluido en los autos de mi proceso como un documento subversivo. ¡No hay nada más «subversivo» que la dura vida del Pueblo, efectivamente!
De España, en nombre de tantos amigos fieles, nos acompañó José María Alsina, con su cabeza blanca luminosa y su afectuosísimo corazón.
La presencia de don Aloísio ya era un gesto peculiar de solidaridad, porque se estaba fraguando, por aquellos meses, un nuevo intento de expulsarme del Brasil.
«Alvorada» publicaba, el 20 de setiembre, un «Comunicado urgente», firmado por el Equipo Pastoral de la Prelatura, bajo este título: Querem expulsar do País nosso bispo Pedro.
En él se subrayaba que ese proceso de expulsión pretendía considerarme como simple ciudadano extranjero, prescindiendo de mi condición de obispo. (Yo soy obispo «accidentalmente», como diría más tarde, ya en mayo de 77, un editorial de O Estado de São Paulo que también pedía, desafiando las agallas del Gobierno, mi extradición inmediata). El propio Nuncio Apostólico, don Carmine Rocco, ejerciendo sus funciones de diplomático, barruntó junto a algún obispo muy significativo qué éxito podría tener, dentro de la Iglesia brasileña, esa nominalista distinción. El «Comunicado urgente» recordaba:
Ahora, en julio y agosto, el delegado de Policía de São Félix y otros oficiales venidos de Barra do Garças y Cuiabá han buscado con insistencia fotografías de don Pedro. Y algunos de ellos han anunciado que en breve estallaría algo muy grave contra el obispo y los padres de São Félix.
Elementos oficiales han alertado a don Pedro sobre el peligro que su vida corría; le han avisado que se estaba instruyendo un proceso contra él y que podría ser preso a cualquier hora.
También el Presidente de la Funai recientemente ha prohibido a don Pedro y a otros dos misioneros entrar en áreas indígenas; dando orden de prisión en el caso de que visitasen esas áreas.
Decía cómo la CNBB acababa de tomar oficialmente medidas; cómo la opinión pública y la solidaridad de la Iglesia nacional se estaban manifestando profusamente; que varios obispos, por intermedio del cardenal Arns, llevaban al Papa una palabra de protesta contra la maniobra del Gobierno y un voto de amistad para conmigo.
El «Comunicado» advertía aún:
Aunque un día fuera expulsado, don Pedro Casaldáliga, dentro o fuera del País, continuaría siendo el único obispo legítimo de esta Prelatura de São Félix. Ningún poder de este mundo puede quitarle a don Pedro el carácter de obispo nuestro que el Espíritu Santo le confirió en aquella consagración del 23 de octubre de 1971 que todos nosotros acompañamos emocionados.
 En octubre «Alvorada» reproducía el clima de amenazas que se cernía sobre el Pueblo de la Prelatura; desmentía la desmentida de «autoridades del Gobierno Federal» que negaron ante la Presidencia de la CNBB la existencia de cualquier intento de expulsarme; y recogía la onda de adhesiones y de comunión que nos llegaba de toda la Iglesia nacional y de otras partes del País y del extranjero.
Y en noviembre la misma «Alvorada» notificaba, con la comprensible satisfacción, con apostólica revancha, digamos, el encuentro de don Paulo Evaristo con Pablo VI:
El Papa se mostró muy sensible y solidario para con el Pueblo de Dios de estos «sertôes» y con su obispo perseguido.
Al final, dijo el Papa a don Paulo Evaristo que los obispos y misioneros que trabajan en estas regiones son verdaderos héroes y que tocar al obispo de São Félix sería tocar al propio Papa. Esto último, subrayado, como no era para menos...
Así las cosas, la aldea Tapirapé acababa de recibir una “visita amenazadora” de la Dra. Giselda, geóloga, del Dr. Alceu del DGPC, del Sr. Quirino, agrimensor, y del jefe del Puesto indígena local, Sr. Juraci Andrade, todos de la Funai, acompañados por el Dr. Eduardo, uno de los directores de la Compañía Tapiraguaia -que es la hacienda que les discute a los indios Tapirapé el indiscutible derecho a sus tierras-.
La visita fue realmente agresiva: para los indios y para la Misión. Con la amenaza incluso de transferir los Tapirapé al Parque Xingú o a la Isla del Bananal. A lo cual un Tapirapé respondió noblemente que ellos «no eran ganado de la Funai para ser llevados de un lugar para otro». Y a las insinuaciones de la Dra. Giselda sobre quién les habría dicho a los indios que aquella área era suya, otro Tapirapé replicó: «Nosotros también tenemos cabeza y sabemos pensar y sabemos lo que necesitamos».
Delante de eso, pienso que no es de asombrar que se quiera expulsar del Brasil a un obispo que, al fin y al cabo, es extranjero, cuando se expulsa tan fácilmente de su habitat ancestral a los más legítimos habitantes de esta Tierra.
Era tiempo de expulsión, en todo caso.
El P. Francisco Jentel, salido del Brasil en la más inocente paz «romana» -para algunos-, volvió al Brasil, con todos sus derechos, al parecer, en diciembre de aquel año de 1975. Y en Fortaleza, huésped de don Aloísio, era secuestrado violentamente en plena calle por agentes del Ejército y trasladado a la Jefatura de la Policía de Fronteras, de Rio, desde donde fue oficialmente expulsado, el día 16.
El Gobierno pretendió dar explicaciones, basándose en un supuesto «pacto» que habría hecho con la CNBB, en orden a la salida definitiva de Jentel; pero la CNBB -su Presidencia- lo negó rotundamente.
Yo escribí una carta pública sobre la expulsión de Francisco, bajo el clima agridulce de aquella Navidad:
«Nuestro Padre Francisco acaba de ser expulsado de Brasil.
El Gobierno del País con esta injusticia cierra toda una cerca espinosa de injusticias con que ciertos terratenientes, políticos, militares y policías venían apretando, hace años, la vida y el trabajo del P. Francisco.
Pero ésta es, entre todas, la mayor injusticia porque es la injusticia públicamente oficial. El decreto de expulsión del Padre fue accionado por el Ministro de Justicia, Armando Falcão, y firmado personalmente por el propio Presidente de la Nación, Ernesto Geisel.
Con esta expulsión del P. Francisco es el Brasil oficial quien se ensucia las manos y el corazón en la injusticia. Porque quien expulsa al P. Francisco no es el Pueblo del Brasil.
Quien lo expulsa es el poder del dinero de las grandes Empresas nacionales y extranjeras: la codicia de esas Compañías latifundistas, como la Codeara, cuya deshumanidad todos nosotros hemos sufrido en la propia carne y hasta en la vida de los hijos; la fuerza arbitraria de esos políticos, militares y policías al servicio de ese dinero y de esa codicia y no al servicio del Pueblo y de la Patria...
Para ellos la víctima única de esa expulsión es el P. Jentel.
Para nosotros, la verdadera víctima de esta injusticia es, una vez más, el Pueblo.
Para esos dueños del dinero, de la política y de la fuerza expulsar al P. Francisco es satisfacer una venganza y acallar una voz intrépida que los incomodaba en sus inconfesables proyectos.
Para Dios y para nosotros la expulsión del Padre Francisco es un nuevo sacrificio humano y cristiano que se junta al sacrificio libertador de Jesús.
Para Dios y para nosotros la expulsión del P. Francisco, ausente, será una voz más de justicia y de Evangelio, presentes, que nadie podrá acallar.
En la madrugada del día 16 de este mes de diciembre, el P. Francisco fue embarcado hacia Francia, prohibiéndosele volver nunca más al Brasil.
No hemos podido aún hablar con él, ni hemos recibido carta suya después de su expulsión... Sabemos sin embargo lo que él piensa y lo que él siente en esta hora.
Por causa del Evangelio, por amor a los Pobres, él vino a este interior del Brasil hace 21 años. Y por la causa del Evangelio de los Pobres él fue perseguido y condenado y sufrió prisión y fue ahora brutalmente secuestrado y finalmente expulsado del País.
Esta fue su causa. Y esta causa continúa. El Evangelio de Jesús debe ser para nosotros, como para el P. Francisco, la luz que nos trace el camino y la fuerza que nos comprometa hasta la prisión y la muerte en favor de los hermanos oprimidos y pobres.
Esta causa continúa.
- porque vosotros, los indios, no sois respetados y ni siquiera se cuenta con vosotros en el llamado Desarrollo del Brasil,
-y vosotros, «posseiros» y familias emigrantes, aún no tenéis tierra ni derecho y cada vez parece apagarse más la esperanza de tenerlos un día.
-y vosotros, trabajadores de esta región sin ley, os estáis quedando sin ley y sin trabajo.
Las Haciendas de ganado se multiplican y se multiplica también su confusión y hasta su fracaso. El INCRA se siente cada vez más impotente, y la represión sobre los que defienden la tierra y el derecho de los pobres, cada vez aprieta más inhumana. Y hasta muchos, dentro y fuera de la Iglesia, se están cansando de gritar la verdad y de esperar luchando y de juntar las fuerzas de la liberación.
Nosotros, hermanos. Pueblo de Dios de esta Prelatura de São Félix, para ser fieles al Evangelio de Jesucristo y para no dejar infecundo el sacrificio de nuestro P. Francisco expulsado, debemos reaccionar con nuevo coraje.
Dios está con nosotros. Y el verdadero Brasil también. Con nosotros está la Historia que camina hacia la Justicia, hacia la Libertad, hacia la Fraternidad.
Somos el Pueblo de la Esperanza. Y la Esperanza nadie la expulsa de nuestro corazón. Sabremos rezar. Sabremos mantenernos firmes. Sabremos plantar. Defenderemos nuestra tierra y nuestros derechos. Y nos uniremos a todos los que, como nosotros, sufren y como nosotros luchan y esperan.
Y vamos a celebrar esta Navidad de 1975 en compañía de nuestro P. Francisco, cada vez más presente en medio de nosotros.
Navidad es un misterio de fe; pero es también un reventar de vida. Jesús nace verdaderamente allí donde nace un brote de justicia, donde los hombres se reconocen y se aman como hijos de Dios, donde los oprimidos se liberan.
Sea ésta, para toda la Prelatura de São Félix, una Navidad de verdad, hermanos». (SEDOC, nº 89, marzo de 1976).



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