lunes, 31 de agosto de 2015

¿Transgénicos? No (Leonardo Boff)

¿Transgénicos? No

2003-09-19


  Los transgénicos u organismos genéticamente modificados resultan de la alteración y transferencia de genes de un ser vivo (vegetal, animal, ser humano, microorganismo) a otro con el propósito de hacerlo más sano, más productivo y más inmune a plagas y bacterias.
El tema es altamente polémico e involucra a varias instancias: los productores, el mercado, los consumidores, la investigación, el poder público y la ética.
Los productores quieren transgénicos, alegando disminución de costos y aumento de la productividad, con la ventaja de crear semillas más resistentes a plagas. La creciente demanda mundial de alimentos reforzaría ese propósito.
El mercado busca ganancias. Algunas empresas mundiales (cinco en total) producen semillas transgénicas que van sustituyendo lentamente a las naturales (erosión genética) y acaban monopolizando el mercado de semillas (una de ellas controla el 90%), haciendo económica y tecnológicamente dependientes a los productores.
Los consumidores son reacios a consumir alimentos genéticamente modificados porque temen que tengan consecuencias sobre la salud en el presente o en el futuro. Encuestas realizadas muestran que más del 60% de la población europea está en contra del consumo de transgénicos.
La investigación, celosa de su libertad, sigue penetrando en el secreto de la vida, desvelando posibilidades nuevas para la salud y la longevidad, provenientes de la biotecnología.
El poder público está indeciso, ya sea por la presión de los grandes capitales y del mercado, ya por las afirmaciones contradictorias de científicos, unos que afirman la bioseguridad alimentaria y ecológica de los transgénicos, y otros que insisten en que no disponemos de investigaciones conclusivas sobre sus riesgos para la salud y el medio ambiente. ¿Qué decisión tomar? Su misión es cuidar del bien común y resistir las presiones.
En su decisión, el poder público, instancia delegada del poder popular, debe orientarse por la ética. Se evocan dos principios: el de la responsabilidad y el de la precaución. El producto a ser introducido debe garantizar que ningún perjuicio directo ni indirecto, global, acumulativo ni de largo plazo va a afectar al ser humano o a la cadena de la vida. La ciencia en el estado actual todavía no puede emitir tal parecer.
Lo que sabemos es que la naturaleza trabajó miles y miles de millones de años para organizar el código de la vida a través de inter-retro-relaciones que involucran a la física y la química del universo. Una célula epidérmica de nuestra mano contiene, en una fantástica nanotecnología, toda la información necesaria para constituir la vida. Pregunta: ¿no será que el científico sólo con muhca reverencia y precaución podría atreverse a intervenir en ese juego complejísimo, ya que sabe que cada gen tiene que ver con todos los demás? En cuanto al fenómeno de la vida, el paradigma científico newtoniano que reduce y compartimenta ¿no es insuficiente para captar las implicaciones de todos los genes entre sí? ¿Quién nos garantiza que la bacteria resistente de la soja Roundup Ready no va a perturbar el equilibrio de los miles y miles de millones de bacterias que hay en nosotros?
Por precaución y respeto a la vida, se impone poner en cuarentena a los transgénicos. Por ahora,¡no!



No hay comentarios:

Publicar un comentario