can.: B: Francisco 21 nov 2015
país: España - n.: 1884 - †: 1936
país: España - n.: 1884 - †: 1936
En Barcelona, beato
Zacaries de Llorenç del Penedés (Sebastiá Sonet Romeu), presbítero, capuchino
mártir en la persecución religiosa durante la Guerra Civil.
can.: B: Francisco 21 nov 2015
país: España - n.: 1913 - †: 1936
país: España - n.: 1913 - †: 1936
En La Sagrera,
Barcelona, beato Bonaventura de Arroyo Cerezo (Tomás Díaz Díaz), capuchino
mártir en la persecución religiosa durante la Guerra Civil.
26 mártires capuchinos en Cataluña, grupo de Federico de Berga
El grupo comprende 25 frailes capuchinos
que dieron testimonio de la fe en Cataluña entre julio de 1936 y febrero de
1937.
En este grupo:

Carta circular del General de los Capuchinos, Fr. Mauro Jöhri, con vistas a
la beatificación del grupo de capuchinos
Queridos hermanos y
hermanas:
Nos llegan casi
cotidianamente noticias de cristianos asesinados, especialmente en el Medio
Oriente, únicamente por motivo de su pertenencia a la religión cristiana. Son
hechos que nos causan horror. Nos preguntamos ¿cómo es posible que esto suceda
todavía en nuestros días? Se trata realmente de hechos inaceptables, pero
olvidamos quizá demasiado fácilmente que cosas semejantes sucedieron por
ejemplo en España hace menos de cien años y que entre las victimas de aquella persecución
figuran también muchos hermanos capuchinos.
2. La Orden se une muy
estrechamente a los hermanos de la Provincia capuchina de Cataluña en la
celebración de la beatificación de 26 de sus hijos, asesinados en odio a la fe
durante la guerra civil (1936-1939). El próximo 21 de noviembre en la catedral
de Barcelona a las 11.30, la Iglesia proclamará beatos a fr. Frederic de Berga
y 25 compañeros de martirio. ¡Alegrémonos y demos gracias al Señor!
El contexto histórico
3. La Provincia de
Cataluña tuvo el Capítulo provincial del 13 al 16 de julio de 1936. Ya durante
aquel Capítulo se habló de la posibilidad de que estallase algún tipo de
revuelta, con incendios de iglesias y asesinatos de sacerdotes, como había
sucedido ya en otros lugares. Se buscó el modo de poner a salvo en casa de
amigos los enseres más preciosos y los paramentos sagrados. Cada convento,
además, tenía una lista de personas cercanas a los frailes, dispuestas a
acogerlos. De manera que, al iniciarse la persecución, inmediatamente después
del estallido de la Guerra Civil, los hermanos se dispersaron y fueron acogidos
por los familiares y por los amigos. Los lugares donde los hermanos encontraron
refugio, podían dar seguridad por algunos días o a lo más por alguna semana;
eso se pensaba que pudiera durar la turbulencia, y no ciertamente por dos años
y medio, que era cuanto iba a durar la clandestinidad y la persecución y la
caza a quien fuera sacerdote o religioso.
4. No fueron las
autoridades de la República quienes persiguieron a los religiosos. En aquellos
primeros meses de guerra, la retaguardia republicana permaneció bajo el poder
de los comités revolucionarios anárquicos, que se hicieron dueños de la calle
sin que nadie se lo impidiese. Nuestros hermanos, en general, habían mantenido
siempre una actitud dialogante con la República. Además, en Cataluña eran
particularmente amados por su sintonía con "la Renaixença", el
movimiento de redescubrimiento y revalorización de la identidad catalana de
fines del s. XIX y principios del s. XX. Sin embargo, precisamente esto
constituyó un agravante para algunos revolucionarios, los cuales consideraban
la misma República y el amor a la propia tierra y cultura como características
burgueses que debían ser erradicadas como la religión.
5. La persecución no fue
simplemente obra de personas no controladas. Había instrucciones bien precisas
para buscar y suprimir a los religiosos. Se hicieron pesquisas en muchas casas
privadas. Algunos de estos mártires tuvieron que huir de una a otra casa, sin
poder hallar un refugio seguro. En el caso de fr. Martín de Barcelona,
historiador que había estudiado en Lovaina y era autor de estudios sobre san
Francisco y Raimundo Lulio, los revolucionarios detuvieron a toda su familia y,
bajo amenaza de muerte, obtuvieron que los familiares revelaran donde se
encontraba. Otros, como fr. Vicenç de Besalú, tuvieron que dormir al raso
durante muchos días.
6. He aquí el elenco de
los hermanos capuchinos de los cuales se ha reconocido el martirio y serán
beatificados:
P. Frederic de Berga
(Martí Tarrés Puigpelat)
P. Modest de Mieres (Joan Bover Teixidó)
P. Zacaries de Llorenç
del Penedés (Sebastiá Sonet Romeu)
P. Remigi del Papiol
(Esteve Santacana Armengol)
P. Anselm d'Olot
(Laurentí Basil Matas)
P. Benigne de Canet de
Mar (Miquel Sagré Fornaguera)
P. Josep de Calella de
la Costa (Joan Vila Colomé)
P. Martí de Barcelona
(Jaume Boguñá Casanova)
P. Rafael Maria de
Mataró (Francesc de Paula Soteras Culla)
P. Agustí de Montclar de
Donzell (Josep Alsina Casas)
P. Doroteu de Vilalba
dels Arcs (Jordi Sampé Tarragó)
P. Alexandre de
Barcelona (Jaume Nájera Gherna)
P. Tarsici de Miralcamp
(Josep Vilalta Saumell)
P. Vincenç de Besalú
(Julià Gebrat Marcé)
P. Timoteu de
Palafrugell (Jesús Miquel Girbau)
Fr. Miquel de Bianya
(Pelai Ayats Vergés)
Fr. Jordi de Santa Pau
(Manuel Collellmir Senties)
Fr. Bonaventura de
Arroyo Cerezo (Tomás Díaz Díaz)
Fr. Marçal del Penedès
(Carles Canyes Santacana)
Fr. Eudald d'Igualada
(Lluís Estruch Vives). El más joven, tenía sólo dieciocho años
Fr. Paciá Maria de
Barcelona (Francesc Maria Colomer Presas)
Fr. Ángel de Ferreries
(Josep Coll Martí)
Fr. Cebrià de Terrassa
(Ramon Gros Ballvé)
Fr. Eloi de Bianya (Joan
Ayats Plantalech)
Fr. Prudenci de Pomar de
Cinca (Gregori Charlez Ribera)
Fr. Félix de Tortosa
(Joan Bonavida Dellà).
Conozcamos más de cerca a algunos de estos hermanos.
7. Fr. Frederic de
Berga, que es el primero en la lista, había sido guardián, misionero en América
Central y Provincial por un trienio. El Obispo de Vic había dicho de él que era
el predicador más apostólico que había en su diócesis. Al principio de la
revolución era guardián en el convento de Arenys. Después de esconderse algunos
días por los montes, llegó a Barcelona y participó activamente en la red
clandestina de la Iglesia que se estaba formando. Poco antes de la muerte, en
febrero de 1937, calculaba haber distribuido, siempre con peligro de la vida,
cerca de 1200 comuniones. Celebraba la Eucaristía en casas privadas, donde se
reunían pequeños grupos de fieles, haciendo uso del permiso dado por la Santa
Sede de celebrar sin ornamentos ni vasos sagrados. Fue descubierto durante una
pesquisa en la casa donde había sido acogido.
8. Fr. Eloy de Bianya es
quizá la figura más amada de todo el grupo de los mártires. Era hermano portero
del convento de Sarriá. El padre de un fraile actual, que lo conoció, había
dicho de él que era "el hombre que me ha hablado menos y me ha comunicado
más". Estuvo acogido en la casa del señor Maurici Serrahima, vecino al
convento, el cual en sus memorias ha dejado esta bellísima descripción:
"Mucho se ha hablado de fr. Eloy, y con razón. (…) Tenía en el rostro una
sonrisa buena y al mismo tiempo dulcemente irónica. (…) Era una figura de
hombre agradable de ver y de tener cercano. Las simpatías que había despertado
en la portería del convento eran inmensas, y todos lo conocían. Sonreía y sabía
gastar una broma cuando era oportuna. Pero en él debía haber una vida interior
muy intensa, de la cual tenía que provenir el equilibrio en todo. No molestaba
y no hacía ruido. No hablaba si no le hablaban. Y cuando hablaba, lo hacía con
una suavidad que deseaba ser solo discreta y muchas veces resultaba
impresionante. No una palabra de lamento ni de protesta. Durante su permanencia
en nuestra casa, nunca habló de venganza, incluso tampoco de hacer justicia.
'Estos hombres (decía, refiriéndose a aquellos que se habían lanzado a la
locura de los incendios y de los asesinatos) son buena gente. Han sufrido
mucho, han pasado por estrecheces y humillaciones. Estoy seguro de que han sido
fieles a su mujer, han luchado por su familia. Lo que están haciendo ahora es
la primera maldad que cometen. Y lo hacen porque están convencidos de que así
mejorarán el destino de los pobres. Los encontraremos en el cielo…'. No aseguro
que haya dicho literalmente estas palabras. Pero que era esto lo que
significaban cuando me hablaba". Fr. Eloy fue arrestado en la estación del
tren junto a otros tres frailes cuando pretendía dirigirse a su país natal.
9. Entre los jóvenes
estudiantes asesinados se puede destacar a fr. Marçal de Villafranca, el más
joven de cuatro hermanos frailes. Tenía 19 años. Después de dos pesquisas de
los revolucionarios que estaban buscando a sus hermanos mayores, la familia
decidió trasladarse a otro barrio, pero una vecina los siguió y los denunció al
comité de zona y lo arrestaron. Saludando a su madre, dijo: "Mama, no
sufrir por lo que me pueda pasar. Mi conciencia está en paz con Dios".
10. Fr. Modest de Mieres
y fr. Ángel de Ferrieres eran un anciano teólogo y un joven hermano laico que
se refugiaron en la casa de otro hermano, cercana al convento de Sarriá. La
casa fue sometida a varias pesquisas, durante las cuales ellos se hicieron
pasar como parientes de la familia. Fr. Ángel habría podido escapar, pero no
quiso abandonar a fr. Modest y a otro hermano, enfermo en cama. Fr. Modest
compuso una oración que recitaban juntos todos los días: "En este momento
y ciertamente en la hora de la muerte, si no me encontrara en circunstancias
convenientes, con la ayuda de la divina gracia que humildemente confío que me
concederéis, acepto, oh Dios mío, voluntariamente, con todo el placer,
humildemente y de todo corazón, aquella muerte que queráis enviarme. Cualquiera
que ella sea, uno mi muerte a la muerte santísima de nuestro Señor Jesucristo,
que en este momento se está renovando en el santo sacrificio de la Misa, y así
unida os la ofrezco, oh Dios mío, suplicándoos humildemente que os dignéis
aceptarla benignamente, no obstante mi bajeza y miseria, en unión con la muerte
de nuestro Señor Jesucristo, para la remisión de todas mis culpas y pecados, y
de las culpas y pecados de todos los hombres". Finalmente, denunciados por
algunos vecinos, fueron arrestados y asesinados en las cercanías del convento.
11. Algunos de los
nuevos mártires fueron misioneros: fr. Anselm d'Olot y fr. Benigne de Canet
habían estado en el Caquetá (Colombia); fr. Zacaries de Llorenç terminó sus
estudios en Pasto (Colombia) y fue ordenado sacerdote en Bogotá; fr. Remigi de
Papiol estuvo en Manila (Filipinas), en el vicariato de Bluefields (Nicaragua)
y en Costa Rica; y fr. Frederic de Berga estuvo en Costa Rica.
12. De los 26 que son
beatificados en esta ocasión, 17 murieron entre julio y agosto. Luego la
persecución comenzó a perder intensidad. El último en morir fue fr. Frederic de
Berga el 16 de febrero de 1937. En mayo de 1937 el gobierno de la República
tomó el control de la situación de Barcelona y prácticamente cesaron los
asesinatos. No obstante, la Iglesia continuó viviendo en la clandestinidad
hasta el fin de la guerra en 1939.
El papel de familiares y amigos
13. Juntamente con el
heroísmo de los mártires, hay que resaltar el de las familias que acogieron en
sus casas, con peligro de la propia vida, a ellos y a otros que sobrevivieron a
la persecución. Hubo casos de personas asesinadas por haber acogido en sus
casas a un sacerdote o a un religioso, sin embargo no sucedió esto entre
aquellos que acogieron a nuestros hermanos. En algunos casos ciertamente fueron
arrestados algunas horas o días miembros de las familias que los habían
acogido, pero al fin fueron siempre liberados. En un primer momento, estas
familias fueron de personas muy cercanas a los conventos. Pero en seguida se
debió recurrir a otros amigos o amigos de amigos, los cuales también
generosamente se prestaron a dar acogida, por amor a los hermanos y a la
Iglesia, conscientes también del riesgo que ello comportaba. A veces en las
familias se enseñó a los niños de la casa a llamar al fraile "abuelo"
o "tío" cada vez que entraba algún desconocido. Se dio un caso en que
un dirigente anárquico tomó bajo su protección a un fraile que había sido
arrestado por el simple hecho de estar rezando discretamente el rosario en un
lugar público.
Dispuestos a donarse hasta el fondo
14. Estos nuestros
hermanos eran conscientes de lo que podía sucederles. Buscaron protección aquí
y allá, recordando cuanto afirma Jesús en el Evangelio de Mateo (10,23):
"Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra", pero cuando el
momento de la prueba se presentó de modo serio, ellos no se tiraron atrás y
dieron el testimonio supremo. Me pregunto si nosotros hoy como hermanos
capuchinos tenemos la misma convicción y disponibilidad para dar, si fuera
necesario, nuestra vida por Cristo, caso de que tuviera que presentarse lo que
Hans Urs von Balthasar llamaba: "El caso serio" (Cordula oder der
Ernstfall, Johannes 19874).
15. Me parece justo
proponeros esta pregunta, porque todos corremos el peligro denunciado por San
Francisco en la VI Admonición:
"Reparemos todos
los hermanos en el buen Pastor, que por salvar a sus ovejas soportó la pasión
de la cruz. Las ovejas del Señor le siguieron en la tribulación y la
persecución, en el sonrojo y el hambre, en la debilidad y la tentación, y en
todo lo demás; y por ello recibieron del Señor la vida sempiterna. Por eso es
grandemente vergonzoso para nosotros los siervos de Dios que los santos
hicieron las obras, y nosotros, con narrarlas, queremos recibir gloria y
honor".
16. Alegrémonos por el
don de esto 26 nuevos mártires que la Iglesia proclama, y con la intercesión de
la Virgen Inmaculada, Patrona de la Orden, pidamos para nosotros, hermanos
capuchinos, un renovado empeño para seguir a Cristo con alegría anunciando la
misericordia y la paz de Dios.
¡Fraternamente!
Fr. Mauro Jöhri,
Ministro general OFMCap
Roma, 4 de octubre de
2015, Solemnidad de San Francisco de Asís
fuente: Directorio Franciscano
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