Beata María Dolores Rodríguez Sopeña, virgen y fundadora
fecha: 10 de enero
n.: 1848 - †: 1918 - país: España
canonización: B: Juan Pablo II 23 March 2003
hagiografía: Vaticano
n.: 1848 - †: 1918 - país: España
canonización: B: Juan Pablo II 23 March 2003
hagiografía: Vaticano
Elogio: En Madrid, capital de España, beata
María Dolores Rodríguez Sopeña, virgen, la cual dio muestras de su gran caridad
cristiana al dedicarse a los más abandonados de la sociedad de su tiempo,
acercándose especialmente a los suburbios de las mayores ciudades, y para
anunciar el Evangelio y atender a los pobres y a los obreros en cuestiones
sociales, fundó el Instituto de la Damas Catequistas y la Obra de la Doctrina.

Dolores Rodríguez Sopeña nace en Vélez
Rubio (Almería), el 30 de diciembre de 1848, cuarta entre siete hermanos. Sus
padres, Tomás Rodríguez Sopeña y Nicolasa Ortega Salomón, castellanos, se
habían trasladado desde Madrid a esa localidad por motivos de trabajo. Don
Tomás había terminado su carrera judicial demasiado joven, por lo que no podía
ejercer y consigue un empleo como administrador de las fincas de los marqueses
de Vélez. Su infancia y adolescencia transcurren en distintos pueblos de las
Alpujarras pues, cuando su padre empieza a ejercer como magistrado sufre a lo
largo de su carrera diversos traslados. Con todo, ella define esta etapa de su
vida como un «lago de tranquilidad». En 1866, su padre es nombrado Fiscal de la
Audiencia de Almería. Dolores tiene 17 años. Allí empieza a frecuentar la
sociedad, pero a ella no le llamaban la atención las fiestas ni la vida social;
su interés es hacer bien a los demás. En Almería tiene sus primeras
experiencias apostólicas: atiende, material y espiritualmente, a dos hermanas
enfermas de tifus y a un leproso, todo ello a escondidas por miedo a que se lo
prohibiesen sus padres. También visita a los pobres de las Conferencia de San
Vicente de Paúl con su madre. Tres años más tarde, su padre es trasladado a la
Audiencia de Puerto Rico, donde viaja con uno de sus hijos mientras el resto de
la familia se instala en Madrid. En la capital Dolores ordena mejor su vida:
elige un director espiritual y colabora enseñando la doctrina en la cárcel de
mujeres, en el hospital de la Princesa y en las Escuelas Dominicales.
En 1872, la familia se reúne en Puerto
Rico. Dolores tiene 23 años y permanecerá en América hasta los 28. Empieza su
contacto con los jesuítas. El P. Goicoechea fue su primer director espiritual.
Allí funda la Asociación de Hijas de María y Escuelas para las personas de
color donde se alfabetiza y enseña el catecismo. En 1873, su padre es nombrado
Fiscal de la Audiencia de Santiago de Cuba. Son tiempos difíciles, pues estalla
un cisma religioso en la isla. Por este motivo, su acción se reduce a visitar a
los enfermos del hospital militar. Pide la admisión en las Hermanas de la
Caridad, pero no lo consigue por su falta de vista. A la edad de 8 años había
sido operada de los ojos y esta dolencia la acompañará toda la vida. Al
terminar el cisma empieza a trabajar en los barrios marginales y funda lo que
ella denomina «Centros de Instrucción», pues en ellos no sólo se enseñaba el
catecismo sino cultura general e incluso se prestaba asistencia médica. Para
esta obra consigue muchas colaboradoras y la establece en tres barrios
distintos. En Cuba muere su madre, su padre pide el retiro y vuelven a Madrid
en 1877. En Madrid organiza su vida en tres frentes: el cuidado de la casa y de
su padre, el apostolado, el mismo que hacía antes de dejar la Península, y su
vida espiritual: elige director espiritual y empieza a hacer anualmente los
Ejercicios Espirituales de san Ignacio. En 1883 muere su padre y se reavivan
sus luchas vocacionales.
Por indicación de su director, el P. López
Soldado sj, ingresa en el convento de las Salesas, pese a que nunca se había
planteado una vida enteramente contemplativa. A los diez días deja el convento
pues comprobó no ser su vocación. Al salir se dedica con más intensidad al
apostolado. Abre una «Casa Social» donde se tramitan los diversos asuntos que
salen en sus visitas al hospital y a la cárcel. En una de sus visitas a una de
las presas que acababa de quedar en libertad, conoce el Barrio de las Injurias.
Corre el año 1885. Dolores tiene 36 años. Al ver la situación moral, material y
espiritual de la gente, empieza a visitar el barrio todas las semanas e invita
a muchas de sus amigas. Ahí empezará la que luego se denominará «Obra de las
Doctrinas», antecedente de sus «Centros Obreros».
A sugerencia del obispo de Madrid, D.
Ciríaco Sancha, en 1892 funda una Asociación de Apostolado Seglar hoy
denominado «Movimiento de Laicos Sopeña». Al año siguiente recibe la aprobación
civil. La Obra se extiende en 8 barrios de la capital. En 1896 empieza su
actividad fuera de Madrid. Pese a la oposición de la Asociación, acepta fundar
la Obra en Sevilla. Fruto de muchos malos entendidos, dimite como Presidenta en
Madrid al año siguiente y se establece en Sevilla. En sólo cuatro años realiza
199 viajes por toda España para establecer y consolidar la Obra de las
Doctrinas. A su vez, acompaña al P. Tarín, sj, en algunas misiones por
Andalucía.
En el año 1900 participa en una
peregrinación a Roma por el Año Santo. Hace un día de retiro en el sepulcro de
San Pedro y allí recibe la confirmación de fundar un Instituto Religioso que
diera continuidad a la Obra de las Doctrinas y que ayudara a sostener
espiritualmente a la Asociación laical. El Card. Sancha, entonces ya arzobispo
de Toledo, le propone fundar allí.
El 24 de septiembre de 1901, en Loyola,
después de unos Ejercicios Espirituales realizados junto con 8 compañeras, se
levanta acta de fundación del «Instituto de Damas Catequistas» (hoy «Instituto
Catequista Dolores Sopeña»), aunque la fundación oficial fue el 31 de octubre
en Toledo. Una de sus grandes intuiciones fue fundar, al mismo tiempo, una
Asociación civil, hoy llamada «Obra Social y Cultural Sopeña - OSCUS», que, en
1902, consigue el reconocimiento del gobierno. En 1905 recibe de la Santa Sede
el Decretum laudis y, dos años más tarde, el 21 de noviembre de 1907, la
aprobación de las Constituciones concedida directamente por S.S. Pío X.
Durante estos años, sus «Doctrinas» se
fueron transformando en «Centros Obreros de Instrucción», pues a ellos asistían
obreros fuertemente influenciados por el anticlericalismo y no podía
pretenderse la enseñanza de la religión directamente. Esto también determina
que las religiosas de este Instituto no lleven hábito y ni siquiera un signo
religioso externo. Cambia sus medios y sus métodos para poder conseguir el fin:
acercarse a los obreros «alejados de la Iglesia», que no habían podido recibir
instrucción cultural, moral ni religiosa y unir a los «distanciados
socialmente», entonces, «la clase obrera y del pueblo» con la «alta y acomodada».
Esto lo resume en dos líneas de acción: dignificar al trabajador y crear
fraternidad.
Detrás de su entrega al servicio de los
demás está una fe profunda y auténtica, una rica espiritualidad. Su compromiso
por la dignidad de la persona brota de su experiencia de un Dios Padre de
todos, que nos ama con una ternura infinita y desea que vivamos como hijos y
hermanos. De allí su gran deseo de «Hacer de todos una sola familia en Cristo
Jesús.» Su gran unión con Dios le permite descubrirlo presente en todo y en
todos, especialmente en los más necesitados de dignidad y afecto. Salir al
encuentro de cada persona en su situación, introducirse en los barrios
marginales de la época, era inconcebible para una mujer a finales del siglo
XIX. El secreto de su audacia es su fe, esa confianza sin límites, que ella
reconoce como su mayor tesoro y que la hace sentirse instrumento en manos de
Dios, instrumento al servicio de la fraternidad, del amor, de la misericordia,
de la igualdad, de la dignidad, de la justicia, de la paz...
En pocos años, establece comunidades y
Centros en las ciudades más industrializadas de entonces. En 1910 se celebra el
primer Capítulo General y es reelegida Superiora General. En 1914 funda en Roma
y en 1917 viajan las primeras Catequistas para abrir la primera casa en
América, concretamente en Chile. Al año siguiente, el 10 de enero de 1918,
Dolores Sopeña muere en Madrid con fama de santidad. Fue beatificada por SS
Juan Pablo II el 23 marzo de 2003.
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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