martes, 20 de noviembre de 2018

DIOS LLEGA POR LA MUJER (P. Antonio Oliver Montserrat) Vin Cens

DIOS LLEGA POR LA MUJER
Este Niño ha venido con su madre y por su madre. Cuando Dios quiso llegar a la Humanidad se hizo Hombre como nosotros, nació de mujer. Esto quiere decir que hubo un momento de nuestra historia en la que la llegada de Dios dependió de una mujer hermana nuestra. Todo un Dios debió de temblar preguntándose, ''¿me dirá que no...?'' María pudo cerrar la puerta. Dios siempre mendiga cuando viene: ¿quieres que entre en ti?'', si cerramos la puerta no entra, no entra. Dios no fuerza nunca. La fuerza de Dios es la infancia.
Una de las características de finales del siglo pasado y de principios de este es la rehabilitación de la mujer, y se logrará sin duda. En primer lugar: se logrará en tanto la mujer sea mujer, no en cuanto sea masculina. Y en segundo lugar: en cuanto la mujer posea la capacidad de ENGENDRAR A DIOS EN EL HOMBRE.
Ya la mitología persa en el Génesis, y la hebrea después, se dieron cuenta de esta verdad:
Adán y Eva, lo humano, la primera tribu de animales puestos de pie, están en el Paraíso. Adán se entretiene con sus cocos y sus tomates y Eva topa con la serpiente que le dice: ''¿Por qué no comes y seréis como dioses?'' (Gen. 2,5). La primera mención de Dios que aparece en toda la Historia se hace a la mujer; y decimos que ella fue tonta porque comió la manzana... La única idea de meter en la Humanidad la idea de Dios fue encontrar a la mujer. La primera sensación religiosa la tuvo Eva. Y por si esto no bastara, cuando Dios quiso hacerse Hombre no vino caído del cielo, nació como todos, de mujer. Moraleja: cuando Dios no llega es por culpa de la mujer. Ahí está su grandeza.
Los que no saben que quiero decir pensarán que ofendo a la mujer, pero me parece que se tardarán unos cuantos años más en opinar algo mejor de lo que yo estoy diciendo sobre ella. Todavía hoy, no se puede decir de otra manera. La mujer es tan grande, que si no ofrece su puerta abierta Dios no puede llegar. ¿Se puede decir algo mejor mejor a una mujer? Consecuencia por tanto: cuando el ateísmo -falta de Dios-, va corriendo por las masas del mundo como fuego en cañaveral, es que la mujer está fallando. El fallo puede ser a que vivimos aún en una época patriarcal y fallan porque las hemos arrinconado.
Decimos que el mundo está perfectamente gobernado, todo es ciencia, esplendor y saber, sin embargo en la medida en que crecen la ciencia y la sabiduría cada día son más los ateos. ¡Claro! Dios no tiene nada que ver con la ciencia ni con la sabiduría -también tiene que ver, pero secundariamente-. Dios tiene que ver con la capacidad de maravillarse y con la capacidad de recibir, y esto es femenino, de nuestra madre o de la parte femenina que todos tengamos, por eso los pastores ENCONTRARON al Niño con su Madre.
La Navidad la debemos a una mujer y cada vez que Dios irrumpe en nuestra vida es mérito de alguna mujer. Hay semillas, hay Presencias de Dios que suenan en toda la montaña de uno; a veces se deben a un momento fugaz, a una palabra de la madre o de la esposa e incluso de la hija, o a una amiga de verdad, da lo mismo. Lo femenino es la puerta abierta a Dios. Y en el hombre, en cuanto tiene femenino, está la posibilad de que Dios le llegue. Pero como desde hace casi tres siglos el hombre tiene a gala ahogar todo lo que hay de femenino en él, como esta capacidad ha sido arrinconada, el hombre ha quedado convertido en puro macho, y, evidentemente, el macho es estéril.
La parte femenina es la PUERTA ABIERTA, por esto la Navidad es el encomio y el elogio de la mujer: ''Invenerunt puerum cum mater'' (Encontraron al niño con su madre). José no es su padre, y en este texto ni siquiera es mentado; si los evangelistas quisieran sacar a José de la cueva de Belén, no pasaría nada. A la que no pueden sacar es a la madre porque este Niño está aquí gracias a ella, es decir, Dios le debe a María el ser Hombre.
Un mundo en el que prevalece, se paga y se lleva la hombría, la masculinidad, el saber, la fuerza, el orgullo de las cosas, el ''ya lo habíamos previsto'', ''ya lo sabíamos', etcétera, conduce al asesinato del Hombre. El Hombre que se encuentra con Dios, que es nuestra dimensión y nuestra meta, es siempre niño. Este mundo está muy mal pero está lleno de esperanzas. Porque aunque creemos que nuestras grandezas son definitivas, ahora viene un viento que las barre todas para decirnos que la grandeza de verdad es la pequeñez. Esto se aprende en Navidad, la Navidad ha de entrar en nuestra vida. Por lo tanto, cuando nos arrodillamos emocionados en la noche de Navidad estamos delante de nuestra inmensa grandeza que es la infancia.
Cuanto más Hombre es el hombre, más niño es. Traducido significa que sus cualidades imprescindibles son: la ilusión, el futuro como tarea (aun cuando tengamos noventa años), la capacidad de maravillarnos, de ensoñar y de perdonar y, sobre todo, la capacidad de recibir, la indefensión. Cuanto más indefenso eres, más fuerte eres. Lo dice San Pablo.
Esta Navidad tan silenciosa, tan entrañable, tan infantil, había tenido ya un poeta: la propia madre del Niño. Ésta, delante de Isabel, había dicho: ''El Señor miró...'' (Lc. 1,48). Era una profeta, el Señor la habitaba: cuando Dios habita a una persona hace milagros, si la persona es niño. Dios en un sabio hace pocas cosas, si el sabio es niño entonces sí, luego es en el niño del sabio, no en ''el sabio del niño''. Si Dios se mete en un todopoderoso se queda estéril, no logra nada, cuando se mete en un niño puede conseguir maravillas. Por donde María es pequeña e infantil, Dios ha mirado y ahí ha nacido una estrella. Esta niña, que seguramente era analfabeta, sacó de su interior una serie de cosas, estoy diciendo que María está cantando la Navidad seis meses antes de que sucediera: ''...Todos los pueblos me llamarán bienaventurada, porque el brazo del Señor que rige la historia (el futuro del mundo) al final ''desmonta a los soberbios y encumbra a los humildes'' (Lc. 1,48-51).
No hace falta tener muy buena vista para darse cuenta que una generación como la nuestra, montada en un inmenso saber, un día se hundirá, porque el futuro -que es Dios- va por la humildad; descubres el brazo de Dios que guía la Historia como dice María. No te arrimes demasiado a los ahítos, a los que comen bien -los ''ricos'' del Evangelio- porque por ahí no pasa la Historia. El futuro viene por los hambrientos, por aquel lugar donde tienes hambre. Por aquel lugar donde estás saturado no viene. Y sucede lo mismo para toda la generación y para toda la Humanidad, por la zona de saturación terminará, transcurrirán unos cuantos años más pero terminará.

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